Del
mismo modo que las señales de tráfico nos ayudan a conducir con seguridad para
arribar sanos y salvos a nuestro destino, los límites en las relaciones ejercen
esa misma función: garantizar que los vínculos sean sanos y seguros para
proteger la integridad de todos. Sin embargo, no nos han educado para que
entendamos los límites de esta manera, sino que nos han criado en la creencia
de que poner topes es un gesto egoísta y que cuando uno ama de verdad debe
hacerlo incondicionalmente. Estas ideas que hemos ido adquiriendo desde nuestra
infancia forman ahora parte de la base de nuestra conducta y de nuestra forma
de asimilar e interpretar las relaciones y hacen que nos culpemos cuando
establecemos límites para los demás y que los consideremos como una falta de
afecto cuando los demás nos marcan los suyos. Esta interpretación errónea nos
lleva a mantener relaciones tóxicas, dependientes o abusivas, a decir «sí»
cuando queremos decir «no» y a no sentirnos libres de expresar nuestras
necesidades y emociones aun con las personas que más queremos. De la mano de
estas creencias totalmente equivocadas sobre lo que son los límites está la
ausencia en educación emocional y en comunicación asertiva. Hoy en día, en
algunas escuelas ya están empezando a ofrecer educación emocional a los niños y
las niñas desde una tierna edad, pero la mayoría de los que nacimos antes de
los 2000 no recibimos ningún tipo de pautas para desarrollar herramientas que
nos permitan identificar y poner nombre a nuestras emociones, darles valor y transmitirlas
de forma empática y asertiva. Por ello, cuando ya somos adultos y queremos
expresar cómo nos sentimos, decir «no» o mostrar nuestra disconformidad nos
cuesta encontrar las palabras adecuadas. Jamás nos enseñaron a comunicarnos de
una manera sincera y honesta a la vez que respetuosa con las otras personas; no
nos enseñaron de qué forma exteriorizar nuestro enfado sin atacar al otro, ni
cómo podemos ser más elocuentes a la hora de manifestarle a otra persona
nuestras necesidades. En consecuencia, solemos callar lo que nos gustaría decir
porque no encontramos una manera asertiva de hacerlo. Nos decimos «no tiene
importancia» o «no quiero causar un conflicto» o «no me gustaría hacer enfadar
a la otra persona», es decir, nos autorreprimimos. Pero cuando nos reprimimos,
lejos de reducir la intensidad de nuestras emociones, esta aumenta en nuestro
interior y vamos acumulándola hasta que un día explotamos como un volcán y
terminamos expresándonos de la peor forma. Es entonces cuando causamos daño y
nuestras relaciones se deterioran. Tenemos derecho a establecer límites, pero
no de cualquier modo. Saber hacerlo teniendo en cuenta las emociones de los
demás y las nuestras propias, con las palabras precisas y en el momento
adecuado, es clave para que tales límites sean sanos y nos ayuden a construir,
no a destruir, relaciones tanto con los demás como con nosotros mismos. Para
ello hace falta no solo ser asertivos, sino también conocer estrategias de
comunicación efectiva y claves de comunicación no verbal que nos faciliten esta
ardua tarea con eficacia y sin menoscabar nuestras relaciones.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 2
Ante
tal chantaje, no podemos ceder, por mucho, incluso, que queramos a esa persona.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 8
Los
límites, lejos de lo que siempre nos han hecho creer, son un acto de amor hacia
los demás. Cuando expresamos claramente lo que queremos y necesitamos en una
relación, lo que estamos haciendo es facilitar a la otra persona el saber cómo
actuar con nosotros para que nos sintamos cómodos y seguros y, así, poder
mantener una relación sana y duradera. Es una forma de decir «como te quiero y
deseo que tengamos una relación larga y bonita, quiero decirte lo que me hace
sentir bien para que no tengas que estar adivinándolo o sin querer hagas algo
que me haga daño y provoque que nos distanciemos». Del mismo modo, interesarnos
por saber cuáles son los límites de la otra persona es una muestra de querer
apostar por una relación lo más sana posible y hacerlo de la forma que ella se
sienta más segura. También constituyen un acto de amor hacia uno mismo porque,
al establecerlos, estamos escuchando y respetando nuestras necesidades y
tratando de darnos eso y no menos en nuestras relaciones. Los límites son
asimismo un acto de respeto, primero, para con el otro ya que le decimos que
«igual que yo te comunico mis límites y espero que los respetes, también quiero
que compartas conmigo los tuyos y respetarlos», y, segundo, para con uno mismo
porque al valorar nuestros propios derechos y necesidades, procurando también
que los demás los respeten, nos estamos honrando como personas. Los límites
implican un acto de aceptación del otro porque implican aceptar que lo que esta
persona está dispuesta a permitir en una relación puede ser muy diferente a lo
que nosotros permitiríamos y que no por eso son menos válidos; y un acto de
aceptación de uno mismo puesto que conllevan reconocer y validar nuestras
necesidades y deseos sin juzgarlos ni sentirnos culpables por ello.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 8
Los
derechos asertivos básicos son los siguientes:
•
Poder expresar nuestros sentimientos, emociones, pensamientos y necesidades;
•
Ser tratado con respeto y dignidad;
•
Manifestar desacuerdo;
•
Decir «no»;
•
Querer algo;
•
No querer algo;
•
Cambiar de opinión;
•
Equivocarse;
•
Decidir sobre nuestra propia vida, nuestro cuerpo y nuestro tiempo, y
•
Tener nuestro propio orden de prioridades.
Por
supuesto, ejercer derechos conlleva asumir responsabilidades. En este caso,
estos diez derechos comportan únicamente una responsabilidad: respetarlos en
todas las demás personas.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 9
Cuando
asumimos qué son y qué no son los límites, empezamos a entenderlos como una
herramienta que fortalece las relaciones con los demás y con uno mismo, que
sostienen la dignidad propia y ajena, y como un elemento imprescindible para
construir un amor sano.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 11
Descubrir
que nuestras relaciones ejercen un impacto decisivo en nuestra salud y en
nuestra longevidad fue uno de los hallazgos más asombrosos de la investigación.
Se pudo comprobar que, por ejemplo, las personas de cincuenta años que vivían
relaciones sanas y de calidad llegaban a los ochenta con una mejor salud y que
las personas de la tercera edad con vínculos seguros presentaban un menor deterioro
cognitivo y físico y conservaban una buena memoria a largo plazo que aquellas
que no los mantenían. Por otro lado, también se dedujo que las relaciones
plenas tenían un efecto positivo en el control del estrés y en la calidad del
sueño, por lo que constituían un importantísimo factor de prevención de
múltiples enfermedades graves.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 13
Rodearnos
de personas que nos tratan o nos hablan mal supone un importante factor de
riesgo para nuestra salud.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 17
Hablamos
de una relación de calidad cuando las personas que la conforman pueden expresar
sus deseos, necesidades y límites sin sentirse juzgadas y decidir libremente si
quieren o no aceptar los deseos, necesidades y límites del otro; cuando la
comunicación, el trato y las acciones se basan en el cuidado y el respeto;
cuando no existe manipulación, consciente o inconsciente, por ninguna de las
partes; cuando sus integrantes saben cómo tratarse los unos a los otros porque
se da la libertad de preguntar y comunicar desde el respeto y el amor lo que
precisan y lo que les molesta; cuando los conflictos que surgen no son
destructivos, no invalidan y no comprometen el apoyo mutuo, y cuando el perdón,
las gracias y el te quiero se expresan con palabras o acciones sinceras.
Estas
condiciones son imprescindibles para que una relación sea de calidad, si bien
sus miembros pueden considerar necesarias, además de estas, otras condiciones
en función de sus valores. La manera de vivir las relaciones de cada persona es
única y personal, por lo que cada uno debe ser quien, de acuerdo con las bases
que sustentan las relaciones sanas, decida, según su propio criterio y las
peculiaridades de sus vínculos, qué es imprescindible y qué no lo es en una
relación.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 21
Cuando
alguien inicia una terapia psicológica, puede hacerlo por muchas causas distintas:
traumas de la infancia, baja autoestima, problemas de pareja, trastornos del
estado de ánimo, enfermedades mentales, duelos, conflictos internos... Pero sea
cual sea el motivo de consulta, la manera en que el sujeto se relaciona con sus
personas más cercanas (pareja, familia, amistades, jefe/a o compañeros/as de
trabajo) y con él mismo siempre está influida por dicha problemática. Por eso,
uno de los aspectos más importantes que se tratan en todo proceso terapéutico
son las relaciones que mantiene (y mantuvo en la infancia) con las personas de
su alrededor: la calidad de las mismas y el estilo de comunicación que se da en
ellas, enmarcadas en su modelo de mundo.
Cada
persona tiene su propio modelo de mundo, único y diferente al de los demás,
conformado por sus «filtros mentales» que le hacen ver e interpretar la
realidad de una forma concreta. Estos filtros mentales los constituyen sus
propias experiencias, creencias y valores, el contexto en que se desenvuelven,
su educación y cultura, sus expectativas, y su personalidad y estado de ánimo.
Ellos son los responsables de que cada uno veamos la realidad de una
determinada manera y de que, ante un mismo hecho, existan tantas
interpretaciones y puntos de vista como personas lo perciben.
Al
comprender que cada individuo tiene su propio modelo de mundo delimitado por
sus propios filtros, nos volvemos más tolerantes y somos capaces de construir
vínculos más sanos y respetuosos con los demás.
Cuando
en terapia se analizan las relaciones, siempre debe hacerse enmarcándolas
dentro del modelo de mundo de la persona y examinarlas desde ahí para poder
dotarlas de un sentido real y encontrar los aspectos que, en cada caso, pueden
estar resultando desadaptativos. De este análisis se desprenden las dificultades
para establecer límites: algunas personas no saben reconocer sus propios
límites, o no se atreven a marcarlos; otras desconocen cómo comunicarlos; hay
quien, bien por su falta de autoestima, bien por sus creencias, siempre
considera más importantes los límites, las necesidades y los deseos ajenos que
los propios, y aquellas otras que solo defienden los suyos y no son capaces de
respetar los de los demás
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 23
Si
desde pequeños, igual que nos enseñaron lengua o matemáticas, aprendiéramos
también a relacionarnos de forma sana con los demás y con nosotros mismos, a
respetar nuestros derechos y los de los demás, a expresar lo que pensamos y
sentimos de manera asertiva, a comunicarnos con eficacia, a establecer límites,
a decir «no» sin culpabilidad y a no ofendernos cuando alguien nos lo dice a
nosotros, nuestra vida sería totalmente distinta.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 25
Nos
dijeron que el amor verdadero siempre es incondicional Tanto si lo aprendimos
gracias al modelo que tuvimos en casa como si se nos inculcó con las películas
románticas, esta concepción idealista, irreal y tremendamente nociva del amor
nos ha hecho mucho daño. Se trata de un arma de doble filo: por un lado nos
hace creer que, si amamos a alguien, debemos entregarnos incondicionalmente
(sea cual sea el costo de ello y por encima de nuestros valores o necesidades);
y, por otro, que si esa persona no lo hace a su vez es porque no nos ama de
verdad. Esta es una de las creencias generalizadas que más dolor nos causa a la
hora de amar a nuestras parejas, a nuestra familia y a nuestras amistades. Es
importantísimo que identifiquemos esta asunción para deconstruirla y entendamos
que el amor no es eso. El amor sano no es incondicional. El amor necesita de
límites y necesita de comprensión y empatía con uno mismo y con el otro para
que sea real, seguro y duradero. En este modelo donde «lo mío es tuyo, lo tuyo
es mío y todo es de todos, y, si no, no es amor» se comete el grave error de
eliminar la individualidad de cada persona. Su espacio, su intimidad, su zona
de crecimiento personal y sus necesidades básicas individuales desaparecen. Se
da la difuminación de uno mismo, la no diferenciación entre el yo y los otros.
A consecuencia de ello, la propia identidad se vuelve confusa porque dejamos de
ser conscientes de dónde empieza y termina uno mismo y dónde empieza y termina
el otro. Esto nos lleva a crear vínculos y relaciones totalmente dependientes
en las que, cuando perdemos al otro, también nos perdemos a nosotros mismos. Si
hemos vivido cualquiera de estas situaciones o nos han inculcado estas
creencias, es muy probable que tendamos a sentirnos culpables y egoístas cuando
únicamente tratamos de entregarnos amor propio y autocuidado.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 31
Una
buena manera de cuestionarnos si en verdad estamos siendo egoístas es analizar
cómo nos criaron.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 32
Para
empezar a cuidarnos y a trabajar en nuestra realización personal sin sentirnos
egoístas debemos recordarnos y repetirnos como un mantra que cuidarnos a
nosotros mismos también es cuidar de los demás. De esta forma podremos darle un
sentido distinto y más positivo al hecho de priorizar nuestras necesidades y
lograr así no solo mejorar nuestra vida, sino también la de quienes nos rodean.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 37
La
culpa y el miedo son dos grandes mecanismos de control y manipulación. Estas
herramientas han sido utilizadas desde siempre por medios de comunicación,
instituciones religiosas, sectas y gobiernos para manejar a los individuos a su
antojo y en su propio beneficio. Lo que permite someter a un pueblo o a un
grupo de personas mediante estos recursos es su nivel de ignorancia: un pueblo
ignorante es más fácil de manipular a través del miedo que un pueblo culto e
instruido. Unos ciudadanos ignorantes carecen de capacidad de pensamiento
crítico, y sin pensamiento crítico no existe la libertad de pensamiento, y sin
libertad de pensamiento no podemos hablar de libertad. Un pueblo ignorante es,
por ende, un pueblo sometido.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 38
«El
corazón tiene razones que la razón desconoce», dijo en una ocasión Blaise
Pascal. Y es que a menudo ocurre que, a pesar de entender por qué nos sentimos
como nos sentimos y saber que no «deberíamos» sentirnos así, nuestros
sentimientos persisten. En el ejemplo de la culpa, podemos identificar cuáles
son las creencias erróneas que mantienen este sentimiento y reconocer los
motivos por los que no deberíamos sentirnos culpables y, aun así, no podemos
desprendernos de la culpa. Conocer la teoría no implica la mejora en la
práctica. He aquí la dificultad del trabajo psicológico: no se trata solo de
razonar, sino también de sentir. La eterna lucha entre la razón y el corazón:
sabemos que debemos querernos y valorarnos, pero eso no es suficiente para
percibir que realmente nos queremos y nos valoramos. Sabemos que no debemos
dejarnos influir por las opiniones de los demás, pero eso no es suficiente para
que no nos sintamos mal cuando la gente nos critica. Sabemos que no debemos
sentirnos culpables por poner límites, pero seguimos experimentando la culpa
cuando lo hacemos. Esto es debido, de nuevo, a las estructuras cerebrales que
se encargan de cada una de estas funciones. El circuito neuronal del
razonamiento y la toma de decisiones (la corteza prefrontal) es casi casi
independiente estructural y funcionalmente del circuito neuronal de las
emociones (el sistema límbico). Cada circuito trabaja por su cuenta y riesgo, como
si no tuvieran nada que ver el uno con el otro y como si eso no nos supusiera
terribles contradicciones y quebraderos de cabeza. Por si esto fuera poco, esta
pobre conexión que ambos sistemas tienen entre ellos no es equitativa: hay
muchas más conexiones que van del sistema límbico a la corteza prefrontal, y en
mucho menor número las que van del córtex prefrontal al sistema límbico. Es
decir, que nuestras emociones influyen fuertemente en nuestro razonamiento a la
hora de tomar decisiones, pero nuestro razonamiento poco peso tiene para
influir en lo que sentimos. Este es el motivo por el que, en la terapia
cognitivoconductual, donde tratamos de cambiar lo que sentimos a base de
incidir en nuestros pensamientos, es necesario repetir una y otra vez las estrategias
terapéuticas para fortalecer lo suficiente esas vías neuronales que discurren
desde la corteza prefrontal al sistema límbico y llegar así a compensar las que
lo hacen en sentido inverso.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 40
A
escribir se aprende escribiendo, a caminar, caminando y a poner límites,
poniendo límites.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 42
«Limitismo»
es el término que uso para expresar una postura radical a la hora de establecer
límites. Es el concepto de límites mal entendido; la posición inflexible del
todo o nada; la dosis que convierte el remedio en veneno.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 44
Después
de hablar sobre qué son y qué no son los límites, las relaciones de calidad,
nuestras creencias limitantes y cómo nuestros vínculos influyen en nuestra vida
y en nuestra percepción de la felicidad, nos falta hablar de lo más importante:
IDENTIFICAR CUÁLES SON NUESTROS LÍMITES Y CÓMO COMUNICARLOS. Muchas veces
ocurre que nuestra manera de funcionar y la de la otra persona simplemente no
encajan, pero que alguien no encaje con nosotros no significa que sea una mala
persona. No siempre hay culpables, ni tóxicos, narcisistas o psicópatas. A
veces, sencillamente, las personas no funcionamos juntas y debemos saber
reconocerlo para tomar la mejor decisión para ambos. Además, cada persona tiene
sus propias necesidades y reglas del juego; no hay buenas ni malas, correctas o
incorrectas, son solo las de cada uno.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 54
Los
límites no se juzgan (ni los ajenos ni los propios), se aceptan y se respetan
sin más. Si son afines a los nuestros, podremos mantener una relación con esa
persona; si, por el contrario, son incompatibles, tenemos el derecho de escoger
no relacionarnos con ella. Esto, por supuesto, se aplica a uno y a otro, es
decir, si al otro no le parecen bien nuestras reglas del juego, debemos aceptar
y respetar su derecho a alejarse.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 54
Límites
no negociables
Los
límites NO NEGOCIABLES resultan imprescindibles para sentirnos seguros física y
emocionalmente y necesarios para que la relación funcione. Están relacionados
con nuestras necesidades, nuestros valores, nuestros principios y nuestra
dignidad.
A
pesar de que cada uno tiene los suyos propios, algunos límites no negociables
deberían ser universales: la no violencia física o verbal, el respeto, la no
coerción de la libertad o derechos y la sinceridad, por ejemplo. Estos son
algunos de los límites en que nunca debemos ceder ni deberíamos sentarnos a
negociar bajo ningún pretexto. Cuando se transgreden, las consecuencias deben
ser contundentes e inmediatas.
Identificar
los no negociables y mantenernos firmes es totalmente indispensable para
establecer límites de forma eficaz. Saber qué es lo realmente importante para
nosotros nos va a permitir ser más flexibles y tolerantes con aquello que no lo
es tanto, alejándonos así del «limitismo».
Límites
negociables
Los
límites negociables son aquellos en los que sí podemos ser más flexibles
porque, a pesar de estar basados en nuestras preferencias y deseos, no atentan
contra nuestra integridad física o emocional, no comprometen nuestra dignidad y
no se arraigan en nuestros valores o principios. Por tanto, nos dan margen para
poder adaptarnos también a las necesidades y gustos de otras personas y
mantener así un equilibro equitativo en nuestras relaciones.
Cuando
los límites negociables de dos personas no se corresponden pueden negociarlos
hasta llegar a un acuerdo consensuado entre ambos.
TRES
PASOS PARA RECONOCER NUESTROS LÍMITES
1.
Tomarnos un tiempo para pensar nuestros límites negociables y no negociables.
Recordemos
que ser inflexibles en algunos puntos es lo que nos permitirá ser flexibles en
otros, adaptarnos así a los demás, consensuar con ellos los códigos que
sustenten nuestras relaciones y mantenerlas a pesar de las diferencias que
existan.
2.
Detectar las relaciones donde no se respetan nuestros límites o nos cuesta
más decir «no».
Para
ello nos será útil analizar cada una de nuestras relaciones más cercanas para
identificar en cuáles de ellas existen más dificultades para establecer o
respetar los límites. Hay personas con las que se nos hace difícil defender
nuestros derechos, bien porque son personas agresivas o manipuladoras, bien
porque nos imponen tanto respeto que olvidamos el nuestro propio. Esto es común
cuando algún patrón nos recuerda a alguien que fue muy impositivo con nosotros.
Por
ejemplo, si de pequeños tuvimos un padre muy autoritario, es posible que las
figuras que nos recuerden a él (hombre, mayor que nosotros, de carácter firme y
seguros de sí mismo) nos hagan sentirnos pequeñitos y nos sea más difícil
comunicar nuestros límites de forma asertiva o negarnos a sus peticiones.
Por
otro lado, también ocurre a la inversa: respetamos con más facilidad los
límites de unas personas que de otras. Detenernos a pensar sobre esto y
cuestionar si nosotros respetamos los derechos de los demás, sin diferencias
(independientemente de que estos nos lo reclamen o no, sino por propia voluntad
y moral), es uno de los ejercicios de autoconocimiento más difíciles de hacer,
pues requiere de una gran capacidad de autoobservación y, sobre todo, de
humildad, honestidad e inteligencia emocional.
3.
Identificar situaciones concretas donde nos cuesta más establecer límites o
decir «no».
Del
mismo modo que comunicar nuestros límites o negaros nos resulta más difícil con
unas personas que con otras, esto también ocurre en determinados contextos. Por
ejemplo, suele sernos más complicado negarnos a algo cuando estamos en grupo y
el resto de las personas lo aceptan (por presión grupal) o dar una opinión
negativa ante varias personas a diferencia de cuando solo hay un interlocutor.
Saber identificar aquellas situaciones donde tenemos más dificultad para
establecer nuestros límites nos será de utilidad para prestarles mayor atención
y buscar soluciones concretas.
«Perdinancias»
Realmente,
cuando establecemos límites para otras personas lo que hacemos es marcarnos un
límite a nosotros mismos: nos decimos «esto es lo que voy a tolerar y esto, lo
que no». Este primer límite tiene que ver únicamente con nosotros y debemos
actuar en consecuencia para cuidarnos, protegernos y respetarnos. Esto
significa que, a veces, tenemos que tomar decisiones que pueden ser dolorosas
pero necesarias para nuestra salud mental y bienestar, como, por ejemplo,
alejarnos de alguien o romper una relación.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 55
Créeme,
este tipo de clientes no te interesan: perderlos no es una pérdida, es una
ganancia. A esto lo llamo «perdinancias», pérdidas que en realidad son
ganancias.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 58
En
lugar de enseñarle a agradar, enséñale a ser sincera. Y amable. Y valiente.
Anímala a decir lo que piensa, a decir lo que opina en realidad, a decir la
verdad. [...] Dile que, si algo la incomoda, se queje.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 69
La estrategia del mapa mental
Hay
dos conceptos que nos van a resultar tremendamente útiles para establecer
límites de forma asertiva y, sobre todo, eficaz: mapa mental y empatía.
Recordemos
el concepto de mapa mental. Cada persona tiene un mapa mental sobre el mundo,
sobre sí mismo y sobre los demás, que es único, personal y subjetivo. El mapa
mental se elabora a partir de la educación, la genética, la cultura, las
experiencias, las creencias, los valores, las ambiciones, las expectativas, los
rasgos de personalidad y las emociones de la persona en cuestión. Entender esto
implica aceptar que cada individuo interpreta la realidad a su manera y,
conforme a ella, construye su verdad, que no es la única, pero sí «su» verdad.
Así
pues, a pesar de estar en desacuerdo con alguien que defiende una verdad que no
coincide con la nuestra, recordar esta premisa y tratar de actuar de acuerdo
con los derechos asertivos puede ayudarnos mucho (sobre todo cuando se trata de
personas a las que apreciamos). De igual modo, debemos exigirle al otro que
muestre el mismo respeto por nosotros y nuestra verdad.
Cuando
asumimos que cada uno de nosotros tiene un mapa mental único y subjetivo,
podemos evitar el error que casi todos cometemos: tratar al otro como nos
gustaría que nos trataran a nosotros, en vez de tratarlo como le gustaría que
lo trataran a él. Entramos aquí en el concepto de empatía. La empatía suele
definirse como la capacidad para ponerse en el lugar del otro y actuar con él
como desearíamos que actuaran con nosotros. Este concepto de empatía es errado
ya que implica ponernos en el lugar del otro, pero manteniendo nuestro propio
mapa mental, y no desde el mapa mental de la otra persona. Esto resulta muy
poco útil. Ponerse en el lugar del otro conlleva necesariamente ver el mundo
desde su mapa mental, lo que nos permitirá desarrollar verdadera empatía.
Comprender esto nos supondrá una enorme ventaja a la hora de relacionarnos con
cualquier persona. Conocer el mapa de con quien interactuamos nos facilita la
comunicación, entender su razonamiento y sus conductas desde el no juicio, nos
predispone a tener una actitud de escucha para entender y no para atacar, y nos
permite llegar a consensos con ella más fácilmente.
Del
mismo modo, cuando queremos establecer límites a alguien, tener esto en cuenta
nos resultará tremendamente útil porque podremos hacerle entender la necesidad
de los mismos utilizando términos de su propio mapa mental. Esta estrategia es
de las más eficaces que existen en comunicación efectiva ya que las personas,
en realidad, solo cambian si sienten en su interior la urgencia de hacerlo, es
decir, si hay una motivación interna; de lo contrario, ese cambio no será real
ni se sostendrá durante largo tiempo. Mediante esta estrategia fomentaremos su
motivación a realizar un verdadero cambio en su conducta y a sostenerlo en el
tiempo.
Ahora
bien, no recomiendo hacer este esfuerzo titánico de empatía con todas las
personas a las que queremos marcar un límite, pues, en general, su deber es
respetarlo, sin mayor explicación o necesidad de entenderlo, y, en caso de no
querer hacerlo, debería alejarse sin más (o tomar nosotros la decisión de
alejarnos). Pero cuando se trata de relaciones con personas con las que no
resultaría tan fácil distanciarnos (padres, madres, hijos, familia política,
compañeros de trabajo, etc.), explicar el porqué de nuestros límites en
términos de su mapa mental (en especial, cuando se trata de niños y
adolescentes) resulta una estrategia sumamente astuta y eficiente
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 77
Para
exigir respeto, necesitamos saber transmitir respetabilidad. Si queremos
despertar confianza, necesitamos saber transmitir confianza y si queremos que
nos den crédito, necesitamos saber transmitir autoridad.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 85
El
error más común que cometemos las personas al expresar nuestro enfado con otro
es culpabilizarlo a él de nuestro enojo, y esto tiene una consecuencia
inmediata: que el otro se ponga a la defensiva. Cuando esto ocurre, el fracaso
de la comunicación está garantizado, pues en vez de remar ambos hacia la misma
dirección para encontrar soluciones, cada uno remará hacia su lado para tener la
razón.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 89
El
tiempo es algo que solo se gasta, no se recupera, no vuelve jamás y es finito.
A todos se nos acaba algún día, y todos deberíamos adquirir el compromiso con
nosotros mismos de hacer lo posible para que, al llegar al último aliento,
podamos sentir que ha valido la pena. De modo que es determinante a qué le
decimos que sí y a qué le decimos que no.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 96
Los
victimistas, narcisistas, provocadores, buscadores de atención,
desprestigiadores, oportunistas, moralistas, culpabilizadores, mentirosos,
demagogos, hipócritas, maltratadores e instigadores de toda calaña son
individuos dispuestos a manejarnos a cualquier precio en pro de su beneficio
personal. Lo mejor que podemos hacer cuando detectamos a una persona con
conductas manipuladoras es evitar cualquier tipo de relación con ella. Esta es
la mejor manera.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 114
El
error que cometemos es que, en la gran mayoría de las situaciones
problemáticas, los humanos tendemos a buscar culpables. Parece que necesitemos
cargar a alguien con la responsabilidad de que las cosas no hayan salido como
esperábamos para quedarnos tranquilos, en vez de aceptar que, en muchas
ocasiones, no hay ni culpables, ni inocentes, ni buenos, ni malos, ni héroes,
ni villanos.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 128
Cuando
una relación no funciona, nos atascamos en la idea de que para romperla tiene
que haber un «malo», alguien que nos trate mal, que no nos cuide, que sea
tóxico, un narcisista o un egoísta... Pero ¿y si no lo hay? ¿Y si estamos con
una bellísima y buena persona, pero aun así sufrimos? ¿Y si sus límites y los
nuestros son incompatibles? ¿Y si lo que necesita no se corresponde con lo que
nosotros podemos ofrecerle y viceversa? ¿Y si discutimos continuamente porque
no hablamos el mismo idioma y tenemos visiones de la vida muy distintas? Todo
esto nos hace sufrir. Y es que podemos querer mucho a una persona y, a la vez,
no ser compatible con ella, ya que, lamentablemente, solo el amor no es
suficiente para mantener una relación sana. Cuando somos capaces de comprender
que podemos querer mucho a alguien, pero ser incompatible con esa persona,
empezamos a aceptar que distanciarse es la mejor forma de quererla y de
querernos. Tomar la decisión de alejarse, «no porque no te quiera, sino porque,
a pesar de quererte, esto duele», es un paso muy difícil, pero mantenernos en
ese vínculo probablemente nos lleve a una espiral de sufrimiento indefinido,
donde agotaremos toda nuestra energía y salud emocional en los esfuerzos por
hacer que funcione. Y eso será más difícil aún. En estos casos, lejos de enviar
a la mierda a esa persona, necesitamos hablarle desde el amor y con mucha calma
(nunca en un estado de enfado o discusión) para exponer los motivos que
sostienen la decisión de romper la relación y definir de mutuo acuerdo (sobre
todo en los casos de relaciones de pareja) cómo va a ser la separación para que
duela lo menos posible para ambos. Llevar esto a cabo requiere, por un lado,
tener una sana autoestima que nos permita priorizar nuestro bienestar, por
mucho que queramos a la otra persona, y, por otro lado, mucha madurez,
fortaleza emocional y responsabilidad afectiva. Nada sencillo. Esto es lo que
llamamos una ruptura amistosa, sana, respetuosa y cuidadosa con el otro (y con
nosotros mismos).
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 128
Si
nosotros no somos capaces de ponernos en nuestro sitio, nunca vamos a poder
poner en el suyo a los demás. Para eso, hace falta tener muy claro que no
podemos permitir que nadie vulnere nuestros derechos, nos falte el respeto,
intente coartar nuestra libertad o trate de manipularnos. Es decir, que
ponernos en nuestro lugar significa comprometerse con uno mismo a hacer lo
necesario para protegerse a nivel emocional, aunque eso conlleve la
desaprobación de otras personas o alejarse de ellas.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 130
Darnos
amor significa cuidarnos, respetarnos y protegernos de todo mal, y eso implica
muchas veces enviar a la mierda. A la mierda las apariencias, a la mierda el
«qué dirán», a la mierda la diplomacia, a la mierda la vergüenza, a la mierda
la cobardía, a la mierda los chantajes, a la mierda las expectativas de los
demás, a la mierda la discreción, a la mierda los buenos modales, a la mierda
las imposiciones, a la mierda la manipulación, a la mierda la sutileza y a la
mierda con la gente de mierda.
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 131
OTRAS
MANERAS DE ENVIAR A LA MIERDA SARCÁSTICAS, INGENIOSAS Y CON HUMOR
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Te devuelvo tu nariz. Se había metido en mis asuntos.
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Me parece que tienes el sistema digestivo invertido.
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Disculpa si no cumplo tus expectativas, mi prioridad es cumplir las mías.
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Cuando uno es sencillo corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto.
•
Espero que el resto de tu día sea tan agradable como tú.
•
Disculpa, me dejas sin una respuesta adecuada para alguien con tu madurez.
•
Todos podemos decir alguna vez en la vida cosas estúpidas, pero hay quien abusa
de ese privilegio.
•
Se te ha quedado un trocito de mierda entre los dientes.
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Hablar con la boca llena es feo, pero con la cabeza vacía es peor.
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Parece que te cortaron verde.
•
¿Por qué no vas a ver si llueve en la esquina?
•
(Una forma artística) Dibujar un círculo enorme y decir: «Esto es lo que me
interesa la tasa de natalidad de la hormiga asiática (o lo más absurdo que se
nos ocurra) y esto (dibujar un punto), lo que me importa tu opinión sobre mí
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 137
Como
ayuda, se muestran a continuación algunas originales palabras recogidas en el
diccionario español para que, jugando con ellas, podamos formar originales
expresiones. Dejen volar su imaginación...
1.
Adoquín: Persona de poco ingenio, habilidad o conocimiento.
2.
Archipámpano: Persona que se comporta como si tuviera mucha autoridad o
importancia sin realmente tenerla.
3.
Artabán: Hombre agresivo, machista y misógino que menosprecia a las mujeres.
4.
Baboso: de conductas lascivas y molestas.
5.
Basilisco: Persona muy furiosa e hiriente.
6.
Batracio: Persona de mala actitud e irrespetuosa.
7.
Bellaco: Malo, pícaro, ruin.
8.
Botarate: Persona con poco juicio.
9.
Canalla: Persona ruin y despreciable por su comportamiento.
10.
Cansino: Pesado, insistente.
11.
Cenutrio: Torpe, bruto.
12.
Cernícalo: Persona ignorante y grosera.
13.
Charrán: Que habla mucho, pero sin decir nada.
14.
Chisgarabís: Persona entrometida y de poco juicio.
15.
Chupasangre: Que se aprovecha de otras personas.
16.
Deslenguado: Que habla de manera insultante, desvergonzado.
17.
Energúmeno: Persona furiosa que actúa violentamente.
18.
Facineroso: Persona que actúa con maldad, delincuente habitual.
19.
Granuja: Persona deshonesta que intenta aprovecharse de otras con trampas o
estafas.
20.
Idiota: Persona poco inteligente o engreída.
21.
Machirulo o machín: Hombre machista, especialmente el que se considera que
presume de ello.
22.
Majadero: Persona descortés, grosera y maleducada.
23.
Maldiciente: Que maldice o denigra por costumbre.
24.
Malmirado: Persona descortés, desconsiderada, maleducada.
25.
Meapilas: Que muestra una devoción religiosa exagerada o hipócrita.
26.
Melón: Persona torpe o necia.
27.
Mequetrefe: Persona entremetida, inútil.
28.
Ñoño: Persona muy quejica.
29.
Palurdo: Que tiene poca educación y modales para comportarse en público.
30.
Patán: Persona tosca y torpe.
31.
Pelmazo: Persona insistente, molesta, pesada.
32.
Petimetre: Persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las
modas.
33.
Pijotero: Que produce fastidio o cansancio.
34.
Plasta: Persona aburrida y molesta.
35.
Pusilánime: Falta de ánimo y valor para enfrentarse a dificultades, defender
las propias ideas o tomar decisiones.
36.
Rastrero: Que actúa de forma mezquina para conseguir sus propósitos, muchas
veces a costa de la humillación.
37.
Ruin: Persona miserable, de malas costumbres.
38.
Sabandija: Persona despreciable.
39.
Sabiondo: Persona que presume de saberlo todo sin saber realmente.
40.
Sanguijuela: Persona que se aprovecha de otra, explotándola laboralmente o
sacándole su dinero o pertenencias.
41.
Sinvergüenza: Persona pícara y que comete actos inmorales sin reparo.
42.
Traidor: Que falta a su palabra o a la confianza de otras personas.
43.
Taimado: Ingenioso y hábil para el engaño.
44.
Tunante: Pícaro y audaz para estafar o mentir.
45.
Zascandil: Persona informal, que engaña
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 139
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