T. Semirano

La mujer cubana

   Arribé un día a los ardientes lares
del bravo Hatney; pabellón de flores
vi derroche de luz y de colores
aureolando maniguas y palmares.

   Con los vetustos troncos seculares
confundíase el bruto, en los alcores
entonaban sinsontes trovadores
del Cielo los melódicos cantares.

   Faltaba la mujer; tendiendo el vuelo
remontóse la musa soberana
presa de santo y celestial anhelo.

   Y como chispa que del fuego emana,
brotó el incendio y se miró en el cielo
sobre el Caribe a la mujer cubana.

T. Semirano

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