Jesús Jiménez Domínguez

CUERPO

En esta bolsa de viaje, madre, guardaste
lo necesario: una mente, un estómago y un sexo.
Nervios y bronquios. Riñones: dos por si acaso.
Con unas pinzas de cocina, del más grande
al más pequeño, fuiste introduciendo los huesos.
Para que no se soltaran y golpearan en las vueltas
del camino los anudaste con tendones y venas,
los envolviste primorosamente de tejidos y músculos.
Terminada la tarea, dejaste un corazón
al cuidado de todo: esta es mi herencia, hijo,
no la derroches; aunque escasa, habrá de bastarte.

Madre, nunca pensé que fuera tan caro este viaje.
Todo en este mundo cuesta un ojo de la cara
y el otro no me alcanza para ver los precios.
Tratando de ganarle la mano al tiempo, pierdo la cabeza.
En cada caricia que extendí me voy dejando la piel.
Pago con los cinco sentidos por la cuarta hoja del trébol.
En busca de las peras del olmo caigo despechado,
me desgañito, me descorazono, me deslomo.

Madre, para desvivirme por esta vida y estos deseos
en cada aduana tengo que echar mano del cuerpo.
Cuando llegue —¿a dónde? ¿cuándo?— ignoro
qué quedará de cuanto me diste, en qué estado.
¿Sabrá el destino, apostado en un oscuro callejón
sin salida, que soy yo cuanto largo tiempo esperó?
¿Montará en cólera al comprobar, albarán en mano,
que nada llega completo, intacto ni nuevo?
¿Tendré que desembolsarle algo más, madre,
por cada desperfecto, por cada mengua, por cada desfalco?

El viento hace danzar el envoltorio viejo de un caramelo.
El halcón lleva consigo la urgencia del vuelo y nada más.
La pera que cae de la rama deja su sitio a la pera futura
sin mediar notario alguno, herencia ni aflicción.
Al menos he de guardar dentro de mí algo de todos ellos,
hallar un sentido que haga frente a cuanto voy dejando.
En esta lucha sin cuartel todo me sirve y poco me alcanza.
En este cuerpo a cuerpo nada tiene el alma que perder.

 Jesús Jiménez Domínguez

 


REMANDO AL VIENTO

Percy Bysshe Shelley, yo os pregunto:
Quien navega, ¿es del viento o del agua?
Si la verdad está en el fondo de las cosas,
¿es más cierta la barca que dentro del lago
acompaña, inversa y paralela, a esta que flota?
Si el tiempo quedó detrás, Polidori,
¿la barca de hace un minuto estará vacía?
¿El muelle que dejamos seguirá menguando?

En las afueras del cielo la noche ha borrado al día.
Pronto las ondas del lago borrarán el lago.
Y remamos, remamos sin las manos,
sin los remos, sin el lago, buscando sin los ojos
costa donde hacer pie, tiempo donde caminarnos.
Remamos sin orillas, sin más tierra prometida
que la que mañana nos dé a probar
el enterrador en el hierro de su pala.

Ahora la barca separa la noche de la palabra noche.
También mi corazón tiembla entre dos latidos contrarios.
Respuestas no hay: el viento silba su oscuro pájaro.
Sobre las tramoyas del agua vosotros calláis, yo canto.

 Jesús Jiménez Domínguez

 

 

TESTAMENTO DE JEFF BUCKLEY

Un nadador divide
la soledad en dos:
la primera es del agua;
la segunda, del cielo.

Jesús Jiménez Domínguez
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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