"Una noche se había advertido a la población sobre un probable un ataque de los zepelines [alemanes]. Los alumnos fueron informados sobre el peligro. En la sección de los más jóvenes –los niños más pequeños, aún no educados‐ los maestros notaron gran animación, discusiones en señas. Los muchachos se fueron a la cama, tranquilamente, sin embargo, apenas se habían apagado las luces del dormitorio, un grupo de pequeñas sombras, todas blancas en la oscuridad, se levantaron silenciosamente de cada una de las camas. Cada uno de los niños, obedeciendo a la palabra que se habían dado, sacó una de las barras de hierro que sostenían los colchones de sus propias camas, y tomándolas con firmeza en las pequeñas manos, volvieron a la cama, pusieron las cabezas en las almohadas y pronto se sumergieron en el sueño hondo y feliz de la infancia. ¡No tenían nada que temer, pues estaban armados en el caso de que los “gigantes del aire” se atrevieran a venir! Es inútil describir la enorme diversión de los niños más grandes y de los maestros, en la mañana, cuando descubrieron lo acaecido. Voy a acordarme siempre de esta anécdota como una de las cosas más brillantes en medio de tantos hechos terribles y dolorosos sufridos por los sordos franceses en la Gran Guerra."
Yvonne Pitrois
Acerca del Instituto de Jóvenes Sordos de París en el año 1915
Traducción: Alejandro Oviedo
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