Adélaïde de Clermont-Tonnerre

"El hombre del abrigo rojo no lleva máscara, pero para ella, su rostro es aún más aterrador que el cuero que suele ocultar a este ejecutor. Con las manos ensangrentadas, cae de rodillas, acurrucada. El hombre se acerca y, con una voz más aguda de lo que su corpulencia, sus labios gruesos y las marcas de amargura grabadas en su rostro por cada ejecución podrían sugerir, la acusa por turno:
Esta mujer fue en su día una joven tan hermosa como lo es hoy. Monja del convento benedictino de Templemars, se propuso seducir a un joven sacerdote de corazón sencillo que servía en la iglesia del convento. Lo consiguió. Ni un santo habría podido resistirse a ella. Sus votos eran irrevocables; su romance no podía durar sin destruirlos a ambos. Ella lo convenció para que abandonara el país, para que huyeran juntos. Necesitaban dinero. Ninguno de los dos tenía. El sacerdote, cediendo a los susurros insidiosos de esta nueva Eva, robó y vendió los vasos sagrados de su parroquia. La suma no fue suficiente para embarcarse, como habían esperado, hacia las colonias de Nueva Francia. Así que, bajo un nombre falso, se escondieron en Berry, donde él había conseguido una pequeña parroquia. Esta mujer arpía se hizo pasar por su hermana, mientras vivían como marido y mujer. El joven sacerdote sufría por la mentira en la que vivía. Todavía soñaba con cruzar los mares. Decidió regresar al Norte para rogar a sus padres por el dinero que necesitaban para escapar de aquella vergüenza que los condenaría. Al regresar al lugar del crimen, fue arrestado, sentenciado a diez años de trabajo forzado y marcado a fuego.
El hombre se vio abrumado por la emoción y, por un instante, el dolor lo asfixió, haciéndole perder la compostura. Habló con dificultad:
"Yo ya era el verdugo de Lille. Me vi obligado a señalar al culpable."
La joven quiso defenderse de aquella historia. Alzó la cabeza. Sonrojada por la rabia contenida, respiró hondo, pero el hombre del abrigo rojo la señaló con el dedo, como si una sola palabra suya fuera un escupitajo."
 
Adélaïde de Clermont-Tonnerre
Je voulais vivre
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Pablo Maurette

"Cuando abrieron las fronteras fui a Madrid a buscar El contrabando ejemplar. Eduardo llevaba varios meses muerto. Me cuesta decirle Edu, me cuestan las apócopes y los apodos, me hacen sentir obsecuente; falso, mejor dicho. Es verdad que no quiero a casi nadie, pero a él justo sí lo quería. Lo conozco de toda la vida, era el mejor amigo de mi padre. Nunca tuvo hijos. Fue como un tío para mí. Siempre muy cariñoso, amiguero y generoso, hospitalario hasta el absurdo, pero también logorreico y aprensivo, inseguro, receloso, solitario y triste. Estaba incómodo en su cuerpo, era torpe, malo para los deportes, nunca aprendió a nadar. De atolondrado, tenía el sí fácil y, como buen melancólico, era esclavo de sus apetitos. Un hombre voraz e incontinente. A pesar de sufrir de insuficiencia cardíaca congénita, fumaba como un murciélago, comía salame y queso, tomaba vino y fernet en exceso. A principios de los noventa tuvo el primer infarto. En diciembre del 96 casi se muere. Lo abrieron como un pollo y lo cablearon todo de nuevo. La operación duró doce horas. Tenía cincuenta años. Durante una convalecencia larga, angustiante e inimaginablemente dolorosa, encerrado en su departamentito de la calle Agüero, decidió cambiar de vida. En cuestión de meses, dejó el cigarrillo, renunció al puesto que tenía en la Secretaría de Turismo de la Ciudad, se mudó a Madrid y asumió abiertamente su homosexualidad."

Pablo Maurette
El contrabando ejemplar

David Szalay

"Ese mismo día, después de clase, cruzaron a pie la pasarela sobre las vías del tren.
Ya está oscureciendo.
Bajan por las escaleras metálicas al otro lado de la pasarela y caminan un rato hasta llegar a una urbanización. Es parecida a la que habitan István y su madre, solo que aquí los edificios, aunque también de paneles prefabricados de hormigón, son más altos. En la entrada de uno de ellos, su amigo marca el número del timbre de uno de los pisos.
Unos instantes después, sin mediar palabra, la puerta se abre y él la atraviesa a empujones.
El ascensor huele a humo de cigarrillo.
István contempla el revestimiento interior de fórmica con efecto madera mientras sube.
Sube muy lentamente, con un crujido continuo y un fuerte tictac aparte al pasar por cada piso.
—¿Estás bien? —le pregunta su amigo.
—Sí —dice István.
—Pareces aterrorizado —dice su amigo.
—No —dice István.
Salen del ascensor en uno de los pisos superiores y su amigo llama a la puerta de un piso. Les abre una chica de su misma edad. «Hola», dice.
—Hola —dice el amigo de István.
Se hace a un lado para que ellos entren en el vestíbulo.
—Este es mi amigo —dice el amigo de István—. Ya sabes. El que yo
Te lo conté.
—De acuerdo —dice la chica.
Ella e István se miran por un instante.
'¿Bueno?' Dice el amigo de István.
—Sí —dice la chica.
Los tres se quedan allí de pie.
La chica vuelve a mirar a István.
Él no la mira.
"Está bien", dice el amigo de István.
—¿Quieres esperar ahí dentro? —le dice la chica, señalando una puerta.
—Sí, vale —dice el amigo de István. Es posible que parezca decepcionado, como si él mismo no estuviera seguro de si lo harían juntos o no, y como si hubiera estado esperando que sí.
István está encendiendo un cigarrillo, teniendo que accionar el encendedor varias veces para conseguir una llama.
Su amigo le mira a los ojos por un segundo y sonríe.
István ni siquiera intenta devolver la sonrisa. Siente algo parecido al pánico."
 
David Szalay
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Daniel Morales

"Mi coche había levantado una nube de polvo. La chica esperó a que el viento se la llevara y luego se acercó.
–No lo entiendo –dijo una vez que me hube apeado–. Esta carreterucha es el único modo de llegar hasta aquí, y mira cómo está. Podrían asfaltarla o hacer algo. El otro día se quedó atascada una furgoneta y tardamos más de dos horas en sacarla, y eso que éramos seis empujando.
Le echó una ojeada a los surcos que mi coche había dejado en la tierra y yo aproveché para echarle una ojeada a ella. Calculé que tendría algo menos de veinte años. El pelo negro y rizado le llegaba hasta los codos. Tenía la piel muy bronceada, y aquí y allá, en los pliegues del cuello, en los párpados, se apreciaba una fina película de sal. Debía de llevar toda la mañana en la playa.
(…)
Desapareció en dirección a la playa y yo empecé a descargar las maletas. No sabía por qué, pero tenía una sonrisa boba en los labios. No contaba con recibir una acogida como aquella. Si había alquilado un apartamento en la playa, no era porque buscara diversión o aventuras, más bien todo lo contrario. Carchuna era un pueblo feo. El mar de invernaderos que cubría la costa entera hasta Almería lo cercaba por los cuatro costados e invadía las calles, dejando apenas espacio para que prosperaran los bares, las plazas, las tiendas o cualquier cosa que pudiera animar un poco la vida local. No había un solo rincón del pueblo que no emanara un aburrimiento absoluto. Incluso la playa de arena negra invitaba a la desesperación. Sin embargo, yo había ido allí por propia iniciativa. ¿Por qué? Digamos que no estaba en mi mejor momento.
Desde hacía más de una década vivía comprometido con una idea fija: escribir un buen libro. Llegar a escribir al menos un buen libro, o dos, o tres, tantos como me permitieran mi talento o mis fuerzas. Me negaba a malgastar el tiempo en nada que no fuera escribir y leer, y el resultado había sido penoso. Las semanas y los meses se me iban en escribir relatos banales que presentaba a pequeños certámenes literarios, y, aunque trabajaba sin descanso, apenas ganaba lo suficiente para pagar el alquiler. Me nutría de arroz y de lentejas, y no renovaba mi vestuario desde que era un estudiante."
 
Daniel Morales
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Stine Pilgaard

"Soy una especie de oráculo, digo, pero lo sabe muy poca gente. Oráculo, murmura la directora como si estuviera resolviendo un complicado problema de política exterior. Tengo una clara visión, es ella la que hace que este pueblo esté unido, quizá todo el país. Tira con dulzura de unos hilos, rasga con más fuerza de la necesaria, quita un par de dudas en un santiamén para que todo el mundo tenga vistas al mar. Necesitamos savia nueva, dice y me da un trabajo que no existe y que no he buscado. Lo crea para mí mientras me estudia minuciosamente y realiza un par de llamadas telefónicas rápidas en voz baja. Era el diario, dice, y la verdad es que les vendría bien un consultorio dirigido a todas las edades. Levanto a mi hijo del corral de juego. También hay mucha gente que oficia bautizos, dice, dos pájaros de un tiro.
No lo vamos a bautizar, digo. La directora asiente para sí y dice que ya nos encargaremos de eso. Deja el té y el colador en el cajón superior, para la próxima vez. Gracias, digo y le lanzo rodando una pelota amarilla a mí; dice la directora. Eso queremos, digo.
[...]
Te escribo porque tengo un problema con el tiempo que muchos de mis seres cercanos me han comentado. La verdad es que se me da muy mal vivir el presente y mi cabeza suele ir varias semanas por delante. Debido a mi trabajo, estoy acostumbrada a organizar mucho, ya que soy coordinadora en una gran empresa. En casa hay muchas cosas que hacer porque tenemos tres hijos con actividades escolares, tiempo libre y todo lo que ello conlleva. Mi marido es muy distraído y a menudo nos pone en la misma hora dos compromisos o tres. El resultado es que tanto su familia como sus amigos se dirigen a mí cuando hay que organizar algo. Tenéis que tratarlo con la bruja planificadora, dice mi marido, y, aunque lo diga con cariño, yo lo veo como una crítica, intento vivir el presente con ayuda de la meditación y la música de delfines, pero he de reconocer que me resulta difícil."
 
Stine Pilgaard
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Cooper Hoffman

"He llegado a vomitar de los nervios porque no sabía qué estaba haciendo como actor."

Cooper Hoffman

Zohran Mamdani

“Lo que estamos viendo en Donald Trump es que está pasando por las muchas etapas del duelo. Primero fue la negación de que esto pudiera ocurrir, ahora es la aceptación. Y a lo largo de todo ese proceso, busca usar cada herramienta a su disposición para que Andrew Cuomo sea el próximo alcalde de esta ciudad.”
 
Zohran Mamdani
 
 
 
“No, soy un socialista democrático. Lo he dicho una y otra vez. Y creo que refleja el hecho de que, mientras esas críticas antes podían bastarle a Donald Trump, ahora ni siquiera quiere usar esa etiqueta porque sabe que mi mensaje está conectando con los neoyorquinos.”
 
 Zohran Mamdani
 
 

"Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes, construida por inmigrantes y, desde ahora, liderada por un inmigrante."
 
 Zohran Mamdani
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Gabriele Nunziati

“La libertad de prensa está amenazada en Italia.”
 
Gabriele Nunziati 
 
 
 
“Si Rusia tiene que pagar la reconstrucción de Ucrania, ¿debe pagar Israel la reconstrucción de Gaza, dado que ha destruido prácticamente toda la Franja?”
 
Gabriele Nunziati 

Dan Brown La conspiración

 
 
—Desde que tienes uso de razón… ¿alguna vez has llegado a imaginar que serías testigo de algo así?
—Nunca —respondió el científico, emocionado—. Todo esto es un sueño maravilloso.

Dan Brown
La conspiración, página 27


La actuación del senador Sexton en televisión resultó tan convincente que incluso la propia Gabrielle prácticamente llegó a convencerse de que no se habían acostado. Al ver la facilidad con la que Sexton mentía, se dio cuenta de que el senador era un hombre peligroso.

Dan Brown
La conspiración, página 46


—Mi padre es un oportunista, señor. La mayoría de los políticos de éxito lo son.

Dan Brown
La conspiración, página 47


«¡Hay un fósil en el meteorito! ¡No es sólo una mota de bacterias o de microbios, sino una forma de vida avanzada! ¡Es una prueba de que hay vida en algún otro lugar del universo!»

Dan Brown
La conspiración, página 110


A pesar de la propensión por parte de Hollywood a representar a los extraterrestres como hombrecillos verdes, tanto los astro biólogos como los entusiastas científicos coincidían en que, dada la inmensa cantidad y capacidad de adaptación de los insectos de la Tierra, la vida extraterrestre probablemente sería muy semejante a alguna forma de insecto si algún día llegaba a descubrirse.

Dan Brown
La conspiración, página 117


—La panspermia —dijo Rachel, que ahora comprendía de lo que estaban hablando.

Dan Brown
La conspiración, página 121


—La Tierra fue antaño un planeta sin vida, Rachel. De pronto, como de la noche a la mañana, la vida estalló. Muchos biólogos creen que la explosión de vida fue el resultado mágico de una mezcla ideal de elementos en los mares primordiales. Pero como nunca lo hemos podido reproducir en un laboratorio, los investigadores próximos a la Iglesia han hecho de ese fracaso una prueba de Dios, es decir, que la vida no podía existir a menos que Dios tocara los mares primordiales y les insuflara la vida.
—Pero nosotros, los astrónomos —declaró Corky—, encontramos otra explicación para la repentina explosión de la vida en la Tierra.
—La panspermia —dijo Rachel, que ahora comprendía de lo que estaban hablando. Había oído antes esta teoría, pero no sabía que recibía ese nombre—. La teoría según la cual un meteorito se estrelló en el caldo primordial, trayendo a la Tierra las primeras semillas de vida microbiótica.
—Bingo —dijo Corky—. Y allí se filtraron y brotaron a la vida.
—Y si eso es cierto —dijo Rachel—, los ancestros básicos de las formas de vida de la Tierra y de las formas de vida extraterrestres serían idénticas.
—Doble bingo.
«Panspermia», pensó Rachel, todavía incapaz de asimilar lo que eso implicaba.
—Entonces, el fósil no sólo confirma que existe vida en algún otro punto del universo, sino que prácticamente prueba la validez de la panspermia… que la vida en la Tierra fue plantada desde otro punto del universo.
—Triple bingo —dijo Corky, dedicándole una entusiasta inclinación de cabeza—. Técnicamente, puede que todos seamos extraterrestres —añadió, poniéndose los dedos encima de la cabeza a modo de antenas, bizqueando y sacando la lengua como un insecto.

Dan Brown
La conspiración, página 121


Como la gran mayoría del planeta está compuesta de idiotas, el presidente le ha pedido a Mike que suba a bordo y lo simplifique todo para que el mundo pueda entenderlo.

Dan Brown
La conspiración, página 124


Sexton levantó la copa de cognac.
—Amigos míos, están aquí esta noche para decidir si soy merecedor de su confianza. Espero estar haciendo méritos para ganármela. Del mismo modo que hacen falta inversores para crear una empresa, hacen falta inversores para crear una presidencia. Del mismo modo que los accionistas de las empresas esperan beneficios, ustedes, en calidad de inversores políticos, esperan beneficios. El mensaje que quiero darles esta noche es muy sencillo: inviertan en mí y nunca les olvidaré. Nuestras misiones son una sola. La misma.
Sexton extendió la copa hacia ellos y propuso un brindis.
—Con su ayuda, amigos míos, pronto estaré en la Casa Blanca… y todos ustedes estarán haciendo realidad sus sueños.

Dan Brown
La conspiración, página 264


«Hay qué ver lo que pueden cambiar las cosas en un día», pensó el Presidente. «En política, el mundo puede cambiar en un instante».

Dan Brown
La conspiración, página 368


No iba a ser una muerte discreta. Había gente a la que era imposible matar sin llamar la atención. Independientemente del método utilizado, habría repercusiones. Investigaciones. Pesquisas. En esos casos, la mejor protección era hacer mucho ruido. Las explosiones, el ruego y el humo daban la impresión de que existía la voluntad de dejar claro un mensaje, y la primera idea apuntaría a un acto de terrorismo extranjero. Sobre todo, cuando el objetivo era un funcionario de altos vuelos.

Dan Brown
La conspiración, página 423


—Larry, no se da cuenta de la gravedad del asunto. ¡He intentado gobernar esta presidencia manteniéndome fiel a la verdad y a la decencia! ¡Maldita sea! Lo de esta noche estaba limpio. Era algo digno. ¿Y ahora descubro que le he mentido al mundo?
—Es sólo una pequeña mentira, señor.
—No existe tal cosa, Larry —dijo Herney, echando humo.

Dan Brown
La conspiración, página 477


—¿Qué va a decirles? —preguntó.
Herney suspiró. Su expresión denotaba una calma remarcable.
—Con los años, he aprendido una cosa… —empezó, poniéndole una mano en el hombro y sonriendo—. No hay nada que pueda sustituir a la verdad.

Dan Brown
La conspiración, página 568







Sandor Ellix Katz

"No hay cultura sin cultivo."
 
Sandor Ellix Katz