El saoco, la masa, la wasacaca, el ají
Por allá, en la loma de concreto
dando e’tilla con el tiempo,
enrolando el sentido que viene con el desorden y ma’cando instantes
con la necedad de muelas y tabaco.
Por aquí, en tu esquina favorita
en tu atmósfera predilecta
a tu mejor hora.
Oliendo a masa frita
a molienda, a vinagre, a orégano en mano
a yelva, a romo y Príncipe encuero,
desmenuzado.
A polvo mañanero,
a agua sabatina en la planta de los pies.
Saliendo a la calle:
San Miguel arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda
delante y detrás, en la órbita del sí o sí.
Aquí mi’mo
a una palabra de tu Santo, de tus collares.
¡Tu bendición entera!
¿Qué pa dónde?
Pa donde viva mi hermane, directo a donde se mama.
En el punto en que la compasión es carne y se necesita para vivir.
A la vera del golpe que rebota
y el mora’o se vuelve una razón
para sanar.
Yaissa Jiménez
entendiéndome
preciosa, cabrona, bárbara y ruidosa
loca, cárnica, rabia, cobre, golfí y veneno.
Rota y ruda,
chiva calva con pretensiones de reinado.
Volcancito que promete.
Perrísima, tanto que ni se nota, rica, power, sudor lúcido, humedad completa.
Alérgica al mal dormir.
Fanática de las buenas almohadas.
Terrenal, bien enraizá,
cogida del centro de la tierra,
una liana extendida desde de la médula de mi columna hasta el inframundo,
bien debajo
medidísima en el lodo.
Levemente certera, preguntona rapaz,
de gesticulación incómoda
difícil de disimular.
Prieta, negra, to’ morena, negra entera,
resucitada y devuelta.
Mismo cuerpo, distinta percepción.
Gata antigua, ya algo vieja
Un simulacro de lozanía,
con arrugas tapizando mis glóbulos,
sobre las paredes del hígado,
alrededor del corazón,
cubriendo toda la caja torácica.
Un canto entre silencios maleables
partitura insoportable, impaciente y hambrienta
terca porque no cree en el tiempo
sabiendo bien que sí existe,
explicándome todas las veces posibles
que él no es quien
para comerse mi vida.
Yaissa Jiménez
Mi nombre
Un adiós muy sensato
me llamó por mi nombre,
mi nombre como debe ser dicho
como lo pensó mi madre.
“Así suena tu nombre
cuando se respetan todas sus letras,
así suena tu nombre;
es magia, punta de sol.
Una sopa sonidos
que se preña de sazones.
Que quien quiera decir
tu nombre al oído,
resulte siempre quien entienda
el sabor de su propio nombre”
Y así me fui
cargando mi nombre en la lengua
me tocaba entender su sabor
completo
antes, mucho antes
de volver a permitir
que alguien más susurrara en mi odio
mi nombre
con menos
que ilusión.
Yaissa Jiménez
Qué se siente
Si me dicen ven, voy
(podría bien hacer resistencia de la salada,
de esa que se amarra a la boca)
Ya me veo pronto, muy pronto…
saco y aprieto otra masa de luz, caliente e indolora
cerca de una cuota incalculable de bien
rozando la acera a las doce,
quemo todo lo que soy
volviendo en resurrecciones infinitas, cubierta de cenizas,
y graznando sin partitura.
Si me dicen ven, voy
vuelvo obsidiana;
y siempre tengo que explicar mi belleza,
muchas veces
demasiadas.
el alma que insiste en salir de mis ojos
no soporta el no dejar lo que le toca
y eso siempre, tras cada cascada de fuego, tras cada cuna de escombros.
truena todo en mi con cada quiebre
pero cuando digo todo, es todo.
Y solo sé que el alma existe
porque ella también truena,
ella es quien más teme derrumbarse.
Yaissa Jiménez
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