Juan Alcaide Sánchez

 Jardín

Con las ansias que se quedaron frías
de esperar realidades, haremos los paseos.
Habrá glorietas –cruce de rutas imposibles-
con voces degolladas por silencios.
La fuente, sin azogue
para su agudo espejo,
la pondrá la pupila turbia del corazón
y del cerebro:
Agua que apresó espacios sin contornos de carne,
centros de viva luz, mares abiertos,
campos con horizontes de pestañas,
frentes con litorales de cabellos…
Un aire gris y azul –de cobardía
y de ilusión al mismo tiempo-
cantará entre la flechas del ramaje
de los árboles negros.
Por la tarde, la sombra
de una figura morderá recuerdos,
se ceñirá la piedra de su azote
y sangrará las normas de su credo:
Nunca herirás el humo con la llama.
No ordeñarás el agua al hielo.
No tirarás de la venda de angustia
que le tapa los ojos al sueño.
No partirás la caña de cal
de tus íntimos huesos,
para mostrar a ojos idiotas
la vena amarga de tu tuétano.
Y no permitirás que por tus labios
se te vacíe el avispero
que te pincha en el alma dos glorias:
felicidad…, remordimiento…
El jardín rugirá en el corsé
de una verja de orgullo de hierro…
¡Rabrindanath Tagore
me nombrará su jardinero!

Juan Alcaide Sánchez













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