Fernando Castelló Hablar como los dioses

 De los amores de Afrodita con Ares nacieron Eros (el Amor) y Fobo (el Terror); con Dioniso (Baco en Roma) engendró a Príapo, el geniecillo de falo descomunal; con Anquises tuvo a Eneas, héroe troyano fundador de Roma, y con Hermes a Hermafrodito, el de los dos sexos.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 9

 
 
Pese a lo contradictorio del mito, en lo apolíneo prevalecen finalmente los conceptos de mesura, equilibrio, violencia refrenada, control de sí mismo y del propio entusiasmo; alianza entre pasión y razón; luminosidad, coherencia… que Nietzsche, en sus manuales para uso del perfecto Superhombre, contrapondrá a su antítesis dionisíaca (o báquica), donde domina lo irracional, impulsivo, desordenado, instintivo.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 17
 
 
Una de las doce divinidades olímpicas, diosa virgen de la sabiduría, hija de Zeus y de Metis, a su vez diosa de la inteligencia, Atenea lo es al tiempo de la guerra y de otras actividades dispares. En Roma se la equiparó a Minerva. Atenea nace, de la cabeza de Zeus que se había tragado a Metis estando encinta de ella, armada hasta los dientes. Zeus le presta, además, la Égida, su escudo/coraza protector. Sin embargo, frente al otro dios de la guerra, su hermanastro Ares, belicoso y violento, ella sólo representa la guerra como último recurso, una vez fallidos la negociación y el derecho. Simboliza el triunfo de la razón y la estrategia sobre el valor irreflexivo en la defensa del orden público y la ley. Protege a los héroes griegos en Troya y en otras gestas, aunque prefiere al astuto Ulises que al temerario Aquiles. En tiempos de paz no va armada, pese a que su representación más común es provista de lanza, casco y égida. Regaló a Atenas el olivo, símbolo de la paz, y se convirtió en guardiana de la ciudad y del Estado. Protectora de los guerreros y de las ciudades, es también diosa de la inteligencia por haber nacido de la cabeza de Zeus. Se la considera así diosa de las artes y protectora de la metalurgia y de la artesanía. Diosa de progreso, inculcó a los atenienses el amor al trabajo e inventó la olla de barro, el torno, la escuadra, el arado, el rastrillo, el yugo, la brida, el carro, el barco, la trompeta y la flauta, así como la ciencia de los números y las artes hogareñas femeninas: la cocina, el hilado, el tejido… Luchó contra Poseidón, su tío, por el dominio espiritual de Atenas, a la que el primero ofreció una fuente de agua salada, mientras ella le ofrendaba el olivo, de frutos vitales, por el que las mujeres atenienses la dieron como triunfadora, en mayoría sobre los hombres, que votaron por Poseidón. Derrotado y furioso, Poseidón inundó la comarca de Atenas, por lo cual, según algunos, para aplacar su furia hubo que retirar el derecho de voto a las mujeres. En esto han visto algunos la explicación de ausencia femenina de la vida política. Con el tiempo, acabó encarnando la sabiduría, la cultura y la laboriosidad que, junto con el poderío guerrero, legitimaban el dominio griego sobre el mundo.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 28
 
 
Pasado el Aqueronte, y descendido un nivel más bajo tierra, se encuentra el Erebo (identificado en los crucigramas con el Infierno a secas), territorio donde tiene su palacio Hades, rey de los Infiernos, a cuyo siniestro gobierno le ayudan una numerosa Family Munster compuesta por: su esposa, Perséfone; la diosa-bruja de tres cabezas (de león, perro y caballo) Hécate; las almas de los reyes Radamante, Minos y Eaco, Jueces de los Muertos; la Furias o Erinias, las Harpías, la Muerte (Tanatos), el Sueño (Hipnos), Némesis, las Parcas, las Gorgonas, las Ceres, Campe (monstruosa guardiana del Tártaro), el barquero Caronte, el can Cerbero y multitud de monstruos y demonios menores. Hermes, el mensajero de los dioses, es el encargado por Zeus de conducir a los Infiernos a las almas de los muertos.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 36
 
 
BACANAL, BACANTES, BACO…
 
Bacanal: orgía con mucho desorden y tumulto (DRAE).
 
Bacantes: «las desatadas», mujeres descocadas, ebrias y lúbricas (DRAE) que participaban, como fieles o sacerdotisas, en las fiestas bacanales y que se transfiguraban en desenfrenadas ménades (o mujeres locas) devoradoras de hombres crudos y de sus propios hijos cuando llegaban al éxtasis producido por la abundante libación de vino, posiblemente mezclado con algún alucinógeno.
 
Baco, asimilado por los romanos a Dioniso/Baco y a Liber Pater, es el dios de la viña y del vino, del desenfreno, la licencia, el delirio místico, de los «gozosos tumultos» y la «frenética embriaguez», según los Himnos Homéricos.
 
Dioniso, etimológicamente «el Zeus de Nisa», parece ser la forma griega del dios védico Soma, cuya bebida embriagadora, el «soma», parecida al vino y posiblemente mezclada con alucinógenos, proporciona el éxtasis místico o evasión hacia la iluminación interior o introspección.
 
Se le representa como un efebo imberbe, algo afeminado, andrógino, de delicada desnudez cubierta apenas por una piel de pantera o de gamo, o por un vestido largo femenino (igual que Aquiles, ver), con la cabeza, llena de bucles, coronada de pámpanos y racimos de uva, mientras en una mano sostiene el tirso de hiedra y en la otra una copa o un racimo.
 
Denominado por algunos «el hombre/mujer», se le atacaba a veces como si fuera lo que hoy llamaríamos una «loca» o, mejor, una «drag queen». En Grecia es hijo de Zeus y de Sémele, princesa tebana, y pertenece a la segunda generación de los Olímpicos, como Hermes, Apolo, Ártemis…
 
Hera, celosa de Sémele, al saber que ésta estaba encinta le aconsejó pérfidamente que pidiera al dios que se le mostrase en su olímpica majestad, con todo su ardor y esplendor, a lo que Zeus se avino y se presentó ante ella despidiendo rayos y centellas que redujeron a cenizas el palacio de Sémele, con ella y su hijo non nato dentro. Zeus salvó al embrión de seis meses y se lo cosió, al muslo, de donde nació tres meses después. Por eso se denomina también a Dioniso/Baco «el nacido dos veces» o Ditirambo.
 
El niño fue confiado a Hermes, quien encargó de su crianza al rey Atamante de Orcómeno y a su esposa, Ino, a los que pidió que lo disfrazasen con ropas de niña para evitar que Hera lo reconociese. Fallido el truco, Zeus se llevó a su hijo, metamorfoseado en cabrito, a Nisa, montaña de Tracia o del Helicón, donde le cuidaron unas ninfas (Fesilea, Corónide, Cleia, Feo y Eudora, según unos: Nisa, Macris, Erato, Bromia y Bacante, según otros), luego convertidas en la constelación de las Hiades, que lo alimentaron con miel. Fue su preceptor el casi siempre beodo Sileno, viejo sátiro ilustrado y dipsómano.
 
Por orden de Hera, descubierto por los titanes, fue descuartizado y hervido en un caldero, alegoría procedente de una de sus personalidades asimiladas, la del dios cretense Zagreo, y que forma parte de los misterios dionisíacos y precede a la liturgia de la comunión en la misa cristiana. Como Cristo, después de su pasión y muerte resucitó, ya como Dioniso, por obra de Atenea o de su abuela, Rea, que recogió su corazón palpitante y sus trozos dispersos, los reunió y reanimó como se reanima cíclicamente la vegetación tras su muerte invernal. De su sangre vertida nació el granado.
 
Ya adulto, Dioniso descubrió la vid y el arte de sacar vino de ella, pero Hera lo enloqueció y tuvo que andar errante hasta Frigia, donde la diosa Cibeles lo purificó e inició en los ritos de su culto.
 
Cuenta la leyenda que los primeros bebedores de vino fueron dos pastores a los que el rey de Ática, Icario, les dio a beber el nuevo brebaje y que, embriagados, lo mataron al creer que los había envenenado. Cuando se enteró de la muerte de su padre, la princesa Erígone se ahorcó, siendo convertida por Dioniso en la constelación de Virgo y su perra Maira en la del Can o Canícula.
 
En Calidón se enamoró de Altea, la esposa del rey Eneo, el primer cornudo consintiente, premiado por ello con la primera cepa que se plantó en Grecia, y tuvo con ella a Deyanira, que se casaría con Hércules.
 
Luego, Dioniso pasó a Asia Menor, Oriente Medio, donde atravesó el Tigris a lomos de un tigre y construyó un puente de vid y hiedra sobre el Éufrates, y la India, a la que sometió al frente de un demencial ejército de sátiros y ménades, armados con tirsos (báculos con hiedra enroscada y una piña en la punta), bramaderas y címbalos, y con ayuda de sus encantamientos y hechizos. Su victoriosa campaña por Oriente es interpretada por algunos mitógrafos como una parodia mítica de la expedición de Alejandro hacia el Indus, y por otros como el relato legendario del intento de introducción de la vid en Asia y en el norte de África.
 
Regresó a Grecia triunfante con su cortejo: él, coronado de hiedra y pámpanos, «embriagado de néctar», acomodado en un carro tirado por panteras, y detrás los sátiros, los coribantes (pequeños demonios danzarines y greñudos), las bacantes o ménades, Sileno, Príapo, Pan, centauros, ninfas, pastores y pastoras, todos provistos de tirsos, cepas, coronas de yedra, copas y racimos de uva.
 
Algunos sostienen que el cortejo bacanal iba «colocado» no con vino puro, sino mezclado con hidromiel, base del néctar de los dioses, y hojas de hiedra machacadas, a lo que se añadiría polvo de amanita muscaria (considerada por los micólogos como potente alucinógeno) lo que convertía el brebaje en un «chute» productor del delirio dionisíaco. La descripción del trance danzante en que entraban durante horas las bacantes invita a pensar que, en efecto, se «chutaban», y no sólo con vino, para aguantar la «marcha», al igual que hacen hoy los que pudiéramos denominar «bakalantes».
 
Fue en Tebas, la ciudad natal de Baco, donde éste introdujo las bacanales, fiestas orgiásticas en las que el pueblo (especialmente las mujeres), presa de delirio místico e histeria, se daba al desenfreno. Convertidas las bacantes en alucinadas y frenéticas ménades, tras abusar (según unos, pues según otros eran castas, aunque devoradoras de hombres en sentido literal) de un hombre le hacían pagar sus favores con la vida. Fueron ménades en trance las que mataron y despedazaron a Orfeo.
 
Dioniso era temible con quien contradecía sus designios o no le rendía culto, como ocurrió en Argos, donde enloqueció a las hijas del rey Preto y a las mujeres del país, que llegaron a devorar a sus propios hijos en su seno, o con Penteo, rey de Tebas y pariente suyo, que lo encarceló y al que hizo destrozar por las furiosas ménades y cortar la cabeza por su propia madre, Ágave, según cuenta Eurípides en Las Bancantes. Al ver acercarse a Dioniso con su bullicioso séquito de orates y mujeres beodas, y cómo acudían a rendirle pleitesía los tebanos, Penteo les reprochó su admiración por «un mancebo afeminado cuyo cabello rezuma bálsamo, cuya corona es una guirnalda de hojas de parra, que viste oro y púrpura en vez de acero, incapaz de gobernar un corcel» y cuyo aparato divino no era sino falsedad e impostura.
 
Tras convertir en delfines a unos piratas que intentaron venderlo como esclavo cuando él les pidió que lo llevaran a la isla de Naxos, ascendió con su vid al cielo, donde ocupó un «escaño», cedido por la modesta Hestia o Vesta, a la diestra de Dios Padre Zeus, entre los doce olímpicos, para humillación de su madrastra Hera. Una de las dos cumbres del Parnaso le estaba consagrada.
 
Es muy posible que, desde la llegada de Dioniso al Olimpo, los dioses añadiesen el vino embriagador a sus alimentos cotidianos: la empalagosa ambrosía y el dulzón néctar. Así, las cenas de doce regadas con vino recordarían la última de Cristo y sus apóstoles, al igual que la liturgia dionisiaca del vino recuerda la de la misa católica. Ya en el Cantar de los Cantares se alude a un vino divino que procura la embriaguez espiritual y que nos inunda el cuerpo a la manera que Dios invade el alma.
 
Desde el Olimpo, Dioniso descendió a Naxos, donde se casó con Ariadna, abandonada allí por Teseo en su huida de Creta tras matar al Minotauro (ver). Es éste el único amor con mujer que se le conoce.
 
Luego descendió a los infiernos, por el lago de Lerna, en busca de la sombra de su madre, Sémele, para traerla consigo al cielo. Llegado al Averno, Hades accedió a liberar a Sémele a cambio de la planta del mirto con la que los iniciados en los misterios dionisíacos se coronaban la frente.
 
En la guerra de los dioses contra los gigantes, interviene a favor de aquéllos, armado con su tirso, con el que mató a varios enemigos.
 
El culto de Dioniso se practicó en toda Grecia desde el siglo VI a.d.c. Las «dionisíacas» atenienses, celebradas en febrero y en otoño, eran las más importantes y, encabezadas por el primer arconte, «púberes canéforas» ofrecían al dios el acanto, como cantaría modernamente Rubén Darío.
 
En algunas fiestas dionisíacas («faloforias») se paseaba un gran falo en medio de danzas obscenas, y, en otras, de tipo campestre, se bailaban en corros sagrados danzas rituales llamadas «ditirambos», nombre que terminó aplicándose a un tipo de poema lírico. De las procesiones, mascaradas y representaciones de sus misterios nace el teatro griego y en las Grandes Dionisíacas se representaban obras dramáticas, paralelas a las orgías populares, y banquetes o komos, de donde deriva «comedia».
 
Otro aspecto del culto dionisíaco era el «suplicio expiatorio» al que se sometía a una víctima propiciatoria humana y que consistía en someterla al «tríbolo», rodillo de trillar que las mujeres hacían pasar sobre el «chivo emisario», que quedaba así purificado, al tiempo que liberaba de pecado a toda la población.
 
En Roma halló terreno cultivado el culto dionisíaco y bacanal, libertino, a Liber, al dios del vino que venía, según los poetas, «a aliviar el triste sino de los humanos, disipar sus penas y llevarles algo de alegría» y que fue prohibido por el Senado en 186 a.d.C. La más loca y orgiástica de las Bacanales se celebraba en febrero y de ella pudiera derivarse el actual Carnaval o Carnestolendas.
 
Nietzsche contrapuso lo dionisíaco a lo apolíneo y los órficos consideraban a Dioniso un dios supremo, junto a Apolo, al que enfrentaban.
 
En lo apolíneo prevalecen finalmente los conceptos de mesura, equilibrio, violencia refrenada, control de sí mismo y del propio entusiasmo; alianza entre pasión y razón; luminosidad, coherencia… que Nietzsche, en sus manuales para uso del perfecto Superhombre, opondrá a su antítesis dionisíaca, donde domina lo irracional, impulsivo, desordenado, instintivo. Estas fuerzas antitéticas inspirarán a Thomas Mann su Muerte en Venecia
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 40
 
 
«Más allá del soplo del viento del norte» habitaban los HIPERBOREOS, mítico pueblo nórdico citado ya por Diodoro y cuya leyenda está ligada a Perseo y Hércules, que, según algunos, fue a buscar entre ellos el Jardín de las Hespérides; y a Apolo, que, en su carro tirado por cisnes blancos, llegaba allí desde Grecia al final de cada otoño para pasar el benigno invierno. Pese a estar en el frío norte, algunos autores ven el país de los Hiperbóreos como un reino de Utopía retornado a la Edad de Oro, de clima benigno y tierra ubérrima, donde siempre es de día y cuyos habitantes, ignorantes del rencor, viven al aire libre cantando y bailando, gozan de extrema longevidad y son felices incluso cuando, tras haber disfrutado de larga y sana vida («ni las enfermedades ni la vejez funesta afectan a su sacra estirpe», canta Píndaro), se la quitan con la sonrisa en los labios arrojándose al mar desde un acantilado. Sólo una cosa se le podría hoy reprochar a tan feliz pueblo, digno en lo demás de envidia e imitación: según constatan Antoninus Liberalis y Píndaro, los hiperbóreos inmolaban en honor de Apolo «hecatombes de asnos», ante la mirada complacida del ilustre visitante venido desde Delfos, quien, no obstante, se opuso a que esa costumbre fuera llevada al sur.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 49
 
 
Una característica curiosa de la mitología griega es que el paraíso se encontraba en los infiernos, al menos en la versión de Virgilio, aunque en la de Homero estaba situado en el extremo occidental del mundo conocido.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 54
 
 
CAMPOS ELÍSEOS. Los…
 
Estuve en París y me paseé por los Campos Elíseos.
 
Cuando las almas de los muertos con sepultura comparecen ante los jueces de los muertos, estos las encaminaban hacia los infiernos propiamente dichos, si han sido malas en vida, o, si han sido buenas, hacia los Campos Elíseos, equivalentes al paraíso o cielo de los justos.
 
Una característica curiosa de la mitología griega es que el paraíso se encontraba en los infiernos, al menos en la versión de Virgilio, aunque en la de Homero estaba situado en el extremo occidental del mundo conocido.
 
En los Campos Elíseos, poblados de álamos plateados, reina Apolo, según los órficos (Radamante, juez de los muertos, casado póstumamente con Alcmena, madre en vida de Hércules, según otros) e impera una eterna primavera. Allí disfrutan de goces sin par las almas de los héroes y hombres virtuosos. La tierra está siempre verde y sembrada de ubérrimos huertos y frutales, regados por el Leteo.
 
Como especies de segundas residencias o dependencias de los Campos Elíseos están las Islas de los Bienaventurados o Afortunadas, situadas en el extremo occidental de la Tierra conocida y que pudieran muy bien ser las Canarias, y las Leuce o Blanca, en la desembocadura del Danubio, en el Mar negro, convertida hoy en centro penitenciario.
 
Allí, las almas gozan de una eterna juventud, sin dolor ni preocupaciones, y los héroes, tumbados sobre lechos de asfódelos o sentados sobre la yerba fresca, se cuentan sus hazañas o escuchan a los poetas cantar sus glorias pasadas. Pero también se dedican a actividades más propias de sus temperamentos, como a medir sus armas de día y celebrar festines con abundantes libaciones de noche, como lo atestiguan los marinos que pasan cerca y escuchan ora entrechocar de espadas, ora de copas.
 
El más famoso de los habitantes de los Campos Elíseos, según unos, o de la Isla Blanca o la de los Bienaventurados, según otros, es Aquiles, quien, al igual que sus amigos Patroclo y Ayax, «vive» allí casado con Helena de Troya, que le aguarda en casa, posiblemente rumiando sus recuerdos entre suspiro y suspiro. Esta versión choca con otra en la que Menelao, el ya engañado esposo de Helena en vida, también se encuentra en los Campos Elíseos, adonde le envió Zeus por ser su yerno.
 
Algunos sostienen que con quien está unido en el paraíso Aquiles es con la maga Medea.
 
También vive felizmente en los Campos Elíseos Orfeo, quien, en eterna compañía al fin de Eurídice, vestido con una túnica blanca toca y canta para los bienaventurados.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 53
 
 
 
CICLÓPEA. Una obra…
 
«Cíclope: Gigante de la mitología griega con un solo ojo. Ciclópeo, a: Aplícase a ciertas construcciones antiquísimas que se distinguen por el enorme tamaño de las piedras que entran en ellas, por lo común sin argamasa. Fig. gigantesco, excesivo o muy sobresaliente» (DRAE).
 
Los mitógrafos distinguen cuatro tipos de cíclopes, todos ellos con un sólo ojo (cíclope significa «ojo cercado») en el centro de la frente y que en total sumarían más de un centenar:
 
1). Los «uranios», hijos de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) y miembros de la primera generación divina, son tres: Estéropes, Arges y Brontes. Fabrican para Zeus el rayo, el relámpago y el trueno, que es lo que significan sus nombres respectivos; para Hades, un casco que lo hacía invisible y para Posidón, el tridente. Urano los encadenó en el Tártaro y su hijo Crono también, después de haberlos liberado. Su definitiva liberación fue obra de Zeus, que los utilizó para luchar contra los Titanes (ver). Murieron a manos de Apolo, en venganza por haber matado Zeus al hijo de aquel, Esculapio, de un rayo.
 
2). Los forjadores de las armas, armaduras y otros objetos de bronce u oro de dioses y héroes bajo la dirección de Hefesto. Su fragua, fragorosa e ígnea, está en el interior de los volcanes sicilianos, especialmente en el Etna, volcán bajo el cual también están enterrados algunos Gigantes (ver) y el monstruoso Tifón.
 
3). Los pastores descritos en la Odisea, carvernícolas antropófagos que viven en la costa cercana a Nápoles dedicados a la cría de carneros. El más conocido es Polifemo, el que apresó a Ulises y sus compañeros.
 
4). Los constructores, procedentes de Licia, a los que se atribuía la construcción de monumentos y obras gigantescas, como las murallas de Micenas y de Tirinto, hechas con piedras tan enormes que harían falta dos pares de bueyes para arrastrar la más pequeña
 
Polifemo protagonizaría con la nereida Galatea una fábula de amor trágico que ha inspirado piezas musicales y cuadros famosos: enamorado de la ninfa de los mares, ésta rechazó sus requerimientos por estar a su vez enamorada del joven pastor Acis, al que Polifemo, celoso, aplastó arrojándole un gran bloque de piedra. Galatea, al ver a su amado muerto, volvió al mar con sus hermanas las Nereidas, mientras Neptuno metamorfoseaba a Acis en un río siciliano.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 66
 
 
CIPRÉS
 
El ciprés es el árbol de los muertos, cuya madera pasa por incorruptible.
 
Cipariso era un bello joven, amado de Apolo (algunos dicen que también de Céfiro y de Silvano, dios fauno romano que llevaba por corona una rama de ciprés en recuerdo del joven), que tenía como compañero favorito un ciervo sagrado. Un día de verano, mientras el astado dormía a la sombra, Cipariso lo mató por error al lanzarle su jabalina. Desolado, el hermoso joven pidió a los dioses que le dejasen morir y que sus lágrimas fluyesen por la eternidad. Los dioses le concedieron la gracia de convertirlo en ciprés, el árbol de la tristeza que guarda la memoria de los muertos en los cementerios.
 
Otros sostienen que el ciprés viene en realidad de las hijas del rey beocio Etéocles, quienes, durante una fiesta en honor de Deméter y Core, cayeron en una fuente mientras bailaban y se ahogaron, pero Gea las transformó en cipreses.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 67
 
 
Cupido es uno de los dos peces que forman el signo zodiacal de Piscis. El otro es su madre, Venus, y ambos plasman en el firmamento su huida del Gigante Tifón más allá del Éufrates a lomos de sendos peces.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 73
 
 
DAR A LUZ
 
La expresión «dar a luz», equivalente metafórico de parir, tiene origen, o al menos antecedente mitológico, en la función de «alumbradora» de la vida que se atribuye a una diosa, Ilitia.
 
Ilitia, «la bella hilandera», «la que ayuda a parir», es la divinidad griega de la maternidad, hija de Zeus y de Hera y hermana de Hefesto y Ares, aunque no figura como ellos, al igual que su otra hermana, Hebe, entre los doce grandes del Olimpo. Protectora de las comadronas, es enviada por su madre para ayudar a las mujeres que están a punto de alumbrar y que no podrían hacerlo sin su asistencia. Precisamente, se la representa sosteniendo en una mano alzada una antorcha que simboliza la vida que nace a la luz, que da-a-la-luz desde las tinieblas del no ser. Ilitia, «la sosegadora», la «alumbradora de criaturas», según Píndaro, sin la cual «no habríamos visto la luz ni la negra noche», ayuda (por ejemplo, a Evadne a tener un hijo, Yamo, de Apolo) a «salir de las entrañas a la luz». En esta tarea está asistida a veces por sus hermanastras las Moiras o Parcas, que desde el alumbramiento empiezan a hilar la vida del recién nacido.
 
La ausencia de Ilitia, retenida en el Olimpo por su celosa madre, retrasa nueve días los nacimientos a la luz de Apolo, fruto extraconyugal de Zeus con la titánide Latona, y de Hércules, hijo espúreo a su vez de su infiel marido con la humana Alcmena.
 
En Roma se confundió a Ilitia con su madre, Hera (Juno) a la que se denominó Juno Lucina o alumbradora.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 74
 
 
DESTINO. Ironías del…
 
«Destino: “hado”, fuerza desconocida que se cree obra sobre los hombres y los sucesos. Encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal» (DRAE).
 
El Destino es el fatum o hado que, en la mitología y en la tragedia grecolatinas, marca la suerte de los mortales, que no pueden sustraerse a ella y que sólo les es revelada por los oráculos.
 
El Destino, o ananké, individual que rige inapelablemente la vida lo trazan las Moiras (las Parcas en Roma) o hilanderas, hijas de la Necesidad y del propio Destino (o de Zeus y de Temis), desde el nacimiento de cada criatura humana: Cloto, la «hilandera», hila en su huso la trama de la existencia; Láquesis, la «suerte», mide con una varilla la longitud que va a tener, y Atropo, la «inflexible», lo corta sin piedad cuando a uno le llega la hora de morir (según otra versión, Átropo hila, Cloto enrolla y Láquesis corta). En la versión romana, las tres hilanderas, las Tria fata (los tres destinos) tienen jurisdicción sobre el nacimiento (Nona), el matrimonio (Décima) y la muerte (Morta).
 
Al Destino no pueden oponerse ni los mismos dioses y Homero muestra a Hera preguntando desdeñosamente a su esposo, el casi todopoderoso Zeus, si se va a atrever a librar de la muerte a un hombre condenado por el Destino.
 
Sinónimo de Destino es el sino o hado al que se alude en obras como Don Alvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 77
 
 
Plantada hieráticamente sobre un cerro que dominaba el acceso a la ciudad, la Esfinge proponía a los viandantes enigmas (de ahí que se califique de «enigmática» a la persona con cara de esfinge) insolubles y, si, como estaba previsto, no los resolvían, los devoraba, mientras que, según un oráculo había vaticinado, si alguien acertaba la respuesta, la quimérica bestia debía darse muerte. Creonte, regente de Tebas tras el fallecimiento de Layo a manos inconscientes de su hijo Edipo, ofreció el trono a quien librase a la ciudad del azote del monstruo, que diezmaba a los tebanos. Huyendo al encuentro (valga la paradoja) de su fatal sino de parricida incestuoso, el propio Edipo pasó errabundo ante la Esfinge. Ésta le posó la más famosa de las adivinanzas: «Cuadrúpedo por la mañana, bípedo a mediodía, trípedo al atardecer, de todos los vivientes es el único que cambia el número de pies, y, cuanto mayor éste es, avanza con menor rapidez. Adivina qué ser es». A lo que Edipo respondería acertadamente: “El hombre, que de niño anda a gatas; de adulto, sobre dos pies, y apoyado en un bastón a su vejez”. (Algunos añaden un segundo enigma planteado por la Esfinge: «¿Quiénes son dos hermanas que una engendra a la otra y la otra engendra a la una?». Edipo responde correctamente que la luz del día y la oscuridad de la noche). Ante lo certero de la respuesta, la Esfinge, perdida su imperturbabilidad, se arrojó del peñón y murió, mientras Edipo, conducido por su destino fatídico, devenía rey de Tebas y esposo de su madre, la reina Yocasta, terminándose así de cumplir su sino de parricida incestuoso.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 93
 
 
FAETÓN. Ser orgulloso e imprudente como…
 
«Faetón. (Por alusión a Faetón o Faetonte, hijo del Sol, según la mitología, y conductor de su carro.) Carruaje descubierto, de cuatro ruedas, alto y ligero» (DRAE).
 
Faetón, «el brillante», es un semidiós hijo de la oceánide Clímene y de Helio (el Sol), quien, provisto de su casco de oro, conduce un carro de fuego tirado por caballos blancos, con el que lleva la luz y el calor de un extremo a otro de la Tierra y favorece la germinación de la vida.
 
Para demostrar a su amigo Épafo su filiación divina, Faetón pidió a su padre que le dejase dar una prueba de que era hijo suyo. Helio se comprometió, bajo sagrado juramento por la Estigia, a concederle lo que le pidiera al efecto. Entonces Faetón solicitó conducir un día el carro del Sol paterno. Obligado por su juramento, Helio accedió a la petición, no sin hacer múltiples recomendaciones a su hijo.
 
Instalado Faetón a las riendas del luminoso carro intentó salirse del camino trazado por la bóveda celeste. Pero los caballos, al darse cuenta de la falta de firmeza y de pericia del improvisado cochero, se desbocaron, y ora se acercaba el carro tanto al cielo que los astros protestaban, ora tanto a la Tierra que ríos y mares se secaban y montes y valles ardían.
 
Zeus, colérico ante el desastre y para evitar una conflagración mundial, fulminó a Faetón y lo precipitó en las aguas del Erídano. Sus hermanas, las Helíades, le lloraron tanto que quedaron convertidas en álamos y sus lágrimas en ámbar.
 
Algunos sostienen que los etíopes (Faetón lo era) quedaron negros para siempre de resultas de la insolación, y otros dicen que la del carro de fuego de Faetón sobrevolando de cerca la Tierra fue la única luz que penetró en el Reino de las Sombras y alegró por un instante la sombría vida de las almas en pena que lo habitan.
 
La leyenda de Faetón simboliza la hibris griega u orgullo desmesurado, y recuerda a la de Ícaro, pues los dos, temerarios e imprudentes, quisieron alzar vuelo por encima de los mortales, pero, desoyendo los consejos de sus mayores, ninguno estuvo a la altura de su ambición. A uno y otro se les podría aplicar el aforismo de Epicteto: «lejos, pues, del sol ponéos en tanto hayáis de cera los conceptos».
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 96
 
 
FAMA, FAMOSO…
 
«Opinión que la gente tiene de una persona» (DRAE). Tener fama de algo, ser famoso…
 
Hija de la Tierra, Fama («rumor» o vox populi en latín), o Femé en griego, es una divinidad alegórica, mensajera de los dioses. Según Ovidio, habita en el centro de la Tierra, en un palacio sonoro de bronce con mil aberturas por las que entran todas las voces y vuelven a salir amplificadas. Se la representa como una mujer alada provista de un clarín anunciador y a veces dotada de múltiples ojos y bocas.
 
Según Virgilio, fama volat («la fama vuela»), lo que alude a la rapidez con que se esparcen las noticias.
 
La Fama vive rodeada de los Falsos Rumores, la Credulidad, el Error…
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 97
 
 
FATAL, FATALISMO…
 
«Fatal (del latín fatalis): Perteneciente al hado, inevitable. Fatalidad: Desgracia, desdicha, infelicidad. Fatalismo: doctrina según la cual todo sucede por ineludible determinación del hado o destino, sin que exista en ningún ser libertad ni albedrío» (DRAE).
 
Fatal también equivale a mortal, por ejemplo, cuando se habla del «desenlace fatal» de una enfermedad. Cuando alguien no se encuentra bien, moral o físicamente, dice que «está fatal».
 
Fatídicas son las predicciones de Casandra que anuncian desgracias.
 
El Fatum, del que deriva la fatalidad, era para los romanos la expresión sagrada del destino y encarnaba el irrevocable designio divino y el sino atribuido por los dioses a cada ser humano y al que nadie puede sustraerse. Cada cual tiene marcadas sus partes de felicidad y desdicha, porque todo «está escrito» y preestablecido. Potencia temible y misteriosa, el Fatum o Hado o Destino se impone incluso a los propios dioses.
 
El Fatum devino en Fata o Hada en las lenguas románicas. La barca con que Caronte pasaba las almas al Averno era considerada la «barca fatal», como fatales eran las Parcas y los libros sibilinos.
 
Se dice que una persona es fatalista cuando acepta los acontecimientos resignadamente y sin intentar oponerse a ellos.
 
Los héroes de la tragedia griega actúan entre la fatalidad y el libre albedrío, imponiéndose generalmente aquélla.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 98
 
Los antiguos griegos erigieron numerosos templos en honor de Gea, mientras que no construyeron ninguno a la gloria de su esposo, Urano.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 100
 
 
GEOLOGÍA, GEOGRAFÍA…
 
El prefijo «Geo» viene de «Gea» y significa «tierra» o «la Tierra», según el DRAE, y de él se derivan términos como geofísica, geografía, geometría, geología, geopolítica…
 
Gea, la Tierra, nace, según la teogonía hesiódica, del Caos primordial junto con el Tártaro (el mundo subterráneo), Nix (la Noche), el Érebo (las tinieblas) y Eros (la fuerza generadora del amor) y es la primera realidad material del cosmos.
 
Engendró de sí misma a Urano, el Cielo, que la cubrió, y, de ese incesto original, de esa primera hierofanía o pareja sagrada, nacieron los primeros dioses y monstruos: los seis Titanes y las seis Titánides, los Cíclopes, los Hecatónquiros o Centimanos (gigantes de cien brazos), así como las montañas, Ponto (el mar) y las divinidades marinas.
 
Pero todos esos hijos no llegaban a ver el día, pues Urano, tumbado sobre Gea en su acto de fecundación permanente, impedía que Gea diera a luz a sus vástagos, que seguían en el vientre de la madre. Para librarse del acoso agobiante de su marido y liberar así a sus hijos retenidos en sus entrañas, Gea dio una hoz de pedernal a su hijo menor, Crono, e hizo que castrase a su padre. De los órganos genitales extirpados y de la sangre y el esperma producidos nacieron, en el mar, Afrodita, y en tierra los Gigantes, las Furias y las Meliades (ninfas de los fresnos). (Crono, en el poder, será tan tiránico como su padre, encerrará a sus hermanos los Cíclopes y Hecatónquiros en el Tártaro e irá devorando a sus propios hijos, tenidos con su hermana Rea, a medida que nacen, hasta que Zeus lo derroca a su vez. Gea azuzará contra él a los Gigantes).
 
Con Tártaro, dios infernal, Gea tuvo a Tifón, monstruo gigantesco y terrorífico. Se le atribuye también la maternidad de otros monstruos, como Equidna, Pitón, Caribdis, las Harpías…, que los antiguos griegos creían poblaban la Tierra en el origen.
 
A menudo, como Tierra-Madre, origen fecundo de todo, se la asimiló a Deméter o a Cibeles.
 
Los romanos la asimilaron a Telus, de donde deriva la palabra «telúrico/a» o relativo a la Tierra.
 
Un himno homérico la ensalza: «Cantemos a la gran diosa Gea, cantemos a la Tierra, madre universal, pedestal eterno de la vida, venerable ancestro cuyo seno alimenta a todas las criaturas, a todos los seres que caminan sobre el suelo divino, a todos cuantos nadan sobre las ondas o vuelan en el azul transparente…». Los antiguos griegos erigieron numerosos templos en honor de Gea, mientras que no construyeron ninguno a la gloria de su esposo, Urano.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 106
 
 
GORDIANO. El nudo…
 
«Nudo gordiano: El que ataba al yugo la lanza del carro de Gordio, antiguo rey de Frigia, el cual dicen que estaba hecho con tal artificio que no se podía descubrir ninguno de los dos cabos… Dificultad insoluble» (DRAE).
 
Gordio, padre de Midas, era un granjero que se convirtió en rey de Frigia al entrar un día con su carreta de bueyes en la plaza pública de una villa (que después se llamaría Gordion) donde el pueblo aguardaba esa señal, anunciada por un oráculo, para convertir en su rey a quien así llegase a ellos.
 
Gordio ató su carro en el templo y nació la leyenda de que quien consiguiese deshacer el lazo que ataba el yugo al timón se haría emperador de Asia. Muchos lo intentaron, pero todos fracasaron. Salvo, en el siglo IV a.d.C., Alejandro, quien, al no poder deshacerlo, cortó de un tajo con su espada el nudo gordiano, antes de conquistar Asia.
 
De ahí la expresión «nudo gordiano» que designa una dificultad sólo salvable con decisión, y el dicho «más vale cortar que desatar», atribuido a Alejandro.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 109
 
 
El estribillo popular «tres eran tres las hijas de Helena; tres eran tres y ninguna era buena» podría derivarse, cambiando Helena por Leda, del hecho de que las tres hijas de ésta: Helena, Clitemnestra y Timandra, serían, por conjuro de Afrodita, célebres por sus adulterios.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 134
 
 
HOMÉRICA. Una risa… HOMÉRICO.
 
La expresión culta «prorrumpir en una risa homérica» tiene su origen en la carcajada general y atronadora que provocó en los dioses del Olimpo la vista de Hefesto aquejado de una ridícula cojera. Homérico: propio de Homero, grandioso.
 
Hijo de Zeus y de Hera según Homero (según Hesíodo, sólo de la diosa). Zeus, enojado por haber defendido Hefesto a su madre en una disputa, lo arroja desde el Olimpo a la tierra, a donde tarda en llegar un día entero. Caído en la isla de Lemnos, quedará cojo de por vida, y, a su regreso al Olimpo, provocará la cruel hilaridad de su familia divina.
 
Otra versión, también homérica, hace que Hefesto sea arrojado por la propia Hera al comprobar que nace ya cojo y enfermizo.
 
La expresión podría también venir de la risa que provoca en los demás dioses olímpicos (él lo es a pesar de su deformidad física) la vista de la esposa de Hefesto, Afrodita, atrapada en situación comprometida de adulterio con Ares/Marte, en una red invisible confeccionada por el engañado y habilidoso marido.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 134
 
 
HORAS CONTADAS. Con las… LA HORA DE LA VERDAD.
 
«Tener uno sus horas contadas: estar próximo a la muerte…La hora de la verdad: momento decisivo en un proceso cualquiera» (DRAE)
 
Las Horas, las «doce hermanas», hijas de Crono (el tiempo), con las que los antiguos griegos dividían el día, presidían originalmente el orden de la naturaleza y de las estaciones. Eran jóvenes diosas que se dedicaban a bailar con las Musas y las Gracias, y portaban productos agrícolas como ramos, racimos y espigas. Al principio se las consideraba hijas de Zeus y de Tetis y sólo eran entre dos y cuatro. Para los atenienses personificaban las tres estaciones en que dividían el año y las llamaban: Talo (tallo, retoño: la primavera), Carpo (fruto: el otoño) y Auxo (crecer: el verano). Hesíodo las denomina Eunomia (la ley y el orden), Dike (la justicia) e Irene (la paz). Se las consideraba guardianas de las puertas del cielo y abrían las del Olimpo cuando los dioses salían con sus carros y enganchaban y desenganchaban los caballos del carro del Sol.
 
Se les supone el haber criado a Hera, y Homero atribuye a las Horas la educación de Afrodita/Venus. Según esta versión, Afrodita, recién nacida en una concha, de la espuma del mar mezclada con la sangre de Urano, fue empujada hasta Chipre por el viento Céfiro, que encomendó a aquellas que la criasen. Píndaro, que las denomina «las muy floridas», les atribuye la tutela del crecimiento de los niños en general.
 
Los jueces del Averno tenían su tribunal en el Campo de la Verdad y allí comparecían los muertos… a «la hora de la verdad», llamada así porque en ese juicio final no se podía mentir.
 
Se las representaría con alas de mariposa, esferas y discos solares, símbolos del rápido paso del tiempo, y los poetas hablarán de «las horas que royendo están los días» o de que «sepultureros son las horas».
 
Son compañeras de Perséfone, la diosa de los infiernos, forman parte del séquito de Dioniso y acompañan al dios Pan.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 134
 
 
MUSAS, MUSEO, MÚSICA.
 
Las musas son las inspiradoras de todo artista, sobre todo de las bellas letras y la música. De musa derivan museo y música.
 
Diosas de las artes liberales, son nueve hermanas, hijas de Zeus y Mnemosine (la Memoria), que, dirigidas por Apolo, alegran con sus cantos y danzas la vida de los dioses en el Olimpo.
 
Habitan en la morada de los dioses, pero frecuentan en la tierra los montes Parnaso (Fray Luis de León las invocará como «aquellas nueve hermanas / que en el Parnaso monte cantan») y Helicón; y cantan y danzan en torno a claros y fuentes, como las de Aganipe e Hipocrene, a donde vienen a beber, para inspirarse, poetas y músicos.
 
Según Hesíodo y otros autores posteriores, Calíope imprime ritmo y elocuencia a versos épicos y frases oratorias; Clío, musa de la historia, canta el pasado de la humanidad; Érato es diosa de la poesía amatoria; Euterpe encanta con la música de su flauta a hombres y animales; Melpómene representa la tragedia o sufrimiento y muerte; Polimnia inspira la poesía lírica y los himnos; Talía, la burlona, preside la comedia; Terpsícope se consagra a la danza y el canto coral; y Urania, musa de la astronomía, canta la armonía de los astros.
 
Se dice que tal mujer es la musa o ideal femenino de algún personaje. Así, Dulcinea era la musa de Don Quijote, al igual que Gala lo era de Dalí.
 
Rubén Darío ordenará al creador: «Si una musa te da un hijo, que las otras ocho queden encinta».
 
Las Musas, que no tienen leyendas propias, aunque se les atribuyen aventuras amorosas de las que nacerán hijos conocidos, amenizan bodas mitológicas famosas, como las de Cadmo y Harmonía, Tetis y Peleo… Eran muy celosas de sus artes y castigaban duramente a quienes, hombres, mujeres o sirenas, intentaban competir con ellas.
 
El primer «Museo» dedicado al culto de las artes fue un templo del mismo nombre dedicado a las Musas en una colina de Atenas. Del conjunto de las artes que representaban las Musas se deriva el término «Música», circunscrito posteriormente al arte sonoro.
 
Los romanos identificaron a las Musas con las Camenas.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 155
 
 
ONÍRICO
 
Onírico, o relativo a los sueños, y también estado mental ilusorio, viene de los Oniros, genios de los ensueños en la mitología griega.
 
Zeus envió a Agamenón un Oniro, en forma de la sombra de Aquiles, para intentar retenerlo tras la toma de Troya y que no volviera a casa, donde iba a ser asesinado.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 166
 
 
 
ZODIACO. Los signos del…
 
Son las doce constelaciones que recorre el sol en su curso anual y corresponden a otros tantos mitos griegos:
 
—Aries o el Carnero, que recibe su nombre del carnero cuya piel o vellocino de oro fueron a buscar a la Cólquide el héroe Jasón y sus cincuenta y cuatro Argonautas. Ilustra el espíritu varonil de conquista.
 
—Tauro es el toro en que se metamorfoseó Zeus para raptar a Europa. Ilustra la naturaleza fecunda del toro y maternal de la «media Luna las astas de su frente», así como el mito genérico de la bella y la bestia.
 
—Géminis, los Gemelos celestes, son Cástor y Pollux, hermanos de Helena de Troya, hijos gemelos de Leda y, uno de ellos, de Zeus que, disfrazado de cisne, ocupa el lugar de Tindáreo en su lecho conyugal.
 
—Cáncer es el Cangrejo enviado por Hera para morder a Hércules. En astrología simboliza el nacimiento y las fuentes de agua corriente.
 
—Leo es el temible León de Nemea al que mató Hércules en el primero de sus doce trabajos y con cuya piel y cabeza invulnerables se vistió y tocó el héroe.
 
—Virgo es Astrea, virtuosa hija de Zeus y Temis, que se retiró a los cielos, junto con su hermana Pudor, lejos del mundanal ruido, cuando la Edad de Oro y el alma humana se corrompieron. Para algunos, es Erígone, amada de Dionisos, la cual se colgó al saber que su padre, Icario, había muerto a manos de unos pastores ebrios.
 
—Libra, o la Balanza, representa a Temis, segunda esposa de Zeus, encarnación de la Justicia y el Orden e inventora de los oráculos. Se la representa balanza y espada en manos y con los ojos vendados.
 
—Escorpión es el alacrán que mató al bello Orión por orden de Ártemis, en venganza por haber querido aquél violarla. Orión fue convertido en constelación.
 
—Sagitario es el Centauro sabio e inmortal Quirón, maestro de héroes. Para no sufrir eternamente el terrible dolor que le causó un venenoso flechazo involuntario de Hércules, cedió su inmortalidad a Prometeo.
 
—Capricornio es el signo de la Cabra Amaltea que amantó a Zeus. Uno de sus cuernos, arrancado por el divino y vigoroso lactante, se convirtió en el Cuerno de la Abundancia dispensador de bienes y dones.
 
—Acuario rememora al joven efebo Ganímedes, el más bello de los mortales, al que Zeus, enamorado de él, raptó disfrazado de águila y convirtió en su amante y copero, que escanciaba el Néctar en los banquetes de los dioses.
 
—Piscis tiene dos leyendas: según una, ilustra a los dos delfines a lomos de los cuales escaparon Afrodita y Cupido de la persecución del monstruo Tifón; de acuerdo con la otra, serían los dos peces que transportaron a la recién nacida de la espuma Afrodita hasta la isla de Citerea.
 
Fernando Castelló
Hablar como los dioses, página 196
 
 

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