Las muy ricas horas
De modo que son piojos los del cilicio
y no es una misma haba
la que cuecen en todas partes,
bien habrá cerros Magdalena también en Queilen
con tres primeras puntas que
aparezcan
por el hueco de tu codo contra la costilla.
Ya que nadie peina la muñeca
con palabras como ruibarbo,
las cabalgadas sonarán cada vez
más a maní llenando la arpillera.
Bien cargaba un saco de hojas para
asombro de mi suegro, y bien
me reciben
al fondo de la cocina, en el aire confinado.
Si los niños no tienen PC,
esta larga pajita de centeno
tal vez ayude a que beban la leche,
de modo que humee un brazo de reina
desde poyos y el apoyadero,
y sea yo
la mano de niña que le escriba
el glaseado negro con forma de guante.
Manuel Boher
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