Félix Casanova de Ayala

 La maleta

¿A qué podremos jugar
cuando el invierno emigre
y las lluvias cesen?
Ya no será tan fácil deslizarse
por la húmeda lengua del crepúsculo,
alzar el vuelo con los cuerpos
trenzados
y respirar por una misma boca.
¿Será ésa la hora
de suponer perfecto  nuestro estilo,
de, quizás, haber creado
la verdadera comunicación
para rechazarla luego?
A veces, cuando la noche me aprisona,
suelo sentarme frente a una cabina telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvelado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar, yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.

Félix Casanova de Ayala














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