DIJO UNA MUJER EN LA CIUDAD
1
¡El sable de mi abuelo llora sobre el muro de la casa,
junto a su foto en traje de montar!
2
Dijo una mujer en la ciudad:
¿Quién es ese omeya que lloriquea por la sangre de Othmán?
¿Quién dijo que la traición engendra algo distinto a la traición?
¡Id en su ayuda, hombres!...
¡O queréis que vuestros hijos se refugien bajo el sable de Ibn Hind!
¡Bajo la barba de un adivino del Neyed!
.......................
¡Nadie le respondió,
sino un viejo sable, y la foto de un abuelo!
3
Nosotros somos una generación para las guerras.
Una generación de nado en sangre.
Los barcos de papel nos descargaron sobre los hielos de la nada.
Sólo los apretones del corazón
- aún lleno de tristeza de congojas- los rompieron.
Somos una generación para el dolor:
No fuimos, patria mía, en tren a Jerusalén.
Que el tren del arrepentimiento
continúa aún parado en la estaciones del “No” y del “Sí”.
4
Habíamos aprendido a escribir nuestros nombres
con tinta, sobre los libros escolares.
Aprendimos después a escribir nuestros nombres
con las uñas, sobre el muro de la prisión.
Con sangre, sobre la frente de la arena y el sol.
Con negro, sobre las hojas de los periódicos la penúltima. .
Con el luto de las viudas
cuando firman encima de sus pensiones de viudedad.
Con ceniza, sobre las fotos domésticas de los caídos:
la ceniza que crece poco a poco,
hasta que desaparecen.
5
Dijo una mujer en la ciudad:
¿Quién se atreve ahora a robar la bandera carmesí
alzada sobre las colinas de cráneos?
¿A vender el pan de tierra amasado en sangre?
¿A tender una mano hacia los huesos esparcidos por el desierto
para hacer con ellos los soportes de una mesa, para el chalán?
..........................
¡Nadie le respondió,
sino un viejo sable, y la foto de un abuelo!
Amal Abul-Qassem Dunqul
EL FUTURO TESTAMENTO
GÉNESIS
Capítulo primero
En el comienzo fui hombre, mujer y árbol.
Fui padre, hijo y espíritu santo.
Fui la mañana, la tarde
y la mirada fija y circular.
Mi trono era de piedra en la ribera del río.
Las ovejas
pacían, las abejas zumbaban en torno a las
flores, las ocas flotaban en el silencioso lago
y la vida latía como un molino lejano
cuando observé que todo lo que veía
no libraba al corazón del hastío.
(La pelea de gallos
era mi única distracción
en mi solitario asiento
entre las enmarañadas ramas).
Capítulo segundo
Pensé: si me acerco al agua y me baño, me partiré,
(si me parto, seré doble... y sonreí).
Tras bañarme,
del calor de los labios, las flores tejieron un chal
con el que cubrí mi tembloroso cuerpo.
(Mi trono flotaba cual arca).
Un pájaro voló sobre mi cabeza
y se posó, sacudiéndose la humedad.
Miré en las profundidades del agua.
Miré. Y vi
mi rostro adornado con una corona de espinas.
Capítulo tercero
Dije: Que haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
Dije: Que el río se disuelva en el mar, el mar en la nube,
la nube en sequía y la sequía en fertilidad. Y germine
pan para sostener los corazones hambrientos y hierba para los rebaños
de la tierra, sombra para los exiliados en el desierto de la tristeza.
Vi al hijo de Adán erigiendo sus cercados en torno a la plantación de
Dios, contratando guardianes, vendiendo pan y agua
a sus hermanos y ordeñando las escuálidas vacas.
Dije: Que haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
El amor sólo lo poseyeron quienes pudieron pagarlo.
... Y Dios vio que eso no era bueno.
Dije: Que haya justicia en la tierra: ojo por ojo y diente por diente.
Dije: ¿Devorará el lobo al lobo y el cordero al cordero?
No pongas la espada en cuellos de niños y ancianos.
Vi al hijo de Adán matando al hijo de Adán, incendiando
las ciudades, hincando su puñal en el vientre de embarazadas,
arrojando los dedos de sus hijos a los caballos como pienso, decorando el banquete de la
victoria con rojos labios gimientes.
La justicia había muerto y regía la ley del rifle. Sus hijos
eran crucificados en las plazas o ahorcados en los rincones.
Dije: Que haya justicia en la tierra, pero no la hubo.
La justicia sólo la poseyeron seres sentados en tronos de cráneos con sudarios como manteles.
Y Dios vio que eso no era bueno.
Dije: Que haya razón en la tierra con su voz equilibrada.
Dije: ¿Construirán los pájaros sus nidos en las bocas de las serpientes?
¿Vivirán los gusanos entre las llamas? ¿Se pintará
el búho los ojos con kohol? ¿Sembrará la sal quien espera el trigo, con el transcurrir del tiempo?
Vi al hijo de Adán enloquecer: talando los árboles,
escupiendo en el pozo, arrojando aceite al río,
viviendo en una casa con una bomba escondida
bajo la puerta, hospedando escorpiones en el calor de su pecho,
legando a sus descendientes su fe, su nombre y la camisa de combate.
La razón se convirtió en un mendigo exiliado, apedreado por
niños, arrestado por guardianes de fronteras, con la identidad patriótica
anulada por los gobiernos y el nombre incluido en
las listas de los que odian a su país.
Dije: Que haya razón en la tierra, pero no la hubo.
La razón cayó en un ciclo de exilio y prisión hasta que enloqueció.
Y Dios vio que eso no era bueno.
Amal Dunqul
ELEGIA NOCTURNA
(A Mázen Yawdat Abu-Gazala, a quien conocí en los años de pregunta, ido con “la Tempestad”).
Desde el primer momento
leí en sus ojos el día en que moriría,
le vi en el desierto de Neguev, muerto,
retrocediendo...
Clavando en él sus labios,
sin que le devolviera un solo beso.
Deambulábamos por el viejo Cairo, nos olvidábamos del tiempo,
huíamos del ruido de sus coches,
de las canciones de sus mendigos,
y la estación del metro nos acogía, cansados, a la tarde.
Él lloraba un país. Yo lloraba un país.
Llorábamos hasta que los versos
se iban,
preguntando,
dónde estaban las líneas de fuego,
si la primera bala estaría allá, o aquí.
.............................
Pero ahora...
Mi párpado, a lo largo de la noche, continúa sin poder
probar el sueño.
Y miro hacia el reloj tirado junto a mí,
a ver si vienes... A través de controles y de asedios.
Se ensancha el círculo rojo de tu camisa blanca.
Lloras de pena.
¡Te he visto, hecho ya añicos, en el Neguev!
Y me preguntas,
dónde estará tu bala,
dónde estará tu bala.
Luego desapareces como un pájaro, herido,
golpeas tu espacioso horizonte,
caes en la oscuridad de la orilla, pidiendo una mortaja.
.............................
Y cuando la mañana, por la radio, llega con las albricias,
descorro las cortinas de mi ventana.
¡Y no te veo!...
Me quedo quieto, hundido de vergüenza.
Y pregunto, si la primera bala estuvo aquí,
¿o estuvo allá?
Amal Abul-Qassem Dunqul
Las últimas palabras de Espartaco
(Primer movimiento):
Gloria a Satanás… Ídolo del viento
que dijo “no” en la cara de los que dijeron “sí”,
que le enseñó a la humanidad el desgarramiento de la nada,
que dijo “no”… —por eso no habrá de morir—…
y permaneció un espíritu eternamente atormentado.
(Segundo movimiento):
Fui colgado en la horca del amanecer,
¡mi cabeza se inclinó —con la muerte—!
¡Pues no la incliné… con vida!
… …
Oh, hermanos, ustedes que cruzan la plaza silenciosos y sumisos,
descendiendo al terminar la tarde
por la calle de Alejandro Magno,
no se avergüencen… y alcen sus ojos hacia mí,
porque están siendo colgados a mi lado… en la horca del César,
por eso, alcen sus ojos hacia mí,
pues tal vez… si se encuentran sus ojos con mis ojos en la muerte,
sonreirá la desaparición del ser en mi interior… ¡Porque ustedes habrán alzado la cabeza… una sola vez!
La piedra ya no está sobre los hombros de Sísifo,
la cargan quienes han nacido en los aposentos de los esclavos
y el mar… como el desierto… no calma la sed,
pues aquel que dice “no”… ¡no la calmará más que con lágrimas!
…Por eso, alcen sus ojos hacia el rebelde colgado,
ya que terminarán como él… mañana,
y besen a sus mujeres… aquí… en medio de la calle,
ya que terminarán aquí… mañana,
e inclinarse es amargo…
y la araña teje la muerte sobre los cuellos de los hombres,
por eso, besen a sus mujeres… que yo dejé a la mía sin decirle adiós,
y si ven a mi hijo, al que dejé en sus brazos sin brazos,
¡enséñenle a inclinarse!
¡Enséñenle a inclinarse!
¡Dios… no perdonará el pecado de Satanás cuando dijo “no”!
Y los mansos, los bondadosos…
ellos serán los que heredarán la tierra al final del día,
porque… ¡no serán colgados!
Por eso, enséñenle a inclinarse,
pues de aquí no hay quien escape,
no sueñen con un mundo feliz,
ya que, detrás de cada César que muere, ¡hay un nuevo César!,
y a todo rebelde muerto le siguen sufrimientos sin sentido…
¡y lágrimas en vano!
(Tercer movimiento):
Oh, gran César, he pecado… lo reconozco.
Permíteme besar tu mano —en la horca—,
heme aquí besando la soga que rodea mi cuello,
pues la soga es tu mano… y la soga es tu gloria que nos obliga a alabarte.
Permíteme expiar mi pecado,
te conferiré mi cráneo —cuando muera—
para que hagas con él un cáliz para tu vino generoso
…y si haces lo que yo deseo,
si alguna vez te preguntaran sobre mi sangre de mártir,
¿quisiste conferirme la existencia para quitarme la existencia?,
así diles: “Cuando murió… no me guardó rencor,
y esta copa —que viene de los huesos de su cráneo—
es la prueba de su perdón a mí”,
oh, asesino mío, yo ya te perdoné…
Tras el momento en que te liberaste de mí,
¡yo me liberé de ti!,
pero… ¡te aconsejo que, si deseas colgarlos a todos,
te apiades del árbol!
No tales su tronco para hacerlo una horca,
no tales su tronco,
pues tal vez venga la primavera
“este año que es un año de hambruna”,
y no olerás en las ramas… ¡el aroma de las frutas!
Y tal vez recorra nuestra tierra el verano amenazante,
y vagues por el desierto en busca de sombras,
y así no verás nada más allá del calor y la arena… ¡y el calor y la arena
y la sed de fuego en tus costillas!
Oh, Señor de las tumbas blancas en la oscuridad…
¡Oh, César de la escarcha!
(Cuarto movimiento):
Oh, hermanos, ustedes que cruzan la plaza inclinados,
descendiendo al terminar la tarde,
no sueñen con un mundo feliz…
ya que, detrás de cada César que muere, hay un nuevo César.
Y si ven a Aníbal en el camino,
infórmenle que lo esperé a lo lejos, ante las puertas de una Roma agotada,
y que lo esperaron los senadores de Roma bajo el Arco del Triunfo, al Vencedor de héroes,
y que las mujeres romanas, entre las decoraciones suntuosas,
se quedaron esperando al general de los soldados,
al de la cabeza de Atlas de cabello rizado,
pero Aníbal no trajo a sus soldados reclutados.
Así infórmele, que lo esperé… que lo esperé…
¡pero él nunca llegó!
Y lo esperé… hasta que terminé en la soga de la muerte
y, a la distancia, Cartago es consumida por las llamas,
Cartago fue la consciencia del sol: enseñó el sentido
de hincarse,
y la araña está sobre los cuellos de los hombres,
y las palabras se sofocan,
oh, hermanos, Cartago, la virgen, se sofoca,
por eso, besen a sus mujeres…
yo dejé a la mía sin decirle adiós,
y si ven a mi hijo, al que dejé en sus brazos… sin brazos,
¡enséñenle a inclinarse!
¡Enséñenle a inclinarse!
¡Enséñenle a inclinarse!
Amal Abul-Qassem Dunqul
Mi tarjeta de identidad
Nombre : Mohammed Amal Faheem Muhareb Dunqul
Ocupación : Poeta, aunque limitado por la casualidad a ser un mero aficionado, ya que el profesionalismo en la poesía le roba a uno la espontaneidad y la experiencia social.
Pregunta en cuestión : La prioridad de la Libertad, el Derecho y la Belleza. La libertad tiene prioridad porque el Derecho está ligado a su logro, y la Belleza está ligada al logro del Derecho.
Posición : No neutral, ya que un poeta neutral es impotente, porque la neutralidad mata la ambición, y un poeta no es una máquina de escribir pasiva sobre la que los dedos del destino escriben.
Amal Abul-Qassem Dunqul
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