"La parte de la leyenda, en ausencia de documentos serios,... La Fe, desde el punto de vista del historiador o del hombre de Ciencia, es un círculo vicioso infranqueable,... Los Dogmas judeo- cristianos no son más que una sucesión de leyendas y mitos."
Robert Ambelain
Adam: Dieu rouge
"Siempre me ha gustado la Geomancia. Un día 20, me encontré en ante un Ritual Geomántico de tipo mágico, y deduje que ese me podría ofrecer una oportunidad prodigiosa para entenderlo; así que decidí ponerlo en acción. Por una casualidad, tuve la ocasión de hacer una copia en Marruecos de un Almadel geomántico de tradición árabe; que estaba realizado con una plancha de cobre rojizo, grabada de inscripciones rituales. Siguiendo lo usual entre las más antiguas Tradiciones, recolecté una cantidad de arena necesaria... El resto, lo confeccioné en París. Como nunca se debe interrogar a la arena por simple curiosidad, esperé a que llegase un motivo que fuera apropiado; sin manifestar ninguna impaciencia. En ese día 20, sobre una gran mesa octogonal que servía de Altar, que orienté hacia el Norte, dispuse un gran tapete de color negro con los Nombres Divinos de la Cábala bordados en rojo, así como el Sello de Salomón, la Cruz central y el Sello de AGLA. Sobre el tapete negro, puse la gran placa cuadrada de cobre rojizo; y la llené de arena sagrada del Sinaí. En los ángulos de la plancha (Almadel), coloqué cuatro candelabros, con una vela de cera negra en cada uno. Delante del Almadel, dispuse un brasero de cobre lleno de carbones encendidos. En el brasero, dejé consumir el perfume ritual: una mezcla de incienso, de olíbano y de gálbano, a los que añadí una cierta cantidad de hojas de datura stramonium. En el centro del Almadel, colocado sobre la misma mesa, puse el Cristal; y esperé hasta que llegara la hora planetaria precisa. No hice ninguna Invocación, ni pronuncié ninguna palabra ritual; no hice ninguna Evocación, ni ninguna pregunta. Para mí, el momento aún no había llegado. Nada había comenzado; y, por consiguiente, nada podía pasar. Vengo a recordar esto, por su importancia... En ese momento, es cuando se manifestó un fenómeno absolutamente perturbador. A mi derecha, próxima al muro y viniendo por detrás de mí, una alta silueta, una especie de sombra, se deslizó lenta y en total silencio. La silueta, humana y de una altura cercana al metro y ochenta y cinco centímetros de altura, llevaba un sombrero y estaba revestida con un velo negro de luto que caía hasta el suelo. Por delante, bajo el velo que lo cubría todo, dos ojos irradiaban una especie de resplandor azulado; que dejaba entrever una sonrisa interior que era, a la vez, indulgente e irónica. La silueta se deslizó lentamente, sin hacer ningún otro movimiento aparente. A su través, se podían distinguir, vagamente, los muebles del Oratorio; por delante de los cuales se deslizaba. Al final, la silueta se detuvo ante mí, al otro lado de la mesa octogonal; mostrando, bajo el velo negro de luto, el mismo y enigmático resplandor azulado de sus ojos... Me persuadí a mí mismo de que las fumigaciones rituales habían producido aquella alucinación; por lo que, con gran esfuerzo de Voluntad, arranqué de mí aquella visión; y, entonces, desapareció.
... en 1942, un día, en la Biblioteca Nacional, estaba recogiendo notas sobre la Leyenda Salomónica, y encontré en una obra la siguiente precisión: "en la iconografía musulmana, el Ángel de la Muerte, AZRAEL, siempre es representado vestido con un sudario negro que le llega hasta el suelo". En 1947, seguí recopilando y analizando todo lo que se refería a la citada Leyenda Salomónica; y en otra obra, pude leer con estupor lo que estaba escrito al respecto: "La Geomancia es una práctica condenada; pues es AZRAEL, el Ángel de la Muerte, el que siempre responde al geomántico". Luego, después de dieciocho años de haber interrogado a la arena por primera vez, según el Ritual milenario que la Tradición árabe atribuye a IDRIS; que es ENOC, aquel que habría recibido de un Ángel, probablemente AZRAEL; comprendí que no había sufrido ninguna alucinación causada por las fumigaciones.
Pero, con total seguridad, la cosa más perturbadora que viví fue una manifestación que tampoco provoqué; y que tuvo lugar en 1962. En aquella ocasión, en una Logia Masónica que practicaba el viejo Rito Escocés Rectificado, debíamos recibir a un nuevo Maestro. Unos instantes antes de que comenzara el Ritual, uno de los nueve Maestros presentes en esta Iniciación decidió retirarse; y abandonó el Templo. Por lo tanto, permanecimos sólo ocho Maestros. En el Templo, había un silencio absoluto; y todos estábamos completamente inmóviles. Entonces, tuve la sensación de que alguien me observaba. Se trataba de esa misma sensación que todos nosotros hemos sentido alguna vez en nuestra vida. Pese a todo, no pude evitar el girar la cabeza en esa dirección, hacia Poniente; por consiguiente, hacia mi izquierda. Al inicio de la Columna del Mediodía, advertí la presencia de la inolvidable y fatídica silueta, la sombra, cubierta con el mismo velo negro de luto. Allí estaba: en el lugar del Maestro que se había marchado de la Logia. En ese momento, volvimos a ser nueve. Por lo tanto, he visto en varias ocasiones la imagen de Aquello que sólo tenía que haber visto una vez, en el instante de la muerte; y, si creemos lo que nos dicen las Escrituras: "sin morir, el Hombre no puede contemplar mi Rostros". Luego, hace falta encontrarse con el Ángel de la Muerte para traspasar el Umbral que separa nuestro Mundo del Otro; y, con probabilidad, él no sea más que su Guardián. Y si él es el Guardián del Umbral que separa el Mundo de los Vivos del de los Muertos, él es, necesariamente, el Ángel de toda Iniciación; porque el fin de esta última es, de hecho, el cumplir simbólicamente la muerte del Viejo Hombre. ¿Me encontraré en el instante final con esa alta silueta vestida de luto; distinguiré, en ella, la misma mirada irónica e indulgente que hasta ahora he visto; o, por el contrario, como en los encuentros que me han sucedido, estos tres Pasos de Muerte que ya he realizado en vida me mostrarán la Ruta hacia el Otro Mundo y, libremente, se abrirá la Puerta delante de mí?"
Robert Ambelain
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