"Dichas cuevas (las cuevas del Sabarthès) aún poseen en sus inmediaciones dos espacios amurallados. Son muros simbólicos y no de defensa, pues apenas si miden un metro de altura. El primero de ellos, el exterior, representa el límite del recinto e indica al adepto que, cruzándolo, daba el primer paso para acceder a un conocimiento general y esotérico. Posteriormente, y después de aceptar la regla interior de los creyentes, el adepto penetraba en el segundo recinto. Allí sería preparado para entrar a la oquedad en la cual realizaban la iniciación completa, convirtiéndose en perfecto. En la localidad de Ussat les Bains se halla la célebre cueva de Lombrives, en la que el ya citado Otto Rahn buscó incesantemente el Santo Grial. En dicho lugar se refugiaron los cátaros del condado de Foix, así como algunos de sus principales líderes. En sus paredes aún se conservan distintas inscripciones pertenecientes a épocas pasadas. Algunas fueron realizadas por los calvinistas del siglo XVI, y otras son de inspiración masónica y republicana, cuya datación se centra alrededor de 1850. A pesar de todo, a poco que se conozca la simbología cátara, podemos identificar fácilmente dichos símbolos: estrellas de cinco puntas, pentágonos, cruces solares, griegas y antropomórficas. La cueva de Ussat, conocida como la de Bethleén, posee aún los restos de una muralla auténticamente defensiva, así como los de una cisterna. Allí se encuentra un pentágono lo suficientemente grande para que un hombre con brazos y piernas abiertos quede inscrito en sus ángulos. El pentágono es uno de los símbolos más representativos del catarismo. Fue Antoine Gadal, arqueólogo y teósofo —y en cierto modo guía de Otto Rahn en estas tierras—, quien encontró en dicha cueva una pequeña paloma grabada en una placa de bronce, y que es uno de los pocos objetos cátaros que se conservan. El Lectorium rosicrocianum —fraternidad rosacruz de origen holandés— expone en el museo de Tarascón de su propiedad distintas piezas que pertenecieron a ese mecenas del catarismo. Al comienzo de nuestro itinerario, a medida que visitábamos las cuevas «iniciáticas», y ante nuestra sorpresa, los compañeros de viaje comenzaron a salpicar las paredes con agua y luego a frotarlas con un paño. Poco a poco fueron apareciendo líneas, trazos y signos desconocidos. También algunas cruces, un perfil humano con un báculo y el dibujo simplificado y de fácil interpretación del famoso ritual cátaro del consolamentum. Precisamente en esta oquedad se halla lo que podríamos denominar un «fresco» realizado, según algunos estudiosos, por los caballeros de la Orden del Temple. Dicho fresco, desgraciadamente muy deteriorado, conserva todavía los trazos suficientes para saber que estaba compuesto por dos cuadrados concéntricos realizados en color negro y rojo. El primero de ellos estaba adornado con cruces de brazos iguales —cruces griegas y de san Andrés alternativamente—. En el cuadro central: seis gotas de sangre acompañadas de pequeñas cruces. A la derecha el dibujo de una lanza, y una espada con una mano empuñándola. Finalmente, y coronando el conjunto, hallamos el círculo en el cual apoyamos nuestra cabeza. Un círculo solar o bien una «copa» vista desde arriba. Toda la simbología del Grial está presente: la sangre, la lanza, la espada y la copa. La tradición griálica había penetrado en tierras occitanas."
Xavier Musquera
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 239
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