Esta es la llave que se te cayó en la nieve
Robin Myers
Esta es la llave que se te cayó en la nieve
y qué pasamos horas buscando,
se hizo de noche y las yemas
de tus dedos se pusieron moradas.
Entramos, dejamos las botas
al lado de la puerta, nunca estuvimos
tan cerca de quemarnos las manos
ninguno de los dos quería
alejarse del fuego, me mirabas
a ver si era yo la del paso en falso.
Sin que me vieras, me fui
curando las ampollas,
me saqué las vendas
para dejarlas respirar.
Quería salir al sol pero fueron
dos semanas de lluvia y frío.
El tiempo que duró no pude
tocar ni una tecla del piano
“la única forma de salir de esto
es atravesándolo” escuché
en una serie y lo anoté.
No volvimos a hablar
no quiero saber si estás bien,
si lloraste alguna vez además de esa
si buscas con alguien
llaves perdidas en el patio
para poder entrar a tu casa.
Carolina Amorosi
Hace dos noches
que el viento sopla
implacable
en mi ventana.
Pareciera que hay un tornado
y a la mañana cuando me levanto
a ver los destrozos en el patio
todo sigue ahí,
no volaron las macetas,
el ají está intacto
en la huerta, como si el viento
fuera algo que solo yo noto,
que nada más
me sacude a mí.
Carolina Amorosi
Me levanté a las siete,
te iba a escribir
y tuve miedo de despertarte.
En cuatro horas sale el avión,
todavía no hice las valijas.
Recién salgo de la ducha,
las gotas de agua me caen por la espalda,
nunca sé qué llevar conmigo
y qué dejar atrás.
Carolina Amorosi
Pensaba escribir algo
sobre el olor a pasto
recién cortado, las máquinas
de la cuadra que suenan
al unísono el domingo
a la mañana.
Pero todo se me escapa;
el olor, la savia
pegada en la suela de mis ojotas
el sol de octubre en la cara
la promesa de que el día
recién empieza, de que todo
está por escribirse.
Carolina Amorosi
Vino de visita,
trajo una hogaza de pan
y la puso en la mesa. Me quedé mirándolo,
abrí el cajón de la cocina, busqué el cuchillo
largo con muchos dientes
me lo regalaron cuando me casé
le dije mientras cortaba
rodajas sobre la tabla de madera.
Después no dije más nada
serví el café.
Lo dejé que me contara
la historia de un nene que llegó
sin signos vitales a su guardia.
En un momento le dije
estoy a punto de llorar
y cambió de tema.
Lo miré masticar.
Mi abuela siempre tuvo el pelo blanco
de ella saqué los miedos y las malas palabras.
El pan le temblaba en los dedos,
nunca supo que tuve un novio,
después una hija y me quedé
con todos los regalos de boda.
Carolina Amorosi
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