Benjamín G. Rosado

"Cuestiones como las que me planteaba en el mensaje que, obedeciendo una corazonada, se atrevió a enviarme por fax sin imaginar que yo acabaría mordiendo el anzuelo.
—Y apuntó al escritorio con un ademán de barbilla—. Si está decidido a ser alguien en la vida, pongamos un eminente doctor en Filología, sus respuestas deben estar a la altura de sus preguntas. Se lo plantearé de otro modo.
¿Qué es lo que hace que cada año este pájaro venido de la tundra ártica anuncie la llegada del verano austral a los habitantes de Tierra de Fuego? Tómese el tiempo que crea conveniente antes de contestar.
La batalla parecía perdida.
—Lamento el inconveniente, profesor, pero de verdad que no lo sé — me excusé.
Castro se dio la vuelta, recorrió a cámara lenta un par de metros hasta la mesa baja y asió una de las tazas de la bandeja.
—Está bien, está bien, lo entiendo. No se preocupe... —dijo, y sorbió un primer trago de café—. Pero me temo que no podremos hablar de lo que sea que le ha traído hasta aquí hasta que no tenga una respuesta a mi pregunta.
—Pero, profesor, yo...
—Vuelva cuando lo sepa, muchacho — arremetió taxativo, y se puso en pie—. Vuelva cuando lo sepa. Ya sabe dónde encontrarme.
No hubo despedida y ni siquiera me acompañó a la puerta. Camino de la salida, mientras me batía en retirada arrastrando los pesados pasos de la vergüenza, reparé en un detalle: casi todas las paredes de la casa estaban cubiertas de estanterías, pero en ellas no había un solo libro."

Benjamín G. Rosado
El vuelo del hombre


























No hay comentarios: