Rosamary Argüelles García

Actos

Escupir sangre

alivia el asco de sus manos

envueltas con la mierda aún tibia,

el olor podrido en su boca,

el sabor de sus heces en la mía,

las paredes impregnadas del espanto,

y contar hasta mil,

y contar en pesos:

ayunos, visitas al médico, miedos, y paseos,

y volver y seguir contando;

limpiar, en actos discutibles,

con el mismo hábito incorpóreo,

asumido como un arte vegetal,

pragmático, soportado,

destinado al aburrimiento de la próxima muerte.

Rosamary Argüelles García




Bandera

Limpio mi casa con los ojos en la bandera,
ella me devuelve la mirada desconcertada en mi hacer.
Si yo fuera bandera le diría al viento cómo batirme,
quizás piense en ser una mujer que no limpia.
No puedo dejar de mirar mi bandera,
verla ondear me llena de un irracional orgullo.
Una mujer que limpia sueña con tener una bandera grande,
descolgada en el balcón presidirá mi inconstante limpieza,
las noches que el asma ahoga a mi hijo,
cuánto añoro la vuelta de mi hija.
No, no es patriotismo,
le dará a muchos, razón de mi demencia,
la de una mujer que distribuye cacharros cuando gotea el techo,
y solo pide, su bandera.

Rosamary Argüelles García










Laura Villar Gómez

a veces dices cosas que no quiero escuchar
por eso pongo a televisión tan alta y asiento despacio
para que creas que te estoy prestando atención.
pero pongo la televisión cada vez más alta,
tan lentamente que no te das cuenta
de que el ruido se confunde con el de los aviones
atravesando bandadas de pájaros ahí fuera
me hablas a gritos
pienso que sería mejor que cogieras el móvil
y me enviaras mensajes al WhatsApp
que nunca leería
podría ignorarte haciendo uso de las nuevas tecnologías
tú sigues hablando
y no entiendo por qué no te acercas
y me tocas, en vez de hablarme de cosas del trabajo,
del horario cambiante de la tienda de electrodomésticos
o de los muchos iconos que ahora tiene Facebook
te miro entonces
porque apenas recordaba cómo era el tamaño exacto
de tus ojos
y te callas
porque tú tampoco recordabas
el color aproximado de los míos
te quedas en silencio
y te das cuenta del ruido de la televisión
de que están llamando los vecinos por el volumen tan alto
pero nos quedamos así
porque no sabemos qué hacer con esa mirada
cómo contenerla cómo hacer que nuestros ojos
dejen de mirarse
o en lugar de eso
acercarnos
como si siguiéramos un hilo transparente de luz
para besarnos
como hacíamos hace tiempo
porque ya ni siquiera recuerdo el tiempo que hace de eso

Laura Villar Gómez




(dijo la luz es cegadora / cuando sale de tus ojos / cuando sale de tus manos es caricia / dijo también es fuego / cuando viene de tu boca)

Abandonábamos la ciudad
unos instantes,
cada día, las luces disueltas
en cristal de escaparate,
los edificios convertidos
en reflejos de asfalto.
Y es que abandonábamos
la ciudad a veces por las tardes,
de forma consciente,
como quien abandona el gas
abierto con la cabeza metida
en el horno.
A veces era por las noches. Había
un lapso de tiempo en que la ciudad
se desvanecía como nube o cigarrillo
porque a veces,
al encontrarse las miradas
como puentes o gaviotas,
nos perdíamos del mundo.

Laura Villar Gómez





pienso este lugar sigue siendo hostil
mientras miro desplomarse un rayo de sol
por la ventana abierta
mientras miro la superficie de tu espalda
que tiene algo de superficie de los barcos cuando llueve
más allá de esta habitación
el mundo se desborda en un abismo
inmenso
de escenas tan hostiles
como la carne fría de mi piel contra la tuya

Laura Villar Gómez





PRIMERO

te voy a contar que antes

de ti

conocí las cosas que pasan

quise quedármelas

después de irse

 

pasó que muchas se fueron

y yo me quedé quieta

viéndolas pasar

así

tan leves

como la mano en el cristal

que sujeta la lluvia que cae

al otro lado

 

pero las cosas pasaron

y con su paso

hicieron cicatriz

en esta carne

quise apresarlas con las uñas

clavadas

en la otra carne

pero algunas de esas cosas

no quisieron volver después

de que yo las llamara

 

primero

quiero decirte que las cosas

todas las cosas

que me pasan

hacen huella aquí

y se clavan hueco a hueco

y se hacen sitio en mis espacios

y algunas

casi todas

se acaban yendo

y dejan cicatriz

pero otras

unas cuantas

son heridas

y entonces siento

que no pueden desaparecer

volverse brisa

si no vuelvo tras ellas

corriendo en la noche

y las llamo

para que vuelvan a posarse

en su hueco

en su espacio

y lo deformen

convirtiendo la herida en memoria

en parte de este cuerpo

y no en una salida más

de todo lo que contiene

Laura Villar Gómez





QUISIERA empezar por una carta

contarte que aquí los pájaros
siguen su canto
cuando se los lleva el mar
y se funden con el cielo

(pero aquí no significa nada
sino adentro)

los paisajes que atraviesan las ventanas
del coche del tren
se desvanecen
pero algo siempre acaba quedándose
algo siempre
pero siempre algo también se deshace
fuera y lejos
pero siempre algo también
dentro y cerca
aquí
repito
aquí

quisiera decirte
no estoy hecha
para la pérdida
pero los pájaros y la gente
igualmente se van

(pero aquí significa adentro
significa
no se van del todo

nada

nunca)

Laura Villar Gómez

















Juan Vico

ÁNGULO DE INMUNIDAD

Un tatuaje, una herida,
la incandescencia
de un misterio
sin marcada función
argumental.

¿En la piel

de quién? Tampoco importa.
El enigma, en realidad,
está en el ojo: es la mancha,
el punto ciego de esta historia:
su pasión intransitiva.

Juan Vico




CATÁLOGO RAZONADO

Las fotos que conservo no me ayudan
a fijar tu imagen: emerges
de cada una como personas distintas
y ni siquiera sumándolas podría obtener
un tranquilizante retrato robot.
Digamos
que no encajan entre ellas, o que al menos
yo no consigo hacerlas corresponder:
se atraen y se repelen
como piezas de un puzle absurdo.
Pero es el modo, en fin,
en que te evoco aquí de nuevo,
heteróclita y evanescente, sin ningún
propósito definido,
al tiempo que me pregunto
si no existimos con preferencia
en los pedazos que de nosotros
van guardando los demás,
pobres ruinas instaladas en lujosos pedestales,
torpes fetiches flotando en burdos tarros de formol,
sobre algún falso techo, tras algún
doble fondo,
bajo la alfombra sin lavar del escenario.

Juan Vico





MITOLOGÍA PERSONAL

Tú desfiguras el mundo
o puede que el mundo ya fuera
una exquisita amenaza, una falacia adictiva,
antes de que nuestros tiempos se rozaran.
Reconozco a veces la misma luz inclinándose,
la música de fondo, el ángulo inaugural,
un pliegue como modelo y causa
de la repetición. Todavía alcanza
su influencia y, sin embargo,
voy malogrando un gesto en cada frase:
si escribo aquí, olvido allí.
Hazme
callar ahora, retuerce mi sonsonete,
abomina para siempre de los sinónimos.
Miénteme así: déjame creer
que un himno es apenas una naranja
y que esta alabanza esculpe piedras
sin peso.

Juan Vico





POR UNA NOCHE

Hemos fingido la misma escena
frente a públicos peores
y justo ahora
que comienzan a abandonar sus asientos
recalentados, voluptuosos
en su torpor,
te pido: quédate un rato, acaso ceda
a mi súplica el pianista, puede que incluso
le resultemos simpáticos. La utilería
moderadamente novelesca
con que adornamos nuestra historia nos vendrá
de maravilla en caso de fuerza mayor:
otro metro, media
mirada y ya
nos acercamos al punto exacto donde
lo dejamos correr: era esta
la baldosa, sin duda, y si no
muy poco importa: un mísero compás
nos pertenece
hasta que suene la alarma. Digamos
por una noche
las más viejas frases hechas,
oigámoslas caer, rendidos,
desde la altiva
herida
de su obviedad
y observemos por fin cómo se estampan
sobre la cínica prisión de mis costillas,
sobre la tolvanera irremediable de tu ombligo,
sobre el sombrero mendicante de este empeño.

Juan Vico





TEMA LIBRE

La mano saciando la sed.
La sed vaciando la mano.

Cortinas ondeando en la habitación
sin la habitación.

Y entonces tú, gacela insomne,
dime dónde temblarás

cuando toda esta noche
haya ardido.

Juan Vico












Pablo López Carballo

AGRESTE

Sin tu cuerpo la casa no tiene esquinas,
solo unos ojos que restan utilidad
a la persistencia de los objetos.

La casa es un aplauso constante
en el que buscar un silencio, un oráculo
que traduce clichés entre épocas,
mundos que se ordenan
y encuentran su inexistencia.

Así es la casa sin ti, un precipicio
en el lavabo, una insistente foresta
y el tiempo en dirección contraria.

Nada se piensa, nada se cultiva,
exceso y gracia del secreto vegetal.

Pablo López Carballo




CAVAR

Cavar hoyos para reconstruir ciudades. Cavar hoyos por el placer de hacerlo y también para sembrar cráteres. Cavar por cavar, cavar por amor un hoyo y esconderse del mundo dentro. Cavar como imagino que harían los que no tenían dientes y cavaban para buscar alguno y masticar así la salazón. Cavar porque las cosas se cavan o se olvidan, se centran en puntos de contacto o se dejan pasar. Cavar para doblegar las dobles negaciones. Cavar a la manera de los antiguos, toscos y desamparados —tocados por la dulzura sin apariencia—, que dirigían la caída del sudor para atildar aperos. Cavar como nadie. Cavar, como escribir, para no hacer que desaparezcan todos. Cavar silencios. Cavar por no escribir, por dejar que las cosas vivan o mueran sin interferencias.

Pablo López Carballo





DONDE SOLO HABÍA VIENTO

En el proceso de andar juntos,
de estar cerca, nos retiramos,
mutuamente, el peso de encima.
En el proceso de no alejarnos,
de no caer dentro de nosotros,
acalorados, a la deriva,
con la confusión, con el desmayo,
nos acomodamos, el uno al otro,
propias y ajenas, las desgracias.

En este proceso en el que andamos
perdimos antes de comenzar:
lo grande se comió a lo pequeño,
lo útil ha desplazado a lo inútil,
lo breve se impuso y, por eso,
este proceso nuestro de hacer
perdurar todo lo que no encaja,
resiste como las rosas frías,
tirantes, altas y adelantadas,
como las ramas imprevistas,
como los cauces que, buscando
su espacio, avanzan y retroceden.

En este proceso del nunca
encontrarnos del todo se fundan
lo notorio y feliz del descalabro,
la saludable insistencia
de la enfermedad y el desinterés
por aquello que podría salvarnos.
En este proceso, cada mañana,
atravesamos ríos, dislocamos
astros, alzamos muros que la noche
derrumba, abrimos puertas donde antes
solo había viento.

Pablo López Carballo




LECCIÓN DE PINTURA

Se extrañó de que los animales
no tuvieran nada para comer
dentro de los cuadros. ¿Quién
los torturaría así? Ni siquiera
les han dejado la posibilidad
de buscar alimentos. El caballo
—con la fuerza de la tempestad—
se muestra sediento, condenado
a llevar consigo a un jinete
asimétrico, sin interés
en el agua o en el peso del arreo.
Es un rey sanguinario, acerté
a señalarle mientras buscaba
la forma —metafórica— de acercar
un cuenco con agua a la pintura.
Como todos —se apresuró a decir—.
En los cuadros no se ven los cadáveres,
—repliqué— pero me corrigió enseguida:
estaban en la espuela, en la forma
de sujetar la guía y en esos trazos
que remarcaban su desarrollada
vocación por provocar sufrimiento.

Pablo López Carballo




MATAS ALTAS

Inundaciones de Kale y Colza, el paisaje
se desatornilla con los cultivos, centros
de diagnóstico y diálisis, basílicas
abiertas veinticuatro sobre veinticuatro,
pregunto por el dios de los tomates.
Me gustaría plantearle algunas cuestiones,
porque el futuro pasa por el tomate
pero no he encontrado todavía a nadie
que pueda responder a las preguntas
que acumulo para proponerle, finalmente,
a alguien que sepa de esto. Pregunto
al revisor del tren, ellos siempre saben
lo suyo y lo que llevan los demás, tal vez
si ha visto a alguien con tomates,
de norte a sur, quizás, si esa es la trayectoria,
acaso sea a quien estoy buscando.
Me preguntan todo el tiempo:
¿qué le regalarías a tu amor?
A mi amor yo le regalaría las mejores
plantas de tomate para que las ponga
al sol. En otros lugares le dicen tomateras
o tomate, la parte por el todo, el fruto
por la planta, como si fuera el dueño
de los pájaros o el que ordena los árboles.
Le regalaría las mejores plantas, cada una
diferente, pero de cada una la mejor.
Ella regresaría del mar —donde duerme—
y dejaría caer sobre la mesa un gran pez,
un atún, una manta o un bacalao.
Seríamos felices viendo crecer las plantas
en el salón y pondríamos agua en una esquina
para que el gran pez beba y engendre.
Si el gran pez es un atún, de su unión
con el tomate saldrán calabacines,
si es un bacalao o una manta llenaremos
la casa de berenjenas y alcachofas.

Pablo López Carballo


















Patricia Luque Pavón

CARRUSEL

Los dejaron desnudos sobre la escarcha

y una corona de añoranza sobre las sienes.

Les dijeron que los cerros albergaban bibliotecas cuyos libros abonaban el sol de una estirpe.

Sus párpados –nublados en el refugio del tacto‒ sudaron entre harapos el barniz de los edenes.

Cubiertos de intemperies, olvidaron las nanas.

Dónde están ahora los niños que a medianoche

jugaban ajenos con las aristas de la hierba. Qué descorchó sus lágrimas,

qué melodía retorció sus ecos.

Quién lo hizo, quién desmintió la perpetua trayectoria del ángel.

Patricia Luque Pavón





ÉXODO 

Caen los dados sumando histeria. El desconcierto acelera la erosión

de la academia sobre el asfalto.

Más agudo, cruje el esternón de una tierra sin paradigma. Desde cuándo estas aves inmóviles,

la herrumbre del letargo.

Cuánto durará el polvo tras la última estampida.

Patricia Luque Pavón





PROLONGACIÓN DE LA NÁUSEA

A los pies, un

símil. Sobre la

vulva

un avispero.

Bocas ilesas al sabor de la delicia.

Labios pintados por la laca del

recelo. Doctrinas

plazos

copulaciones.

El dolor encuentra siempre

pretextos con los que

aparearse.

Patricia Luque Pavón





Quién contendrá las lágrimas de Dios cuando despierte de su mito

Yo solo podré ofrecerle este, mi cuerpo, que traigo desnudo entre las manos.

Patricia Luque Pavón















Álvaro Tato

ANOCHES

Dos perros medio a muerte medio en juego
que escarban en la tierra de la piel,
dos lenguas de la torre de Babel
que hallan su nombre y que lo olvidan luego,

dos olas rotas en su rumbo ciego,
dos hondos pozos donde hierve miel,
dos zarpazos de tinta en el papel,
dos inmortales pájaros de fuego,

dos volcanes, dos náufragos, dos rosas…
pero justo después de haberlo hecho,
cuando la realidad vuelve a las cosas,

el tiempo al mundo y el aliento al pecho,
tan solo dos personas sudorosas
de la mano y en paz mirando al techo.

Álvaro Tato





QUE LA MUERTE SE MUERA 

Las vidas que no vivimos
bailan en torno a la hoguera.
La noche se vuelve día,
la muerte se queda fuera,
la nada llena de olvido
se hiela en la noche negra;
frente a la lumbre encendida
nuestras máscaras nos sueñan.

Que la nada nunca llegue,
que la vida siempre vuelva,
que la sombra nos dé nombre
y que la muerte se muera.

En el círculo de fuego
la tribu sueña despierta;
bajo el suelo las raíces,
sobre el cielo las estrellas.
Y el tiempo gira que gira
y el mundo rueda que rueda
y la tribu se imagina
que baila una danza eterna.

Que se fundan nuestros cantos
tejiendo risas y penas,
que la sombra nos dé nombre
y que la muerte se muera.

Álvaro Tato





ROMANCE DEL MINOTAURO

En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto
donde vive el toro negro
de nuestros sueños perdidos,
nuestras culpas enterradas,
nuestros miedos escondidos,
nuestros deseos que arden
como incendios sumergidos,
las palabras que dejamos
clavadas como cuchillos
entre la lengua y el aire
de lo que no nos dijimos.
En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto
donde vive el toro negro
de la rabia y el delirio,
las madrugadas en vela,
las largas noches de olvido,
las huellas de nuestros pasos
por los cruces de caminos,
los años que se volaron
como velas por el filo
del horizonte del mar
donde el sol muere hace siglos,
los amigos que se fueron,
los amores que se han ido,
las promesas incumplidas
que brillan como colmillos
de los monstruos que inventamos
para asustar a los niños.
En el mar hay una isla,
en la isla un laberinto,
espejo de nuestras almas,
mapa de nosotros mismos.
¿Quién encuentra la salida?
¿Quién puede seguir el hilo?
¿Quién ha de cortar su sombra
para tejer su destino?

Álvaro Tato




SEGUIDILLAS DE LA ERA

Por el árbol del día
crece la hiedra
de la noche abrazada
a su corteza.
Rueda que rueda
el mundo como espiga
sobre la era.

La rueca de la noche
teje el rocío
y a cada gota el día
le prende un hilo.
El mundo rueda
como pareja en baile
sobre la era.

Por la orilla del día
va la marea
de la noche mecida
en sus riberas.
El mundo rueda
como grano en el viento
sobre la era.

En su enagua la noche
guarda una estrella;
le alza la falda el día
para cogerla.
El mundo rueda
como cuerpos de amantes
sobre la era.

A la sombra del día
la noche canta:
amor mío, te espero
de madrugada.
El mundo rueda
como risa en el aire
sobre la era.

Álvaro Tato




SILVIDA

Cuando soñamos,
cuando morimos
somos lo mismo.
Sílbamelo al oído si me olvido.

Nietos y abuelos,
padres e hijos
vagan unidos.
Sílbamelo al oído si me olvido.

Reloj de viejo,
tambor de niño,
el mismo ritmo.
Sílbamelo al oído si me olvido.

Quien tiene alas
mira el abismo
y ve un camino.
Sílbamelo al oído si me olvido.

Álvaro Tato




















Roger Santiváñez

LIMA

Ahora recuerdo tu neblina
La garúa fría & feroz tala
Dro del amanecer en el invierno

Qué más me das Lima en
La memoria del día por tus
Calles del Cercado & las

Noches malditas del pastel
La luz infernal de un tabacazo
Alborada del celaje más azul

El muro del jardín de afuera
De la casa en que quiso el azar
Que te encontrara quebrada tu

Cintura hacia atrás en ese abrazo
Que nunca tu alegría declinó
& que hoy es sólo olvido

Pero no en este poema

Roger Santiváñez




LIMA 1975

El Rímac. Cuchita niña corre por
El ajedrezado piso de la sala.
Un triciclo trae la blanca lava
Dora que usa tía Emma en los
Quehaceres. Amo ese tiempo &
Su memoria me enternece.
La discoteca Fernando & su
Gorda expendedora : discos
De los Beatles por fin conseguidos.
El rocío del jardín en la mañana.
La desnuda verja delantera
Que sin fierro para siempre
Se quedó. Allí te vi besar una
Tarde a tu chico & soñé que yo sería.

Roger Santiváñez



PLAZUELA MERINO 

El ritmo del alto tamarindo
Al viento del atardecer con
Mueve la memoria: Lindo

Aquel instante ya perdido
Nunca ha de volver el tiempo
Solo aquí en este verso sentido

Como la brisa de Piura 6 pm
Recorriendo parques & manzanas
Palmeras enanas de mi soledad

Niñez derretida igual a la ola
Del mar del verano más feliz
La cadencia del estero en

Marea alta los juegos de
La Plaza Merino la kermess
Nuestra Señora de Fátima

Comunión de los santos deli
Cada del corazón sonríe una
Muchacha ella es sin duda

Este poema

Roger Santiváñez