A la amada
Cuando al mirarte mi alma en paz adora,
y tu virtud divina en mí yo siento,
en silencio percibo el suave aliento
del ángel escondido que en ti mora.
Una ilusión temiendo engañadora,
sonríe el labio, que en aquel momento
dudo que en ti por siempre halle contento
la excelsa beatitud que mi alma implora.
De antro en antro resbalo yo sin tino;
en la profundidad sagrada, oscura,
oigo rugir las fuentes del destino.
Turbado alzo los ojos a la altura,
y al ver sonreír los astros, me prosterno
y escucho su inflamado canto eterno.
Manuel de Montoliu
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