Maricela Guerrero

Canis lupus signatus

A 8 mil setecientos kilómetros o 4 mil setecientas millas náuticas se encuentra un bosque ardiendo desde hace días.

Un avión que iba a sofocar el incendio se estrelló y se hizo uno con las llamas, eso dijeron las noticias.

 

Ahí vivían familias de lobos, el Canis lupus signatus, en el reportaje está la foto de una madre lobo con sus cachorros trepándose en la espalda para llevarlos bosque arriba y regurgitar la carne que acaba de ir a cazar. En la siguiente fotografía los cachorros tragan la masa sanguinolenta y suave que su madre les ha entregado.

 

De qué manera harán falta esos cachorros y su madre en el mundo.

 

De qué curiosa forma la introducción del fuego y los bomberos y los aviones sofocaincendios hubieran podido cambiar el rumbo de las familias de lobos de otras partes del universo.

Maricela Guerrero





Datos

La lengua del imperio de nuestros días está cifrada en estadísticas, en ríos de datos fluyendo por redes de energía y siliconas, sales: que acumulan reglas y multas y cárcel a los que van en contra del imperio y a nuestra forma establecemos formas de resistirnos a esa lengua: a veces nos sale a veces no.

 

El imperio habla en monedas y talentos que absorben y cercan ríos que destrozan territorios y extraen minerales y ríos y personas: que disuelven, trozan y acumulan. Intervienen procesos metabólicos: sustraen.

 

Acumular es una lengua imperiosa.

Competir es una tarea imperial.

 

Imponer es la masmédula de esto que hasta ahora vislumbro como lengua imperial inserta y dolorosa: aguda, punzante: imponer es una forma de dolor que se introyecta y envenena.

 

Hace pensar en sustracciones.

 

Hay algo que requerimos conocer. Hay algo que es preciso comprender y amar. Hay algo ajeno que debe ser soltado.

Soltemos lobos.

Soltemos la idea de que estamos solos.

 

Esta noche a dieciséis kilómetros de distancia en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía las células de la maestra Olmedo se debaten entre el sueño de devenir células o dormir profundamente; no podemos acompañarlas.

Maricela Guerrero




De cómo las galas de ciencias, arte, poesía y Humboldt suspenden algunas trabas de la felicidad social

Todas las noches se reúnen en grandes salas, muy bien iluminadas con lámparas de Argand, centenares de jóvenes, de los cuales unos dibujan al yeso o al natural, mientras otros copian diseños de muebles, candelabros u otros adornos de bronce […] Se hallan confundidas las clases, los colores y las razas: allí se ve al indio o al mestizo al lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en concurrencia con los principales señores del país. Consuela, ciertamente, el observar que bajo todas las zonas del cultivo de las ciencias y las artes se establece una cierta igualdad entre los hombres, y les hace olvidar, a lo menos por algún tiempo, esas miserables pasiones que tantas trabas ponen a la felicidad social.

Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Capítulo VII

Para Javier Bello

Irse de espaldas y mirar a la bóveda infinita qué cosmos qué noche qué nada: la Ciudad de México era un trozo de vegetal perdido al fondo de un tazón de químicos y excesos: sopa de lluvia ácida que no se detiene nunca: un trozo de algo macerándose en su propio mugrero; entonces recitales en medio del apocalipsis ambiental, así reunidos en un templo alrededor de galas de poesía y efluvios: discusiones sobre la noche latinoamericana, que cuando no se sumerge en sus propias aguas sucias, se sumerge bajo las ráfagas y las tanquetas, los milicos y los estados de excepción: entonces Humboldt generoso abriendo las vitrinas con semillas, los manuscritos, las clasificaciones, estadísticas, tablas, numeralias: remedios y trapitos a las desigualdades, comprensión aguda de la injusticia y pasmo ante las caudas de miserias repartidas en proporciones desmesuradas castas: quién diría entonces que aquel mezcal de agave salvaje reservado tantas noches, más de 79 303 por aproximación y cálculo estimado, desde que el geógrafo desembarcó en americanas tierras, nos esperaba de su mano; y entonces qué: semillas, almanaques, estadísticas, seguimos mirando boca arriba y no amanece, cornucopia de abundancia y referencias al Bío Bío, cordilleras y agave destilado en grados altísimos de alcohol; siete mil kilómetros por tierra por carreteras de Ciudad de México a Santiago por cósmicas noticias de aves de plumajes licenciosos y festivos, que desparecen bajo la forma de un modelo económico, listas de personas que se esfuman esta noche y otra: derroches de la industria del agave, de la industria textil, agricultura e industrias extractivas: sueños y esta lluvia sucia, que parece no menguar de Groenlandia a Patagonia, y algunas desmesuras bajo las lámparas de Argand tan en desuso; y quién diría, Humboldt, que el aquel mezcal reservado y versos y noches: personas de arriba y abajo de una pirámide social multicolor y clases en esta ocasión nos reconforta nos trae el alma al cuerpo para seguir así bajo las luces de un quinque cósmico y preciso para reunir nuestras suposiciones y acomodarlas alrededor de piezas, almanaques, croquis, gavetas y un regocijo inusitado; porque entonces iluminación, noche que brilla de algo como alegre en que parece tan posible, que aún en estas condiciones de erosión: estas reuniones sean propicias a una especie de felicidad social, donde ligeramente se disuelven inequidades y  que esperemos que no mengüen, así mientras amanece, miramos boca arriba y al cobijo de palabras y amistad, nos guarecimos.

Maricela Guerrero




De la voz

La recolección decía con una voz que subía y bajaba del grave al grave al agudo agudísimo: agudeza de botánica de bióloga, oropéndola de la recolección decíamos: anotar el nombre común y la forma de las hojas recordar: yo recuerdo un patio con árboles centrales yo recuerdo un aire fresco: yo recuerdo, decía cuando esto eran milpas cuando se transitaba en trajineras: las hojas, recuerden no había sustracciones; y recuerdo idílicamente, aunque puede que me falle la memoria: Carmen Miranda; recordar las líneas de las hojas sus formas sus bordes recuperar semillas de ser posible y anotarlo todo y los nutrientes; y su voz variaba con aleatoriedad con elegancia de ave musitando cantos para que aprendiéramos algo: lo que fuera Olmedo, la maestra Olmedo con copete con zapatilla baja con sus uñas redondas y pintadas a la moda con peinado de salón subía y bajaba del 23 de diciembre de 1930 a los últimos días de los ochentas zarandear O que e qué a baiana tem? para pensar en la recuperación de flores en las semillas de Vailov: yo recuerdo que sueño que alguna vez nos contó esa historia del hambre también debió haber dicho algo de las sustracciones, aunque no recuerdo el hambre porque para entonces la etapa del miedo parecía cosa pasada, pero una nunca sabe sólo se recuerda lo que los libros de biología enumeran las leyes de la herencia de Mendel y que entre microscopios, cajitas de Petri, la voz de Olmedo subía y bajaba para decirnos: yo recuerdo; y era cálida y verde y tenía alegre el corazón y una voz que iba y venía para explicarnos del origen y la continuidad de la vida. Y un día nos dijo el sueño de toda célula es devenir células, y millones de ellas participan de esta: nuestra respiración.

Maricela Guerrero






Lenguaje

No hay hora ni lugar ni espacio en que no anduviera buscando un lenguaje hecho de manos y viento y nutrientes; en que no estuviera investigando una forma redonda y conveniente de nutrirlos

de acompañarlos

de estar:

crecer en compañía

Maricela Guerrero




piedras

El padre de mi padre es el punto alejado en el mapa hacia el

que quisiéramos conducir para saber algo.

 

Algo queremos saber, pero todavía no sabemos qué.

 

Sabemos que hay una distancia que se nos escapa en palabras

pesadas como piedras: prieto, negra, choco, rene, more,

palabras piedras: saltapatrás, cambuja, prieta:

 

marcas que definen las distancias entre entrar a un sitio,

posar para una foto,

hacer un viaje,

acomodar las piedras,

conducir un auto propio,

trazar otras rutas en los mapas:

acumular resentimientos, olvidos,

desventuras: piedras sobre piedras.

 

Una vez nos quebraron los cristales de las ventanas.

piedras

Una vez nos dijeron que no podíamos entrar a ese

restaurante.

piedras

Una vez éramos los únicos que no servíamos en un coctel

de la embajada y las personas que servían nos miraban

extrañadas.

piedras

Una vez no compramos el suéter de lana en una

boutique porque el vendedor no dejaba de perseguirnos

inquisitoriamente.

piedras

Una vez que fueron muchas se nos llenó el buche de piedritas

y con ellas levantamos una casa.

 

Y esa casa se convirtió en un punto de arranque desde donde

recorrer y desbaratar una serie de distancias.

Maricela Guerrero



























Carlos Alcorta

DIDÁCTICA 

Este no es poema de resurrección.

El cuerpo segrega sus jugos y luego desaparece.

Éste es un poema de insurrección

contra el yo.

HENRI COLE

¿A quién contemplo cuando me miro en el espejo?
¿Puede la imagen de alguien que ha perdido
su propia identidad desfigurar
la imagen verdadera
de quien se observa cuando ya nada significan
para su piel la noche o el día y es todo
un temblor de inconstantes formas? ¿Es el otro que habita
en mí quien me imagina y me destruye
al inventarme? ¿O es la inconsciencia acaso
ese espacio ingrávido en donde flota
el yo eventual, un molde hecho añicos,
un limbo donde ángeles desorientados
se transforman en locos saltimbanquis?

Tal vez toda pregunta encierre en su interior
la respuesta, y desentrañarla sea
una entelequia, como nadar sin agua.

A duras penas saco alguna conclusión
definitiva. Lo que los demás creen que soy
es solo una porción de la verdad,
existe en esa idea de mí que se respalda en ciertos actos,
ajenos a mi voluntad, cuando son metabolizados
por el tiempo o la amnesia.

Ciertas expectativas se convierten
en costumbres. Soy yo y soy otro
simultáneamente. Un hombre fustigado
por incongruencias y vacilaciones
morales que se arroja a los abismos
de su existencia, uno que vence el miedo
y soporta el destino con la fe
en sí mismo que le otorga la experiencia
o tal vez solo un hombre que precisa
un consejo, un mentor justo como Virgilio
para explorar la zona del infierno en que vive.

Esperar es creer en el futuro.

Tengo una apremiante necesidad
de comprender la causa de mi pesimismo,
no la encuentro en las falsas profecías
de los videntes ni en ese vacío
que ha dejado en mi alma un dios ocioso.
El mundo que construyo con palabras
es tan veraz como un autorretrato
pintado desde un ángulo visual
incorrecto, quizá por esa causa,
por renegar de todo,
al mirarme de nuevo en el espejo
—«este soy yo, pensaba, el centro del poema,
un precario arquetipo de la inmortalidad
que se volatiliza al cesar la escritura»—,
comprobé que lo que aparecía
en él no era la luz que yo irradiaba,
sino una falsa claridad que daba
vida a la idea que los otros tienen
de mí, a la que yo me acomodaba
involuntariamente, por una equivocada
sensación de que mi felicidad
de entonces me garantizaría
inmunidad perenne
frente a la corrupción del deseo
y las frivolidades de la memoria.

Carlos Alcorta




PENSAMIENTOS ESCONDIDOS

Parece regresar del reverso del mundo.
Está sentado en una posición majestuosa,
circunspecta, igual que Lincoln
o un Menéndez Pelayo
sin gaviotas en la cabeza.
Lo veo con los ojos de la imaginación,
porque mis párpados están cerrados.
Mira hacia el infinito,
como si, por un momento, albergara
la idea de incorporarse
y caminar por un espacio vacío,
por ese terreno invisible —lo supone
alfombrado por hierba joven
que media entre ambos.
No presenta un aspecto fantasmal.
Su eventual presencia se concreta
en mi firme deseo de verlo de nuevo.
Guarda un infranqueable y misterioso
mutismo, pero quizá ha vuelto para revelarme
el despacho que certifica la muerte de un hermano
o el traslado de cárcel de su padre,
como si fuera un adivino
o un Cacciaguida deslenguado.
Teme que se me olvide. Quiere recordarme
lo que me dijo tantas veces,
que un ser humano sin principios
carece de valor, es un espantapájaros.
Él ha llegado ya a ese punto
en el que no le importan las conductas
y los actos de nadie, salvo los de sus hijos,
por eso, aunque traspasa
paredes y su aliento no apaga las velas,
son para mí sus convicciones
la verdadera palabra de Dios
la que conserva viva la memoria de un hombre.

Carlos Alcorta




SIEMPRE QUISE QUE MI VIDA SIGNIFICARA ALGO

No trato de evadirme de la realidad
con el fervor cordial de la embriaguez
o invocando un pasado ficticio que me exima
de mis responsabilidades —soy
plenamente consciente de todos mis defectos—,
eso podría ser un síntoma de inmadurez
o de enfermiza vanidad, mal vista
en un hombre de mis años,
pero creo que me he ganado el derecho a guardar
distancia con los acontecimientos
que no me atañen directamente
(sí, claro que he oído hablar sobre el efecto mariposa):
la caída imprevista de la Bolsa
el descenso imparable del turismo
o una nueva derrota de Los Angeles Lakers,
por citar algunos ejemplos.
He perdido ya demasiadas cosas
en mi voluntariosa batalla con el mundo,
en mi propósito de comprender
la vida transcribiendo la experiencia
en hojas de papel ya amarillentas
y estoy cubierto de cicatrices
que ya no sé disimular.

Pensé que lo entenderías.
por eso me descorazona
comprobar que esperabas
de mí un cambio de actitud
que compensara tantos sinsabores recientes,
como si tu dolor no fuera el mío
o nuestros sentimientos se expresaran
en un lenguaje inentendible,
más propio de gnomos o de mascotas.
Un abismo separa la apariencia
exterior de la situación interna,
lo comprobamos a menudo
en las confesiones a posteriori.

Uno no puede renunciar a lo que ha sido.

La voluntad es maleable, lo saben bien los pecadores
como yo, y nuestros enemigos
más conspicuos, esos que conocen
nuestras debilidades, la doblegan
para hacernos codiciar lo que solo
existe en nuestra imaginación
y nos hace caminar desnortados
hacia un abismo sin historia.
Desconozco si el poder terapéutico
de la venganza que con tanta maña
empleó Shakespeare en sus dramas
isabelinos resulta efectivo
cuando se trata de vengarse de uno mismo.

Ahora, el peso del presente me arrastra hacia ese fondo
que vislumbro a través de una ventana
a ras de suelo. Piernas de viandantes
y ruedas de automóviles, no nubes
lentas y frágiles como un zepelín
visto desde el balcón del sueño,
era lo que igualaba
esa luz que rebota del asfalto
y en la que yo confío para verte sin aderezos,
en tu esplendor y en tu desdicha.

Esta desorientada claridad
que repta por tu espalda, silenciosa
igual que un frágil párpado, y se arrincona herida
mortalmente en la pálida suavidad de tus senos
acomodados a la arena dominical
dibujando precarias sombras transparentes,
debió ponerme sobre aviso
de que la exultación que prometían
los buenos propósitos era falsa, antinatural,
no procedía de la floración
estacional de los magnolios,
de la blanca pureza de sus pétalos;
se parecía, más que a los jardines
del paraíso, a rutas de transporte desiertas
o a esos bares de carretera
donde conversaciones excitadas
por el vino ahogaban el estruendo
devastador de nuestra artillería
cayendo sobre las fábricas y las viviendas
de los obreros mientras masticábamos
cacahuetes salados por rutina.

Era un día festivo, intrascendente,
y yo debería haber transmitido
una imagen menos conservadora
de mí mismo, más fiel a mis instintos,
pero no supe darme cuenta de que aplacar
con hielo la cólera de Dionisio
me distanciaba de mis orígenes,
porque la mente y el cuerpo se encontraban
en lugares distintos. Quiero ser, pensaba,
no parecer, por eso he buscado sentido
a la vida a través de las palabras
aunque con desigual fortuna. Gracias a ellas,
puedo jurarlo, he sobrevivido a cientos
de fracasos. Incluso ahora que han perdido
buena parte de su significado
conservo la certeza de que decir amor
(¿qué es la vida sin el alivio del amor?,
se pregunta un Lowell meditabundo)
es sentir su verdad, y el eco de su nombre,
la dicha que promete, ha evitado
que me convirtiera en un muerto en vida.

Carlos Alcorta












Forrest Gander

Bosque carbonizado

El ojo que estaba abierto el viernes.
El presagio y el desollado oculto del presagio. Cintas de carne
pululando descendentes. Como un cardumen de sanguijuelas
desertando algún cataclismo oscuro.
Y un fantasma escamujado allí, Estigio, erecto.
Diciendo: aquí está la introducción del mundo.
Montado en una aguja de forma.
El desembarco de abismo. Chisporroteo fragmentario.
Y lo que pensaste que eran oscuros lagartijos de iluminación
eran pelos de un oso afeitado
ordeñado por su bilis en una jaula oxidada. Anidado
entre la malla de sonidos suaves translúcidos
caídos de tus labios, los
vestigios de alguien que respira.

Forrest Gander



Dando un paso fuera de la luz

Blanqueando los
espacios entre
cada tronco, la niebla de-
línea, desde
una vasta gama de verde,
la silueta de
cada pino
sobre la ladera.

Tal vez es así,
solo que todo este tiempo fue
oscurecido ¿por qué
prisa, distracción? Niebla.
Un pino. Un cascanueces
que inquiere. Algo
cambia. Te encuentras
a ti mismo en otro
mundo al cual no
buscabas donde
aquello que ves es que
siempre has sido
tú los lobos
a la puerta. A la izquierda

entornada, entreabierta, tu propia
puerta. E irrumpes
como el Desaparecido,
te arrancas
tu ojo derecho el que
ha ofendido. Y tú
irrumpes como el Gran
Mentiroso hartándote
de tu propia carne
y como un No
Te Irás que tritura
tus tendones, roe
tu fémur. No puedes
dejar de irrumpir,
viniendo sobre ti
solo, vulnerable, en la
privacidad de tu muerte,
inclinándote para recoger
con un pañuelo una araña aplastada

en el piso de la habitación,
detectando a medias en tu plexo
solar las fuerzas
de aquello que aún no puede
ser atendido, descubriéndote
una vez más ya
habiendo estado dentro de algo
como una ecuación con
un resto, un objeto prohibido, un
recordatorio de la imposibilidad
de conciliación—
¿con qué? Una vez más. Perdónate
a ti mismo, dicen, pero
después de perdonar
lo que has vivido,
¿qué queda? No puedes

apartar el sorbo
del presente del
constante derrame de las horas
o incluso diferenciar
rastros de hormigas
corriendo a través de alguna
masiva red subterránea
de los despedazados
restos de una galaxia
retroiluminada por un resplandor estelar. Ya es hora

de cerrar la puerta piensas
pero tu rostro está cambiado,
tantas arrugas. Debes
de estar ya
en la siguiente etapa
en la que comienzas
a reconocer
tu cuerpo mortal,
ese nexo de tus varios
afiances al mundo, como
el repositorio de todo
aquello que no sabías
aceptaste, humano
y no, todo
cargado y reactivo
lo cual explica el temblor
en tus manos pues ahora
disciernes el
cuerpo de tu cuerpo—
como una quieta,
campana colgante
que atrapa y concentra
cada fantasmal reverberación
del ambiente.

Forrest Gander




Donde una vez una casa sólida

La voz cantando en la cocina             no es tu voz
No hay                        voz cantando en la cocina

Abre la caja de pizza de la                  noche anterior
Sus secas                     cuerdas de queso extendidas
Como los tendones     de una mano machucada

Desde tu profundidad me he derramado         a lo superficial
Desplomándome         asfixiado
Mi habla                         un paroxismo

Cómo desearía                         estás aquí
Mientras intento           juntar la periferia
Los lugares que se grabaron               a sí mismos en nosotros y
Todo vuelve                extrañamente como niebla
Alzándose para aplanarse       bajo los puentes

Cuando pediste menos            rigor, más enternecimiento
Cuando pediste           más—

Conocimiento: no como recitación     sino como
El desgonzado            evento somático

Aunque ahora todos                mis recuerdos comienzan con resultados
Como en el Shahnameh de Ferdousí
Nuestros anales se mezclan con los paisajes donde tuvieron lugar
Los protagonistas tan flojos    sus moléculas se mezclan
Con surcos                  de agua con tierra y luz

Porque ciertamente el pueblo es hierba como dicen
Incluso aquí                en Punto de las culebras
No amargura               no envidia no avaricia

A menos que               esto sea algo totalmente diferente
Parecido a girar hojas con un gancho para serpientes sólo
Para encontrar             atacantes víboras de foseta

Forrest Gander




Madonna del Parto

Y después oliéndolo,
sintiéndolo antes que
el sonido llegue incluso
a él, se arrodilla
al borde del acantilado y por
primera vez, gira su
cabeza hacia las ahora
visibles cascadas que
se precipitan sobre más de un cuarto
de milla de granito
escarpado a través del valle
y hace una pausa,
bajando los ojos
por un momento, incapaz
de resistir la
tranquilidad— vasta, sin trabas,
terrorífica y primordial. Ese
río desnudo
entronizado sobre
el macizo altar,
cipreses inclinados
congregándose a ambos
lados de la roca que brilla bajo el sol, un desgarro
en el continuo tejido del
bosque desde el cual se eleva—
mientras él trata de pararse, tambaleándose, medio
paralizado— un cambiante
arcoíris volatilizado por
una incesante explosión.

Forrest Gander




Sobre un enunciado de Fernanda Melchor

What is the most fucked-up thing to happen to you?
¿Qué es lo más cabrón que me ha pasado en la vida?
Arruinado por ocupaciones, arrugué mi vida, la dejé caer
y luego la sobreviví, balanceándome
en mi miseria como un ciprés en el viento. Observé
estrellas emergiendo de un huevo negro. Lucidez
de la pérdida. Alguien vino a decirme: la araña
que vibra sobre sus piernas largas en la esquina del techo
sobre mi escritorio ya no existe. Está acuñada
entre lo violento ininterrumpido
de un solo día y el vacío que descubrí
adentro de mí. Frente tensada con autocompasión.
Dije: Crees que me conoces, pero tú no
me conoces. Ella dijo,
Te conozco mosco, eres uno y la misma cosa.

Forrest Gander










C. D. Wright

Aproximadamente por siempre

Ella cambiaba por dentro
era cierto lo que se había escrito

La nueva sintaxis del amor
ya drenada y quemada

El secreto se aferró a ellos
Ella recibió el aroma

Caminando por un camino hacia la nada
cualquier sonido era relevante

Ahora el sol caía detrás de ellos
él se veía extrañamente conmovido

Ella se quitaría la ropa
para la cámara

lo dijo en un inglés simple
pero no sostendría esa serpiente

C. D. Wright



Lago Echo, amor.

Será que la mujer bañada por la luz
en verdad lee o sólo contempla
lo que está escrito

El hombre caminando en la llovizna está
desnudo o será la lluvia
la que hace su camisa transparente

El niño en la cama de hierro
estará dormido o sigue
jugueteando con los resortes por debajo

En verdad creíste
que tres vidas podrían estar completas

Acaso la botella de líquido
verde en la repisa será real

La botella en la repisa despintada
está llena de verde
O será el líquido una ilusión
de plenitud

Cómo los niños del verano se convierten
en peces y las lluvias ablandan a los hombres

Cómo los elementos de las noches
de verano nos hacen recostarnos juntos
en el piso desnudo

Y esto se siente dolorosamente bello
aunque no pueda
siquiera cambiar una pizca del mundo

C. D. Wright




Más blues y la verdad abstracta

Aparto el auto sobre un objeto, suave y grande;
En sueños hay pelo sobre mi pecho.
El chico del periódico viene a cobrar
con un pit bull. Llamo a la abuela
y ella dice, Bueno ya sabes
la muerte es la muerte y nadie más.

En las mañanas estamos a oscuras;
incluso a finales de junio
dejamos el calabacín en la repisa.
Llamo a la abuela por un consejo
y ella dice, Oh ya sabes
solía cultivar tantas cosas.

Y también están el sangrado frecuente,
los pezones sensibles, y la podredumbre
bajo el tapete. Si no veo
a un doctor de ojos fríos, se vuelve
un mecanismo de desahogo.
La abuela dice, Gracias a los tapetes azules
y a los olmos de Eileen Briscoe
la casa se mantiene fresca.

Bueno. Entonces. Dices eso Abuela
deja que te pregunte:
Cómo es que un cuerpo se levanta de nuevo y lava
su boca en el grifo. Y cómo
un cuerpo se coloca en un ciruelo
o reposa de nuevo sobre otro cuerpo
o teje un enrejado. O sigue secando
los cubiertos. Consigue trucha arcoíris. Pega el azulejo.
Compra una bolsa de cebollas. Bate un huevo. Sí,
cómo es que el gato sigue
lamiéndose de la garra a la cola.
Y cómo el cuerpo rompe
pan con la palabra cuando la palabra
se ha roto. Una. Y Otra. Vez.
Con el vino. Y la hogaza.
Y el excelente cristal
del cuerpo. Y ella dice,
Incluso. Si. El. Cielo. Se. Cae.
Mi. Rosa. De. Paz. Sigue. Floreciendo.

C. D. Wright





Todo lo bueno entre el hombre y la mujer

Todo lo bueno entre el hombre y la mujer
ha sido escrito en lodo y mantequilla
y salsa barbecue. Las paredes y
los pisos solían ser bellos.
Los calcetines amarillentos y casi iguales.
El membrillo quemado por la plaga
pero dándonos cuatro tazas de mermelada
al final. Largas caminatas para fortalecer
la espalda. Tú con fuego labial
yo con orzuelo. Ojos
tenemos y somos presa eterna
de los dientes del otro. Las corrientes
marchan sobre nosotros. El trueno no ha dañado
a nadie que conozcamos. El río que nos
atraviesa es sucio y profundo. La mano
izquierda protege al ritmo. Cuida
tu cabeza. El fuego no debe ser
desatendido. Más si hay viento. Cada uno
recibe gratis una navaja suiza.
Las primeras lenguas son para
prepararse. La huella
que dejó la tuya me la llevo a la tumba. Es
tan triste tan macabra tan hermosa.
Bendita sea. Tenemos tan poco tiempo
para aprender, tantas cosas… El río
corre sucio y profundo. Cubre la lechuga.
Ya descansa. Oh alma. Sigue fluyendo. Mejor.

C. D. Wright

















Carmen Berasategui

ACCIDENTES

yo te arroyo
tú me bahías
yo te campo
ella me cordillera
yo te circo
él me arrecife
yo te archipiélago
tú me cascadas
yo te cabo
tú me montañas
yo te fiordo
ella me cala
yo te promontorio
tú me llanuras
él me géiser
yo te estrecho
tú me deltas
ella península
yo desierto
tú me lagunas
él me cueva
yo te pozo
tú me oasis
yo te lago
tú me montes
ella iceberg
tú dunas
yo río
él cráter
nos acantilamos
volcanes vos
tú me marismas
yo te océano
nos accidentamos
te desfiladero
me gargantas
yo te
tú me
cataratas

Carmen Berasategui




HOY SERÁ UN GRAN DÍA

Este día va muriendo y no nos hemos festejado.
Imaginamos los aniversarios borrachos de amor
y celofán,
hoy se instala la decepción.
He regado los geranios en la oscuridad
con un seísmo dentro,
vertiendo sobre el agua que mana de la regadera
mis pensamientos atropellados y
las ganas de salir corriendo.

Cómo podría yo explicar este amor que siento
desde las ruinas.
Es como presenciar un fuego
en un plato de porcelana hecho añicos.
Esta pieza no desea retomar su forma,
la ilusión es poética.

Desasir el pájaro
Celebrar el naufragio

En los confines de la casa
eres inconsciente de la catástrofe,
simplemente
crees que todo está en su lugar,
que no se altera el estado de las cosas,
que estoy.
Que, incansable, estoy.
Como la vela que nunca tiembla.

La desdicha es una caja-desayuno sorpresa
que te has tomado solo,
voraz,
sin mirarme apenas,
y que ahora yace en el suelo,
junto a una camisa arrugada y las zapatillas gastadas.
Socarrona, la tapa augura:
hoy será un gran día.

Carmen Berasategui




LAS MIMOSAS

Me gusta mucho el mes de febrero
porque comienza la época de mimosas.
Este invierno viene templado y florecen
un poco antes, me ha dicho la floristera.
Me regalo un ramo de mimosas
todas las semanas y las contemplo, hermosas,
en la mesa de madera frente a la tímida ventana.
Irradian una luz dorada, un no sé qué tierno
que embellece la estancia.
Mira qué tontorrona,
pero las mimosas me hacen feliz la jornada.

Me pregunto si los que no tienen para comer
advierten este prodigio.

Carmen Berasategui




PÁLPITO

Ya nos calienta el sol las mejillas
en este prado verde de agosto.
La mañana asoma gloriosa.

Tengo el pálpito de que
cosas asombrosas ocurrirán hoy.

Recogeremos moras prematuras,
nos creeremos libres,
nos bañaremos silvestres
en el río imperioso de arrullo.

Ese pedazo de hierba será solo nuestro,

—ese trocito de edén que sospecha nuestros
cuerpos
aún no posados—

pasará una bandada de garzas
y tú me mirarás
como nunca lo has hecho,
como si fueras ruiseñor, trigo y piedra a la vez,
con la lujuria y candidez justa
desparramada en mis muslos mojados.

Somos alegres
porque estamos vivos, pienso.

Cosas asombrosas ocurrirán hoy.

Carmen Berasategui



TE PIENSO

Mi lengua se inunda de flores pensando en ti.
Te pienso en forma de pétalo.
Pétalo tierno de bocas lascivas que se aman a orillas de los ríos,
que se mueven en remolinos suspendidas a tres metros de la tierra,
expulsando fragancias y sucias miradas,
apremiándote,
que lo quieres todo y no te apresuras nada.

Mi cuerpo se inunda de hojas pensando en ti.
Te pienso frondosa y serena,
al confín de tus dedos promiscuos de tallos sinceros.
Te pienso a través de la espesura,
brotando de mi vientre jardines y arboledas,
y bosques fértiles en manos obscenas.

Carmen Berasategui






YA NO ES INTEMPERIE

El cuerpo acaba de alumbrar un niño.
Euforia.
El mundo nace de nuevo.

La luz asoma tras el dolor inconcebible.
Somos.
Qué desahogo muestran tus ojos.
Qué ternura tus manos que acogen este tímido latido.
El aullido precipitó el latido.
El aullido que nos desfiguró el rostro,
ese ruido sordo,
esa amenaza extraña de fiera agazapada.

Somos todos los mundos que perecían hará un instante.

El cuerpo ha alumbrado un niño.
El cuerpo que eres.
El cuerpo que soy,
el cuerpo bello y desesperado que hoy se rebela.
Euforia.
Cógeme las manos,
acarícialas con dulzura.
Sí, las dos, con sus diez delgadurrios dedos,
cobíjalos,
hazlos casa.
Nuestro páramo ya no es intemperie.
Quiero aprender a amar los milagros.

Carmen Berasategui