aún es posible ver montañas
nubes sobre cumbres punzantes
es posible ver veleros amarillos
adolescentes a la rastra en trajes de baño
por un motor que deja migajas sobre las olas
niños que juegan pulcros sobre la arena
que construyen canales para que pase el mar
hombres que venden y hombres que compran
masas dulces y fritas a mil pesos
aún es posible pasear perros por dinero
ver volantines que caen en picada
hasta ensartarse en una rama de aromo
el mundo se puede acabar y aun así
podemos sentir que el cielo es una lengua
abierta como una excavación
o un agujero de luz egoísta
que nos lastima la cara
Victoria Ramírez
aún es posible ver parques nacionales
zonas de protección y reservas
ranitas de Darwin que se inflan
bajo la luz desigual de una linterna
es posible tararear una canción
por el miedo de caminar a oscuras
ver gatos nacidos de madre güiña
que escalan rápido la cordillera
carneros que niegan una estirpe
que bajan enfermos hacia el río
el mundo se puede acabar y aun así
podemos sentir el aire de alga marina
la mezcla de sal roja que inunda
archipiélagos o ciénagas o ensenadas
mientras crecen allí nuevos vertebrados
mamíferos fuertes como ornitorrincos
que gestan huevos y cruzan millas
con hijos encaramados en la espalda
Victoria Ramírez
aún es posible ver aún es posible ver
sándalos de Juan Fernández silenes tormentosas
palmas de Rapa Nui flores de chocolate
árboles de Franklin pinos Wollemi
olivos de Santa Elena cycas espinosas
árboles de escamas palos rosa de Madagascar
acacias de Australia araucarias volcánicas
sigilarias normanias
Victoria Ramírez
Bajo la mirada aristotélica las plantas fueron casi objetos, estantes o cuadros salpicados de alma vegetativa. Pero al adentrarse en las semillas de rosas, tulipanes y hortensias fue posible ver los efectos en la fibra humana y la manera en que la carne blanda de la planta se volvió diente y quijada. Entonces fue difícil olvidar la firmeza de un ciprés y la eficacia con que robles, olmos, cedros y nogales resistieron cien frutos colgando. Como si el alma fuera eso: un aroma prensado y endurecido por el tiempo.
Victoria Ramírez
De todas las razones para rebelarse las plantas escogen la lengua. Al echar raíces desmantelan sus dialectos. Ese hábito subterráneo causa extrañeza en los humanos. Sus nombres en latín pierden sentido. El verdadero lenguaje es la omisión. Una planta no miente si guarda silencio.
Victoria Ramírez
hay criterios hay causas
áreas de distribución demanda de leña
tamaño de las poblaciones expansiones agrícolas
reducciones en el tiempo plantaciones comerciales
grados de fragmentación pino y eucaliptus
incendios clase A
monocultivos
Victoria Ramírez
no es no es no encajar
posible posible una pieza
pintar capturar el limpia
la quietud apareamiento de engranaje
en el liquen de una orquídea el amor
ambos órganos no puede
mezclados
Victoria Ramírez
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