El retablo del asombro
El mundo es el retablo del asombro.
Las gotas de sangre multiplican
en progresión geométrica.
Un hombre mira hacia el poniente.
¿Dónde está el rey de los judíos?
¿Dónde su carga de bienaventuranzas?
La sangre surge a chorros
de las cabezas cercenadas
brota en la reventazón de los oídos
de cráneos hechos trizas
por la explosión descomunal.
La decencia, el perdón y la misericordia
se tiñen con la sangre
despeñan presurosas su escapada
en un locuaz silencio.
Un hombre mira a donde nace el sol.
Al rey de los judíos
aún le duelen los clavos en las manos.
Emilio Comas Paret
Otra vez la Habana
Madrugada de La Habana
pisar de pasos sin prisas
inimaginables risas
y el tañer de una campana.
Bajel que avanza sin gana
remontando la corriente
efluvios del aguardiente
bronco golpe del bongó
Habana de un guaguancó
novia sin el pretendiente.
Cómo cantarte mulata
inspiradora de cantos,
de cantores, de quebrantos
y amaneceres de plata.
Cuando mi voz se aquilata
para cantarte otra vez
siento, similar al pez
que se escapa de la naza
mi humilde canto en la plaza
como el bordado de un tres.
Al final en mi ilusión
me conformo con tan poco
que por vivirte estoy loco,
explota mi corazón.
Voy ausente, soy galeón
envuelto en llamas, brulote
convertido en papalote
por volar en tu cintura
y saborear la dulzura
de la costa desde un bote.
Quisiera que el sentimiento
se convirtiera en palabras
en música y que le abras
tu corazón a mi intento.
Quisiera que al fuerte viento
te refugiaras en mí
ser tu amante, un gran cemí
como el gran dios del dinero
y escribirte un buen bolero
antes de partir de aquí.
Y cuando en tu madrugada
mis amigos me despidan
entre risas que ya olvidan
y lágrimas de algún hada.
Cuando mi cuerpo sea nada
éste, mi poema será
el que te recordará
al alborear la mañana
cuanto te quise mi Habana
te espero en la eternidad.
Emilio Comas Paret
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