León Félix Batista

Técnicas de estío

En mitad de la vida sucede que llega la muerte
a tomarle medidas a la persona. Esta visita
se olvida y la vida continúa. Pero el traje
se va cosiendo en silencio

Tomas Tranströmer

Esta vida es temporal
que termina mi verano

esta vez será vencida
con saltos en la escena cada vida
cine zombie
tengo tiempo mental y no del otro
neutro
a punto de rompiente
ya yo no muto
más: he muerto

en plástico de tiempo desprendido

elíptica de un cuerpo por desaparecer bajo capas de solsticios

que me escarché de noches
en un cepo crono-cúbico
tratando de acendrar mi decadencia

yo ya no pienso más: jaque mate de la mente
para zafar la psique de
su cepo
darme cuenta de
caer
de no ser yo
de nadie

ceder a lo que tengo sujeto al temporal
si la vida es día a día
dilatarla
un sorbo de ponzoña, y ya:
manteca
como bloque de c-4 por la tráquea

acidez de ser y estar
para hacer mi propia salsa
y dejar de ser: exacto:
yo sólo sé decirlo
el ego es lo que hago:
“yo” está lleno
de no-serenidad

bife de eso que antes fui
mi vida irá a perder
(¿cómo escribo “derrapar”?)
calidad de acometida
entré por cuerpos que yo creía sacros
ensartando corazones descosidos
contra mi parte umbría

se dice “audacia o dosis”
o candela de caída
o fatiga de búfalo bufando
en su universo gasa

al pasar desierto, os digo:
el verdadero sino es un monzón

que, como todos saben, la sal de ser así
ahora y siempre: como era en precipicio
me temo que morir
abstenerse y no tener
por tenso que resulte el correlato

para llagas del ayer ¿no hay yodo
para dragar de logos mis lagunas?
de día cebo un lobo
que la noche devanaba

epifanía pero por farmacopea:

el sujeto está sujeto a su cigoto
y a las cepas de necrosis específicas al cuerpo

una suma de fisuras, y eres sima
es un lago conocido que alguien
más por conocer

eco de carne y hueco
se dice vida a cosechar los hechos
pero el vado de vivir es pedregoso

se pierden muchas ramas en busca de pensar
así como la gente que,
al disecarse, cae en cuanto al eco: es cuanto
yo sé que soy exógeno
yo por ese pasadizo
fui al pasado
en un cero y su fracción
libro a libro en descalabro
don de ser en donde deshacerse:

el objeto se sujeta del sujeto
y a su síntesis llamamos “realidad”

se deshace y ya no existes

poca cosa de cosechas
ensartando los instantes

en el costal están cincuenta estíos
sólo quise cumplir mi precipici
a mis cincuenta quanta
las horas que disuelven
las obras de los hombres
en su permanecer de madreselva

escombro eso que dice que algo fue
cuajándose en un líquido cualquiera
el invierno viene y va pero el estío
queda
rotando, temporal
con su motor remoto

persiste un horizonte
en tanto inexistente

aquí se cuece ocaso
pero después errar
en un estadio estándar
en avalancha de vacío
de segundo a segundo sedimento

así llegué a cincuenta
en la ecuación de ocasos
la deriva temporal del propio cuerpo.

León Félix Batista















Guillermo Marco

A veces el amor es un pequeño exilio

Yo te esperé de madrugada solo.
Me había acostumbrado a volver lentamente
a casa, cada día, a una hora de la tarde,
mirando hacia la hierba, ayudando, de vez
en vez, a las hormigas con ramas que los pájaros
traían en los picos. Deshojaba una agenda
como quien se pregunta si vendrá o no vendrá.
Y estarías en vete a saber dónde,
feliz por no quererme —y es justo y es mi costumbre—,
con una ciudad de hombres solos a tu espera.
Así que volví a casa.
Con mi bastón de joven peregrino
marqué sobre las sendas de regreso
tres huellas como el Espíritu Santo.
Una espiga me entró en el calcetín,
la ignoré hasta que me hizo daño, hasta
que me evocó a nosotros.
Sin querer, acabé donde quería.
Para que mis zapatos anunciaran mi vuelta,
en pocas horas di varios paseos.
Erguí la espalda para camuflar
mi perfil de hombre que regresa tarde.
Y pregunté por Juan, Álvaro, Serge,
pregunté por amigos de mi vida.
Antes de irme, les dije: Mañana nos veremos,
como fray Luis, y espero no escucharos
—con el moho en la lengua, con la alegría gris
de la edad en los ojos, susurrándoos para
no despertar recuerdos—: «No está, falta Guillermo.»
Y hoy dejo tu abandono y no encuentro mi nombre
en los murmullos: Llega sucio porque cayó
en un abrazo por su viaje de indeciso.
Le besaron con calma y limpiaron el polvo
del camino de vuelta con los labios resecos.
Tampoco me encontré con mi buena amiga.
Se entregó como lluvia de agosto a mi pasado;
y sé que me esperó y no la tuve en cuenta.
Por fin, entré a mi casa.
El bedel se asomó sobre el periódico
como insinuando: Qué importa volver
de tu destierro si ya no queda nadie que te quiso.

Guillermo Marco



Alguien mira el horizonte

Quiero decir todo el rato ¡qué bonito!
Alba Flores Robla

Alguna vez, hablamos
de que el aire de un tren elevando un vestido,
las pisadas mezcladas en el barro
de pastores, ovejas y bastones
o el piar —que nos despierta— de los pájaros
son verdad, y mejor poema que este.
Del tiempo compartido solo nos ha quedado,
para que maduremos, entre una duda y el mundo,
las mañanas de sol parecidas a marcos
de nuestra vida donde apoyamos los codos.
La timidez nos vuelve más humanos.
Y el aire llega y el verso mejor es: qué bonito.
No sé por qué se callan ya los pájaros
y te miro y me confirmas: qué bonito;
y no hablas alto y me das la mano
y se hace mano de barro conmigo,
y me canso, se deshace el abrazo,
y digo qué bonito, y al mirarte a través
del paisaje comprendo que no trato
de crear o fingir el horizonte
sino de enmarcarlo
para que alguien lo mire.

Guillermo Marco




DESPOBLACIÓN

A mi padre

Durante las siestas de agosto en Mara,
nos hundíamos en las dunas calientes
del granero por puro aburrimiento.
El soplido perezoso
del viento entre las colinas
acariciaba mi cara
—más suave que la tuya—
y las amapolas de la mente se mecían
como haciendo cosquillas al niño que fuiste.
Volvemos este verano de paso
—sin tiempo para dormir—
y el polvo de las nubes del horizonte
aparece sin que sepamos
cómo en nuestros bolsillos:
el pasado, aquí, parece el único
destino comprensible.

Guillermo Marco





LA HISTORIA ES INJUSTA REPARTIENDO ETERNIDADES

En 1977, en la grabación de una conferencia de Borges, un hombre tose;
junto con la inmortal palabra de Borges queda
la inmortal tos de un anónimo constipado.
Entonces yo pienso en cómo está repartida la eternidad
entre los hombres;
pienso en el obrero (indivisible individuo)
que pasó a la historia como la compleja abstracción de un filósofo alemán
con cierto parecido al Papá Noel de Coca-Cola,
o aquel que fabricó el pincel con el que se pintaron
Los girasoles
o el artesano de espejos cuya obra culmina cuando la compra un guapo
o el cristalero que enmarcó el bello paisaje de esta habitación
o, en otro orden de cosas, cómo se llamaría el talón
antes de que muriera Aquiles.
Se trata de un trabajo complementario
entre la tos y la voz,
el pincel y el cuadro,
el cristal y el espejo y su paisaje.
Aunque no lo merezca,
déjame toser cuando converses de tu vida.

Guillermo Marco
















Ana Castro

DESIERTO

Jamás pensé que me ahogaría así.

Yo, que pasé años regando mi cuerpo
con litros y litros de agua
y tendiéndolo al sol,
que crecí rodeada de hilos y volantes
y crías que pían, que recorrí países
y libros con los ojos sin sueño,
que trabajé y trabajé y escribí y bebí
y mantuve una dieta equilibrada,
me veo ahora repleta de sed,
desbordada de sed,
hecha desierto.

Ahora un vacío, flores en el balcón de otros
y mi anatomía una extensión áspera
de montículos y cicatrices.

El dolor barre con un viento sordo cuanto toca,
hace planicie.

Tras el dolor todo es desierto.

Ana Castro




LAS HILANDERAS

Mi hermana es la primera mujer de mi familia que no sabe coser.
Perplejas, nos miramos las unas a las otras
y nos culpamos en silencio.
Cómo ha podido pasar,
si las mujeres de mi familia arreglamos todo así,
cosiendo,
si las mujeres de mi familia hilvanamos la aguja siempre a la primera
y sentimos que así se calma un poco el mundo.

Comentamos este hecho aterradas
y nos preguntamos cómo será su vida cuando esté sola.
Cómo criará a sus hijos, cómo cuidará las plantas,
cómo se asomará al balcón, si no sabe coser.
Nos parece imposible que sin saber coser
una pueda salir adelante en la vida.
Luego, nos acordamos de los tiempos de ahora,
la vida moderna,
y nos decimos que lo que importa no tiene arreglo.

La abuela no quería que sus hijas aprendieran a coser.
Pensaba que así tendrían un trabajo. Yo, que trabajo,
también sé coser y me resulta inconcebible
no tener una aguja y un dedal a mano
(por lo que pueda pasar).
Al fin y al cabo, nos criaron así,
al calor de una mesa camilla, viendo
las horas pasar al ritmo de los pespuntes.

Mi hermana no conoció estas costumbres.
Cuando ella llegó,
el tiempo de los hilos ya había pasado,
la abuela ya había muerto,
la manada se había roto.

Y todo eso queda lejos.
Las muchachas de ahora,
como mi hermana, no saben coser
y no se preocupan. Es mejor así:
que tengan un trabajo y no cosan
-como quería la abuela-,
que salgan adelante así,
sin árbol genealógico,
todo pólvora y futuro.

Ana Castro




MATERNIDAD

Sobrellevar el dolor
es criar un hijo:
una ciencia exacta que sólo conocen las madres.
La madre del hijo y la madre del dolor;
vientre por vientre.
La ruta silenciosa
por el cordón umbilical de luz
que conecta los cuerpos,
algo de lo que sólo saben
los ojos que alimentan
el defecto y la raíz.

Ana Castro




MI DOLOR

Los moratones y las cicatrices son sólo marcas.
Se ven. Se reconocen.
La gente es capaz de intuir
si aquello o lo otro.

Pero el dolor no,
el dolor es transparente-casi-invisible,
acaso una vibración en el rostro
o una súbita contracción del vientre.
Por eso hay que nombrarlo, decir MI DOLOR,
reivindicar su existencia como parte
de un compromiso con la salud pública,
porque a menudo ni siquiera
los diagnósticos médicos o el amor lo creen.
Por eso cada día cruzo las puertas del metro
y salgo al campo de batalla.
Encaro este pulso entre la normalidad con prisas y el dolor y yo.
Asisto a él como las mujeres acuden cada día a trabajar:
con uñas, con dientes.

Este mi compromiso político:
hacer que corra una suave brisa en los ojos,
que se vea lo que golpea dentro.

MI DOLOR es mi dolor y existe:
existe más que yo.

Ana Castro











María Auxiliadora Balladares

Eres el niño caballo del árbol torcido
Eres la polenta de la humanidad recostada
Haces los sonidos de las mariposas al comer del gajo
Eres todo lo mínimo
Lo que descalabra el equilibrio de los tapiales
Eres lo mínimo subyacente
Lo que casi no acontece
Lo que viene de la nada
Y aglomera la sangre en las venas de las cabras
Somos verdaderos Roque
La justicia del reino vegetal
Somos la madre a quien el hijo doblega en su peso de espuma
Quién si no nosotros Roque
Cavará los huecos de los huertos
Te encargo enterrar mi mano cuando nadie más la vea
Cuando las luciérnagas nos pierdan de vista
Y no acontezca nada más que tu aliento en este mundo
Entierra mi mano hijito del eucalipto y el capulí
Mi mano que es tierna entre tus colmillos afilados
Que lames como se lamen las ventanas de los trenes
Que quieres como quieren los recién llegados al faro

María Auxiliadora Balladares





Materialidad

He lamido por largo tiempo
al cachorro
Parece que sólo así
sus músculos
se acostumbran al aire
y sus formas
dejan de ser arbitrarias

He golpeado
a los adultos
que se acercan a olfatearlo
o quieren tomarlo
en brazos
Nada nuevo hay
bajo el sol
a otras crías sus manazas

No quiero dormir
porque puede que la muerte
me someta
en el instante en que
mis ojos cierre
Tantas otras madres
recién paridas
reventadas de tanto abrirse
a la existencia
mueren cazadas
por la noche
aun cuando en el sueño
todo aparentara
ser apacible
y la vida
eterna

María Auxiliadora Balladares




PECES EN LA PECERA

eran cuatro en la pecera
un día precario de febrero
tres amanecieron flotando
quedó uno vivo
el más pequeño
el más feo
el mío

María Auxiliadora Balladares





Sudor

Siempre he querido ver cómo brota el sudor de tus poros
Me interesa menos su recorrido sobre tu piel
Éste es circunstancial
Aquello es de vida o muerte
He observado con detenimiento tus radiografías
Tus tomografías
Tus resonancias
He dado con la casi imperceptible desviación de tu columna
He concluido que tus órganos son pequeños
Durante días repetí el gesto de medir el tamaño del hematoma
Observé el cambio de color
Anoté el tiempo que toma pasar del verde al morado
Del morado al negro
Del negro al color de tu piel
Mirar hacia dentro como si no fueses tú
Me parece bastante ridículo
Tengo que familiarizarme con tus venas
Con tus nervios
Con las capas subcutáneas
He visto una y otra vez en video tus pólipos
Los he contado
Los reconozco
Son mis hermanos
He imaginado la intervención en tu útero
De aquello no quedan registros
Por eso me vuelvo un poco loca
Me desespero
Y en esas circunstancias prefiero no tener nada al alcance de las manos
He mirado tantas veces tu sangre
Conservé en el carro por más de un año
El sombrero y el chal que llevabas
El día del accidente de caballo
Verlos me recordaba que no soportaría tu muerte
Imagino el estado de tu cerebro entonces
Camino del hospital
Te pedía que no te durmieras
Conversaba contigo para mantenerte despierta
Hacías preguntas que me llenaban de terror
Preguntas simples que me llenaban de terror
He revisado tus medicinas
Memorizado sus componentes
Sus efectos secundarios
Te he visto sonrojarte efecto de la alegría y de la vergüenza
He apoyado mi cabeza en tu vientre
Reconozco todos los lenguajes de tu cuerpo

Soy una vidente
Puedes preguntarme cualquier cosa
Te responderé presto
Porque soy la lama que crece en los bordes de tus piernas

María Auxiliadora Balladares



















Luis Carlos Mussó

4 lección de vértigo

1 cóncavo me resulta este asunto de recordar los nombres de mis amantes. cóncava y desflorada, esta lección de vértigo:

[el amor es el dislate crispado

          en la orilla de las tripas

madre dixit]

2 y se incendia mi casa en el pescuezo de mi cerveza.

3 traficante de la memoria abierta como un árbol, sé que el vértigo me viene todo de los trenes.

4 en la locomotora, la neurosis me hunde en la algarabía de su largura / en la cuadratura de sus ventanas / en el vagón comedor / las luces de bengala me acribillan a babor y estribor / y yo colgado del cabuz, desconociendo las condecoraciones que me atropellan.

5 apenas pronuncio la región del discurso que menos importa: en el silencio están la carne y el hueso.

Luis Carlos Mussó




II epístola a los habitantes

de la ciudad 1 – 4

11 hay algo de acetileno en las palabras que escupo a granel. algo de flama atravesada por un arco-iris que luego se derrama en un charco de vinagre. palabras desconocidas para la agonía pero que la agonía recupera en canastas de mimbre. canastas de palabras armadas en blues de maltrechas piezas de lego:

[el amor es el lugar del excremento,

juan ramón dixit]

2 porque el amor post mortem me hace descansar de la ceguera, de la pasión anciana / y el amor post mortem me libera de la fiera dulzura de las ciencias exactas / el amor post mortem penetra mis sienes/ hígado/ sexo con su bendita manera de hacerme callar / el amor post mortem atenaza mis tendones hasta hacerlos lucir como lúcida pedrada contra la vitrina en cuestión.

3 porque trabajar cansa, pero también escribir estos poemas / desear la palabra que pueda llevarse la mitad de las neuronas / oprimir a los prójimos / enumerar sus defectos / olvidar todas las plegarias / fingir que no deseo matar a mis enemigos / ocultar la magia que no me pertenece / negar[se] / negar a todos los que comparten esta ciudad.  cansa respirar. cansa dejar de respirar.

4 la ciudad de Santiago es un amasijo de nervios como cuerdas de tender la ropa después del lavado / el porro con que la virgen se inicia en la faena de la pesadilla / un símbolo húmedo que caderea al ritmo de salsa / es el tablero donde ganamos y perdemos / un soberano ardor que nos tatúa su sabia ruina de luz / esta ciudad es la silueta de la bestia / esta ciudad es la casa de los reptiles.

12 en el andén de estos relatos musicados cimbran las escalinatas que van donde asesino la luz para inventar nuevas siluetas.

2  un cilicio de silencio me sofoca todos los días donde las calles intrincadas son la patria de la habladuría / Un cilicio de silencio me toca en el lugar exacto del deseo.

3  porque mil abuelos antes que el mío, yo ya miraba al cielo para adivinar una cartografía / así fuera la estrella de la sangre / la estrella del ajenjo / los lejanos quásares de la muerte.

 

4  aquí los gallinazos se emperchan en las ramas de la acacia como frutos negros.

5  aquí hago inventario de mis huesos, empezando por mi clavícula cuarteada.

6  aquí mis manos obscenas le dirán al mundo lo que han tocado.

7  aquí arrasa mi edad una parvada de sonidos.

13  nunca supe para qué me humilló de aquella manera este sol que se pone tras las planicies del seductor oeste, si yo gozo mejor que el dueño. mis amigos, repletos de cerveza, se espolvorean la nariz para ser más fuertes.

2 se me ocurre el amarillo ocre como la mejor manera de entonar miles de gargantas y afinarlas para la victoria.

3 podría decir que el acetileno funde mis barrios con su indignación florida, pero preferiría no decirlo. 

4 podría cortarte la mejilla con esta cuchilla oxidada que es mi lengua, pero preferiría no hacerlo.

5 podría cobijarme entre los muslos de mi ridícula especie / hacerme a un lado para evitar la línea roja de tu mirada láser que hace de mi frente su blanco perfecto, pero preferiría no hacerlo.

6 podría intercambiar las aguas nutricias de un vientre cualquiera o las costas de corfú por este estero salado en que me baño junto a mi padre y mi perro, pero preferiría no hacerlo.

7  podría decirte la forma en que vamos a morir, pero preferiría no hacerlo. 

Luis Carlos Mussó




rememoración

[cfr. historia de la eternidad]

Después de aquella noche –la de luna preñada, por más señas– en que pronunciamos al unísono el dolor y la herida en nuestros cuerpos, y en la que anegamos una terrible canción en ciénagas y resuellos –aferrados, ambos, con los dientes–, me negaste siete veces.

Recordé los hielos escandinavos. Esperé a que los lobos engulleran al sol y a la luna y pisé fuertemente el puente de la nave que me llevaría lejos –muy lejos–. Aquella nave construida con uñas de muertos y con pretensiones de trasatlántico o trirreme. Sentí la fuerza quebrada en mis rodillas, un humor vacío en el sexo y dos marcas color marrón –una en la nuez de Adán, otra en el hombro– que me estrangulaban. Pisé fuertemente sobre el puente de la nave, la que sería un abismo dispuesto a abrirme su secreto. Y viajé en aquella nave. Aquella nave pesada como tierra curada con uranio. Aquella nave construida con mis propias uñas. 

Luis Carlos Mussó



















Gabriela Vargas Aguirre

Casa vaciada 

Hay un imperio que decae encima de las cosas, los espejos me siguen mientras pienso que el azul te viene mejor que el blanco, y que ahora que tus manos son simples tareas inconclusas, ahora que tu ropa sola sobre tu cama sola, mitad sueño mitad lecho se llena de aire, del relleno que llega de la calle, mientras de tus bolsillos salen tus amuletos muertos, empiezas a faltar.

De los cuerpos, de las casas, de las cosas muertas, sí, también sobre las cosas muertas se construyen nuevas rutas, nuevas pieles, toda la casa es un cuervo envejeciendo en la sombra, viendo cómo lenta, inexorablemente, desintegran sus alas.

Hay un imperio que decae encima de nosotros, los espejos me devuelven el miedo que revelan los rincones, los rincones me devuelven un nido de hilos tejidos por las arañas que encontraron el cadáver de tu sombra que quedó atrapado en los pasillos, dentro de la tina de baño, en medio tus canciones.

Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo arriba levante tu cara al sol.

Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo dentro tuyo engendre un corazón de tagua, para llenar el agujero que solo ves cuando estás sola.

Rezas, nunca rezas, porque la palabra salva y en mi lengua hay un tiro de gracia cuando digo: AMEN.

Entonces:

LA CASA SE VUELVE DE SAL CUANDO DIGO TU NOMBRE.

Gabriela Vargas Aguirre




Flashback 6

Hospitales 1 

Todos los que están por morir saben tu nombre. Caminar dentro de un hospital debe ser lo más parecido a caminar al cielo. Niña de zapatos azules, no avances que no te gustará lo que hay dentro, no escuches esas voces que te llaman, que te ofrecen dulces, no jugarán contigo.

Todos los que están por morir saben tu nombre. Niña de zapatos azules, no brinques, no grites, no llames la atención que todos aquí quieren de ti un pedazo de vida, un riñón, un diente sano. No respires que la muerte se prenderá en tu nariz para convertirte en polvo y eso que llamas sombra, que es tu yo malo o tu yo noche, se meterá en tus huesos y te hará llorar.

Todos los que están por morir saben tu nombre. Poseen la cualidad de la piedra. De ahí mismo tu palidez, tu semejanza a la muerte, tu amparo a lo que se dice en voz baja, a jugar en la mitad más amarga del silencio. Quizás más tarde puedas ir a ver cómo sobre el agua van cayendo los cuerpos y, entonces, sabrás que desde ya estás moldeando un muerto.

Gabriela Vargas Aguirre




Rigor Mortis 

He ordenado sistemáticamente las baldosas de la pared de enfrente. De sucia a limpia. De negra a verde. Porque aquí todo es verde o blanco, y el olor a enfermo persiste aun cuando limpian tres veces al día, tres personas diferentes.

He lavado mi cara por horas para borrar mis ojos ciegos, mis ojos que son tus ojos, para olvidar que parezco de cien años cuando los pájaros llegan del sur a cubrirnos con su polvo, olvidando cómo se vive y cómo se arde.

He ordenado sistemáticamente las hebras de tu cabello tieso, de grueso a fino, de negro a blanco. Porque aquí todo deja de ser tibio todo se vuelve ceniza cuando mi corazón es atravesado por el filo de un cincel que nos vuelve mansas piedras, solas, estatuas al pie de una cama, de cualquier cama, de cualquier calle, sistemáticamente olvidadas por Dios.

HORA DE MUERTE: 00:00:00

Gabriela Vargas Aguirre



Rito de Paso

A Reinaldo Arenas

El hombre se inicia en un poema cuando por primera vez
escribe sobre un árbol, un arbusto se nos arrima, de algún
lado nos llega una hoja:
un papalote extraviado que espera atarse a nuestros dedos,
una línea que siempre será más líneas para hacerte un cuento
que hablara de nosotros confabulando.
El hombre se inicia en un poema cuando está por encima de
los sueños de los niños de ojos colorados, de hambre de manos
y de uñas que ahora marcan una plegaria en los troncos que
luego será el fuego que aún no conocemos.
El hombre se inicia en un poema cuando se ensucia las manos,
se astilla y sangra. En ese pequeño punto, ese encuentro con
la ruptura que es conversa, que es confusa que es el inicio de
89los que no pueden ver ni tocar una burbuja que es una canción
que escapó de mí para robarte:
para soñar con ser esos niños que atrapan el mundo y se
lo guardan todo en el pecho
para dejar crecer más allá del cielo las flores
para permanecer de pie contra todas las fauces
El hombre se inicia en un poema cuando se sienta sobre el
mar y lo reescribe.

Gabriela Vargas Aguirre












Camila Evia

GNOSSIENNES 

Encadenados dientes
Relieve de cristal
Bajo el claro de luna

Rugidos afónicos surgen
Entre blancas melodías
Abominables tentáculos

La exquisita ala de un cisne
De carácter melancólico

Salpicada por el hueso del infierno

Camila Evia




INCENDIO

Cuento las pestañas
quemadas por la oscuridad
de tu indiferencia
despojada de toda realidad

Garras de tormento
te absorben                 derriten

las capas de tu espada

Triunfaron los bufones

quemando la seda
por la cerda satisfacción

de la ira

Por orden maligna
arrancaste la hierba
cubierta de estrellas

Camila Evia




LÁGRIMAS DE AMAPOLA

en la hora ciega de la costa sin sol
la lluvia ahoga las flores mientras las hijas
del océano cantan a la gris espuma

el viento sacude y golpea
a las amapolas que encogen sus hombros

en la difunta escena del letargo

las plantas se inclinan por su propio peso
y las moscas sedientas rodean los capullos
de semillas inmaduras para beber sus lágrimas 

Camila Evia




OBSIDIANA

Silicatos despegados del suelo

verde oscuro óxido teñido
de estima alumínica

Rumores de viento estático
sonámbulos reglamentos de
rojo veteado en blanco y negro

La luz blanca del cielo alumbra
las cenizas que giran en los viejos

sueños enterrados en lápidas cristalinas

Camila Evia




RIDÍCULOS

ahí tienen al ridículo
jadeando el escupitajo
del genio postizo

tragando siglos
pulverizando ángeles
a niveles efímeros

el cielo derrama su verdad
y permite a los pájaros
volar en su bostezo

Camila Evia