A una ingrata
Basta de amor, si un tiempo te quería,
ya se acabó mi juvenil locura,
porque es, Celia, tu cándida hermosura
como la nieve, deslumbrante y fría.
No encuentro en ti la extrema simpatía
que ansiosa mi alma contemplar procura,
ni entre la sombra de la noche oscura,
ni a la espléndida faz del claro día.
Amor no quiero como tú me amas,
sorda a mis ayes, insensible al ruego;
quiero de mirtos coronar con ramas
un corazón que me idolatre ciego;
quiero abrazar una mujer de llamas,
quiero besar una mujer de fuego.
Plácido
Soneto
Densa nube que arroja escarcha fría,
rayos aborta que al mortal espantan:
de las tumbas los muertos se levantan,
treme la tierra y se oscurece el día.
La crespas olas de la mar sombría
cabe las duras rocas se quebrantan,
ni el río corre, ni las aves cantan,
ni el sol su luz al universo envía:
Cuando en el monte Gólgota sagrado
dice el Dios-hombre con dolor profundo:
«cúmplase padre, en mí, vuestro mandato».
Y a la rabia de un pueblo furibundo,
inocente, sangriento y enclavado,
muere en la cruz el Salvador del mundo.
Plácido seudónimo de Gabriel de la Concepción Valdés
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