"A aquellos que sean ajenos a este campo de producción discursiva y política, les diré que queer es un insulto que en inglés significa "maricón, bollera, raro", y que por extensión connota desviación sexual o perversión.
Pues bien, a finales de los años ochenta, como reacción a las políticas de identidad gays y lesbianas americanas, un conjunto de microgrupos van a reapropiarse de esta injuria para oponerse precisamente a las políticas de integración y de asimilación del movimiento gay. Los movimientos queer representan el desbordamiento de la propia identidad homosexual por sus márgenes: maricas, bolleras, transgénero, putas, gays y lesbianas discapacitados, lesbianas negras y chicanas, y un interminable etcétera. Aparecen así grupos como Queer Nation, Radical Furies o Lesbian Avengers, que van a hacer una utilización maximalista de la posición de las minorías sexuales como "sujetos malos" o como "sujetos perversos" de la modernidad. En este sentido, los movimientos queer denuncian las exclusiones, los fallos de las representación y los efectos de renaturalización de toda política de identidad. Si en un sentido político los movimientos queer aparecen como posgays, podemos decir que desde un punto de vista discursivo la teoría queer va a aparecer como una vuelta reflexiva sobre los errores del feminismo (tanto esencialista como constuctivista) de los años ochenta: el feminismo liberal, o emancipacionista, es denunciado una vez más desde sus propios márgenes como una teoría fundamentalmente homófoba y colonial. Se trata también, como señalaba De Lauretis, de una puesta en cuestión de la categoría "mujer" como aquella que define al sujeto político del feminismo.
En 1991, la exclusión del festival de música de mujeres de Michigan de Nancy Jean Burkholder, una mujer transexual, abrió un debate en las comunidades lesbianas sobre la pertinencia del criterio biológico ("reservado a mujeres") para trazar los límites del espacio político. ¿Cuál era el concepto de género o de identidad sexual que hacía que Burkholder, una mujer transexual post-op operada que se definía como lesbiana, no pudiera acceder al espacio lesbiano? En los noventa, y paralelamente a la emergencia política de las comunidades translésbicas, cristaliza una escena drag king en San Francisco, Nueva York y Londres.
Se visibiliza así una cultura de la representación de la masculinidad lesbiana, con iconos como Dianne Torr, Murray Hill, Del La Grace, Mo B. Dick y Hans Scheirl.
Con o sin hormonas, con o sin silicona, para principios del nuevo siglo una pequeña multitud de "lesbianas" habían comenzado un proceso de transformación discursiva y corporal que daba un aire de premonición futurista a la frase atribuida a Monique Wittig: "Yo no tengo vagina".
En esta transformación del discurso y las prácticas feministas resultó clave la rehabilitación, a través de una relectura de Foucault, de la noción de tecnología que había sido rechazada tanto por el feminismo clásico como por las políticas anticoloniales, porque se entendía como un índice de dominación masculina (Gena Corea, Mary Daly, Evelyn Fox Keller, Linda Gordon, Adrienne Rich, Andrea Dworkin, etc.) o de colonización imperial. El Manifiesto cyborg de Donna Haraway (1989) marcará un punto de inflexión para la repolitización de aquellos artefactos (lo femenino, lo animal, la naturaleza) que han sido pensados precisamente en la frontera misma de lo tecnológico."
Beatriz Preciado
“Al mismo tiempo, el colegio es la más brutal y fantoche de las escuelas de heterosexualidad. Aunque aparentemente asexual, el colegio potencia y fomenta el deseo heterosexual y la teatralización corporal y lingüística de los códigos de la heterosexualidad normativa. Estos podrían ser los nombres de algunas de las asignaturas troncales de todo colegio: Principios del machismo, Introducción a la violación, Taller práctico de homofobia y transfobia.”
Beatriz Preciado
"Bajo el impulso de los análisis poscoloniales como los de Moraga, Anzaldua o Spivak, las teorías queer y poscoloniales intentan llevar a cabo análisis más complejos del poder y de la opresión, alejados de la lógica binaria de la dominación (bien/mal, hombre/mujer, hetero/homo, gay/lesbiana, blanco/negro ) que deberían llevar a una resolución dialéctica más allá del género y de la sexualidad. Podríamos decir que las teorías queer trabajan con una noción de opresión transversal en la que el poder no se articula ni se resuelve en forma de oposiciones dialécticas. El rechazo del modelo revolucionario de abolición de sexos y de géneros como solución política está determinado por la necesidad de tener en cuenta los recursos de la identidad como posibles lugares estratégicos de acción política, sin que sean considerados simplemente efectos de un sistema de opresión o bases naturales de formación de comunidad.
Además nos hemos hecho cada vez más conscientes del riesgo de la utilización totalizante de modelos políticos humanistas basados en los ideales de "justicia", "libertad" e "igualdad" que ignoran las diferencias culturales, las historias de colonización o las opresiones cruzadas microidentitarias.
Cuando hablo de la necesidad de combinar estrategias hiperidentitarias y críticas posidentitarias, me refiero a la necesidad de cierto momento de "molarización" de la identidad, esa identidad molar que tanto temía Deleuze. La molarización es una condición de la acción política colectiva, de la producción de una cierta puissance (potencia, más que poder) d'agir. Curiosamente, cuando escribo molarización el software MSWord se empeña en transformar la palabra en "dolarización", quién sabe si consciente de las actuales técnicas de mercantilización de la identidad. La cuestión es cómo atravesar la molaridad identitaria (sexual, nacional, racial) sin hacer de la identidad el fin último de la acción política. Es necesario hacerse cargo de la propia molaridad (la opresión, en este sentido, actúa como un catalizador identitario) para poder moverse hacia un devenir molecular, inframolar y posidentitario. Para mí esta transición indica el pasaje desde una política de la representación hacia una política de la experimentación, pero también desde una obsesión por la visibilidad como condición de la emancipación hacia un devenir imperceptible como garantía de las micropolíticas. O, dicho en términos de Deleuze, desde la política hacia la ética y la estética. Sin embargo me distancio de Deleuze cuando habla de una experimentación sin práctica, como en el caso de la borrachera sin alcohol o el nomadismo sin moverse de lugar. Si algo hemos aprendido del feminismo radical de los setenta, es la necesidad de la práctica ritualizada como fuerza de molecularización y de mutación de la identidad. Esto es precisamente lo que Aurora Lewis llama la posición de la "intelectual orgánica".
Para Lewis, el proceso central de la producción de teoría es la experiencia local que adquiere carácter político a través de agenciamientos colectivos en los que intervienen siempre la acción y la narración. Sloterdijk se refiere a un proceso similar en su Tratado de intoxicación voluntaria cuando vuelve al creador de la homeopatía, Samuel Hahnemann, como inventor de una micropolítica de la subjetividad. De la misma manera que el homeópata, según Hahnemann, debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno, el teórico político debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica. Este es uno de los sentidos del lema feminista "lo privado es político", cuya relevancia puede ser leída en una escala microbiológica desde las actuales políticas transexuales y transgenéricas.
Podríamos decir que hoy cabría afirmar: "mis moléculas son políticas". Devenir un intelectual orgánico o un homeópata político implica utilizar la propia subjetividad como terreno de experimentación. Por ejemplo, en el actual debate en torno a la prohibición del velo islámico en los colegios franceses, la izquierda conservadora no ha dudado en apelar al feminismo emancipacionista para afirmar la necesidad de una ley republicana y laica que defienda a las "mujeres musulmanas frente a la autoridad patriarcal". Para autoras como Carby o bell hooks, este tipo de feminismo liberal emancipacionista emerge de las premisas coloniales de la Ilustración y por tanto comparte nociones de justicia, autonomía, subjetividad y libertad de carácter racista. Para muchas de las críticas poscoloniales, como Chela Sandoval, Barbara Smith, Angela Davis, bell hooks, Chandra Mohanty, G. Spivak, Jacki Alexander y Gloria Anzaldua, el discurso feminista dominante que se apoya en la categoría de mujer coloniza la experiencia heterogénea de las mujeres en un contexto de globalización, construyendo una "mujer oprimida por las tradiciones del Tercer Mundo" a la que el feminismo humanista occidental debe emancipar. Trinh llamará a esta empresa del feminismo "proyecto nativista" a través del cual el feminismo pretende enseñar a "las nativas" a convertirse en buenas descolonizadas.
Lo que ocurre, según el agudo diagnóstico de Jacqui Alexander, es que el cuerpo racializado y sexualizado de las mujeres del Tercer Mundo opera como una metáfora orgánica en el intercambio colonial de la globalización: es al mismo tiempo catalizador de la empresa colonial e instrumento de resistencia anticolonial por parte de las tradiciones nacionalistas. A menudo, dirá también Spivak, el cuerpo de la mujer colonizada se encuentra atrapado en una "doble opresión": entre la dominación del patriarcado local o nativo y la ideología imperialista del colonizador.
En algunos casos esta última parece desplazar a la primera actuando como una fuerza de emancipación, pero opera en realidad como vector de colonización.
Para Spivak es preciso oponerse a los "discursos nacionalistas de resistencia" en los que la mujer opera como un significante de la cultura local desde la opresión y el conservadurismo. Lo que Spivak pone en cuestión es la política de la pertenencia originaria y de la identidad como base de la acción política. En realidad, lo que encontramos son pertenencias fragmentadas y desplazamientos múltiples. En todo caso, el feminismo laico colonial, pero también los discursos nacionalistas de resistencia, recibieron una buena lección cuando el pasado octubre una joven alsaciana de quince años decidió raparse la cabeza en respuesta a la prohibición de llevar el velo en su Liceo Louis Pasteur en Estrasburgo. Yo creo que este fue un ejemplo extraordinario en el que se articularon estrategias micropolíticas hiperidentitarias y posidentitarias. Frente a la doble prohibición religiosa y republicana, por una parte la prohibición del Corán de mostrar el cabello femenino en el espacio público (de la que se sigue la necesidad de cubrirse la cabeza con el velo) y por otra la prohibición de entrar con el velo en los colegios franceses, la joven alsaciana responderá con el más inesperado (aunque lógico) de los gestos: cortarse el pelo de la cabeza al cero. Su respuesta producirá una imagen corporal discordante que la pondrá inmediatamente en relación con otras historias minoritarias del feminismo: las llamadas putanes des boches -francesas condenadas tras la liberación, en 1944, a ser rapadas en público por haberse acostado con el enemigo alemán-, las lesbianas rapadas en -las que el pelo opera como un signo de disidencia sexual- o aún las mujeres calvas producto de la quimioterapia. Abre una línea de fractura que desafía al mismo tiempo la autoridad patriarcal musulmana y la autoridad republicana colonial, constituyéndose así en sujeto político.
Del mismo modo, los debates sobre la ablación del clítoris han mostrado que no se trata de elegir (como proponen algunos profetas de la "verdad radical" como Slavoj Zizek) entre un conjunto de valores universales transculturales y transhistóricos como base de la emancipación de minorías y un relativismo posmoderno donde no es posible juzgar una práctica histórica desde presupuestos externos a la propia idiosincrasia cultural, sino de situar toda práctica corporal (moderna o tradicional, autóctona o colonial) en un entramado de flujos de intercambio y significación, de apropiación y resistencia dentro de la economía capital-sexo-raza global. Por ejemplo, la película documental Fire Eyes, de la somalí Soraya Mire -circuncidada, y cuyo clítoris será quirúrgicamente reconstruido según su propia decisión- permite ver las tensiones de la llamada circuncisión femenina dentro de la propia cultura. Soraya Mire localiza esta práctica quirúrgica dentro de otra red global más amplia de prácticas médicas y de tecnologías de normalización del cuerpo (presenta un caso de mutilación por intersexualidad, el caso de una niña que ha sufrido una ablación del clítoris porque aparentemente era demasiado grande, y el caso de la ablación de clítoris como prevención y cura de la masturbación excesiva). Así, la escisión del clítoris, lejos de ser un ejemplo de barbarismo exótico, se convierte en uno de los dispositivos en una red de mecanismos de normalización y de regulación del cuerpo en un contexto de globalización del género y de la sexualidad."
Beatriz Preciado
“El padre y la madre ya están muertos. Somos los hijos de Hollywood, del porno, de la píldora, de la telebasura, de Internet y del cybercapitalismo.”
Beatriz Preciado
"El sexo, como órgano y práctica, no es ni un lugar biológico preciso ni una pulsión natural. El sexo es una tecnología de dominación heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder entre los género (femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con determinados órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas."
Beatriz Preciado
"(…) El sistema heteroxexual es un aparato social de producción de feminidad y masculinidad que opera por división y fragmentación del cuerpo: recorta órganos y genera zonas de alta intensidad sensitiva y motriz (…) que después identifica como centros naturales y anatómicos de la diferencia sexual."
Beatriz Preciado
Manifiesto contrasexual
“Ellos dicen representación. Nosotros decimos experimentación. Dicen identidad. Decimos multitud. Dicen lengua nacional. Decimos traducción multicódigo. Dicen domesticar la periferia. Decimos mestizar el centro. Dicen deuda. Decimos cooperación sexual e interdependencia somática. Dicen desahucio. Decimos habitemos lo común. Dicen capital humano. Decimos alianza multiespecies. Dicen diagnóstico clínico. Decimos capacitación colectiva. Dicen disforia, trastorno, síndrome, incongruencia, deficiencia, minusvalía. Decimos disidencia corporal.”
Beatriz Preciado
"En el marco del contrato contrasexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres sino como cuerpos hablantes […]. Se reconocen a sí mismos la posibilidad de acceder a todas las prácticas significantes, así como a todas las posiciones de enunciación, en tanto sujetos, que la historia ha determinado como masculinas, femeninas o perversas."
Beatriz Preciado
“Esas cajas que contienen mi biblioteca constituyen mi biografía. Hay muchas maneras de narrar una vida. Es posible decir, como suele hacerse, la fecha de nacimiento, la nacionalidad, el estado civil, la profesión..., pero, en muchos casos, sería más pertinente hacer una lista de libros [...]. Una biblioteca es una biografía escrita con las palabras de otros, hecha de la acumulación y el orden de los diferentes libros que alguien ha leído durante su vida, un puzle textual que permite reconstruir la vida del lectore. Además, y aunque eso pueda resultar paradójico o pueda enfadar a aquellos que se dedican profesionalmente a la escritura, al mismo tiempo que alegrar a los libreros, para constituir una biblioteca como biografía, a los libros leídos habría que añadir los libros que poseemos sin haberlos leído, aquellos que reposan en las estanterías o esperan sobre las mesas sin haber sido nunca abiertos y recorridos con la mirada, ni total ni parcialmente. En una biografía, los libros no leídos son un indicador de anhelos frustrados, deseos pasajeros, amistades rotas, vocaciones no realizadas, depresiones secretas que se disimulan bajo la apariencia de la sobrecarga de trabajo o la falta de tiempo, son, a veces, máscaras que le false lectore lleva para emitir señales literarias, buscando suscitar la simpatía o la complicidad de otres lectores. Otras veces, como en una página de Instagram, solo cuenta la portada, el nombre del autor o incluso el título. Otras, los libros todavía no leídos son una reserva de futuro, trozos de tiempo contenido, indican una dirección que la vida podría tomar en cualquier momento. Hecha de ese cúmulo de palabras leídas, recordadas, olvidadas y no leídas, una biblioteca es una prótesis textual del lectore, un cuerpo de ficción externalizado y público.”
Beatriz Preciado
"Esta vuelta reflexiva sobre las propias teorías feministas va a llevarse a cabo, entre otras cosas, a través de lo que podríamos llamar un giro performativo en el análisis de la identidad sexual y racial. Autoras como Judith Butler, Sue Ellen Case y Eve K. Sedgwick van a utilizar la noción de "performance", en principio extraña al ámbito feminista, para desnaturalizar la diferencia sexual.
Para Butler, "el género no tiene estatuto ontológico fuera de los actos que lo constituyen". En esta lectura el género sería el efecto retroactivo de la repetición ritualizada de performances . Un proceso de deconstrucción semejante se llevará a cabo en la teoría poscolonial. La noción de "falsa mímesis colonial" o "mímesis desviada" [flawed colonial mimesis] desarrollada por Homi Bhabha está próxima a la de "citación subversiva de los códigos preformativos de género" de Butler. Para Bhabha la doble demanda del discurso colonial (demanda de diferencia y demanda de integración) produce una respuesta ambivalente, mezcla de repetición y desobediencia, que tiene lugar en la fractura de la autoridad colonial. Esto es lo que Leela Gandhi llama "la lógica de la apropiación inapropiada" presente también en la cultura camp. Para Butler lo que se produce a través de esta mímesis desviada, o de esta citación subversiva, es el desvelamiento de los mecanismos de producción performativa de los originales del género, de la raza, de la sexualidad.
Pero lo que va a interesar a los lectores transgenéricos de la teoría queer es cómo la mímesis desviada o la parodia de género pueden funcionar como la anamorfosis en el sentido lacaniano, es decir, cómo pueden producir distorsiones en los códigos de significación dominantes. Desde un punto de vista estético este giro, o esta mímesis desviada, va a producir antiestética, estéticas negativas, feísmos o estéticas camp, de la glamourización de la basura, estéticas que invierten el valor entre la copia y el original (como los trabajos de Del La Grace, Annie Sprinkle y Ron Athey)."
Beatriz Preciado
“Hemos abandonado la política de la muerte: somos un batallón sexo-semiótico, una guerrilla cognitiva, una armada de amantes. Terror anal. Somos el futuro parlamento postporno, una nueva internacional somatopolítica hecha de alianzas sintéticas y no de vínculos identitarios. Dicen crisis. Decimos revolución.”
Beatriz Preciado
"La certeza de ser hombre o mujer es una ficción somatopolítica producida por un conjunto de tecnologías de domesticación del cuerpo, por un conjunto de tecnologías farmacológicas."
Beatriz Preciado
“La fuerza orgásmica en tanto que fuerza de trabajo se ha visto progresivamente regulada por un estricto control tecnobiopolítico. La misma relación de compra/venta y de dependencia que unía al capitalista y al obrero regía hasta hace poco la relación entre los géneros como relación entre eyaculador y facilitador de eyaculación.”
Beatriz Preciado
"La izquierda es tan conservadora como la derecha sobre biopolítica, cuerpo y sexualidades. La situación en la que estamos y construimos el género y la normalidad son la guerra total en el interior del cuerpo y frente a eso, la revolución es constante. Desaprender tus ‘propios’ deseos, aquello que culturalmente aprendemos a desear, es una especie de tarea muy larga pero fundamental. La guerra no será después y la revolución no será mañana sino que la guerra es hoy y la revolución es ahora."
Beatriz Preciado
"La verdad del sexo no es desvelamiento, es sex design."
Beatriz Preciado
"Las críticas de la "epistemología de la representación" o de la "metafísica de la presencia" que tendemos a reconocer como posestructuralistas son en sí mismas contemporáneas (quizás ecos) de la producción de los lenguajes subalternos del feminismo radical, del movimiento de black civil rights, de los movimientos gays, lesbianos y transexuales y de la crítica poscolonial.
Como señaló Craig Owens, son precisamente las críticas que emergen del feminismo, de los estudios culturales y del movimiento negro las que han generado una puesta en cuestión de la legitimidad de la representación (tanto estética como política) al "interrogar los sistemas de poder que autorizan ciertas representaciones mientras que otras son obstaculizadas, prohibidas o invalidadas". Dicho de otro modo, lo que se va a producir a partir de los años sesenta es un desplazamiento del sujeto de la enunciación científica. Aquellos que hasta ahora habían sido producidos como objetos abyectos del saber médico, psiquiátrico, antropológico, los "subalternos" (Guha, Spivak), los "anormales" (Foucault), van a reclamar progresivamente la producción de un saber local, un saber sobre sí mismos, que pone en cuestión el saber hegemónico. Es lo que Foucault denomina en 1976 "la insurrección de los saberes sometidos".
Mientras que a finales de los ochenta Gayatri Spivak, en su clásico "Can the Subaltern Speak?" (1985), pensaba en un borrado sistemático de la voz del subalterno en el texto imperialista, unos años más tarde Chandra Mohanty afirmará que el sujeto subalterno no está ni condenado al silencio ni acallado, sino que se sitúa precisamente en las fracturas entre varios discursos hegemónicos y minoritarios; de ahí la dificultad de ser oído. Podríamos decir que desde hermeneúticas reparadoras tanto Bhabha, ya mencionado, como Chandra Talpade Mohanty y Jacqui Alexander (1997), contrariamente a Spivak, van a encargarse de mostrar precisamente cómo el sujeto poscolonial habla y produce lenguajes minoritarios.
Yo creo que en términos políticos lo que ocurre es que efectivamente los subalternos, mal que le pese al lenguaje dominante, hablan, y que además esos lenguajes minoritarios no solo producen distorsiones de sentido, sino que también producen nuevas significaciones. Lejos de una intraducibilidad radical de la condición de subalternidad, lo que estos autores reclaman es el estatuto de todo lenguaje como fronterizo, como en sí mismo producto siempre y en todo caso de traducción, de contaminación, de desplazamiento, negando el carácter originario y puro del lenguaje y por extensión de la identidad nacional, pero también de género y sexual. En lo que sí parecen estar de acuerdo Said, Bhabha, Spivak y Mohanty es en la crítica de los procesos de reconstrucción de las identidades nacionales poscoloniales y de las políticas de identidad de género y sexuales como procesos de renaturalización que reproducen las epistemologías (coloniales o sexuales) esencialistas que pretenden superar.
El acceso de los subalternos a las tecnologías de producción de saber va a producir una ruptura epistemológica. Esta ruptura abre una nueva topografía del conocimiento, como ha señalado Donna Haraway, marcada por el desplazamiento desde la unidad de un saber hegemónico hacia una multiplicidad de "saberes situados". El saber situado es para Donna Haraway la práctica de la objetividad subalterna, frente al saber científico y universal portador de los valores de la colonización, la heterosexualidad y el patriarcado. Se trata de una política desnaturalizada, estructurada en torno a vínculos sintéticos de afinidad, de políticas que unen las diferencias, alianzas desde la discontinuidad y no desde el consenso, a través de lo que Chela Sandoval llama "redes de posicionamiento diferencial". En el arte, uno de los primeros espacios poscoloniales de discusión fue el abierto en 1980 por una serie de conferencias y mesas redondas en el New Museum de Nueva York, con el título general de Minorities Dialogues, que fue organizado por Linda Goode, John Neeley y Hawardina Pindell. Uno de los elementos que estos debates pusieron de manifiesto fue la necesidad de cuestionar las prácticas curatoriales delimitadas por las fronteras de la identidad nacional, sexual o por la disciplina (más allá de reductos identitarios como el arte de mujeres, el arte africano o el arte gay). En lugar de afirmar la exclusividad de la historia local de nuestra supuesta periferia, se trata más bien de subrayar la multiplicidad de historias, al mismo tiempo que el carácter híbrido de nuestra propia cultura (un día eje de colonización, y hoy margen de Europa). Como señala Ella Shoat, se trata de descolonizar la representación no solo en lo que respecta a los artefactos culturales (exhibiciones museísticas, cánones literarios, muestras cinematográficas), sino también en términos de las comunidades que se encuentran "detrás" de dichos artefactos" y de la construcción de los contextos de recepción, es decir, de la creación de públicos."
Beatriz Preciado
"Los roles y las prácticas sexuales, que naturalmente se atribuyen a los géneros masculino y femenino, son un conjunto arbitrario de regulaciones inscritas en los cuerpos que aseguran la explotación material de un sexo sobre el otro."
Beatriz Preciado
"No necesitamos casarnos. No necesitamos formar familias. Necesitamos inventar formas de cooperación política que excedan la monógama, la filiación genética y la familia hetero-patriarcal."
Beatriz Preciado
"No tomo testosterona para convertirme en un hombre, ni siquiera para transexualizar mi cuerpo, simplemente para traicionar lo que la sociedad ha querido hacer de mí, para escribir, para follar, para sentir una forma pospornográfica de placer, para añadir una prótesis molecular a mi identidad de género low-tech hecha de dildos, textos e imágenes en movimiento…"
Beatriz Preciado
"Nos enfrentamos al reto de pensar de nuevo los conceptos de sexo o género desde una óptica revolucionaria."
Beatriz Preciado o Paul B. Preciado
“Queremos apoderarnos del género, redefinir nuestros cuerpos y crear redes libres y abiertas donde poder desarrollarnos, donde cualquiera pueda construir sus mecanismos de seguridad contra las presiones de género. No somos víctimas, nuestras heridas de guerra nos sirven como escudo... Nos presentamos no como terroristas, sino como piratas, trapecistas, guerrilleros, RESISTENTES del género… Defendemos la duda, creemos en el «volver atrás» médico como un seguir hacia delante, pensamos que ningún proceso de construcción debe tacharse de IRREVERSIBLE. Queremos visibilizar la belleza de la androginia. Creemos en el derecho a quitarse las vendas para respirar y el de no quitárselas nunca, en el derecho a operarse con buenos cirujanos y no con CARNICEROS, en el libre acceso a los tratamientos hormonales sin necesidad de certificados psiquiátricos, en el derecho a auto-hormonarse.
Reivindicamos el vivir sin pedir permiso... Ponemos en duda el protocolo médico español que desde hace años establece unas pautas absurdas y tránsfobas para cualquier ciudadano que desea tomar hormonas de su «sexo» contrario. No creemos en las disforias de género, ni en los trastornos de identidad, no creemos en la locura de la gente, sino en la locura del sistema. No nos clasificamos por sexos, nosotros somos todos diferentes independientemente de nuestros genitales, nuestras hormonas, nuestros labios, ojos, manos... No creemos en los papeles, en el sexo legal, no necesitamos papeles, ni menciones de sexo en el DNI, creemos en la libre circulación de hormonas (que, de hecho, ya existe..). No queremos más psiquiatras, ni libro de psiquiatras/ psicólogos, no queremos más «Test de la Vida Real»... No queremos que nos traten como enfermos mentales..., porque no lo somos... ¡y así es cómo nos llevan tratando desde hace mucho tiempo! Creemos en el activismo, en la constancia, en la visibilidad, en la libertad, en la resistencia...
GUERRILLA TRAVOLAKA.”
Beatriz Preciado
“¿Quién querría cambiar de estado mental cuando es posible cambiar de sexo? ¿Quién querría cambiar de humor cuando es posible cambiar de identidad? He aquí la superioridad sexopolítica de los esteroides.”
Beatriz Preciado
"Si para Virginia Woolf una mujer necesitaba una habitación propia para escribir, para Audre Lorde esa habitación, si es libre y segura, no puede estar en el domicilio heterosexual y mucho menos conyugal."
Beatriz Preciado
“Vacunarse de testosterona puede ser una técnica de resistencia para los cuerpos que hemos sido asignados como bio-mujeres. Adquirir una cierta inmunidad política de género: como coger un pedo de masculinidad, estar borracha de masculinidad. Saber que es posible devenir la especie dominante.”
Beatriz Preciado
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