El pan del alma
   En pobre estancia y al rayar del día,		
de mí y de mis hermanos rodeada,		
la madre de mi alma idolatrada		
pan sólo, y poco pan, nos repartía.		
   Y si alguno más pan, triste pedía,
estando la alacena ya agotada,		
ella a la dura y seca rebanada		
dulces y blandos besos añadía.		
   Devorando hasta el último mendrugo		
gracias a Dios le dábamos de hinojos...
Rico hacerme después a Dios le plugo;		
   y si el alma ha de hallar bien que le cuadre,		
he de volver la mente con los ojos		
al pan con besos que me dio mi madre.
Manuel María Santana y Rodríguez
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