¡Venganza!
Amargó mi existencia tu desvío,
y el verte padecer ahora me mata,
pues tu dolor, hermosa, le arrebata
el último suspiro al pecho mío.
No pudo tu desdén punzante y frío
apagar mi pasión ciega... insensata...
como al volcán que hirviente se desata
no apaga su furor el mar bravío.
Tan grande fue mi amor, que el sufrimiento
no arrancó de mi alma el fuego santo,
que encendió para amar el sentimiento.
¡La muerte la acaricio sin espanto!...
¡Con tal que sea feliz muero contento!...
así me vengo aunque me heriste tanto.
J. F. Sanmartín y Aguirre
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