Por mucho amor que del padre recibiera,
no se lo pague, ya que de niño
no reconocía el valor del don,
y de hombre, me hice igual que los hombres, y duro.
Ahora, un hijo me crece, tan bienamado
como ninguno que fuera la delicia de un corazón de padre,
y yo pago lo que en su tiempo recibí
con él, que no me lo dío – ni me devuelve.
Pues al hacerse hombre y pensar como los hombres,
él, al igual que yo, hará sus propios caminos;
nostálgico, pero sin envidia, lo veré,
dando al nieto aquello que a mí me corresponde.
Lejos en la sala de los tiempos mi mirada va,contenida y serena, observando el juego de la vida:
la bola de oro cada cual, sonriente, pasa
-y ninguno la bola de oro devolvió.
no se lo pague, ya que de niño
no reconocía el valor del don,
y de hombre, me hice igual que los hombres, y duro.
Ahora, un hijo me crece, tan bienamado
como ninguno que fuera la delicia de un corazón de padre,
y yo pago lo que en su tiempo recibí
con él, que no me lo dío – ni me devuelve.
Pues al hacerse hombre y pensar como los hombres,
él, al igual que yo, hará sus propios caminos;
nostálgico, pero sin envidia, lo veré,
dando al nieto aquello que a mí me corresponde.
Lejos en la sala de los tiempos mi mirada va,contenida y serena, observando el juego de la vida:
la bola de oro cada cual, sonriente, pasa
-y ninguno la bola de oro devolvió.
Börries von Münchhausen
La bola de oro
Tomada del libro Constelar la vida de Joan Garriga, página 152
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