No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) Rafael Santandreu



En esta vida no hay nada capaz de quitarnos la felicidad si tenemos la mentalidad correcta.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 3
 
 
A pesar de contar con casi tres décadas de experiencia, la mente, esa entidad intangible creada por el cerebro, sigue asombrándome constantemente. Y uno de los campos más sorprendentes es el de la psicosomática, es decir, las enfermedades del cuerpo creadas por el cerebro.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 3
 
 
 
Hasta hace muy poco, los profesionales de la salud pensábamos que las enfermedades psicosomáticas eran una rareza. Sin embargo, cada vez tenemos más datos que apuntan a lo contrario: son muy pero que muy frecuentes. De hecho, prácticamente todos padeceremos una enfermedad de esta clase a lo largo de nuestra vida, pero no tendremos ni idea de que es una creación de nuestra mente.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 7
 
 
En 1997, la Organización Mundial de la Salud estudió la frecuencia de los síntomas psicosomáticos en ambulatorios de quince ciudades del mundo. Su conclusión fue la siguiente: el 20 % de los pacientes que llegan al médico presentan síntomas sin explicación médica. ¡El 20 %! Es una cifra enorme, son millones de casos. Y, atención, lo más seguro es que se quede muy corta.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 7
 
 
El autor de esa joya (Migraña, una pesadilla cerebral), Arturo Goicoechea, es un neurólogo —ya jubilado— que se fue dando cuenta de que, en realidad, muchos de sus pacientes con migrañas no tenían un problema médico como pensaba todo el mundo. El problema real era que su mente se había vuelto hiperprotectora y enviaba erróneamente dolor. Su mente los interpelaba a ellos mismos de esta forma: «No sé si tienes una lesión, pero, por si acaso, te voy a enviar dolor. Recógete en casa y no hagas nada». Es decir, la mente producía dolor porque prefería pecar de hiperprotectora que de negligente. Y así el doctor Goicoechea empezó a tratar a esos pacientes de una forma revolucionaria: con psicoeducación en vez de con fármacos, enseñándoles a hablar a su propia mente para convencerla de que ese dolor no era necesario. Y comenzó a tener resultados espectaculares. En algunos ambulatorios de Vitoria, en el País Vasco, llevan años aplicando ese psicotratamiento con unos resultados de «curación» de alrededor del 80 %. «Curación» entre comillas porque en realidad no había nada que curar desde un punto de vista médico, sino que sólo era cuestión de desmadejar una madeja mental.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 8
 
 
Pseudoepilepsia, migrañas diarias, lumbago... ¡y mucho más! La mente puede generar todo tipo de pesadillas que llegan a confundir a grandes profesionales médicos. Pero, como veremos a lo largo de este libro, la mente y su increíble creatividad también pueden hacer lo contrario: crear un universo bello, pacífico y abundante. Sí, el paraíso en el que todos deseamos vivir. La clave está en aprender a usar la mente a nuestro favor, programarla para crear emociones beneficiosas y no martirizantes. Porque, como ya hemos visto, puede hacer ambas cosas. Sin duda, ¡podemos aprender a quedarnos sólo con lo bueno (casi siempre)!
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 11
 
 
Sí, la felicidad depende sólo de nosotros. Si aprendemos a usar la mente a nuestro favor, a hacer que alucine una realidad hermosa, todo cambiará.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 13
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La mente es superpoderosa a la hora de inventarse la realidad.
• Todo lo que percibimos es más bien una ilusión, incluso el tamaño del Sol.
• Puede crear pseudoepilepsias, migrañas y todo tipo de síntomas.
• Y también puede crear estados de felicidad profundos: eso es lo que vamos a aprender.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 13
 
 
Todos podemos activar una forma especial de ver el mundo, capaz de colmarnos de alegría. Todo está en nuestro pensamiento, en nuestra mente.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 15
 
 
Nuestra infelicidad está sólo en nuestra mente, en nuestra cabecita que piensa y valora todo el tiempo: «¿Estoy bien o estoy mal?», «¿Mi posición es maravillosa o es una condena?». Hace siglos, muchos filósofos se dieron cuenta de que, por increíble que parezca, lo que nos afecta no es lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de ello. Y eso lo cambia todo. Nuestro diálogo interior es el director absoluto de esta obra de teatro.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 16
 
 
La clave de la felicidad, una y otra vez, son nuestras valoraciones, nuestras comparaciones. Y, siendo así, ¿por qué no aprender a valorar las cosas de manera que siempre salgamos ganando? ¿No sería eso la piedra filosofal de la felicidad?
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 17
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Todos podemos convertirnos en nuestros propios gurús y transformar nuestro mundo particular en un vergel.
• Lo evaluamos todo mediante un mecanismo de comparación.
• Podemos aprender a comparar de forma que salgamos siempre ganando.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 19
 
 
Había una vez un enorme elefante que trabajaba en el campo. Desbrozaba maleza, empujaba piedras, acarreaba pesos... Impresionaba por su envergadura, sus patas como árboles y sus colmillos gigantescos. Cada día, de camino al colegio, el pequeño Kumar se quedaba un rato admirando al imponente animal.
Una tarde, Kumar se perdió jugando por el pueblo y fue a parar a la humilde casa del labriego dueño del cuadrúpedo. Rápidamente, captó el olor de su admirado amigo, el elefante, y corrió a la parte trasera para saludarlo.
¡Vaya sorpresa se llevó! El elefante estaba allí, cabizbajo, atado a una pequeña estaca. Kumar pensó: «Pero ¿qué hace atado, con lo fuerte que es? ¿Por qué no arranca esa pequeña estaca tirando de su poderosa pata?».
Aquella noche, durante la cena, el niño no hablaba. Su abuelo, siempre atento al pequeño, le preguntó:
—¿Qué te pasa, Kumar? Hoy estás muy callado.
—Hay algo que no entiendo, abuelo. El elefante del labriego es gigantesco, y lo tienen cautivo, cogido de un pequeño palo clavado en el suelo. ¿Por qué no se rebela? ¿Por qué no arranca la estaca de un tirón? ¿Acaso le gusta estar atado?
—Hijo mío, yo conozco bien a ese elefante. Cuando lo compraron era pequeño, igual que tú. Y desde el primer día lo ataron a esa misma estaca. Durante semanas, el elefantito estuvo tirando de la cuerda para liberarse y corretear por el patio, pero no podía. La estaca era demasiado fuerte para él. Ahora ya es grande y vigoroso, pero sigue aferrado a la idea de que no puede liberarse.
—¡Qué dices! ¡Podría soltarse de un soplido! —exclamó Kumar.
—Es cierto. Aprende la lección, pequeño mío. No des por sentada tu visión de las cosas. No te creas todas tus limitaciones. La mayoría de ellas están sólo en nuestra cabeza.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 19
 
 
Las mejores soluciones proceden de la felicidad: de no terribilizar.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 26
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• No terribilizar es la primera clave para una mente fuerte.
• Se basa en necesitar muy poco, de forma que cualquier pérdida no sea nunca grave.
• Es fácil no terribilizar sabiendo que siempre hay oportunidades de hacer cosas valiosas y ser felices.
• Podemos aprender a no terribilizar revisando diariamente nuestro diálogo interno.
• Cuando no terribilizamos somos más felices y resolvemos mejor los problemas.
• Cuando se cierra una puerta se abren muchas ventanas.
• La fuerza de la ilusión es mucho más poderosa que la fuerza del miedo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 28
 
 
En psicología cognitiva trabajamos de forma constante con lo que llamamos «la peor fantasía». Es una de nuestras herramientas estrella. Consiste en ponerse directamente en lo peor y quitarle importancia incluso a ello.
 
La estrategia de la peor fantasía consiste en ponerse en lo peor para comprobar que ni siquiera eso es una amenaza para la felicidad. Es algo que podemos practicar ante cada perturbación emocional. Sólo hay que atreverse a pensar así, de manera profunda y radical.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 38
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• No necesitar es la segunda clave de una mente fuerte.
• Es fácil si te das cuenta de que cuando se cierra una puerta se abren muchas ventanas.
• Para desarrollarlo podemos visualizarnos como monjes sadhus o seguidores de san Francisco de Asís.
• Las necesidades inmateriales, como el respeto, también son peligrosas.
• Una gran estrategia es situarnos en la peor fantasía y darnos cuenta de que hasta así podríamos ser felices.
• Incluso ser un inútil sería una oportunidad de valorar lo único que importa: la capacidad de amar.
• Ni siquiera las enfermedades y la muerte son un obstáculo ante la felicidad.
• No lo es ni siquiera el fin del mundo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 39
 
 
Había una vez un artista que iba de pueblo en pueblo con su número circense. Al llegar a la plaza, sacaba una larga pértiga que sostenía recta con las manos. Hasta lo alto del palo escalaba una niña equilibrista, y allí, en un pequeño pedestal, hacía difíciles piruetas.
Las gentes admiraban la pericia de ambos: el hombre que sostenía a la niña en lo alto de la pértiga, y la pequeña, que, allí arriba, hacía el pino y demás acrobacias.
Un buen día, el artista le dijo a la niña:
—Querida, para evitar un accidente mientras hacemos el número, tú tienes que estar muy atenta a mí y yo muy atento a ti.
Pero la pequeña replicó:
—No, maestro, así no funcionaría. Para evitar un accidente, TÚ debes estar atento a TI y YO atenta a MÍ. Así no habrá ningún accidente.
 
Este cuento inmemorial trata de explicar que la felicidad depende de cada uno. No de lo exterior. No de que mi jefe me trate bien, de que me toque la lotería, de que no me duela la espalda... Depende enteramente de nuestra mente.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 40
 
 
La psicología cognitiva que yo practico es la escuela de terapia más comprobada científicamente. Existen más de dos mil estudios publicados que avalan su eficacia. Como ciencia, tuvo su inicio en los años cincuenta del siglo XX en Estados Unidos de la mano del psicólogo Albert Ellis. Es decir, es una forma de terapia reciente, ya que setenta años no es mucho en el campo de la psicología. Sin embargo, en realidad, nuestra terapia arranca mucho antes. Tiene su origen en la filosofía antigua. En concreto, en el estoicismo, una escuela de pensamiento radical. El filósofo Epicteto, que nació esclavo, ya puso en el siglo I la piedra fundacional de lo que hacemos. Fue él quien dijo: «No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 41
 
 
Y es que cada superexigencia es siempre un lastre y una tortura. Por supuesto que se pueden tener deseos, metas y objetivos, pero siempre que no los convirtamos en lacerantes exigencias. Ésta es la magia de la vida:
 
• Desear pero no necesitar.
• Tener objetivos pero sólo como diversión y estímulo.
• Centrarse en disfrutar del esfuerzo, no del resultado.
• Apreciar el presente y tener el mañana sólo como referencia.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 46
 
 
No exigirse a uno mismo y a los demás es un chollo. Sorprendentemente, no exigir proporciona beneficios extraordinarios.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 49
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Ya en la antigüedad se dedujo que los pensamientos son la clave de la felicidad.
• Enfermamos cuando adquirimos una mente de exigencias.
• La solución es hacerse con una mente de preferencias.
• Las hiperexigencias van a) hacia uno mismo, b) hacia los demás, o c) hacia el universo.
• Siempre existen en una gran abundancia en nuestra vida.
• Está bien «desear» pero no «necesitar».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 49
 
 
Cuando estamos neuróticos, vivimos en un mundo plagado de obligaciones. Cuando estamos cuerdos, por el contrario, no hay casi ninguna.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 57
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Es esencial no convertir los deseos en obligaciones.
• Podemos aprender a hacerlo todo por amor e ilusión.
• A veces la gente quiere traspasarnos sus obligaciones, y haremos bien en no aceptarlas.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 57
 
 
En psicología cognitiva disponemos de una tecnología básica de transformación personal llamada «debate racional». Se trata de debatir con nosotros mismos hasta convencernos de unas nuevas creencias beneficiosas. Eso sí: tenemos que debatir en profundidad. Nos convertimos en una suerte de comisarios políticos soviéticos, nos metemos en un gulag imaginario y nos lavamos el cerebro a base de bien. ¡Cuantos más argumentos, mejor!
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 58
 
 
Cuando llevamos a cabo el trabajo del debate racional empleamos todo tipo de recursos para convencernos: ejemplos de otras personas, imágenes, visualizaciones..., todo lo que pueda hacer que nos grabemos a fuego la creencia que deseamos sostener. El objetivo es creer en ello al máximo posible.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 60
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• El ejercicio fundamental es debatir con nosotros mismos para convencernos de nuevas creencias racionales.
• Podemos usar argumentos, ejemplos, visualizaciones, etc.
• Lo mejor es trabajar cada día, al menos durante una hora.
• Tenemos que trabajar en todas las neuras: grandes y pequeñas.
• También nos irá bien enseñar psicología cognitiva a los demás.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 63
 
 
¡La vida es sencilla! ¡La vida es abundante, siempre! ¡La vida es para disfrutar! ¡Arriba la vida!
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 3
 
 
Sin duda, es la terribilitis y la necesititis, que van en aumento cada día. Le damos una importancia dramática a las cosas y cada vez creemos que necesitamos más y más.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 79
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• El estrés en el trabajo es algo eminentemente mental y podemos acabar con él.
• Para lograrlo hemos de 1) no necesitar el empleo, 2) no necesitar ser eficiente, 3) no darle importancia a «la eficacia» y 4) hacernos profundamente humildes.
• No necesitar ser eficiente es un ejercicio mental, pero hay que hacerlo con mucha profundidad, hasta un nivel espiritual.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 85
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Los complejos giran en torno a tres áreas: 1) belleza, 2) inteligencia y 3) eficacia.
• La belleza, la inteligencia o la pericia manual sirven para obtener algunas cosas, pero no la felicidad.
• Mucha gente guapa es infeliz, y mucha gente fea es superfeliz.
• Todos los seres humanos somos profundamente ignorantes y no pasa nada.
• No somos máquinas y es imposible hacerlo todo bien.
• Podemos imaginar ser del Club de Gandhi, un gran grupo de personas que prefieren amar.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 91
 
 
Para superar rápido una separación, hay que convencerse —al máximo— de los siguientes puntos:
 
• Nadie necesita a nadie concreto.
• La vida está repleta de oportunidades para amar (actividades, amigos, familia...).
• Encontrar a otras personas a las que amar es la cosa más fácil del mundo (si nos abrimos).
• Mientras puedas hacer cosas valiosas por ti y por los demás, tu vida podrá ser maravillosa SIEMPRE.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 94
 
 
NADIE NECESITA A NADIE
 
Nuestra sociedad nos ha comido el coco para que entendamos que amar es depender. Si pones la radio en cualquier momento del día, lo más probable es que suene una canción de amor. ¡Y todas cantan al amor neurótico! «Sin ti yo muero», «Sin ti no soy nada» ... ¡Dios mío! ¿Qué les sucede a esos cantantes? ¡Están muy neuróticos!
 
Una vez más, se confunde «gozar de las cosas» con «necesitarlas desesperadamente». Lo correcto sería ser capaz de decirle a tu pareja: «Cariño, te quiero mucho, pero no te necesito nada» o «Si me dejas, mañana seguiré teniendo una vida maravillosa, aunque ahora prefiero seguir compartiéndola contigo».
 
La realidad es que nadie necesita a nadie (en concreto) porque pertenecemos a un universo de personas fantásticas y ¡todos! son nuestros posibles hermanos. ¿Por qué no activar ese AMOR a lo grande, en vez de limitarse obcecadamente a una persona?
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 94
 
 
Los seres humanos somos tan trastos que creamos fantasmas y después nos asustamos de ellos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 96
 
 
La soledad es una quimera por las siguientes razones:
 
• El planeta está superpoblado. Lo que sobra es gente. Somos alrededor de ocho mil millones de personas en la Tierra, cuando, como especie, deberíamos ser cien millones. Si sales a la calle en cualquier momento, lo que verás es ¡gente y más gente! Estar solo es imposible.
 
• Los seres humanos estamos hambrientos de amor. Cada una de las personas con las que nos tropezamos cada día ¡son posibles hermanos! Descubrámoslos y amémoslos, abrámonos y démosles lo que están buscando: amor. Hay tantos candidatos a ser nuestros mejores amigos que será imposible atenderlos a todos. ¡Tendremos que escoger!
 
• Los animales, las cosas y las actividades también dan amor. También son compañía. Por ejemplo, yo amo mi profesión, el estudio, la naturaleza, la música, las montañas... y me siento tan dulcemente acompañado por todo ello que me siento pleno. Hasta el punto de que podría vivir como un ermitaño en una cabaña dedicado a mis cosas y al goce de la naturaleza.
 
Pero atención: si, pese a todos estos argumentos, nos emperramos en decirnos lo contrario: «¡Dios! ¡Me ha dejado mi esposa! ¡Estoy solo! ¡Soy un desgraciado! ¡Un pobre gusano!», nos lo creeremos y aparecerá esa cosa tan absurda llamada «soledad».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 99
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La soledad muchas veces es una construcción mental.
• Para combatir la neura del abandono hay que integrar las siguientes ideas:
 
1) Nadie necesita a nadie (en concreto).
2) La vida está llena de oportunidades de amar.
3) Encontrar a otras personas a las que amar es muy fácil.
4) Mientras puedas hacer cosas valiosas por ti y por los demás, tu vida será genial.
 
• Nuestra sociedad nos ha comido el coco para que confundamos «amar» con «depender».
• Todos somos niños de cuatro años con hambre de amor.
• Los momentos de soledad son oportunidades para diseñar una nueva vida mejor.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 101
 
 
Yo me considero una persona inteligente en algún ámbito y muy torpe en muchos otros. Y toda esa torpeza me da exactamente igual porque ya hace mucho tiempo que me amo sólo por el hecho de ser persona. No querer tener razón es un ejercicio fantástico, porque nos centra en lo importante de verdad: el amor. Cada vez que renunciamos a tener razón estamos fortaleciendo nuestra autoestima porque la estamos basando sólo en nuestra capacidad de amar.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 106
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Necesitar tener razón es muy tonto y causa mucho malestar.
• Podemos practicar a darle la razón a todo aquel que piense que lo necesita.
• Habrá que 1) darle la razón y 2) cambiar de tema.
• Querer tener razón es basar la autoestima en algo erróneo.
• Nadie sabe casi nada.
• No querer tener razón proporciona mucha paz.
• Renunciar a tener razón nos hace superiores.
• No querer tener razón nos diferencia del borrachuzo de bar.
• Querer comprender profundamente al otro nos hará muy flexibles.
• No querer tener razón es muy elegante.
• Es importante dejar acabar las frases.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 111
 
 
VER LA COMIDA SANA COMO LA REALMENTE SABROSA
 
Éste es el pensamiento rey en nuestro método: ver que la comida saludable es la más sabrosa, la más apetecible, la que le gusta más al paladar. Por el contrario, la comida que engorda es una basura desagradable y asquerosa, un burdo engaño que estropea la salud.
 
Y no se trata de un truco mental. Realmente es así. Veámoslo.
 
Nos han comido el coco durante muchos años, desde pequeños. Nos han presentado los dulces como un premio. Es decir, como algo buenísimo. Cuando, en realidad, son apelmazamientos asquerosos de azúcar procesado.
 
El azúcar añadido es un maldito engaño. Se parece a la glucosa saludable presente en la fruta; es una imitación torticera del azúcar bueno y nuestra mente cae fácilmente en la trampa. El cerebro piensa que nos estamos nutriendo, pero, de hecho, estamos comiendo basura. Cree que estamos ingiriendo fruta cuando, pero nos estamos metiendo una goma pegajosa y asquerosa que bloquea venas y arterias.
 
Hace muchos años, durante unos cuantos meses, hice el ejercicio de imaginarme los pseudoalimentos como goma asquerosa que bloquea mi sistema cardiovascular. Visualizaba el azúcar blanco (y todo ultraprocesado) como un bichito malvado que intentaba engañarme. El resultado es que ahora literalmente NO ME GUSTA.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 114
 
 
Los grandes placeres es mejor limitarlos para no arruinarlos por saturación.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 119
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Para adelgazar con facilidad hay que modificar nuestra visión de la comida.
• Hay que eliminar todos los argumentos a favor de comer mal e incrementar los argumentos a favor de comer bien.
• No queremos dietas momentáneas, sino cambios graduales y permanentes.
• Es bueno imaginar el azúcar y los procesados como un bicho que intenta engañarnos.
• Es bueno imaginar el azúcar como una masa pegajosa que nos estropea el cuerpo.
• Podemos visualizar un plato de hortalizas como lo más sabroso del mundo.
• Educar el paladar consiste en abstenerse durante un tiempo para que el cerebro vuelva a distinguir la comida saludable de la basura.
• Es absurdo comer para paliar un problema, es inútil.
• Es mejor reservar el placer para los momentos buenos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 120
 
 
La comida basura es adictiva y está diseñada para engañar a nuestro cerebro. Lo inteligente es no dejarse tentar por tal trampa, no pisar arenas movedizas.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 125
 
 
Y, hablando de fruta, también podemos recurrir a «la prueba de la manzana». Muchas veces nos entra un hambre caprichosa, se nos antoja algo dulce. En realidad, no tenemos hambre, sino que nuestro cerebro adicto pide azúcar blanco. En ese momento podemos entrar en razón si nos preguntamos: «¿Me apetece una manzana?». La mayor parte de las veces, la mente responderá: «No. Una manzana no». Si ésa es la respuesta, es que no tenemos hambre. Si la tuviésemos de verdad, nos comeríamos encantados la manzana. No estaría mal llevar siempre encima un par de plátanos y una manzana, «la fruta de la verdad».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 125
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Hacer deporte es un gran aliado por el efecto inversión.
• Es mejor hacer deporte todos los días.
• Nos convendrá visualizarnos gozando de una gran forma, y hay que ser ambiciosos.
• El placer de una vida deportiva es mucho mayor que comer basura.
• Es mejor no tener comida basura en casa: nada.
• Conviene llevar un plátano encima en caso de tener antojo de dulce.
• Para evaluar la realidad del hambre podemos preguntarnos: «¿Me comería una manzana?».
• Es razonable permitirse comer del cubo de la basura de vez en cuando.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 130
 
 
Uno de los errores más habituales de la gente es carecer de foco. Es decir, no centrar toda su fuerza, atención y ambición en una sola cosa.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 130
 
 
Tener foco es maravilloso y da unos resultados fantásticos. Pero, aun así, mucha gente parece incapaz de hacerlo. Generalmente se debe a dos errores típicos:
 
a) Ser un diletante.
b) Ser demasiado precavido.
 
El diletante es aquel que se aburre pronto de las ocupaciones y desea cambiar a otra cosa antes de haber profundizado. También deja las cosas a medias por pereza o porque el proyecto entra en una fase complicada.
 
El resultado es que el diletante se pasa la vida yendo de una afición a otra, de una ocupación a otra, sin conseguir nunca unos resultados palpables y realmente valiosos.
 
El diletante toca «un poco» la guitarra, sabe «un poco» de biología, sabe arreglar «algunos» aparatos cuando se estropean..., pero todo es superficial. Tampoco obtiene titulaciones, porque para ello tendría que superar el aburrimiento, el cansancio o el estrés puntual. En cuanto aparecen esas emociones, busca una excusa, lo deja todo y se dirige hacia un nuevo interés.
 
Pero el diletante puede superar su condición si aprende a seguir las «dos normas del abuelo Rafael», que explicaremos más adelante.
 
El segundo enemigo del foco es ser demasiado precavido y establecer objetivos alternativos: «Voy a intentar ser actor, pero por si acaso desarrollaré un plan B: trabajaré de profesor de inglés». Sobre papel, tener otro medio de vida podría ser una buena idea, pero el problema es que si disipamos las fuerzas nos ponemos el éxito muy difícil.
 
En mi experiencia, es mucho mejor comprometerse al cien por cien con una meta durante un tiempo limitado. Decirse: «Intentaré con todas mis fuerzas llegar a ser actor profesional, pero sólo durante los próximos cinco años. Al término de ese período, si no lo he conseguido, lo dejaré para siempre y pasaré a un plan B».
 
Tener planes B está genial, pero hay que evitar que nos distraigan o nos limiten. Es mejor activar el plan B sólo tras desestimar el plan A.
 
Si mientras estás trabajando en un objetivo ambicioso se te ocurren otros proyectos interesantes, dite a ti mismo: «Genial, cuando acabe el proyecto que he iniciado me ocuparé del siguiente. Primero tengo que darlo todo en éste».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 131
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Tener foco es dedicar todo el esfuerzo en una única dirección.
• Tener un plan B es bueno, pero siempre que no distraiga. Lo mejor es dejarlo para después, una vez hayamos finalizado el proyecto principal.
• Esforzarse mucho en algo es un placer maravilloso. ¡Descubrámoslo!
• La fuerza del disfrute es enorme. Intentemos activarla todo el tiempo.
• No hay que decir que tal tarea nos supera. Todo se puede aprender.
• Saber hacer amigos en todas partes hace el triunfo más fácil. Pero tiene que ser auténtico.
• La competición sana, querer hacerlo mejor que los demás, es divertida y da grandes resultados.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 139
 
 
Las emociones negativas hay que educarlas, domesticarlas. Si permites que las dudas, el temor o la vergüenza determinen tus decisiones, cada vez se harán más fuertes. Es como darle dinero a un chantajista. Cada vez nos pedirá más y más. Cada vez seremos más esclavos de sus caprichos. Por el contrario, si acabamos todo lo que iniciamos y hacemos siempre lo acordado, nuestras emociones negativas se van achicando porque ven que no nos determinan. El chantaje finaliza.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 145
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Ser creativo otorga una ventaja impresionante. Diviértete pensando y hallando grandes ideas.
• Hay que aprender a decidir.
• Hay que tomar decisiones, aunque no estemos seguros del resultado.
• Las decisiones hay que trabajarlas: hay que investigar y sopesar mucho.
• Es bueno agendarse sesiones de decisión diarias hasta llegar a una conclusión.
• Hay que cumplir siempre las dos normas del abuelo Rafael: 1) lo que empiezo lo acabo y 2) lo que dije que iba a hacer lo hago.
• Hay que acotar las decisiones: qué implican y durante cuánto tiempo.
• La honestidad es básica para poder colaborar con los demás.
• Dar antes de recibir proporciona maravillosos frutos.
• No tengamos miedo a fallar: forma parte del juego del éxito.
• No esperemos que las cosas salgan a la primera.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 152
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La colaboración es una fuente de felicidad maravillosa.
• Pero hay que saber hacerlo. Existe una tecnología para trabajar en equipo que la mayoría de la gente desconoce.
• La incultura de la colaboración provoca un malestar insoportable en la familia, la pareja y las organizaciones igualitarias.
• El principio filosófico básico es que el trabajo en equipo es superior al individual. Ambos tienen ventajas y desventajas, pero en equipo se llega mucho más lejos.
• Éstos son los pasos del trabajo en equipo: 1) reunirse, 2) debatir, 3) votar, 4) repartir las tareas y 5) redactar un acta.
• La disciplina de grupo significa que tenemos que aceptar sus decisiones, aunque no se crea en ellas, y remar en esa dirección.
• El trabajo en equipo requiere tolerancia a la frustración.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 163
 
 
La pareja es igualitaria. Es equivalente a una sociedad empresarial en la que tres socios tienen que decidirlo todo a partir de los cinco pasos descritos. Especialmente, el debate y la votación. Pero enseguida aparece la siguiente pregunta: «¿Qué sucede cuando se empata?». A continuación, veremos la solución. Lo esencial es que ninguno de los dos intente imponerse, que no haya presión psicológica ni enfados, que ninguno sienta que se está tomando una decisión injustamente.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 165
 
 
Si preguntas a cien parejas de larga duración cuál es el secreto de una relación exitosa y duradera, noventa y nueve te dirán: «Saber ceder».
 
Y, como veremos a continuación, se equivocan. En realidad, es una estrategia bastante mala. Funciona en alguna medida pero causa estragos en muchas otras. Al contrario, no se debería ceder casi nunca. Me explico.
 
Como en cualquier organización de personas que están al mismo nivel (por ejemplo, una empresa de socios), la pareja tiene que tomar decisiones. Y en muchas ocasiones se encontrará que cada persona tiene una opinión. Por ejemplo: «¿A qué cole vamos a llevar al niño: al del Opus Dei al que fui yo o al progre al que fuiste tú?», «¿Dónde comemos: en el restaurante o en casa?».
 
La pareja se dispone a debatir. En ese momento, lo ideal es que intenten convencerse de sus respectivas visiones con datos, números y argumentos. Con ilusión, dotes vendedoras y amor.
 
Se pueden estar todo el tiempo del mundo debatiendo. Pueden dedicar toda una jornada a ello o incluso varias. También se puede negociar, intentar llegar a acuerdos. Pero llegará la hora de decidir. Si entonces todavía están las espadas en alto, si nadie ha convencido a nadie, habrá que decidir al azar. Es decir, se tira una moneda al aire y quien gane tomará la decisión.
 
Lanzar una moneda equivale a decidir por turnos porque la estadística no falla: la mitad de las veces saldrá cara, y la otra mitad, cruz. Es implacable. En la historia de esa pareja, la mitad de los empates habrá ido de un lado, y la otra mitad, del otro.
 
Ésta es la estrategia de la moneda. Se trata de desencallar el empate cuando no se está de acuerdo. Ahí es donde se halla el origen del desastre, el inicio de los desencuentros, el momento de la verdad.
 
Las parejas no se dan cuenta, una y otra vez, de que aquí radica el verdadero problema. Les pasa completamente inadvertido que siempre discuten por lo mismo: quieren imponerse y se rebelan. Se pelean y se agotan. No tienen un sistema para resolver los empates y eso los condena al fracaso como equipo.
 
Las ventajas de la estrategia de la moneda son muchas:
 
• Antes de lanzar la moneda, la pareja se acostumbra a intentar convencerse, a debatir con buenas formas. No a presionarse, enfadarse o imponerse al otro, lo cual es tristemente lo habitual. Así pues, la pareja aprende a comunicarse educadamente.
• La pareja se da cuenta de que presionar no funciona, porque ¡ya no tiene sentido! Al final, decidirá la moneda.
• Nadie siente que cede y que la situación es injusta.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 166
 
 
Antes he comentado que muchas parejas de larga duración (y felices) afirman que su secreto es ceder. En mi experiencia, ceder es un ejercicio arriesgado. Y no la mejor solución. Puede funcionar en las parejas que se parecen mucho y en las que ambos tienen un carácter muy dócil. Pero en la mayoría de los casos ceder se convierte en la espiral hacia el infierno. La gente cede sólo ante la presión psicológica: «¡Nunca haces nada por mí!», «¡Eso sería intolerable!». Y si empezamos a tomar decisiones por presión, cada vez nos presionarán más porque aprenderán que ese mecanismo funciona. De hecho, los dos miembros del equipo presionarán cada vez más y mejor (lo cual es cada vez peor para la relación).
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 168
 
 
Las parejas, cuando ceden, están atendiendo a pataletas y no a razones. Simplemente, están haciendo algo ilógico y las probabilidades de que esa sinrazón escale son enormes. Pero, por fortuna, la lógica nos ofrece una solución maravillosa: la técnica de la moneda. Es decir, jamás nadie impondrá nada. Ni lo intentará. Sólo valen las razones, los argumentos, la lógica.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 168
 
 
La estrategia de la moneda es fantástica. La pareja se transforma en un sistema eficiente y respetuoso de debate y toma de decisiones. Pero también tiene sus límites. Es decir, hay cuestiones que no se pueden decidir así, temas nucleares en los que tiene que haber coincidencia plena: los pilares de la pareja. Y eso sucede en la pareja, pero también en la empresa y en cualquier organización entre iguales. Los temas nucleares son aquellos que definen el propósito de la organización: ¿qué objetivos tiene el grupo y cómo se van a conseguir? Por ejemplo, en un grupo de viaje, antes que nada, se define qué viaje queremos hacer, cuánto va a durar y qué presupuesto tenemos. En esto ha de haber coincidencia plena. Es absurdo que emprendamos un viaje con alguien que desea ir al extranjero y gastarse mucho dinero cuando lo que desea el otro es quedarse en el país y gastar lo mínimo. En una empresa, se define de antemano qué se va a vender, dónde y cómo. Es decir, la misión de la empresa y los valores básicos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 169
 
 
LOS LÍMITES DE LA DECISIÓN CONSENSUADA
 
La estrategia de la moneda es fantástica. La pareja se transforma en un sistema eficiente y respetuoso de debate y toma de decisiones. Pero también tiene sus límites. Es decir, hay cuestiones que no se pueden decidir así, temas nucleares en los que tiene que haber coincidencia plena: los pilares de la pareja. Y eso sucede en la pareja, pero también en la empresa y en cualquier organización entre iguales.
Los temas nucleares son aquellos que definen el propósito de la organización: ¿qué objetivos tiene el grupo y cómo se van a conseguir?
Por ejemplo, en un grupo de viaje, antes que nada, se define qué viaje queremos hacer, cuánto va a durar y qué presupuesto tenemos. En esto ha de haber coincidencia plena. Es absurdo que emprendamos un viaje con alguien que desea ir al extranjero y gastarse mucho dinero cuando lo que desea el otro es quedarse en el país y gastar lo mínimo.
En una empresa, se define de antemano qué se va a vender, dónde y cómo. Es decir, la misión de la empresa y los valores básicos.
En una pareja, esos pilares básicos son los siguientes:
 
• ¿Vamos a tener hijos?
• ¿Seremos una pareja monógama?
• ¿Qué estilo de vida tendremos?
 
Si no hay coincidencia en lo nuclear, no deberíamos crear esa asociación. Simplemente, porque no vamos a ir a ningún sitio.
Ahora bien, una vez estamos de acuerdo en lo nuclear, todo lo demás debe ser consensuado sin ceder nunca, dejando que el debate y el azar decidan.
 
 

Cuestiones nucleares en pareja

Cuestiones no nucleares en pareja

• Tener hijos.

• Estilo de vida general.

• Monogamia / relación abierta.

• Practicar una religión en familia.

• Adónde ir de vacaciones.

• A qué colegio llevar a los niños.

• Comprar un coche u otro.

• Dejar el trabajo para emprender.

 
Las cuestiones nucleares pueden ser diferentes para cada pareja. Por ejemplo, si una persona tiene creencias religiosas muy comprometidas y siente que es esencial que su esposo se adhiera a esa fe, eso será nuclear. Para muchas otras personas, no será nuclear que su pareja sea creyente o no. Depende de la importancia que le den a tal opción en su estilo de vida.
Pero, una vez definidos esos puntos nucleares, tenemos que estar preparados para calificar de «no nucleares» el resto de las decisiones. Si queremos trabajar en equipo, tendremos que ser capaces de renunciar a beneficios puntuales por un bien mucho mayor. Ya lo hemos visto: cooperando lograremos bienes mayores que de forma individual.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 169
 
 
Gran enemigo del trabajo en equipo es dar demasiada importancia a la razón. ¡La razón! ¡Cuántos desastres se han cometido por culpa de la idea de que «Yo tengo la razón»!
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 172
 
 
Acertar o no acertar no es tan importante como poder trabajar en equipo durante mucho tiempo. Si no tenemos disciplina de grupo, la sociedad estallará en pedazos. Por otro lado, fallar de vez en cuando es normal. Todos fallamos, tanto si trabajamos solos como en equipo. Lo esencial es que, a largo plazo, los aciertos superen los errores. ¡Pero atención! Frecuentemente, en pareja creemos que tenemos razón y ¡no podemos tolerar que el otro NO acepte nuestra propuesta! Nos decimos: «¡Clama al cielo que no quiera que el niño vaya al mejor colegio de la ciudad!» o «¡Cómo puede ser tan irracional! ¡No puedo aceptar tamaña insensatez!». Ya estamos: usando la razón como arma arrojadiza para imponer nuestra voluntad. Qué desastre. Lo que es inadmisible, desde el punto de vista del trabajo en equipo, es negarse a aceptar una propuesta del otro por el motivo que sea. Mientras estemos en una sociedad (y la pareja lo es), hay que aceptar CUALQUIER PROPUESTA. Todo el mundo tiene derecho a pensar de determinada forma, a tener su opción: ¡incluso a errar! Pensar que uno tiene la razón es la excusa perfecta para querer imponer al otro una decisión. Es la excusa típica. No podemos caer en esa trampa.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 173
 
 
Hay que grabárselo a fuego: en el trabajo en equipo, tener razón es secundario.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 174
 
 
También me han preguntado numerosas veces esto: «Y cuando la cuestión es muy importante, como una gran inversión o la educación de mi tierno niño, ¿también se debe decidir con ese método tan poco serio de la moneda?». Por supuesto que sí. En esos casos tan cruciales, ¡todavía es más importante operar con este sistema! Porque pensémoslo: ¿cuál es la alternativa? ¡Imponerse! Y querer imponerse ante cuestiones MUY importantes es DOBLEMENTE negativo. Imaginemos la empresa de tres socios de antes: se propone comprar un solar, la mayoría vota en contra de ello, pero alguien pretende imponer su opinión de todos modos. Ante un hecho tan importante —una inversión millonaria— es evidente que es esencial respetar el sistema de votos. Pretender imponerse en una inversión así sería prácticamente un delito penal. Por lo tanto, en la educación de los retoños, en cualquier inversión, ¡en lo que sea!, el sistema de la moneda también es el idóneo, incluso más. Imponerse en esas cuestiones críticas sería un suicidio organizativo, porque no olvidemos que las dos únicas opciones son la moneda o la imposición, no existe alternativa.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 175
 
Hay quienes aducen que el método de la moneda les parece demasiado trivial cuando nos enfrentamos a decisiones importantes. Sin embargo, nunca hemos de olvidar lo que expongo a continuación:
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 175
 
 
¿LA MONEDA NO ES ALGO DEMASIADO TRIVIAL?
 
Hay quienes aducen que el método de la moneda les parece demasiado trivial cuando nos enfrentamos a decisiones importantes. Sin embargo, nunca hemos de olvidar lo que expongo a continuación:
 
• Con la moneda se decide entre dos opciones muy pensadas por personas lógicas e inteligentes. Dos opciones que, en efecto, se han estudiado y defendido. La moneda no decide en ningún caso sobre cualquier opción al azar. No es como la ruleta de un casino, que decide al tuntún entre montones de opciones arbitrarias, de manera que cualquiera de las dos opciones tiene su lógica.
 
• La moneda da un 50 % de resultados a uno y al otro. En realidad, equivale a decidir por turnos. Así que no se trata de decidir puramente al azar ni de dejarlo a la suerte.
• La moneda evita los enfados y la presión psicológica, como veremos más adelante. Es crucial evitarlos, y la única forma de disciplinarse en NO PRESIONAR es la moneda.
 
 
MEJOR LA MONEDA QUE LOS TURNOS
 
A veces me preguntan por qué no aplicar turnos en vez de emplear la moneda. La razón es que la técnica de la moneda propicia la argumentación y la negociación, y los turnos no. Me explico.
 
Cuando se produce una diferencia de opiniones («¿Dónde cenamos: en casa o en el restaurante?») y las dos personas tienen ideas muy diferentes, empieza la fase de intentar convencer al otro. Más adelante, veremos algunos consejos para convertirnos en grandes argumentadores. Podemos dedicar mucho tiempo a convencer al otro, incluso durante días o meses. Y también podemos negociar, es decir, llegar a acuerdos intermedios.
 
Al aplicar la moneda, como sabemos que la suerte decidirá en caso de no aclararnos, nos espabilamos para intentar convencer al otro y desarrollamos grandes capacidades de persuasión. «¡Ufff, más vale que la convenza ahora!», porque vete a saber qué sucederá con la monedita.
 
Y no queda otra que hacerlo desde la alegría y el entusiasmo. Como veremos, los enfados no tienen cabida, porque ser desagradable sólo precipitaría el uso de la moneda: «Cariño, espera, déjame que te explique... ¡No te precipites, no lancemos la monedita todavía!». Si es necesario, antes de arriesgarnos a lanzar la moneda podemos ofrecer ingeniosos pactos, lo que sea.
 
En cambio, si se opta por los turnos, la persona que sabe que le toca decidir ya no se esfuerza en convencer al otro. Usará directamente su turno y nos perderemos la maravilla de la comunicación profunda y la negociación
 
La moneda es mucho mejor que los turnos.
 
 
LA DINÁMICA DE LAS PELEAS
 
Cuando analizamos lo que sucede en las parejas que se llevan fatal, vemos que siempre ocurre lo mismo. Aparece un tema para el cual los dos miembros que la conforman tienen voluntades diferentes y, en vez de intentar convencerse el uno al otro, de inmediato empiezan a METER PRESIÓN PSICOLÓGICA.
 
Presión es todo aquello que no son argumentos ni razones. Por ejemplo: «¡Es que nunca haces nada por mí!». Básicamente, lo que se expresa es: «¡Si no haces esto, me enfadaré!», y se materializa en malas formas, amenazas, tono de voz imperativo, malas caras... Y, claro, el otro se defiende con la misma metodología. Es decir, más presión: enfado, malas caras, tono desagradable...
 
Los dos ahora, a todas luces, se están metiendo presión para conseguir que el otro haga «lo correcto» (según su criterio, obviamente). La pelea escala y llega un momento en que se agotan.
 
El agotamiento puede llegar rápido o puede tardar varios días o semanas, pero al final uno de los dos cede porque no puede más. Pero atención: esa cesión se registra como una imposición, como una agresión que se sumará a otras y que conformará una lista de agravios intolerable. Al cabo de unos años, las dos personas se quejarán con argumentos como éste: «El otro me obligó a vivir una vida que no era la mía».
 
Éste sería el esquema de lo que sucede cuando NO se emplea la moneda.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 175
 
 
Imaginemos, por un momento, una empresa en la que los socios montaran estas peloteras en vez de decidir las cosas de acuerdo a sus argumentos. Sin duda, sería un drama que acabaría en la amarga disolución de la compañía. ¡Pues eso es lo que hacen infinidad de parejas! Y, por eso mismo, sin nuestro sistema tienen los días contados.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 178
 
 
A veces, en lugar de peloteras, la pareja opta por otras medidas igual de inadecuadas: • Hacer uso del poder. • Actuar por su cuenta. Hacer uso del poder consiste en pretender tener más peso en la decisión porque se trata de un ámbito donde esa persona trabaja más intensamente o tiene la sartén por el mango. Por ejemplo, muchas mujeres que se ocupan más de los niños pretenden tener más poder de decisión en ese ámbito sólo porque ellas trabajan más en ello. O el que cocina más tal vez quiera decidir sobre la dieta. O el que aporta más dinero a la unidad familiar desee decidir sobre las inversiones. Eso es un error porque, aunque uno se ocupe más de un ámbito determinado, las decisiones tienen que ser igualitarias.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 178
 
 
Existe un fenómeno curioso al que llamo «micropresiones». Son pequeñas maniobras de presión, como elevar un poco la voz, dar sutiles órdenes, hacer ligeros gestos de enfado... Son letales.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 179
 
 
El problema de las micropresiones es que, aunque sean ligeras, son el primer paso de la escalada. Cuando uno hace uso de ellas, lo normal es que el otro las devuelva (y un poco más intensas). Así, en sólo unos minutos, se llega a la bronca mutua.
 
Las micropresiones son fáciles de negar, puesto que son sutiles y las personas están tan habituadas a efectuarlas que les surgen automáticamente. «¿Yo, presión? Ni de coña». Pero son muy nocivas porque son el inicio de las discusiones. La chispa del incendio. Cuando nos micropresionan, lo normal es responder con otra micropresión. Muy pocas personas son capaces de no reaccionar ante una micropresión, aceptar y callar. Uno de nuestros principales aprendizajes será evitar producir micropresiones. A partir de ahora, sólo valen los argumentos, las buenas formas, el cariño... Ya no valen el tono fuerte, las quejas, las malas caras, los apremios... ¡Nada de presión, se ha acabado!
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 181
 
 
Con la práctica he ido viendo que la mejor forma de habituarse a NO propinar micropresiones es hacer el gesto de sacar la moneda, antes que nada.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 181
 
 
Las parejas no deberían enfadarse jamás. No deberían alzarse la voz, ponerse malas caras, desautorizar al otro... Simplemente, porque no son animales a los que se azota para que tiren de un carro. Son personas capaces de dialogar. Y, todavía más, son dos individuos comprometidos a cooperar, amarse y hacerse felices. Son dos personas con la firme determinación de comprenderse, darse el uno al otro y ser el activo más importante de su vida. Éstas son las claves para no enfadarse jamás:
 
• Transmutar los enfados en propuestas.
• Poner siempre las ideas de cada uno sobre la mesa.
• Darle al otro la oportunidad de equivocarse (no imponer jamás).
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 182
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La pareja es un equipo de trabajo como cualquier otro.
• Debe aprender a ajustarse a los cinco pasos del trabajo en equipo y tener disciplina de grupo.
• Cuando empatan en las votaciones, hay que desempatar usando una moneda para decidir.
• Cualquier alternativa a la moneda es intentar imponer.
• Antes de tirar la moneda, podemos intentar convencer al otro o negociar tanto como deseemos.
• Pero en ese trabajo de debate es esencial no meter NUNCA presión psicológica.
• La presión psicológica es la verdadera fuente de malestar en las parejas: enfadarse, quejarse, llorar, gritar, usar palabras fuertes...
• Las decisiones tomadas con la moneda durarán un tiempo (que hay que definir) en el que podremos comprobar los resultados que han arrojado.
• La pareja debe tener unos pilares en los que debe haber consenso total: si tendrán hijos, su estilo de vida general...
• Mientras se esté con determinada pareja hay que ajustarse a este sistema de decisiones sin excepción.
• Usar la moneda es equivalente a decidir por turnos, pero mejor todavía porque se incentiva la argumentación y la negociación.
• Las micropresiones son gestos o frases que expresan: «DEBES hacer lo que yo digo o me enfadaré». Hay que evitarlas siempre porque, de lo contrario, se caerá en una espiral mutua que acabará en pelea.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 183
 
 
La pareja es un equipo igualitario y tiene que decidir con el mismo peso sobre todo lo relativo al equipo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 185
 
 
Cuando se opta por trabajar en equipo, «acertar» no es de ningún modo el principal objetivo, sino poder colaborar a largo plazo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 185
 
 
COMUNICACIÓN Y CONFIANZA
 
Mucha gente cree que la pareja falla por tres problemas: la comunicación, la capacidad de negociación y la confianza. Pero se equivocan.
 
Todo el mundo sabe comunicar lo que siente o piensa, aunque lo consiga de forma más o menos elegante. Es fácil porque sólo hay que explicarse. Lo hacemos en millones de situaciones cotidianas sin problemas. Y, por otro lado, todo el mundo sabe negociar: lo aprendimos de bien pequeños (un dulce para ti y otro para mí).
 
La cuestión es más bien la siguiente: ¿por qué no nos comunicamos CON NUESTRA PAREJA cuando en realidad sí sabemos hacerlo? ¿Por qué mágicamente perdemos nuestras capacidades negociadoras?
 
¡Por la tendencia a la imposición! Porque ésta bloquea los siguientes aspectos:
 
• La comunicación profunda.
• La negociación.
• La confianza.
 
Sí: el problema vuelve a ser lo de siempre. La pareja tiene que aprender a trabajar en equipo, a no imponer jamás decisiones. En las sociedades familiares, donde también se carece de cultura de trabajo en equipo, se produce el mismo fenómeno: incomunicación, escasas posibilidades de negociación y nula confianza.
 
Cuando la pareja lleva un tiempo imponiéndose —y ya se ha convertido en su hábito principal—, en cuanto aparece un choque de visiones ya no activa sus habilidades comunicativas y negociadoras. ¿Para qué?
 
Como ambos creen que tienen la razón absoluta, como creen que tener la razón es el objetivo único, sólo ven una salida: llevarse completamente el gato al agua mediante la presión. «¡Lo quiero todo!». ¿Para qué hacer el estéril esfuerzo de explicarse o negociar? ¡Lo que piensan que tienen que hacer es empezar a presionar cuanto antes, porque el que golpea primero golpea dos veces!
 
Sin embargo, las parejas que emplean la moneda intentarán intensamente convencer al otro antes de recurrir a ella: «¡Cariño, espera! Escúchame bien antes de lanzar la moneda: hacer esto o lo otro me resulta doloroso por esta razón o la otra. Y, además, mi opción nos permitirá lo de más allá...».
 
Incluso se esmerarán mucho en proponer un acuerdo. Como ya han descartado totalmente imponerse, son conscientes de que pueden perder, y, ya se sabe, mejor un mal acuerdo que un juicio perdido (la moneda). Si la moneda le hace perder, ya no habrá más que hablar, con lo cual es mejor intentar convencer al otro o negociar.
 
Cuando descartamos la imposición, ¡de forma natural comunicamos y negociamos muy bien! Si no lo hacemos es porque la fantasía de imposición lo impide.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 186
 
 
El verdadero facilitador del amor es aprender a trabajar en equipo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 189
 
 
Las decisiones, en general, deben acotarse en el tiempo y en el contenido. Las que tomamos con nosotros mismos también. Por ejemplo, en vez de decidir: «Voy a ir al gimnasio», habría que definirlo: «Voy a ir al gimnasio tres días a la semana durante un mes. Y cada sesión durará una hora y media». Si no definimos muy bien el contenido de nuestras decisiones, será muy difícil evaluar si las estamos cumpliendo. Por otro lado, las decisiones siempre deben estar acotadas en el tiempo: «¿Durante cuánto tiempo como mínimo me comprometo a ir al gimnasio?». Tomar decisiones limitadas en el tiempo hace que sea mucho más fácil tomarlas, porque sabemos que después podremos enmendar un posible error.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 189
 
 
Es increíble que los miembros de la pareja no sepan definir propuestas claras, que son las únicas con posibilidades de éxito. Sólo el sistema de la moneda es capaz de darles claridad mental porque deja claro que 1) es un problema de decisión, 2) hay que convencer al otro y 3) hay que proponer ideas ganadoras.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 191
 
 
Las parejas actuales se han embarcado en un proyecto para el que no están preparadas. Ése es el auténtico problema de los matrimonios modernos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 194
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La pareja debe asignar un monto de dinero a disposición del equipo. Sobre este dinero se decidirá como con el resto de los temas: igualitariamente.
• Las actividades también se rigen por las normas del trabajo en equipo, aunque uno aporte más medios: por ejemplo, cómo se limpia el coche o la cocina.
• El problema de las parejas no se halla en la falta de comunicación o confianza, como creen muchos, sino en no tener un sistema de trabajo en común. Y esto es lo que produce falta de comunicación o confianza.
• Las parejas se desenamoran principalmente porque no saben trabajar en equipo.
• Tenemos que aprender a hacer propuestas concretas y positivas.
• Hay que evitar explicar al entorno los conflictos de la pareja. Es mejor contarlos sólo a un experto en terapia de pareja, porque el entorno suele dar malos consejos y así acrecienta el conflicto.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 195
 
 
Una señora se disponía a hacer un viaje en tren. En la estación, dijeron por megafonía que se iba a retrasar una hora. Un poco malhumorada, fue a la tienda y se compró un paquete de galletas y un botellín de agua. Y se sentó a esperar en un banco. Mientras leía una revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un libro. De repente y sin decir palabra, el muchacho cogió el paquete de galletas, lo abrió y se metió una en la boca. La señora se quedó petrificada, pero no se atrevió a decir nada. Parecía tan decidido y seguro de sí mismo... La única reacción de la mujer fue tomar el paquete de un manotazo, sacar otra galleta y comérsela mirando al joven con fijeza. Poco después, increíblemente, el muchacho alargó el brazo y ¡cogió otra galleta! Y esta vez no sólo eso, sino que encima miró a la señora a los ojos y le sonrió mientras masticaba. Ufff, nuestra protagonista estaba muy enfadada. Cogió otra galleta y, con claras señales de enojo, se la comió mirándolo aún más fijamente. El chico ni se inmutó. Se limitaba a sonreír. Pero al cabo de poco ¡tomó otra galleta! Y así siguieron un rato. Al final, la señora se dio cuenta, horrorizada, de que sólo quedaba una galleta. «¡No podrá ser tan sinvergüenza!», pensó mientras miraba alternativamente al joven y el paquete. Entonces, con mucha calma, el joven alargó la mano, tomó la galleta que quedaba y tuvo la desfachatez de partirla en dos. Le guiñó el ojo a la dama y le alargó una de las mitades con una sonrisa de amabilidad. —¡Muchas gracias, señorito! —gritó ella arrancándole el trozo de galleta. —No hay de qué —replicó el joven con alegría. De repente, el tren anunció su partida. La señora subió a su vagón, furibunda. Desde la ventana, miró al muchacho del andén y vio que incluso la saludaba con la mano. «¡Dios santo, cuánta desvergüenza!», pensó. Al rato, sintió sed y abrió el bolso para sacar el botellín de agua. Y cuál fue su sorpresa al descubrir que allí estaba su paquete de galletas intacto.
 
Este cuento explica que, en innumerables ocasiones, nuestras suposiciones acerca de los demás son el verdadero problema. Desconocemos sus intenciones, su argumentario y su manera de ver las cosas, y lo que construimos es un universo equivocado en torno a ellos que sólo hace que crear loca animadversión.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 196
 
 
El sistema del cheque en blanco requiere que le digamos a nuestra pareja lo siguiente: —Cariño, a partir de ahora, en TODAS las decisiones relativas a la pareja ¡mandarás tú! Te entrego TODO el poder. Tú serás el jefe y yo el subordinado. Te amo tanto que, a partir de ahora, mandarás tú. Y yo seré tu servidor. Y, acto seguido, añadimos una sola condición: —Sólo te pediré que me concedas algo: que me dejes intentar convencerte de mi visión. Tantas veces como quiera. Eso sí, lo haré siempre desde la diversión y el entusiasmo. Pero que quede muy claro: al final serás tú quien decida. SIEMPRE. Es decir, con el cheque en blanco le damos a nuestra pareja TODO el poder de decisión. ¿Qué intentamos conseguir con ello? • Demostrarle que nuestras intenciones son buenas y siempre lo serán. • Que baje totalmente sus defensas y se abra de forma genuina a nuestras argumentaciones. Como veremos, este radical acto de confianza y entrega produce unos resultados espectaculares.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 198
 
 
Las personas SÓLO cambiamos —sólo adquirimos nuevos hábitos— cuando estamos convencidas de que son MUY beneficiosos para nosotras. Si no lo estamos, no los incorporamos a nuestro repertorio.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 203
 
 
La mayoría de los problemas sólo se resuelven analizando muy bien qué sucede e implementando un proceso de transformación inteligente y constructivo.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 205
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Disponemos de otro método para las parejas: el cheque en blanco.
• Cuando damos el cheque le comunicamos al otro que obedeceremos siempre, pero, a cambio, pediremos poder intentar convencerlo con amor tantas veces como deseemos.
El resultado es que el otro baja las defensas y se deja influir de verdad.
• La idea es escribir una carta cada semana con sugerencias con amor.
• En ese momento no podemos protestar ni enfadarnos: hay que aceptarlo.
• En la renuncia está la fortaleza: el que da el cheque se hace muy fuerte a nivel mental.
• El que da el cheque consigue transformar al otro de forma espectacular.
• Habrá que tener paciencia para ver los cambios en el otro, pero irán llegando y serán definitivos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 205
 
 
Muchas veces, trabajando con pacientes, alguna persona me ha dicho esto un poco apenada:
 
—Cuando escribo «Hagas lo que hagas, seré feliz igual» al final de la carta, no puedo creerlo ni sentirlo.
 
Y yo les suelo contestar:
 
—Pues, amigo, lo tienes que llegar a sentir; ése es tu trabajo.
 
El crecimiento personal exige esfuerzo. Renunciar y darse cuenta de que no necesitamos la perfección puede ser un auténtico reto.
 
En capítulos anteriores hemos estudiado a modelos de fortaleza como Davide Morana, mi amigo paralímpico. Podemos preguntarnos: «¿Qué nos diría él de tal adversidad?». Y la respuesta será: «Si Davide es feliz pese a haber tenido que renunciar a mucho, yo también puedo hacerlo».
 
No lo olvidemos jamás: el verdadero crecimiento personal está en esas renuncias cotidianas que haremos. Y eso nos exigirá esfuerzo. Tendremos que convencernos una y otra vez de que podemos ser felices en prácticamente cualquier circunstancia.
 
Abramos la mente y alegrémonos de haber iniciado el camino hacia la verdadera felicidad. Con cada renuncia, estaremos más cerca de una madurez dulce y armónica.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 209
 
 
El trabajo de convencer al otro —piano, piano— debe ser algo divertido. Porque la vida es para disfrutar y para hacer cosas bellas. Mostrar a otra persona las cosas buenas de la vida es maravilloso. Yo he sido profesor durante varias etapas de mi vida y me encanta enseñar, porque es como hacerle un regalo a otra persona. O, mejor aún, como caminar juntos hacia un lugar hermoso que estamos a punto de descubrir. Cuando enseñamos de forma agradable y festiva, el otro se abre por completo. Desea aprender. Goza.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 210
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• El sistema requiere retener la energía negativa y no actuar, aunque estemos enfadados.
• En la renuncia completa a que las cosas sean de determinada forma está el trabajo más hermoso de esta técnica.
• A la hora de convencer al otro hay que ser alegre, feliz y muy persuasivo.
• Y también proporcionarle un método fácil para cambiar.
• La técnica del cheque en blanco también le enseña al otro a no exigir, ya que aprenderá por imitación.
• Podemos conjugar el método de la moneda con el cheque en blanco: proponerle al otro decidir con la moneda, pero sólo si quiere. En caso contrario, decidirá él o ella.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 218
 
 
Cuentan que un día un maestro les preguntó a sus discípulos:
—¿Por qué grita la gente cuando está enfadada?
Los discípulos reflexionaron durante unos instantes y respondieron:
—Porque pierden la calma.
—Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? —inquirió el maestro—. ¿No es posible hablarle en voz baja?
Los discípulos se quedaron en blanco.
Finalmente el maestro les explicó:
—Cuando dos personas están enfadadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar. Cuanto más enfadados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse a través de esa gran distancia. ¿Y qué sucede cuando dos personas se enamoran? No se gritan. Todo lo contrario: se hablan con suavidad porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando se enamoran aún más, ¿qué ocurre? Que no hablan, sólo susurran. Al final, no necesitan ni siquiera eso: basta con que se miren. —Para finalizar, el maestro añadió—: Cuando discutáis no dejéis que vuestros corazones se alejen. No digáis palabras que os distancien más, porque llegará un día en que la distancia será tan grande que no encontraréis el camino de regreso.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 219
 
 
Todo lo que comunicamos en la vida es como un bumerán que vuelve al que lo lanza. Cuando le expreso a mi pareja que DE VERDAD es la reina de mi corazón, me estoy hablando a mí mismo también. Me estoy convenciendo a mí mismo. ¿Hay algo más hermoso que inundarnos de una emoción tan elevada?
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 220
 
 
Éstos son los componentes clásicos de las ECM:
 
• Experiencia extracorpórea: salir del cuerpo y contemplar, desde arriba, lo que sucede en la sala de operaciones o el lugar del accidente. Ver el cuerpo propio y darse cuenta de que uno ya no está alojado en él. La persona es consciente de que está muerta.
• Entrada en un túnel que se recorre a gran velocidad hacia una luz. La persona está fascinada por lo que sucede.
• Llegada a un espacio de paz, felicidad y plenitud total. La experiencia es indescriptible, mucho más potente de lo que han vivido jamás en la Tierra. Mil veces mayor que el bienestar provocado por cualquier droga. Es incomparable. Han llegado a decir: «No es de este mundo».
• Asombroso reencuentro con familiares o amigos fallecidos, con los que se puede conversar. A veces, incluso uno se topa con parientes lejanos que no sabía que estaban muertos.
• Encuentro con personajes espirituales (con una poderosa luz interior). Sin duda, es lo que las religiones han denominado «ángeles», «dioses», etc.
• Revisión de la vida. Todos los hechos de la vida pasan por delante como en una pantalla y se autoevalúan según fueron actos positivos o negativos, meritorios o censurables.
• Sensación de que, si se traspasa una frontera, ya no se regresará. (A veces es una puerta, una línea, un lugar...).
• Voz que anuncia que debemos regresar: el día de nuestra muerte no ha llegado. En algunas ocasiones se trata de una elección personal, y otras veces es un mandato de los seres espirituales. La persona, generalmente, no desea regresar: siente que la plenitud y su hogar están en el más allá.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 231
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• La espiritualidad es la metodología estrella para superar un duelo complicado o la proximidad a la muerte.
• Para activar la espiritualidad podemos acudir a los estudios científicos sobre las ECM.
• Una ECM es una experiencia espiritual que se produce en un período en el que una persona está clínicamente muerta.
• Cada vez hay más personas (millones) que las experimentan debido a las mejoras de las técnicas de resucitación.
• Las ECM son un fenómeno antiguo y presente en todas las culturas: hay relatos de ellas en la antigua Grecia y en el Medievo.
• Las ECM tienen una serie de componentes típicos: salida del cuerpo, entrada en túnel, encuentro con la luz, paz y armonía, encuentro con seres queridos fallecidos y revisión de la vida. Esa increíble coherencia es una evidencia a favor de su realidad.
• Por ahora, el análisis objetivo y sin prejuicios de las ECM arroja el veredicto de que NO se trata de alucinaciones.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 236
 
 
Las ECM que experimentan niños muy pequeños —de tres, cuatro o cinco años— son especialmente reveladoras por varias razones: • Esos niños no han sido aún culturizados con los conceptos de muerte, espiritualidad ni religión. • Ni siquiera son capaces de comprender bien qué significa morir. • Nunca tendrían alucinaciones con un contenido tan ajeno a ellos. Sin embargo, ¡los niños explican la misma experiencia una y otra vez! Se ven desde una posición elevada fuera del cuerpo, recorren un túnel y aterrizan en una dimensión gloriosa en la que familiares los reciben con amor. En ocasiones son personas desconocidas para ellos, y sólo después descubren que eran abuelos fallecidos antes de su nacimiento.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 238
 
 
EL ORIGEN DE LA ESPIRITUALIDAD
 
Las ECM son experiencias abrumadoras que transforman a las personas y, como hemos visto, se han producido desde el principio de la humanidad.
 
Desde el inicio, el ser humano ha intentado explicar esta experiencia, que, por otro lado, es inefable. Es imposible ponerla en palabras. Es tan inconmensurable que la gente suele decir: «Me resulta imposible describir lo que viví; puedo poner algunas metáforas, explicarlo de alguna manera, pero me voy a quedar ridículamente corto».
 
Muchas veces, la persona sabe que lo que se percibe allí, las entidades que le salen al paso, son más una representación que la cosa exacta. Es decir, los seres de luz se les presentan con una forma estereotipada de Jesucristo, Buda, un señor con barba o un ángel, algo que pueden integrar. Pero, en realidad, podrían aparecerse de cualquier otro modo. Escogen esas personalidades para poder comunicarse mejor.
 
Sin embargo, el mensaje que expresan es siempre el mismo: el objetivo de la vida es aprender a amar. Y, no por casualidad, ése es el contenido de todas las religiones.
 
Otra característica de las ECM es la cualidad hiperrealista de lo vivido. A diferencia de los sueños o las alucinaciones, lo que se percibe es «más real que la realidad de la Tierra». Con frecuencia, las personas afirman que los colores, las formas, los olores y las percepciones eran especialmente claros. Esa característica es extraña para nosotros: ¿qué puede ser más real que la realidad?, ¿qué diantres puede significar eso? Así son las ECM: experiencias totalmente diferentes, ajenas a este mundo.
 
Tras regresar de las Américas, los conquistadores españoles también tuvieron problemas para describir unos paisajes y unas formas de vida tan diferentes. Les pasó lo mismo a los indígenas aztecas: describían los barcos europeos como montañas que navegaban, y pensaban que el caballo y el jinete eran una misma entidad, un dios poderoso y temible.
 
El médico norteamericano Jeffrey Long, investigador de las ECM, aporta en su libro Evidencias del más allá este relato de una persona que regresó de la muerte:
 
Los colores en el otro lado son los más brillantes que puedas imaginar. Los colores más vivos de la Tierra son apagados en comparación con la brillantez y la claridad de los colores allí.
 
Para el doctor Long, la cualidad hiperrealista de las ECM es una evidencia más a favor de su existencia, ya que, en un momento en el que el corazón está detenido y el cerebro apenas tiene actividad, ejercer una función cognitiva tan precisa y elaborada es simplemente imposible.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 242
 
 
Las personas que vivencian una ECM con frecuencia tienen una experiencia extracorpórea, esto es, sienten que salen de su cuerpo físico para situarse en una posición elevada desde donde presencian lo que sucede. Muchas veces ven y oyen lo que dicen los médicos y enfermeros en la sala de operaciones. Este fenómeno es el que ofrece una mayor oportunidad de verificación. Si la experiencia es real, el personal médico podrá ratificar lo que la persona ha visto y oído. Si es una alucinación, será pura fantasía y no coincidirá con la realidad de lo que sucedió mientras la persona estaba en parada cardiaca. ¿Cuál fue el resultado? En innumerables ocasiones, lo que la persona vio y oyó fue ratificado con exactitud por el personal médico, para estupefacción de todos. Uno de esos casos es realmente espectacular. Se trata de la ECM de Pam Reynolds mientras se le efectuaba una peligrosa operación intracraneal. En el documental que he mencionado antes en el que aparecía la invidente Vicky también se describe la experiencia de Pam, con entrevistas a ella misma y a su cirujano. Pam era una madre de treinta años, cantante profesional a finales de los ochenta, una mujer espectacular, alta, hermosa y llena de energía (físicamente parecida a Sheryl Crow). De la noche a la mañana, empezó a experimentar dolores de cabeza descomunales. Las pruebas revelaron que tenía un enorme aneurisma: la pared de una arteria del cerebro se había debilitado y había producido una especie de globo lleno de sangre. Algo así como una gran burbuja en la goma de un neumático defectuoso. El aneurisma podía reventar en cualquier momento y provocarle la muerte inmediata. Su médico no podía hacer nada, ya que el aneurisma estaba alojado en la parte trasera e inferior del cerebro, un lugar de imposible acceso. Le esperaba una muerte anunciada. Sin embargo, en la otra punta del país había un especialista que estaba dispuesto a intentarlo: el doctor Robert Spetzler, director del Barrow Neurological Institute en Phoenix, Arizona. El doctor Spetzler era pionero en una nueva técnica llamada «parada cardiaca hipotérmica» o «para en seco», con la que se podía intentar la operación. Esta técnica consiste en disminuir la temperatura corporal a unos gélidos quince grados, detener el corazón y extraer la sangre de la cabeza. Es decir, tener a la paciente muerta durante cuatro minutos para quitar el aneurisma, cerrar el cráneo y poner en marcha el cuerpo de nuevo. Exactamente a las 8.40 de un día de agosto de 1991 empezó la operación. Se le aplicó una anestesia completa y el cirujano abrió el cráneo. La experiencia de Pam fue la siguiente:   Con la anestesia, me dormí totalmente. Pero, de repente, atención: ¡oí un sonido! Se supone que estaba totalmente apagada, pero no. En notación musical, ese sonido era un re. Mientras lo oía, sentí que salía de mi cuerpo por la parte superior de la cabeza. Y cuanto más ascendía fuera del cuerpo, mejor oía el sonido. Miré hacia abajo y vi varias cosas en la sala de operaciones. Nunca en mi vida había estado tan consciente de todo, tan atenta... Me hallaba encima del hombro del doctor Spetzler y mi visión era más clara, brillante y focalizada de lo normal. Me sorprendió ver tanta gente en la sala de operaciones y tantas cosas que desconocía. Recuerdo que me llamó la atención que me habían afeitado la cabeza de una forma peculiar. Yo pensaba que me iban a rapar toda, pero no, me habían afeitado sólo una zona. Comprobé que el sonido que oía provenía de la sierra del cirujano. Parecía un cepillo eléctrico. También vi una curiosa cajita con varias hojas de sierra diferentes, como la caja de brocas de un taladro. Efectivamente, como atestiguó un sorprendido doctor Spetzler, así eran la moderna sierra que empleó, el corte de pelo y el resto de los increíbles detalles que observó la paciente. Pero hubo otra percepción de Pam que dejaría helados a los médicos. Mientras el doctor Spetzler le abría la cabeza, otra cirujana localizaba la arteria femoral en el muslo derecho. Su intención era extraer por allí la sangre del cerebro para evitar un sangrado durante el procedimiento, pero se encontró que la arteria era demasiado estrecha para la máquina del baipás cardiopulmonar y decidieron hacerlo por la pierna izquierda. Pam diría después:   Alguien dijo que mi arteria era muy pequeña. Era una voz femenina. Creo que era la doctora Murray, la cardióloga, pero no estoy segura porque llevaba el gorro y la mascarilla. Recuerdo que me fijé en la máquina cardiopulmonar. Y no me gustó nada el respirador. Había un montón de maquinaria y cableado a mi alrededor... Entonces sentí una sensación como que tiraban de mí, aunque no en contra de mi voluntad. Yo deseaba ir hacia ese lugar. Era como ir rapidísimo en un ascensor. Era como un túnel, pero realmente no lo era. Es muy difícil de explicar. Dentro de ese túnel, oí que me llamaba la voz de mi abuela, aunque no escuchaba con los oídos. Era una audición mucho más clara. Sentía que ella quería que me acercase y así lo hice. El túnel era oscuro y al final había una pequeña luz. A medida que me acercaba iba haciéndose más y más grande. La luz era increíblemente brillante, como estar sentada dentro de una bombilla. Empecé a distinguir unas figuras. Estaban cubiertas de luz y también emanaban luz. Ellas mismas eran luz. Comenzaron a tomar cuerpo. Las reconocía. Una de ellas era mi abuela. Todo el mundo que vi allí adoptaba la forma de su mejor momento vital. Al menos, para mi entendimiento. Reconocí a un montón de personas. Mi tío Gene estaba allí. Y también mi tía Maggie. De la parte de mi padre, estaba mi abuelo. Estaban allí por mí, para cuidar de mí. Pero no me permitieron ir más allá. Me comunicaron —aunque no con palabras— que, si llegaba a la luz, algo cambiaría en mí y no podría volver al cuerpo físico. Así que no me dejaron. Yo quería ir hacia la luz, pero también deseaba regresar. Tenía niños que criar. Entonces mis familiares me nutrieron con algo. No a través de la boca, sino a través de una forma de luz. Ese alimento me fortalecía. Al final, mi abuela me comunicó que tenía que volver ya mismo y que me acompañaría mi tío. Regresamos a través del túnel y pude ver mi cuerpo de nuevo. En ese momento, me dio mucha grima meterme en él porque estaba hecho unos zorros. Ese cuerpo parecía muerto, cubierto casi por completo por una tela. Mi tío me dijo que tenía que saltar encima como si me tirase a una piscina. No tenía ningunas ganas de hacerlo y me hacía la remolona. Imagino que se hacía tarde o algo así, porque mi tío terminó por empujarme. Sentí tanto un empuje desde el túnel como una absorción por parte del cuerpo físico, y entré. Fue como meterse en agua helada. ¡Dolía! Justo antes de entrar oí que en el quirófano estaban escuchando música. Era la canción «Hotel California». Esto es lo que experimentó Pam aquel día, mientras estaba clínicamente muerta en la mesa de operaciones. Recordemos que el complicado procedimiento requería pararle primero el corazón y luego extraerle la sangre del cerebro. En el momento de su viaje extracorpóreo y todo lo demás, Pam tenía las líneas de monitorización del corazón y el cerebro completamente planas. Pam estaba todo lo clínicamente muerta que se puede estar. Todos los detalles que percibió los corroboró el equipo médico. La sierra que empleó el doctor Spetzler era un moderno aparato que, efectivamente, parecía un cepillo eléctrico. El estuche de las cuchillas era tal como lo describió Pam. Y todo ese aparataje no estaba a la vista de la paciente antes de iniciarse el procedimiento, ya que se mantiene cerrado y estéril hasta el último momento. Asimismo, el quirófano estaba ocupado por muchas personas, entre varios médicos y enfermeros. Y fue la doctora Murray la que pronunció las palabras que oyó Pam. Y la canción que sonaba en el momento en que sintió que reentraba en su cuerpo era, cómo no, «Hotel California». Esto es lo que dijo el doctor Spetzler, una eminencia médica, de la ECM de Pam: Nada en la Tierra puede explicar que la paciente pudiese presenciar lo que presenció. Estaba anestesiada. No funcionaban ni su corazón ni su cerebro. Y tenía los ojos tapados con esparadrapo y los oídos taponados con unos micrófonos especiales para monitorizar la función cerebral (que estaba a cero). Pero después de tantos años trabajando entre la vida y la muerte, ya no soy tan arrogante como para decir que eso es imposible.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 244
 
 
Existe un proyecto de investigación liderado por el doctor Sam Parnia en el que se planea colocar unos paneles de colores, con signos ocultos, en la parte alta de las salas operatorias para ratificar si las personas pueden distinguirlas en sus experiencias extracorpóreas. Sólo flotando de verdad, a la altura del techo, se podrán distinguir esos signos que quedan fuera de la visión normal, por encima de la lámpara operatoria. Este estudio pretende ser un paso más en la verificación de la maravillosa aventura de las ECM.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 249
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Los niños muy pequeños también tienen ECM, lo cual es una prueba clave de que no son alucinaciones.
• Los invidentes al nacer ven por primera vez en imágenes, lo cual es otra prueba de que no están alucinando, ya que ellos, en caso de alucinar, no emplearían nunca imágenes.
• Las ECM son el germen de las religiones. Es decir, la espiritualidad se basa en una experiencia universal, no en una fantasía para eliminar temores.
• Se ha verificado que lo que vio y oyó la persona «muerta» al salir del cuerpo durante una ECM realmente se produjo en la sala de operaciones o en el lugar del accidente, hecho incompatible con la teoría de la alucinación.
• El análisis objetivo y sin prejuicios de las ECM arroja, por ahora, el veredicto de que NO son alucinaciones.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 250
 
 
Uno de los mensajes que suelen recibir quienes experimentan una ECM es que el objetivo de la vida es aprender a amar. Se trata de una misiva contundente e imperiosa. Y a la hora de superar un duelo es un mandato muy beneficioso. Si eso es cierto —si la misión es aprender a amar—, cuando perdemos a un ser querido no hay tiempo que perder: debemos dirigir nuestro amor hacia el resto de la humanidad. Ese vacío de amor que nos deja la pérdida es, en realidad, un llamamiento a que lo rellenemos con esa misión. Y podemos empezar por amar más intensamente que nunca al resto de nuestros seres queridos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 251
 
 
Amar más y mejor: ése es el objetivo de la vida. Para empezar, a los que tenemos cerca: familiares, pareja, amigos. Y, por supuesto, también al resto de la comunidad de seres humanos. Se trata de una misión urgente y candente. El amor que vivimos con la persona querida puede servirnos de inspiración y modelo para esa maravillosa tarea. Ese amor no se ha perdido. Sigue más vivo que nunca porque será la horma desde la que construiremos el amor que desplegaremos hacia todos los demás. Y recordemos que dentro de nada nos reencontraremos con nuestro ser querido y nos hará la misma pregunta: «¿Has amado bien?». Llenos de orgullo, le contestaremos: «¡Sí! ¡Fíjate en todo lo que he hecho durante este tiempo!».
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 255
 
 
Si ponemos sobre la mesa todas las pruebas a favor y en contra de las ECM, siendo objetivos e imparciales, tenemos que concluir que no son alucinaciones. Por lo tanto, se trata de un fenómeno real.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 255
 
 
A estas nuevas ideas sobre el funcionamiento de la consciencia se las agrupa bajo la teoría de la consciencia no local, que afirma que nuestra consciencia no está situada en un lugar concreto —el cerebro—, sino en una suerte de «nube», un lugar indeterminado y global que pervive eternamente.
 
Muchos científicos con unos conocimientos e inteligencia muy por encima de la media coinciden con sir Roger Penrose y se suman a la hipótesis no local. A continuación, mencionaré a algunos, aunque hay muchísimos más.
 
Se trata de una lista un tanto larga (veintidós nombres), pero prefiero arriesgarme a aburrir un poco a cambio de demostrar que la hipótesis de la consciencia no local no es ninguna tontería. Todos estos científicos, mentes estelares en sus campos, creen en la pervivencia de la consciencia por razones no de fe, sino de ciencia.
 
• Alexis Carrel, premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1912 por su trabajo en la sutura vascular y el trasplante de vasos sanguíneos y órganos. Carrel creó el método para el trasplante de órganos del cuerpo de un ser humano a otro.
 
• Antony Hewish, premio Nobel de Física de 1974 por el descubrimiento de los pulsares.
 
• Arno Penzias, premio Nobel de Física de 1978 por el descubrimiento de la radiación del fondo cósmico de microondas, que apoyaba la teoría del big bang sobre la creación del universo.
 
• Arthur Holly Compton, premio Nobel de Física de 1927 por su descubrimiento del efecto Compton, es decir, el cambio en la longitud de onda de los rayos X al colisionar con los electrones.
 
• Arthur Schawlow, premio Nobel de Física de 1981 por su contribución al desarrollo de la espectroscopiia láser y el estudio de la interacción de la radiación electromagnética con la materia.
 
• Charles Hard Townes, premio Nobel de Física en 1964 por su trabajo en el campo de la electrónica cuántica, que ha llevado a la construcción de amplificadores basados en el principio del máser-láser.
 
• Christian Anfinsen, premio Nobel de Química en 1972 por su trabajo sobre la ribonucleasa, especialmente en relación con la conexión entre la secuencia de aminoácidos y una conformación biológicamente activa.
 
• Derek Barton, premio Nobel de Química en 1969 por su contribución al desarrollo del análisis conformacional, el estudio de la estructura geométrica tridimensional de moléculas complejas.
 
• Ernst Chain, premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1945 por el descubrimiento de la penicilina y su efecto curativo en varias enfermedades infecciosas.
 
• Erwin Schrödinger, premio Nobel de Física de 1933 por el desarrollo de la ecuación de Schrödinger, uno de los fundamentos de la mecánica cuántica. También hizo aportaciones en el campo de la visión y la percepción del color.
 
• Francis Collins, director del proyecto de secuenciación completa del genoma humano, exdirector del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano y director de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
 
• George Wald, premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1967 por su trabajo sobre la bioquímica de la visión.
 
• Isidor Isaac Rabi, premio Nobel de Física de 1944 por su trabajo sobre las propiedades magnéticas de los núcleos atómicos.
 
• John Eccles, premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1963 por establecer la relación entre la inhibición de las células nerviosas y la repolarización de la membrana celular. Eccles es uno de los grandes neurofisiólogos del siglo XX y uno de los fundadores de la electrofisiología moderna.
 
• Joseph E. Murray, premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1990 por su trabajo en el trasplante de órganos. Fue el primero en llevar a cabo trasplantes de riñón.
 
• Joseph Hooton Taylor, Jr., premio Nobel de Física en 1993 por el descubrimiento del primer púlsar binario conocido.
 
• Nevill Mott, premio Nobel de Física de 1977 por sus investigaciones sobre las propiedades magnéticas y eléctricas de semiconductores no cristalinos.
 
• Richard Smalley, premio Nobel de Química de 1996 por el descubrimiento del fulereno —la tercera forma elemental del carbono, junto con el grafito y el diamante—. Se le considera el padre de la nanotecnología.
 
• Robert Andrews Millikan, premio Nobel de Física de 1923 por su trabajo sobre la carga eléctrica elemental y el efecto fotoeléctrico. También determinó la carga del electrón y verificó la ecuación fotoeléctrica de Einstein.
 
• Walter Kohn, premio Nobel de Química en 1998 por el desarrollo de la teoría funcional de la densidad, que transformó la manera de entender la estructura electrónica de átomos y moléculas.
 
• Werner Heisenberg, premio Nobel de Física en 1932 por la creación de la mecánica cuántica, cuya aplicación llevó al descubrimiento de las formas alotrópicas del hidrógeno, entre otros.
 
• William D. Phillips, premio Nobel de Física en 1997 por el desarrollo de métodos para enfriar y atrapar átomos usando luz de láser.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 257
 
 
Existe la idea errónea de que la ciencia es una disciplina materialista y atea de forma unánime, pero no es así. Especialmente, los estudiosos que intentan explicar el fundamento y funcionamiento de la consciencia coinciden en que ésta no puede explicarse desde el paradigma materialista. Los escépticos creen que la negación del más allá es lo más inteligente, que la hipótesis de la pervivencia es sólo un pensamiento supersticioso. Nada más alejado de la realidad. Cientos de los más grandes científicos, atendiendo a los principios de la física cuántica y las características únicas de la consciencia, defienden la teoría de la pervivencia de la consciencia
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 261
 
 
Ante un duelo difícil, recomiendo imitar a Mar:
 
• Leer libros sobre el fenómeno de las ECM, especialmente los que incluyen relatos de primera mano.
• Ver testimonios en YouTube.
• Hacerlo el máximo tiempo posible, en forma de inmersión.
Hasta el momento, estos son los tres libros que considero más reveladores:
• Evidencias del más allá, de Jeffrey Long y Paul Perry.
• Consciencia más allá de la vida, de Pim van Lommel.
• Vida después de la vida, de Raymond A. Moody, Jr.
 
Y, secundariamente, los diferentes libros de los siguientes investigadores:
 
• Sam Parnia.
• Kenneth Ring.
• Michael Sabom.
• Bruce Greyson.
• Eben Alexander.
• Anita Moorjani.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 255
 
 
En este capítulo hemos aprendido que:
 
• Las ECM nos transmiten el mensaje de que esta vida es una escuela de amor.
• Lo invisible es lo normal en la naturaleza. El hecho de que no captemos la pervivencia de la consciencia es natural.
• Provocarse una pequeña ECM es leer muchos relatos de ECM hasta que nos convenzamos profundamente de la pervivencia de la consciencia. Es la forma más potente de superar un duelo o el temor a la propia muerte.
 
• La muerte no es mi departamento, no es algo que me preocupe porque no depende de mí. Yo me ocupo sólo de la vida.
• El amor que tuvimos por nuestros seres queridos fallecidos no se ha perdido: podemos transmitirlo a los demás seres humanos.
 
Tomada del libro No hagas montañas de granos de arena (y todo son granos de arena) de Rafael Santandreu, página 268
 
 
 
 
 
 
 

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