Cirilonas de Edessa

"Vino entonces Jesús a Judas y tomó sus pies. La tierra exhaló un silencioso lamento. Las piedras de las murallas levantaron su voz cuando vieron que no le abrasaba el fuego. El asombro se hizo espanto cuando las manos de Nuestro Señor acariciaron los pies de su asesino. Pero no descubrió su maldad, sino que la encubrió y le trató como a los demás."
 
Cirilonas de Edessa
Tomada del libro Los Doce de José María Zavala, página 225

Richard Speck

“Al pueblo de Estados Unidos, solo decirles que sigan odiándome. Sé que eso mantiene su moral alta. Y, la verdad, yo no sé que haría si no fuera así.”
 
 Richard Speck
 
 
 
“No albergo ningún sentimiento sobre aquella noche. Dijeron que había sangre por todas partes. Yo no lo recuerdo. Fue como si nada... Estoy verdaderamente arrepentido. Por esas niñas, por sus familias, por mí. Si volviera allí otra vez, lo convertiría en un simple atraco.”
 
 Richard Speck
 
 
 
"No es como en la televisión. Tardas más de tres minutos y se requiere mucha fuerza para estrangular a alguien."
 
 Richard Speck
 
 
 
“No recuerdo, no recuerdo.”
 
Richard Speck

Adeline Watkins

“Casi tendría que arrastrar a Eddie Gein a una taberna. Habría preferido ir a una farmacia a tomar un batido.”
 
 Adeline Watkins
 
 
 
 
 “Eddie era tan amable haciendo lo que yo quería que a veces sentía que me estaba aprovechando de él.”
 
 Adeline Watkins
 
 
 
 
“Lo rechacé (cuando me pidió matrimonio), pero no porque tuviera algún problema. Tenía algún problema conmigo. Supongo que temía no poder cumplir con lo que él esperaba de mí. Lo amaba y lo sigo amando.”
 
 Adeline Watkins
 
 
 
 “No hubo un romance de 20 años.”
 
 Adeline Watkins
 
 
 
 
“Supongo que hablamos de todos los asesinatos de los que oímos hablar. Eddie me contaba qué había hecho mal el asesino, qué errores había cometido. Me pareció interesante.”
 
Adeline Watkins

Robert H. Gollmar

"Debido a los costos prohibitivos, Ed Gein fue juzgado solo por un asesinato: el de la Sra. Worden. También admitió haber matado a Mary Hogan."
 
Robert H. Gollmar
Juez que juzgó a Ed Gein 

Djaili Amadou Amal

"Continuó su monólogo largo rato. No me pidió mi opinión. Le parecía inimaginable que no quisiera casarme con él.
Sí, hubiera sido inconcebible.
¿Qué chica se atrevería a rechazar a un hombre tan importante? El asunto estaba zanjado. Lo había hablado con mi tío. El resto era pura formalidad...El camino de la vida para las mujeres es difícil, hija mía. Los momentos de despreocupación son breves. No tenemos juventud. Conocemos muy poca alegría. Solo encontramos la felicidad donde la cultivamos. Depende de ti encontrar una solución para que tu vida sea soportable. Mejor aún, para que tu vida sea aceptable. Eso es lo que he hecho yo todos estos años. He pisoteado mis sueños para asumir mejor mis deberes.
[...]
- ¡Es tan joven, tan hermosa!
—¿Cómo pudiste ver su belleza, Safira? ¡Tenía la cabeza gacha y cubierta de tela negra! ¡Estás delirando! Y los celos te están jugando una mala pasada.
- ¡Es tan claro que casi es blanco!
"Eso no significa que sea guapa. Solo viste su tez y dedujiste que es guapa. Tú también tienes la piel clara. Pero qué más da. Es como si solo las más claras fueran las más guapas. Dime, Safira, ¿dónde tiran a las negras para que yo pueda tirarme allí con mi fea piel negra?", añade, riendo para animar el ambiente...Era mujer, y por lo tanto paciente y fuerte. Había aprendido a sonreír cuando quería gritar, a callar cuando quería chillar. Pero ese día, sus ojos reflejaban una determinación férrea, una rebelión silenciosa que decía mucho de su fuerza interior."
 
Djaili Amadou Amal
Les Impatientes
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Emily St. John Mandel

 "A veces algunas personas abandonaban la Sinfonía, pero las que se quedaban entendían algo que muy pocas veces se decía en voz alta. La civilización en el Año Veinte era un archipiélago de pequeñas ciudades. Esas ciudades habían luchado con individuos que vivían de forma salvaje al margen de la sociedad, habían enterrado a sus vecinos, y sus gentes juntas habían vivido, sufrido e incluso muerto [...]; por todo ello, en esos sitios no recibían con los brazos abiertos a los desconocidos...Tal vez pronto la humanidad se apagaría sin más, pero a Kirsten esa idea le producía más tranquilidad que tristeza. Muchas especies habían aparecido en la Tierra y después se había extinguido, ¿qué importaba una más?
[...]
El rey estaba de pie en un círculo de luz azul, algo inestable. Era el acto cuarto del rey Lear, una noche de invierno en el Elgin Theatre de Toronto, Esa misma noche, un poco antes, tres niñas, versiones infantiles de las hijas de Lear, habían representado un juego de palmas en el escenario mientras la audiencia iba entrando, y en ese momento volvían en forma de alucinaciones en la escena de la locura. El rey trastabilló e intentó atraparlas mientras ellas revoloteaban de acá para allá entre las sombras. El actor que hacía de rey se llamaba Arthur Leander. Tenía cincuenta y un años y llevaba una corona de flores en el pelo."
 
Emily St. John Mandel
Estación Once

Teresa Soto

 Erosión en paisaje
(fragmento)

 
Una colina de álamos era
plata bruñida
el temblor de la copa que rebosa.
La felicidad era toda mordaza
a la raíz, al tronco, a las ramas,
ignorante de lo argentino, de las copas.
Clavada a mirar el agua helada
.. .. .. .. hiriente de tan fría.
Era ese dolor, no otro, el trueque
de lo feliz, de lo cálido.

Nos fatigábamos esperando la distracción
del ciervo. Nunca caminé más despacio
que entonces. La distancia justa para
observar sin provocar espanto. Esperar
y agotar la vista en el mirar
hasta que
la mandíbula vuelve al pasto
.. .. .. y rumia, traga
sabiéndose a salvo. Los que observan
no buscaban hierba ni sangre ni carnes,
tendones.
Hubo muchos pastos. Todos
se aúnan en este, ya lejos.

Seguíamos con atención el curso
del agua. Cada estación éramos
los primeros en llegar, admirados
siempre del movimiento de lo blando
hacia lo duro. Hielo y agua y espuma
río abajo. Quietos, tocábamos,
atentos a las superficies. Sumergían
a veces la cabeza los otros,
. . . nosotros con ellos.
De la superficie al fondo
. .. .. . y lo inverso,
qué fácil entender aquello, admirarlo.
Un martín pescador aferrado a la rama
del álamo. Cuántas horas ateridos
esperamos por el grito aquel del pájaro.
Nos daba, creo, la sensación clara
de lo feliz que uno podría llegar a ser."
 
 Teresa Soto
 
 
 
 
Nos fatigábamos esperando la distracción
del ciervo. Nunca caminé más despacio
que entonces. La distancia justa para
observar sin provocar espanto. Esperar
y agotar la vista en el mirar
hasta que
la mandíbula vuelve al pasto
..   ..    .. y rumia, traga
sabiéndose a salvo. Los que observan
no buscaban hierba ni sangre ni carnes,
tendones.
Hubo muchos pastos. Todos
se aúnan en este, ya lejos.
 
 Teresa Soto
 
 
 
 
Porque eres hilo de oro

y tiro de ti

pero no te deshago

y tiro de mí

y te acercas

con todas tus distancias

la de la geografía,

la de la lengua,

la del secreto.
 
 Teresa Soto
 
 
 
 
Seguíamos con atención el curso
del agua. Cada estación éramos
los primeros en llegar, admirados
siempre del movimiento de lo blando
hacia lo duro. Hielo y agua y espuma
río abajo. Quietos, tocábamos,
atentos a las superficies. Sumergían
a veces la cabeza los otros,
.      .      .  nosotros con ellos.
De la superficie al fondo
.   ..          ..       . y lo inverso,
qué fácil entender aquello, admirarlo.
Un martín pescador aferrado a la rama
del álamo. Cuántas horas ateridos
esperamos por el grito aquel del pájaro.
Nos daba, creo, la sensación clara
de lo feliz que uno podría llegar a ser.
 
 Teresa Soto
 
 
 
Una colina de álamos era
plata bruñida
el temblor de la copa que rebosa.
La felicidad era toda mordaza
a la raíz, al tronco, a las ramas,
ignorante de lo argentino, de las copas.
Clavada a mirar el agua helada
..                  ..     ..      ..  hiriente de tan fría.
Era ese dolor, no otro, el trueque
de lo feliz, de lo cálido.
 
Teresa Soto
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Mark Bray

 "Mis antepasados judíos e irlandeses no eran considerados «blancos» cuando llegaron por primera vez a Estados Unidos a principios del siglo pasado. Con el paso del tiempo se les fue aceptando gradualmente en lo que Olson denomina la «democracia blanca». El significado y los límites de estas construcciones sociales cambian con el tiempo. En todo caso, tenemos la capacidad de luchar contra la jerarquía racial que subyace a la mera idea de ser blanco. Esto no quiere decir que haya que adoptar un enfoque conservador que no reconozca las diferencias entre los diferentes grupos étnicos. Se trata más bien de actuar contra las fuentes del privilegio blanco y luchar en solidaridad con los desheredados del mundo.
Por supuesto, de ningún modo quiere esto decir que haya que exterminar a las personas que actualmente se califican como blancas, sino abolir el esquema de clasificación racial que las hace ser así. W.E.B. Du Bois en «The souls of White folk», de 1920, reflexiona sobre los horrores de la Primera Guerra Mundial. Señala lo que las víctimas del colonialismo y del imperialismo habían sabido durante generaciones. «No se trata de que Europa se haya vuelto demente. No es una aberración ni una locura. Esto es Europa. Esto que parece terrible es el alma verdadera de la cultura blanca, desnuda hoy y visible». El advenimiento del fascismo no hizo sino exacerbar ese horror.
Muchos comentaristas europeos y estadounidenses vieron en el Holocausto y en el ascenso del fascismo una lamentable desviación de las tradiciones ilustradas de la «civilización occidental». En cambio, Aimé Césaire concluyó correctamente que «Europa es insostenible». Del mismo modo, también nosotros debemos concluir que, como identidad forjada a través de la esclavitud y del sistema de clases, la supremacía de la condición blanca es indefendible. La única solución a largo plazo ante la amenaza fascista es minar los pilares sobre los que se cimienta en la sociedad. Están anclados no solo en la supremacía blanca, sino también en la discriminación a los discapacitados. En la heteronormatividad. En el patriarcado. En el nacionalismo. En la transfobia. En el dominio de clase y muchos otros conceptos similares. Este objetivo a largo plazo remite a las tensiones que existen a la hora de definir el antifascismo. Porque, a partir de un cierto punto, destruir el fascismo consiste realmente en promover una alternativa socialista revolucionaria (en mi opinión, una que sea antiautoritaria y no jerárquica) ante un mundo en crisis. Un mundo con pobreza, hambrunas y guerras, en el que medra la reacción fascista.
Cuando le pregunté a Jim, de Antifascistas de Londres, cómo combatir a los partidos populistas de extrema derecha, me dijo: «No podemos esperar derrotar a un proyecto electoral de este tipo del mismo modo que lo haríamos con un movimiento fascista de calle. En vez de eso, tenemos que presentar mejores propuestas políticas que las suyas».
No cabe duda de que las acciones en la calle y otras formas de oposición frontal pueden ser muy útiles contra cualquier oponente político. Pero una vez que las organizaciones de extrema derecha han conseguido difundir su mensaje xenófobo y distópico, nos corresponde a todos nosotros anegarlas en alternativas mejores que la austeridad y la incompetencia de los partidos de derecha e izquierda que hay en los diferentes Gobiernos.
Por sí solo, el antifascismo militante es necesario, pero no suficiente para construir un mundo nuevo sobre las ruinas del viejo."
 
Mark Bray
Antifa
 
 
 
 
 
 
 
 

Kopano Matlwa

"¿Dónde está Mlilo, chicos?, preguntó.
Nadie le respondió. Miró a Zulwini, pero el chico solo pudo mostrar una expresión de profundo arrepentimiento. Ndudumo finalmente habló. Dijo que ya no viene a clase. Hoy, en el recreo, les contaba a todos que anoche terminó la tarea de seis semanas y que todo es una broma.
Bueno, ¿lo es?, les preguntó, sin saber qué esperaba que dijeran ni qué haría con sus respuestas.
Moya bajó la mirada. Zulwini negó con la cabeza vigorosamente. Ndudumo no dijo nada.
¿Lo es, chicos? ¿Es una broma?, preguntó de nuevo.
Sí. Sí que lo es, dijo Ndudumo."
 
Kopano Matlwa
 Spilt Milk

Rodrigo Sancho Ferrer

 Estaciones, de Vaho

Que el otoño fuera descosiendo
como cada año los árboles
uno ya lo imaginaba.

Falta, acaso, la otra parte.
De qué manera y por qué –cuál es su espera–
tejen y destejen las estaciones
los paisajes.

Qué decisión postergan,
a qué pretendientes engañan
cuando nadie mira por las noches.
A qué viene la nieve, la lluvia,
el viento que desenhebra las madejas.
Cómo de bello será ese infinito manto cuando esté terminado,
cómo de grande el amor
que alimenta
tanto esfuerzo.

Si, al consumarse,
será necesario también retrasar la aurora
de rosados dedos
para dar tiempo al mutuo reconocimiento.

Si, al pisar las hojas,
retrasa uno la llegada
o solo actúa
como una puntada más,
un extra sin importancia,
prescindible y pasajero.
 
Rodrigo Sancho Ferrer