Marcelo Luján

"A mí el concepto de oscuridad es algo que me pesa mucho, es lo que me interesa abordar como escritor."

Marcelo Luján



"A mí me parece que el cuento, como género, es un universo indivisible, es un todo. Si respetamos ese todo, es decir, que la historia, en la extensión que sea, funcione de modo autónomo, no importa lo que le pongamos al lado. Ahora, si lo que ponemos al lado tiene más o menos que ver, se potencia. Y no es solamente en la trama o en la atmosfera, también en el trazo. Estos cuentos los escribí en el mismo momento histórico, no quería recuperar ningún texto anterior, nada. Buscaba escribir desde cero. Creo que eso también aporta, porque tenemos rasgos de escritura que tienen que ver con fragmentos de tiempo. Entonces, si el lector ve, en primera línea o de forma subliminal, elementos que conectan a los cuentos, el libro mejora.

De un volumen de cuentos a una novela facetada hay una diferencia muy clara: en la segunda, las unidades narrativas tienen dependencia en mayor o menor medida."

Marcelo Luján




“El azar es el pegamento de todo en nuestra vida.”

Marcelo Luján



"Puede que haya sido la belleza.
Con el crepúsculo y el aguijón siempre envenenado de los celos.
O el atenuante que dan las más inesperadas oportunidades.
Puede que haya sido apenas una comunión maldita de todos esos astros alineados para la desgracia.
Sería imposible precisarlo.
Lo cierto es que ahí van las dos, un tanto separadas pero envueltas en los albores de la primavera tardía. Van como si en verdad estuvieran dando un paseo por el valle. Un paseo que podría explicarlo todo: la casa y la tarde y enseguida el crepúsculo y en el corazón del bosque la aparición mágica de una oportunidad.
Tal vez la atracción de esa casa maldita.
Y los celos y el bosque y la maldad.
Lo cierto es que ahí van las dos.
Diez o quince metros separan una bicicleta de la otra.
Astrid va delante, la empuja un ritmo sereno, pero también vertiginoso. Va, además, escuchando música y por eso lleva unos cascos que apenas se notan en los recovecos de sus pequeñas orejas. Marta va detrás: un poco a rastras, arrepentida de haber salido del camping con la intuición de que Fran ya no la quiere. Hace un momento pedaleaba llorando. Del dolor a la ira no hay ni diez ni quince metros
porque apenas hay distancia. Por eso ahora va enfurecida.
Pedalea con esfuerzo. Y piensa. Piensa, Marta, mientras pedalea furiosa, las piernas agarrotadas por la voluntad.
Piensa: Esta tía es imbécil. Y pedalea. Y mientras pedalea y maldice a Astrid, siente cómo el sudor le cubre la cara y el torso, y también la entrepierna y los muslos debajo de las mallas negras."

Marcelo Luján
La claridad













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