A un amigo
¿Por qué exigir que pulse mi lira enmudecida
si sólo saben su cuerda exhalar?
Mi arpa vibró sólo por el dolor herida
en las amargas horas de mi azarosa vida,
y dio a mi llanto forma de fúnebre cantar.
Si apenas nace el día y encantos y primores,
la vida y la esperanza despiertan por doquier,
en tanto que celebran el día aves y flores,
quisiera que la noche sin astros ni fulgores
tornase ya de nuevo sus alas a extender.
Comprendo ese egoísmo, cantar así mis penas,
que a cada uno basta su propio padecer;
mas, como el prisionero que llora en sus cadenas,
gemir sólo supieron en horas aun serenas,
mi corazón de niña, mis labios de mujer.
No temo, no, que el eco de esta canción doliente,
en algún modo pueda turbar la ajena paz;
porque donde el bullicio de aves mil, se siente,
realzan su alegría gimiendo tristemente
la dulce tortolita, la tímida torcaz.
Vicenta Castro Cambón
Almas egoístas
EGOÍSTAS: ¿veis las olas
esas que al náufrago arrancan
la tabla de que se asiera
en sus agónicas ansias,
hundiéndole para siempre
del abismo en las entrañas?
Si alma esas olas tuvieran
de la vuestra fuera hermana.
“¡Olas, tened un momento
vuestra diabólica danza!
¡Que alguien pueda socorrerme!”
dice una voz angustiada.
Y cada ola responde
con un rugido que espanta:
“Muera quien muera ¡qué importa!
si yo hago lo que me agrada”.
Vosotros, los que miráis
indiferentes las lágrimas
vertidas por vuestra culpa
sin procurar enjugarlas;
los que no tenéis escrúpulo
de levantar vuestra casa
sobre. Las ruinas de aquella
que destruyó vuestra infamia;
los que hacéis la caridad
no la que en Dios nos hermana
—esa. Que alivia dolores
en el cuerpo y en el alma,
cuyo Maestro es el Cristo
que sobre la Cruz sagrada
implora al Padre piedad
por los que en la Cruz le clavan —
sino la que al indigente
inspira ideas anárquicas
al prodigarle la afrenta
juntamente con la dádiva;
los que amontonéis riquezas
con hambre ajena amasadas;
los que el ajeno derecho
pisoteáis cuando os cuadra;
los que no os privéis de un gusto
para que otros tengan calma;
en fin, los que buscáis dicha
labrando ajenas desgracias,
mirad, mirad en las olas
la imagen de vuestras almas!
en esas olas que al náufrago
el salvavidas le arrancan
hundiéndole en el abismo
después de estrellar su barca,
¡barca que flotó al impulso
de ilusiones y esperanzas!...
Miraos en esas olas
vosotros, olas humanas:
si aquellas alma tuvieran
con la vuestra se hermanara.
“Muera quien muera ¡qué importa!
si yo hago lo que me agrada”
dicen las olas bravías
en su diabólica danza.
Y dicen los egoístas
con acciones y palabras
“Sufra quien sufra ¡qué importa!
Hágase mi gusto y basta”.
Mas... Esas olas perversas
que tragan hombres y barcas,
nada piensan, nada temen:
las olas no tienen alma.
Pero vosotros... Vosotros
los que veis correr las lágrimas
vertidas por vuestra culpa
sin procurar enjugarlas;
los que no os privéis de un gusto
para que otros tengan calma;
los que buscáis vuestra dicha
labrando ajenas desgracias,
¿olvidáis que sois mortales?
¿no os acordáis que la Parca
ha de segar vuestra Vida?
¿no tembláis por vuestras almas?
La ola en su hipocrecía (sic)
se viste de espuma blanca
y son sus entrañas negras
puesto que la muerte guardan.
Y vosotros, egoístas,
que mostráis amable cara,
si el egoísmo es tan negro
¿de qué color es vuestra alma?
Vicenta Castro Cambón
AYER, CUANDO LEÍAS
¿SIENTES frío? me dijiste.
No te lo pude negar:
lo leías en mi rostro
y hasta en mi acento quizás.
Tú también sentías frío.
Pude verlo no en tu faz:
tu alma está para la mía
como en urna de cristal.
¡Cierren la puerta! ordenaste.
Yo pensé: lo que cerrar
debiéramos es el libro...
Era aquel libro el glacial.
Vicenta Castro Cambón
HERMANO que tienes muy sanos los ojos
y, no obstante, a ciegas por la vida vas,
para ti en el hueco de mis manos, ¡mira!,
traigo luz. ¿La quieres?... Es luz de Verdad.
Vicenta Castro Cambón
¿PARA QUÉ HAGO VERSOS...?
¿Para qué hago versos...?
Para que sepáis
que bajo mi nieve
palpita un volcán.
Vicenta Castro Cambón
¿PARA QUIÉN SON MIS VERSOS?
PARA quién mis versos
son queréis saber?...
¿Para quién fabrica
la abeja su miel?...
¿Para quién el astro
derrama su luz?...
¿Para quién da aroma
la violeta azul?...
La abeja fabrica
su dulce panal
para el hombre; a veces
al bruto lo da.
Para los no ciegos
la luz del sol es;
la luz se da a veces
a los que no ven.
Para el que amar sabe
lo bello, es la flor;
la flor se da a veces
al sin corazón.
¿Para quién mis versos
son queréis saber?...
Para los que un alma
sensible tenéis.
Mas... ¿A quién con versos
mi alma a veces doy?
A veces... A veces...
Calla, corazón!
Vicenta Castro Cambón
POR ESE CAMINO
El camino fué largo, muy largo,
fué malo también:
los tropiezos que en él abundaban
lo hacian difícil, cansaban los pies.
Mucho lodo cubría el camino,
y más de una vez
nuestros pies, doloridos y débiles,
andando inseguros hundiéronse en él.
¡Cuántas charcas hallamos al paso!
¡Qué ingrato nos fué
del continuo croar de los sapos
la voz que auguraba: "pronto ha de llover"!
Hasta el viento, mi amigo constante,
fué malo esta vez:
se empapaba en hedor de pantanos
que a cada momento traíanos cruel.
Y el camino fué largo y fué malo...
Y qué ¡extraño es!
en caminos muy cortos y fáciles
que anduve en la vida más que hoy me cansé.
Es porque este penoso camino
estéril no fué:
porque mi alma, en sus ansias de abeja,
por ese camino buscó y hallo miel.
Vicenta Castro Cambón
¿SABES CUÁNDO?
HAZTE del sol naciente tibio rayo,
o cámbiate en crepuscular frescor,
o vuélvete corola perfumada,
o toma de avecilla forma y voz.
Y cuando seas matinal caricia
del sol, o brisa de la tarde, o flor,
o te hayas en jilguero convertido,
tal vez entonces... Hasta entonces, no.
Vicenta Castro Cambón
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