De la hermosura exterior de nuestra señora
Rubios son, como el oro
que en el crisol se acendra, sus cabellos;
en ellos mi tesoro
tengo, pues son tan bellos
que me tiene cautivo en uno dellos.
Y mucho más si deja
por el cuello, al desgaire, derramada
la dorada madeja,
cual suele la manada
de cabras de Galaad apacentada.
Las mejillas hermosas,
cual nubes al oriente arreboladas,
más blancas son que rosas
de rojo matizadas:
cual colorados cascos de granadas.
Parecen una cinta
vuestros labios, ¡oh Virgen soberana!,
teñida en fina tinta
de carmesí o de grana,
de quien sabrosa miel destila y mana.
Parecen vuestros dientes,
más blancos que el marfil, a las manadas
que suben de las fuentes,
do fueron descargadas
del peso de la lana, y jabonadas.
Pues la voz sonorosa
que sale articulada de la boca,
tan dulce es y graciosa
que ablanda lo que toca:
diamante, o pedernal, o dura roca.
Tenéis una fontana
debajo de la lengua, tan sabrosa,
que miel y leche mana,
y así está tan melosa
que excede en dulcedumbre a toda cosa.
Pues la garganta pura,
sobre los tiernos hombros levantada,
parece, en la postura,
a la torre encumbrada,
con muro y contramuro edificada.
¿Qué diré de los pechos,
de leche milagrosa abastecidos?
Semejantes son hechos
a los recién nacidos
cabritos, entre lilios mantenidos;
más frescos son, y hermosos,
más blancos, que el jazmín y armiño fino;
más dulces y sabrosos
que el esmerado vino,
y que el ambrosía, que es manjar divino.
Y si alguno ha notado
que excedo en encumbrar vuestra hermosura,
señal es que ha quedado
tan corto de ventura
que no mereció ver vuestra figura.
Porque si éste alcanzara
a ver, aunque de lejos, vuestra alteza,
a voces pregonara,
absorto en tal belleza,
que echó su resto en vos naturaleza.
Pues, ¿qué diré, Señora,
de vuestro vientre puro?
A vos me ofrezco.
Guiad mi lengua ahora,
que veis que ya enmudezco,
y en un vuelo tan alto desfallezco.
Un vaso me parece
de marfil primamente fabricado,
cuyo precio engrandece
de perlas ser sembrado,
y de finos safiros rodeado.
Parece un trigo hermoso
cercado de mil flores muy amenas,
fértil, dulce, oloroso,
con frescas azucenas
que alrededor le cercan como almenas."
Benito Arias Montano
Soneto I
"Quien las graves congojas huir desea,
de que está nuestra vida siempre llena,
ame la soledad quïeta, amena,
donde las ocasiones nunca vea.
Allí de pacïencia se provea
contra los pensamientos que dan pena,
y de memoria del morir, que es buena
para defensa de cualquier pelea.
Mas el que está de amor apasionado
no piense, estando solo, remediarse,
ni con paciencia, ni acordar de muerte,
porque la causa trae de su cuidado
dentro en sí, y mientras más cura ampararse,
la fuerza de amor siente muy más fuerte."
Benito Arias Montano
Salmo 18
"Canten los cielos con callado acento
la alta proeza del autor inmenso;
muestra la hazaña de su diestra mano
el cielo estrellado.
Sin que descanse de volver su rueda,
muestra el presente al futuro día;
va pregonando la callada noche
lo que se espera.
No hay lengua o gentes tan varias ni estrañas
do no se entienda tan divino canto,
pues su armonía, del uno al otro polo
va resonando.
Puso el asiento del dorado Febo
firme en el medio de las claras ruedas.
Como el esposo, de su rico toldo,
sale al aurora.
Como gigante no cansado, y fuerte,
corre de oriente hasta el otro extremo,
torna a su puesto por la oblica senda;
todo lo alumbra.
Mas, ¡oh ley pura del Señor supremo!,
que al alma errada vuelves a la senda;
testigo firme de Dïos, y lumbre
clara a ignorantes.
Sacras veredas sin torcida vuelta
que, al que os camina, dais perfecto gozo,
¡oh vía láctea!, que a los ciegos ojos
quitas el velo.
Santo es el miedo de paterna ofensa,
que alinda siempre con eternidades;
sus juicios lisos, sin doblez ni ruga,
son sin enmienda.
Oro de Tíbar ni preciosa gema
vido el deseo con que comparallos,
ni vido el gusto meles tan sabrosas,
panal tan dulce.
Y ansí tu humilde siervo cuidadoso
vela en su guarda, porque en ella siente
que se atesora cuanto el cielo puede
dar de esperanza.
¿Quién será puro de delitos tantos,
tan abscondidos?
¡Oh pureza santa!,
límpiame dellos, y también me libra
de los ajenos.
Que aunque combatan, quedaré yo puro,
si no me rinden al soberbio asalto,
y el enemigo quede todo limpio
de alevosía."
Benito Arias Montano