Santiago Montero

La Astrología en la Hispania Romana

Un Estado de la Cuestión
Universidad Complutense de Madrid
Homenaje al profesor Aurelio Pérez Jiménez de sus discípulos, colegas y amigos

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Resumen

Se ofrece por primera vez una visión de conjunto sobre la implantación de la astrología en la Hispania romana. Se recogen para ello los testimonios públicos y privados, se analiza la difusión de la astrología en la Península a través del mitraísmo y el priscilianismo y se estudia el confl icto de esta técnica adivinatoria con el cristianismo.

1. Introducción

Como sincero homenaje al profesor Aurelio Pérez Jiménez trataré un aspecto de la astrología antigua, un ámbito en el que es maestro y sobre el que ha escrito páginas decisivas.

La implantación de la astrología en Roma e Italia a lo largo del siglo II a.C. es contemporánea de la conquista romana de Hispania1. Parece lógico pensar que fueron los propios romanos e itálicos que llegaron a la Península Ibérica (soldados, comerciantes, administradores, gobernadores y su entorno) quienes traen la astrología consigo, implantándola poco a poco. Para J.P. Martin, esta “ne serait, en fait, qu’un épisode de la romanisation”.

1 Sobre la llegada de la astrología a Roma, cf. el cap. II.1, “The arrival of Astrology in the Latin World (150-170 B.C.)”, de Cramer, 1954: 44-49, así como el cap. 3 de Green, 2014. No se ha estudiado hasta la fecha la implantación de la astrología en Hispania y será necesaria una revisión y actualización periódicas. El presente trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto “Santuarios oraculares, ritos y prácticas adivinatorias en la Península Ibérica durante la Antigüedad” del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
Los pueblos prerromanos de la Península Ibérica que entraron en contacto con Roma ya preveían entonces la llegada de los solsticios solares, las fases lunares, los movimientos cíclicos no solo para medir el tiempo sino también para hacer coincidir estos fenómenos astronómicos con la siembra, la recolección, los trabajos de la ganadería y todos ellos, a su vez, con ritos religiosos. Muchas de sus construcciones se realizaban conforme a una orientación astronómica, como prueban los estudios publicados en los últimos años en nuestro país sobre arqueoastronomía. Sabemos, además, que los pueblos peninsulares, sobre todo entre los celtas, se caracterizaban por sus creencias astrales cuyos símbolos, visibles en monumentos y estelas funerarias, son representación de la morada celestede las almas, de lo que a veces se ha llamado un “paraíso sideral”. Tales tradiciones y creencias pudieron haber favorecido la expansión de esta nueva práctica adivinatoria en suelo peninsular si bien los testimonios hallados hasta la fecha no permiten afirmar que gozara de arraigo antes del cambio de era, intensificándose durante la dinastía Antonina y en los siglos de la Tarda Antigüedad y allanando de esta forma el camino a la exitosa implantación de la astrología en la Península durante la dominación árabe y la Alta Edad Media.

2. Astrología y política

La primera característica de esta astrología greco-romana importada de Italia es su estrecha relación con el poder, tanto político como militar. Buena parte de los testimonios que han llegado hasta nosotros están ligados a la figura de Augusto y en concreto, a su signo zodiacal, Capricornio, el signo que regía no solo la fecha de su concepción, sino, como recientemente se ha propuesto, también la de su nacimiento y que simbolizaba el retorno de los Saturnia regna, la Edad de Oro que Augusto pretendía inaugurar. Desde las instancias oficiales no se ocultaron en Hispania las preferencias del nuevo régimen del Principado por la astrología. Me permito recordar varios testimonios de primer orden. En primer lugar, un aureus conservado en el Museo Arqueológico Nacional, conocido como el “cuaternión de Augusto”. Se trata de un documento de excepcional importancia, una pieza única de gran calidad artística, que añade a la finalidad propagandística de toda moneda el valor conmemorativo de la conquista de Egipto como nos recuerda el hipopótamo y la leyenda del reverso. En el anverso, además del retrato del emperador, aparece un pequeño capricornio bajo el corte del cuello junto a la leyenda AVGVST · COS · VII – IMP · CAESAR · DIVI · F · por la que sabemos que la pieza se acuñó en el año 27 a.C., quizá en los talleres de Pérgamo, fecha en la que Octavio es proclamado emperador y recibe el título de Augusto y en la que llega a Hispania para asumir personalmente la dirección de la guerra. Debemos no obstante manejar con cautela dicha acuñación como fuente de estudio pues, por su alto valor, debió de acuñarse con el fin de servir como pieza de ostentación, como presente diplomático o como obsequio para personas cercanas al emperador, funcionarios u oficiales de alto rango. La vinculación del nuevo emperador con el signo de Capricornio reaparece con más fuerza aún poco tiempo después en varias emisiones de ciudades de la Bética. En 18-17/16 a.C., Colonia Patricia (Córdoba) emite denarios con la cabeza de Augusto en el anverso mientras en el reverso aparece una mujer con cabeza radiada (Sol, Aurora o Céfiro) sobrevolando por encima de un capricornio a derecha que porta un timón en la espalda. Entre ambos en el campo: AVGVSTVS. Entre los años 17 y 15 a.C., es decir, coincidiendo con el tercer viaje de Augusto a Hispania (16-13 a.C.), Colonia Patricia realiza otra emisión con la cabeza de Augusto en el anverso mientras el reverso se reserva enteramente a Capricornio sosteniendo el globo y la cornucopia. Tarraco acuña también denarios en 17-16 a.C. con Capricornio llevando cornucopia en la espalda y portando globo y timón y la leyenda AVGVSTVS. Por su parte Italica emite denarios hacia 14-13 a.C. en los que se ve a Capricornio llevando cornucopia y, entre sus patas, el globo y el timón.

No sabemos si los fundadores de colonias en la Hispania de César y Augusto, como es el caso especialmente de Carthago Nova, Augusta Emerita o Caesaraugusta, se limitaron a establecer orientaciones astronómicas o hicieron circular también sus horóscopos a imagen del de Roma levantado por Tarutius de Firmum hacia el 45 a.C.

Debemos conformarnos pues con otros aspectos no menos interesantes. Así, recientes estudios ponen de manifiesto que la cávea del teatro de Carthago Nova era iluminada por el Sol naciente del solsticio de invierno en la dirección del eje del graderío, donde pudo haberse erigido un templo; en época de Augusto, dicho fenómeno ocurría cuando el Sol se hallaba en la constelación de Capricornio, que se vería aparecer por esa parte del edificio desde la escena, acentuándose de esta forma el vínculo con el Princeps. En efecto, en Carthago Nova, se constata el vínculo entre la constelación de Capricornio y el edificio teatral, consagrado a la Tríada Capitolina y al emperador y su familia y así, A.C. González (et al.) escriben lo siguiente: “De la retícula augustea regularizada, y en concreto, en la ladera septentrional del Cerro de la Concepción, se construyó el teatro inaugurado entre los años 5 y 1 a.C. Se aprovechó el trazado urbano y su orografía para conseguir que el eje axial del edificio – dedicado a los nietos y sucesores de Augusto, Cayo y Lucio césares – y el pulpitum y la frons pulpiti sacralizados con tres altares neoáticos con relieves alusivos a la Tríada Capitolina se asociasen con la salida del sol en el solsticio de invierno. Este evento ocurría en época de Augusto cuando nuestra estrella estaba en Capricornio, la constelación estelar en que había sido concebido. No sería de extrañar que el signo zodiacal del Princeps, ampliamente desplegado en todo tipo de soportes figurativos y conocido en Carthago Nova en una interesante serie de antefijas decoradas con evocaciones de la Victoria Augusta y capricornios quizás procedentes del porticus dúplex adyacente al foro estuviese presente de esta forma en uno de los primeros edificios teatrales dedicados a la gloria del primer emperador y su familia. Además, ello asociaba su imagen con la del sol que vencía a la oscuridad durante el solsticio de invierno, remarcando así su condición de gobernante de origen celeste, restaurador del orden e impulsor de una nueva era de la humanidad”. Por su parte S. Ramallo cree que las citadas antefijas con máscara y con Victoria con trofeo flanqueada por capricornios pertenecientes a uno de los edificios del foro “aluden indudablemente a la victoria de Actium”.

Pero, como ya se ha dicho, también el poder militar exhibió símbolos astrológicos sobre todo a partir de las últimas fases de las guerras cántabras y lo hizo recurriendo nada menos que a la inclusión de ciertos signos zodiacales en los estandartes de sus legiones a los que se les dio así visibilidad en sus desplazamientos. Hace unos años se planteó la posibilidad de que la legio II Augusta naciera el año 27 a.C., coincidiendo con la concesión del título de Augusto al Príncipe; el Capricornio, que aparece en el emblema de la legión junto a Pegaso y Marte, vendría en apoyo de esta hipótesis. Sin embargo debemos tomar con cautela dicha posibilidad pues si nos centramos en las legiones localizadas en Hispania se advierten, además, signos zodiacales en la legio IV Macedonica (Toro y Capricornio), legio VI Victrix (Toro, Venus Victrix, Victoria con águila), legio X Gemina (Toro) y legio XX Valeria Victrix (?) (jabalí y capricornio). Se ha dicho con frecuencia que las legiones en las que aparece el toro como emblema tendrían un origen cesariano, ya que el toro es el signo del zodíaco, el cual estaba consagrado a Venus, diosa de la gens Iulia, mientras que las legiones que tienen a Capricornio como distintivo tendrían un origen augústeo, porque dicho signo posee una importante relación con la concepción de Augusto el 23 de diciembre. A. Morillo no excluye que la legio VII recibiera el apelativo de Gemina en alusión a Géminis, el signo astrológico.

No obstante, conviene tener presente que muchas legiones pudieron llevar el signo zodiacal en sus signa militaria en recuerdo del nacimiento de la legión; Capricornio aparece en el invierno cuando muchas legiones se reclutan de cara a la primavera siguiente.

El culto imperial fue también un excelente marco para que los devotos pusieran de manifiesto aquellas especulaciones astrológicas gratas al poder político. Recientemente he tratado de demostrar la importancia que tuvo en Roma la aportación de la adivinación al culto imperial. Reduciendo el problema a Hispania y a la práctica astrológica nos encontramos en este ámbito con el conocido altar de Trigueros. Se trata de un altar de cuerpo cilíndrico dedicado a Augusto, hoy en el Museo Arqueológico de Sevilla, reutilizado como brocal de pozo, y que fue hallado en Trigueros (Huelva). Realizado en mármol, tiene molduras decoradas y relieves de cuatro erotes desnudos que sostienen sobre sus hombros una gruesa guirnalda de hojas de laurel y, entre ellos, cuatro animales correspondientes a signos zodiacales: león (Leo), carnero (Aries), capricornio (Capricornio) y centauro (Sagitario). Bajo el borde superior, podemos leer una dedicatoria en la que se recuerda que Cayo Sempronio Próculo Serviliano, y su hijo Cayo Sempronio Serviliano, de la tribu Galeria, regalaron este monumento a Augusto, y Sempronia Anulina lo dedicó.

El Principado de Augusto, Hispania y la astrología fueron vinculados entre sí por la poesía de época augústea. En Horacio el adjetivo hesperius aparece en dos Odas, II, 17, 20, y IV, 15, 16 y en ambas circunstancias el poeta se refiere con él claramente a Hispania. Así, en la primera, Cur me querellis exanimas tuis?, se lamenta Horacio de la enfermedad y del temor a la muerte de su amigo Mecenas, con quien quiere compartir muerte y vida, sea cual sea el signo zodiacal en que haya nacido: Seu Libra seu me Scorpios adspicit / formidolosus, pars violentior / natalis horae, seu tyrannus / Hesperiae Capricornius undae…

Tampoco Manilio, poco después, olvidará a Hispania en su tratado astrológico. Las distintas regiones del mundo conocido son puestas bajo la protección de cada uno de los signos zodiacales y bajo Capricornio se encuentran Hispania, Galia y Germania: “Tú, Capricornio, gobiernas lo que está situado bajo el poniente y lo que desde allí toca a la helada Hélice, así como los pueblos de Hispania y cuantos cría la rica Galia” (Astron. IV 793-794). El hecho de que Hispania – el occidente europeo – y Augusto compartan el mismo signo zodiacal quizá explique las emisiones monetarias de Colonia Patricia, Tarraco e Italica.

Nada sabemos sobre los efectos que los edictos que ordenaron la expulsión de los astrólogos de Roma e Italia tuvieron sobre Hispania y otras provincias. H. Cramer contabiliza trece expulsiones entre los años 139 a.C. y 93 d.C. Es posible que muchos de ellos buscaran refugio en diversas provincias del Imperio. Así, el célebre astrólogo Pámmenes fue desterrado a Cerdeña en el año 66 d.C. y de los astrólogos expulsados de Roma por Domiciano algunos estudiosos han pensado que se establecieron “en las extremidades más occidentales de la Galia” donde transmitieron los conocimientos que habían adquirido. Recordemos que todavía el Código Teodosiano, en el capítulo IX, 16 (De malefi cis et mathematicis et ceteris similibus), reafirma una serie de leyes promulgadas a partir de Constantino, que prohíben estas prácticas y amenazan con castigos que podían llegar a la pena de muerte (del año 358). Desconocemos en cualquier caso la presencia de astrólogos en Hispania y desde luego  de uno como Crinas de Marsella lo fue para la Galia y carecemos de hallazgos en nuestro suelo semejantes a las tablas astrológicas de Grand (Vosges)25. Todo ello quizá refleje la débil implantación de la astrología en Hispania así como un temor a la represión de las autoridades que obligaba a ejercerla en la clandestinidad. Conviene, no obstante, no olvidar, que dentro del sacerdocio ofi cial también se constata la casi total ausencia de augures y arúspices en la Península Ibérica. Tampoco podríamos descartar que la práctica astrológica fuera en parte acaparada al menos en los últimos siglos por quienes practicaban la magia.

25 Sobre Crinas Massiliensis: Plin., N. H. XXIX 3. Cf. Bouché-Leclercq, vol. IV, 1899, n. 2; 532, n. 3; 564, y el capítulo sobre “La Médecine astrologique” (pp. 517-542). Sobre las tablas: Abry, 1993. Sobre la astrología galo-romana, cf. con anterioridad los viejos trabajos de Ville de Mirmont, 1902, 1903 y 1904. En Francia ha sido hallado recientemente un interesante bronce astrológico: Devevey et al., 2007.

Por todo ello, merece ser recordado el astrólogo Ptolomeo Seleuco, originario de Alejandría, procedente del círculo de Popea, al que Tácito (Hist. I 22, 2) define como Othoni in Hispania comes y a quien aseguró – todo hace pensar que en la Lusitania, donde Otón vivía exiliado – que “sobreviviría a Nerón” (cum superfuturum eum Neroni promisisset) y llegaría a gobernar en Roma (ut in imperium adscisceretur), lo que acabaría cumpliéndose el 15 de enero del 69.

Esto nos lleva a preguntarnos si otros futuros emperadores o gobernadores provinciales “nourris d’astrologie” que estuvieron en Hispania no trajeron también sus propios astrólogos consigo como parte de su séquito. Así, podríamos apuntar al propio Augusto, que permaneció varios años en la provincia, o más tarde a Septimio Severo de quien sabemos que si bien permaneció poco tiempo en la Bética, porque estaba siendo saqueada por los mauri, entre los años 178-181 ocupó en Hispania el puesto de legatus Augusti iuridicus Asturiae et Callaecia.

El siglo II d.C. debió ser una época en la que no pocos magistrados y senadores hispano-romanos recurrieron a la astrología horoscópica. La Historia Augusta menciona un pronóstico astrológico favorable a las aspiraciones al poder de Adriano por parte de su tío abuelo Elio Adriano, de quien se destaca su peritia caelestium callante. Cabe pensar que dicho pronóstico estaba destinado a alimentar tanto las ambiciones de la gens como que las del propio Adriano. El autor de la Vita sitúa el episodio en últimos años de Domiciano (extremis Domitiani temporibus) cuando Adriano debía contar 20 años y seguramente aún no contemplaba su llegada al trono. Es interesante observar que el pronóstico astrológico silencia sin embargo a Ulpio Trajano pese a ser entonces el más eminente miembro de la gens, quizá porque siempre se desinteresó por la astrología de su tiempo. Desgraciadamente nada sabemos de este pariente del emperador, ni siquiera si vivía en la Bética, pero los orígenes y la procedencia italicense de la gens y por tanto del personaje merecen ser recordadas. Llama la atención la dedicación de ciertos miembros de la élite social romana, e Hispania no debió ser una excepción, a la ciencia astrológica, sea en calidad de aficionados o expertos, con el fin de levantar horóscopos de los más notables de la familia. En este caso el tío de Adriano parece haber sido un experto pues el término callens reaparece en la HA solo en relación a la mathesis de Septimio Severo.

No podemos olvidarnos de los célebres tres horóscopos recopilados por el astrólogo Antígono de Nicea (probablemente poco después de la muerte del emperador Adriano, bajo el reinado de Antonino) y conservados por Hefestión de Tebas (Apotelesmatika II), sobre los cuales A. Caballos nos dejó hace años un clarividente y precursor artículo y recientemente S. Heilen una monografía. Aunque no se nos dice a quiénes pertenecían, la mayor parte de los estudiosos han reconocido los de Adriano, Pedanio Fusco y quizá P. Acilio Attiano, los tres senadores hispano-romanos. Del primero es sobradamente conocida su temprana entrega a la astrología hasta transformarse en un astrólogo profesional. Del joven Pedanius Fuscus sabemos que era originario de Barcino, hijo de Julia, una sobrina de Adriano (sobrino nieto suyo, por tanto) y de Cn. Pedanius Fuscus Salinator y compartió el consulado en 118 con el emperador. Su abuelo materno, Julio Serviano, esposo de su hermana Domitia Paulina (cuñado de Adriano, por tanto), alcanzó el raro honor de un tercer consulado en 134 por lo que muchos no descartaban su nombre como sucesor. El horóscopo de Adriano dice, sin dar nombres, que el emperador tenía algunos adversarios y que conspiraron contra él (πολλοὺς ἀντιδίκους καὶ ἐπιβούλους) si bien pudo finalmente prevalecer sobre sus enemigos (τὸ δὲ περιγενέσθαι τῶν ἐχθρῶν τῶν τοιούτων). En el horóscopo de Adriano no se especifica la identidad de aquellos parientes con quienes el emperador estaba en desacuerdo, pero dicha discordia es explicada en términos astrológicos por la posición de los planetas en el zodiaco. Respecto a Acilio Atiano, originario de Itálica, prefecto del pretorio en los primeros años del reinado de Adriano, su enemistad con Adriano se hizo patente poco después de la llegada de éste al poder y quizá fue condenado a muerte antes de que Pedanio y Serviano fueran ejecutados para deshacerse de un indeseado candidato a la sucesión. Como en los casos anteriores no faltan vínculos aunque no sabemos si familiares pues Acilio fue tutor de Adriano y Caballos constata “los estrechos contactos” entre la familia del padre de Adriano y el prefecto del pretorio.

S. Heilen demuestra con argumentos convincentes que el horóscopo de Adriano fue sacado por Antígono del De vita sua, concretamente de una versión griega escrita por Flegón de Trales, lo que explicaría la benevolencia del horóscopo hacia Adriano y la hostilidad hacia los otros dos personajes rivales y creo que debemos dar un paso más y afirmar que en la autobiografía imperial el astrólogo Antígono encontró también datos y alusiones astrológicas a Pedanio y Atiano útiles para confeccionar sus horóscopos. Adriano pudo haberlos estudiado como experto que era en esta disciplina, siguiendo medio siglo después los pasos de su tío. Trataba así de mostrar con argumentos astrológicos que ninguno de los dos aspirantes contaba con la sanción del Destino o las leyes del Cosmos, que sus decisiones políticas y las ejecuciones por él ordenadas habían sido justas, al tiempo que preservaba la candidatura de su sucesor.

3. La astrología en el ámbito privado: gemas, mosaicos y vasos

La astrología aparece pues en Hispania, con un carácter oficial, en monedas, relieves y epígrafes y por tanto sobre materiales nobles como la piedra y el metal pensados para su difusión y visibilización por los ciudadanos dado su carácter político propagandístico. Pero también en objetos o bienes pertenecientes a particulares atraídos por esta nueva técnica. P. Zanker señaló hace años que Capricornio, el signo zodiacal de Augusto, fue adoptado en los años siguientes a su muerte por los particulares, que lo usan sobre sellos o anillos e Hispania no fue una excepción. El principal soporte fueron los entalles, de los que podemos contabilizar cuatro ejemplares.

El primero de ellos, y uno de los más antiguos, fue hallado en el interior de un cantharus de la antigua Ilici. Se trata de un pequeño entalle de cornalina con unos trazos muy esquemáticos que representan la silueta de un ca pricornio con las patas delanteras extendidas. Dos estudiosas la describen y consideran así: “De su cuello sobresale un tridente, y sobre su lomo se observa un posible pictograma I K, similar al de al gunas contramarcas en monedas que se interpretan como el nombre de la ciudad. La alusión al capricornio con el tridente, signo zodiacal de Augusto ampliamente utilizado a partir del triunfo de Actium el 3 de septiembre del 31 a.n.e. como propaganda política del principado, es definitivo para entender este depósito votivo, en el que probablemente se esté haciendo referencia a la fundación de la ciudad en el año 26 a.n.e., con las efigies de Augusto y, quizás, del patronus Statilius Taurus, representadas con sus atri butos sacerdotales y atestiguando el nacimiento de la nueva ciudad simbolizada en el rostro de la diosa ilicitana renacida como Juno”. En Vareia, próxima a la actual Logroño, se halló una piedra de anillo en el que aparece representado un animal fantástico. Sostuve hace años que si bien podría tratarse de un grifo, animal de Apolo y Némesis a mi juicio —dada la ausencia de pico y alas y la poca envergadura de su cuerpo— se asemeja más al Capricornio. Sin abandonar La Rioja, un entalle de forma ovalada procedente de Melero (Calahorra, la antigua Calagurris) muestra la representación de Capricornio. Por último creo que debemos abandonar definitivamente la posibilidad de que uno de los entalles romanos incrustados en la cruz de los Ángeles de Oviedo, depositada en la Cámara Santa de la Catedral de San Salvador de Oviedo, represente al Capricornio y la pieza guarde relación con Augusto.

Se conservan luego otras gemas y entalles con motivos astrológicos en colecciones privadas y museos pero su procedencia, desprovista de un contexto arqueológico, es casi siempre incierta y por tanto dicho origen invalida el valor de la pieza como testimonio de la “fe astrológica” de los hispanos. Además no puede descartarse que, al menos en ocasiones, gemas y entalles con representaciones zodiacales hayan tenido más un valor mágico o profiláctico que astrológico, es decir, como signo natal de su propietario.

Al margen de la posesión de piedras preciosas con motivos astrológicos existen otros indicios que autorizan a pensar en un cierto arraigo de esta pretendida ciencia al menos entre los miembros de la elite local. Me refiero en primer lugar al célebre mosaico de las Estaciones de Hellín, hoy en el MAN, datado en el s. III d.C., en el que aparecen en cada uno de los meses representaciones de divinidades tutelares femeninas asociadas a los signos del zodíaco. Así, siguiendo el estudio de C. Sogorb, en la escena de Abril, encontramos a Tauro y Venus, divinidad tutelar del mes: “Abril está representado por una mujer joven, con el busto desnudo, sentada a lo amazona sobre un ser medio-humano medio-animal, levantado de patas y apoyándose tan sólo con el cuarto trasero izquierdo. Ambos sostienen sobre sus cabezas los bordes de un velo hinchado por el viento. La identificación de ambos personajes es sencilla: él está caracterizado por dos cuernos sobre la cabeza, pezuñas y larga cola. Todos estos signos lo delatan como el signo zodiacal de Tauro”. El mes de Mayo se representa en el mosaico de Hellín con dos figuras masculinas que Sogorb identifica con Mercurio, caracterizado con sus atributos característicos y un personaje alado, completamente desnudo que lleva sobre su hombro izquierdo a dos niños pequeños, también desnudos, de los cuales uno lleva una maza: “parece evidente que representan al signo zodiacal de Géminis. Sin embargo en este caso la iconografía es excepcional”. La figura femenina montando a la amazona sobre un centauro, correspondiente al mes de Agosto no es aquí un signo zodiacal. No se ha representado al signo zodiacal correspondiente, Virgo, “ya que sólo cinco de entre los doce signos se prestarían a una representación de un ser medio-humano medio-animal para servir de montura a la divinidad del mes” pero sí “la constelación boreal de La Flecha, cercana a la del Águila, y que según los calendarios romanos se ponía el 28 de Agosto”. En septiembre, Vulcano va montado sobre las espaldas de un genio alado, desnudo: “lleva el brazo derecho muy adelantado y con la mano sostiene una balanza, símbolo del signo zodiacal de Libra”. La relación entre Vulcano y el símbolo zodiacal de Libra ya la menciona Manilio: Fabricata Libra Vulcani. Por último, refiriéndose a los meses, la autora señala que no conocemos ningún ejemplo que pueda ser iconográficamente semejante al de Hellín: “Hemos de conformarnos con compararlo con ciclos que incluyen representaciones de meses asociados a los signos del zodíaco y a las divinidades tutelares. De este tipo tenemos el ciclo de los meses de Tréveris, el pavimento de El Djem, el ciclo de los meses y las estaciones de Carthago o el de las estaciones con Baco y el anillo zodiacal de Hippona”. Recientemente R. Sanz Gamo escribe refiriéndose al dominus de la villa y su mosaico: “Fue para un hombre piadoso que recordaba, cada día, a los dioses tutelares de cada mes y, con ellos, las fiestas que debía celebrar incluso en un rincón apartado del imperio. Era también para un hombre supersticioso al que los astros podían ser favorables o desfavorables, podían incidir en la bondad de sus cosechas, o en los comportamientos, es pues, imagen, de quien seguramente estaba interesado en la observación de los signos del zodiaco, en el mundo misterioso de la astrología y su interpretación, en el simbolismo religioso que acompaña a los astros, pues detrás de ellos se hallan explicaciones irracionales para tratar de entender o de dar respuesta a los fenómenos de la naturaleza a través del mito”.

Sobre posibles especulaciones astrológicas en el mosaico cosmogónico de Mérida también se ha escrito. Unas veces en torno a la figura de Aeternitas representada por el dios Aión sedente que en origen quizá sujetara la rueda zodiacal, siguiendo los modelos iconográficos hallados en el norte de África; en otras ocasiones a través de las conexiones mitraicas con la astrología como la constelación de Tauro. En el llamado “calendario romano de Fraga (Huesca)”, fechado a mediados del s. IV d.C., D. Fernández Galiano creyó reconocer también elementos astrológicos ya que “cada uno de los meses se hallaba a caballo entre dos signos zodiacales”. En el león y el toro representados en un mosaico polícromo hallado en la ciudad de Écija (Sevilla), en una estancia que “formaría parte de una domus de lujo, abundantes en esta céntrica zona de Écija” han sido interpretados como signos zodiacales (el león para verano y el toro para primavera). Connotaciones astrológicas se han reconocido, en fin, en el mosaico de la Casa del Planetario de Italica y el del Nacimiento de Venus, también en el de la Constelación del auriga en la Casa de los Surtidores de Conímbriga y, como no, las representaciones de Aión y el zodíaco en la villa tardorromana de Santa Rosa de Córdoba.

En el mosaico del friso C de la basílica de Centcelles, fechada a finales del siglo IV se intercalan cuatro personajes sedentes, los evangelistas, con las cuatro estaciones. Recientemente O. Caba apunta a la posibilidad de que la relación de los evangelistas con las estaciones se pueda establecer a través del simbolismo del tetramorfo (como signo de los cuatro puntos cardinales y los cuatro signos fijos del zodíaco): “cada animal se relaciona con una constelación, y cada una de estas, a su vez, con una estación del año”.

Sin abandonar el ámbito de las villae cabe recordar la existencia de unos ladrillos grabados con signos zodiacales procedentes de una villa destruida en Teis (Vigo, Pontevedra) y que D. Piay Augusto describe así:

Pero quizás el hallazgo más sobresaliente fue el descubrimiento de tres latericios ‘con signos zodiacales’, que en la actualidad reposan en las vidrieras del Museo Quiñones de León en la ciudad olívica. El más completo de ellos tiene grabado en una de sus caras dos rombos unidos por líneas que convergen en un círculo, y que se ha interpretado tradicionalmente como una balanza. Debajo puede verse un hombre en el que algunos ven rasgos orientalizantes, con gorro y barba afilada. En la parte superior está grabado el número VI, y a la izquierda del numeral una huella de cánido, que posiblemente representa la marca de un alfarero. En otro se localiza un sol del que salen rayos sinuosos, y posiblemente un V, pero en una parte hoy muy deteriorada. En el último de ellos se representa un animal cuadrúpedo de rabo fi no y cuello largo y el número V.

Dicho estudioso cree que los grabados, que podrían ser representaciones de tres signos del zodíaco (Libra, Cáncer y Escorpión), podrían atribuirse a círculos priscilianistas. Por último, siempre en el ámbito privado, la astrología irrumpe también en los hogares a través de la cerámica. Es interesante observar que las escenas de contenido astrológico no aparecen en la cerámica común sino en vasos de terra sigillata. La pieza más sobresaliente es, sin duda, el célebre vaso zodiacal de Valerio Verdulo, en el que puede leerse: Ariet[is] / [T]auri / Geminis / Leonis / Cancri / Capri[corni] / [Sco]rpionis / Virgini / Aquari / Sagi[ttari] / Lib[rae] / Piscium // His signis et astris nascuntur homines // G(aius?) Valerius Verdullus pingit. Procede de un taller localizado en la localidad de La Maja (Pradejón, La Rioja) parteneciente al antiguo conventus Caesaraugustanus y está fechado entre los reinados de Claudio y Domiciano. Sabemos que Gaius Valerius Verdullus, el alfarero calagurritano que debía pertenecer a la élite local de Calagurris, entre la que se documenta el nomen Valerius, realizó en su taller una rica producción de vasos decorados a molde, con una variada temática que incluye escenas de ludi circenses y munera, eróticas, conmemorativas de determinadas festividades, signos zodiacales o, como en el caso de los ejemplares encontrados en Huesca, de temática mitológica y quizá también cinegética.

Dentro de una colección de piezaslocalizadas en el llamado mercado de antigüedades por Max Turiel y donadas posteriormente a la Real Academia de la Historia, donde hoy se hallan depositadas, figura un fragmento de terra sigillata hispánica tardía fechado en el siglo IV d.C., en cuya pared externa aparece un grafito: C]APRICORNI· AQ[ lo que invita a reconstruir al menos la secuencia CAPRICORNI · AQ[VARI que recuerda al vaso del taller de producción cerámica de La Maja en La Rioja. X. Ballester y M. Turiel creen que “su aparición incisa sobre una pieza cerámica tal vez la relacione con este mundo del ejército romano al que podría pertenecer su poseedor… Referida a un signo del zodíaco, podría indicar el signo del propietario o la fijación de un momento determinado, el de la compra, regalo de la pieza, o bien como hemos indicado más arriba a su referencia en un entorno del ejército romano”.

4. Astrología y “sectas”: mitraísmo y priscilianismo

A partir de finales del s. II d.C. dos corrientes religiosas contribuyeron notablemente a la difusión de la astrología en Hispania. De una parte el mitraísmo, cuyas conexiones con la astronomía, sobre todo en la escena de la tauroctonía, interpretada hoy como el cuadro de un zodiaco y de planetas que simbolizan el Tiempo, son evidentes y bien conocidas. Desde los estudios de R. Beck sabemos que es un relato mítico que reproduce un mapa del cielo en el que el toro sería la constelación Taurus, el perro se identifica con Canis maior y/o minor, la serpiente con Hydra, el león con Leo, la crátera con Cráter, el cuervo con Corvus, escorpión con Scorpius y el manojo de espigas en el extremo de la cola del toro con la estrella Spica. En Hispania se ha descubierto un buen número de mitreos (Altafulla, Cabrera de Mar, Isla, Lucus Augusti, Mérida, Troia, Fuente Álamo, Carmo y Cabra) así como las dos representaciones del Aión-Chronos y el Leontocéfalo y el citado mosaico cosmológico de Augusta Emerita; los cultores del dios en las ciudades hispanas quizá no fueron numerosos pero debieron ser instruidos en los conceptos astronómicos y astrológicos fundamentales. Recuérdese, por ejemplo, la inscripción hallada en Milán (CIL V, 5893) que menciona a M. Valerius Maximus como sacerdos d[ei] S[olis] I[nuicti] M[ithrae] y al mismo tiempo stu[diosus] astrologia[e].

De otra parte el priscilianismo. Esta variante cristiana sabemos que incluía dentro de sus dogmas la relación de los doce signos zodiacales con partes del alma, con los miembros del cuerpo y con los patriarcas de Israel. Orosio aseguraba que, según los priscilianistas, los miembros del cuerpo se corresponden con los signos zodiacales.

En su reproche a Prisciliano por su interés por la astrología, afirma que su doctrina enseñaba que “…en los miembros del cuerpo se encuentran distribuidos los signos del cielo, esto es, Aries en la cabeza, Tauro en el cuello, Géminis en los brazos, Cáncer en el pecho…”.

Es posible que, como a veces se ha afirmado, la existencia de elementos astrales en el pensamiento priscilianista explique el éxito de este movimiento en el noroeste de Hispania, cuya población seguía en buena medida familiarizada con este aspecto de sus creencias tradicionales. Recuérdense las estelas funerarias galaicoromanas (s. I y II) caracterizadas por su simbolismo astral, en las que aparece la luna en creciente a veces asociada con arcos, círculos y símbolos astrales. Se trata de expresiones plásticas que descansan en un antiguo sustrato ideológico subyacente en el mundo prerromano al que también las fuentes greco-romanas hacen referencia.

Los excesos del priscilianismo obligaron a Toribio, quizá entonces ya obispo de Astorga, a enviar, en el 447, un Libellus al Papa León I en el que formulaba 16 acusaciones contra la secta priscilianista. La décimo segunda denunciaba que los priscilianista “distribuyen bajo unas potestades las partes del alma y bajo otras los miembros del cuerpo, y determinan las cualidades de los presidentes interiores dándoles los nombres de los patriarcas, a los cuales oponen, por separado, signos astrales, a cuyo poder los cuerpos están sometidos (subiciuntur)”; la décimo cuarta señalaba que “respecto al estado del cuerpo, los priscilianistas consideran que, en razón de su cualidad terrenal, se mantiene (teneatur) bajo la potestad de los astros y de las estrellas y que, por eso, en los libros sagrados se encuentran muchas cosas que hacen referencia al hombre exterior”.

Todavía en el 561 el Concilio de Braga declara que “Si alguno cree que las almas y los cuerpos humanos están ligados a los hados celestes, como afirmaron los paganos y Prisciliano, sea anatema”.

5. La astrología en la escuela

Nada sabemos de astrología como parte de la formación o de la educación de los ciudadanos hispanorromanos, sea en las escuelas o por parte de preceptores, si bien son varios los literatos nacidos en Hispania que tarde o temprano se interesaron por ella.

El caso más llamativo es sin duda el de C. Iulius Hyginus, nacido en Hispania (natione Hispanus) según la mayor parte de las fuentes. Hacia el 45 a.C., a la edad de 19 años, fue llevado como esclavo por César a Roma llegando a dirigir como liberto la biblioteca del Palatino y manteniendo relaciones amistosas con el poeta Ovidio. Entre las diversas obras que dejó escritas figura el tratado De astronomía, publicada en época augústea entre los años 11 y 3 a.C. con el propósito de superar los Fenómenos de Arato. Es difícil saber si, como en principio parece, todos los conocimientos astronómicos de Higino fueron adquiridos en la Roma de Augusto, donde siguió las enseñanzas de Alejandro Polihístor, en aquel momento célebre matemático y gramático procedente de Mileto, o si se había familiarizado ya en Hispania con dicha ciencia adquiriendo al menos nociones rudimentarias.

Bajo el reinado de Calígula o de Claudio el hispano Pomponio Mela realizaba en el libro III de su Chorographia la primera descripción del mundo y habla también de las observaciones sobre el movimiento de los astros de los druidas.

Lo mismo sucede con literatos hispanos que, como Séneca, Lucano, Marcial o Quintiliano, mencionan en sus obras la doctrina y la práctica astrológicas sin que sepamos si adquirieron una parte de sus conocimientos en sus ciudades natales o ya una vez establecidos en Roma.

Por último tenemos tres testimonios que prueban el carácter popular de la astrología hispano-romana en los siglos V y VI contra la que la Iglesia trata de luchar. Primeramente la obra de Isidoro de Sevilla cuya actitud hacia la astrología ha sido bien estudiada. Tras esforzarse por diferenciar entre astronomía y astrología Isidoro diferencia entre astrologi, que hacen sus augurios fijándose en los astros (eo quod in astris auguriantur) y genethliaci que “prestan atención al día del nacimiento y describen el horóscopo de los hombres siguiendo los doce signos del cielo y de acuerdo con el curso de las estrellas intentan predecir las costumbres, hechos y acontecimientos de los nacidos, es decir, bajo qué sino ha nacido uno y que efecto va a tener en su vida” (Etym. IX, 9, 23). Son a estos a los que la gente suele darle el nombre de mathematici. La de su tiempo es una astrología vulgarizada a la que hombres y mujeres recurren a ella no solo para conocer desde el nacimiento el destino del hombre, sino el momento más favorable para casarse, plantar los árboles o la cosecha, emparejar a las bestias, etc.

También Martin de Braga denunciaba en la Gallaecia sueva: “el que las mujeres nombren a Minerva al urdir sus telas, observar en las nupcias el día de Venus, y atender en qué día se hace el viaje, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo?”. Se trata de costumbres que se habían hecho habituales pero que debemos entender a la luz de una astrología popular.

Por último, los concilios hispanos: el de Toledo y el canon 72 del II Concilio de Braga (572) que piensa en los pobladores del norte peninsular cuando condena: “No es lícito a los cristianos dar crédito a las tradiciones de los gentiles, ni observar ni dar culto a los elementos, o al curso de la luna o las estrellas o a la vana falacia de los signos cuando vayan a hacer una casa o a sembrar cereales, plantar árboles o a casarse”.

6. Conclusiones

Creo que puede afirmarse que la implantación de la astrología greco-romana en Hispania tuvo un éxito relativo que no parece corresponderse con el notable interés por la orientación astral y las creencias astrales de los pueblos prerromanos. Durante el Imperio una astrología “científica”, erudita, debió de permanecer en manos de una elite social si nos atenemos a los “soportes” en los que aparecen signos astrológicos y especialmente zodiacales: los mosaicos de grandes villas del s. III y IV, piedras preciosas asequibles solo a una minoría, cerámica sigillata y no común… pero también, a juzgar por los seguidores de movimientos religiosos minoritarios como el mitraísmo o el priscilianismo. Frente a la erudita astrología de los mensajes enviados por el poder político, de los domini de ciertas villae, de los seguidores de los reducidos círculos mitraicos o priscilianistas, debió de existir una astrología popular de la que apenas hay huellas, que descansaba en los pronósticos de astrólogos vulgares como los  astrólogos de circo de Roma y preocupada sobre todo – en consonancia con la magia y la hechicería – en aplicaciones médicas o, en el dominio de la astrología catárquica, en la conveniencia de llevar a cabo una determinada empresa atendiendo para todo ello a la aparición estacional de ciertos astros y constelaciones, las fases lunares y el paso de los astros por los distintos signos zodiacales. La llegada de la astrología árabe, el notable arraigo de la astrología durante la Alta Edad Media hispana, vinieron preparadas por la práctica de la astrología romana cuya implantación en Hispania deberemos tener en cuenta en el futuro.

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Santiago Montero


























Santiago Montero

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