ESPÍRITU Y SOCIEDAD
Lo trágico de la vida es que la mayoría de nosotros morimos antes de haber nacido plenamente.
Pág. 94
Tenemos dentro de nosotros un sentido de la realidad, de nuestra realidad interior y de la realidad exterior, al que se puede apelar con una palabra verdadera. Si no se pudiese, creo que el método analítico sería esencialmente imposible, excepto como método de persuasión. Sobre esto, el Talmud cuenta un mito judío muy interesante: el niño, antes de nacer, lo sabe todo, pero sería tan doloroso nacer con este conocimiento que un ángel, por compasión, toca al niño y le hace olvidarlo. Este mito expresa en forma simbólica algo muy semejante a lo que yo quería decir: que inconscientemente lo sabemos todo y, sin embargo, no lo sabemos, porque saber es de veras muy doloroso. Al mismo tiempo, no hay nada más vivificante, lo cual no excluye el dolor de saber, que estar en contacto con la realidad.
Pág. 105
... La enajenación quizá sea la forma más frecuente y más característica en que nosotros, en esta cultura, en esta época, disociamos la experiencia. La enajenación es una forma particular de disociación o, yendo más lejos, toda disociación es una forma de enajenación (...) El mecanismo de la enajenación puede definirse psicológicamente así: yo proyecto una experiencia, que potencialmente está dentro de mí, en un objeto exterior. Es decir, yo me enajeno de mi experiencia y la proyecto en alguien o algo exterior. Entonces, trato de entrar en relación con el objeto en el cual la he proyectado. Esto es enajenación..., enajenación e idolatría. Pero la enajenación y la idolatría son dos términos que se refieren exactamente a lo mismo (...) Ambos términos significan que me he despojado, me he anulado, me he paralizado, me he desembarazado de una experiencia viva. Quiero decir que mi pensamiento, mi amor, mi sentimiento, los he proyectado en una persona o cosa exterior, para recuperarlos mediante la relación con esa cosa, que ha llegado a representar aquello de lo cual me había despojado. Abdico, por decirlo así, de ciertas facultades humanas y las confiero al emperador, después al papa, o a quien sea; y a partir de ese momento, este personaje externo me representa, pero yo estoy atado a él, porque si no estoy unido a él, estoy perdido, pues le he entregado mi alma.
Pág. 111-112
No hay nada en otro que no esté también en mí, y sólo por eso puedo comprender a otro, en especial al que es muy diferente.
Pág. 128
El drama humano es en sí interesantísimo, a condición de entenderlo y de no rebajar a trivialidades la importancia de la lucha particular de una persona en su existencia.
Pág. 138
Estoy convencido de que uno puede separar su modo de relación con el paciente, su realismo en lo relativo al paciente, de su modo de relación con las personas en general y de su realismo en general. Si uno es ingenuo y ciego con sus conocidos y con todo el mundo, será exactamente igual de ingenuo y ciego con sus pacientes. Recogerá ciertos detallitos, para atribuirles el significado que aprendió durante su entrenamiento profesional, el de esto significa esto y aquello significa aquello, pero no comprenderá realmente a la persona. Relacionarse realmente no es cosa que dependa fundamentalmente del objeto, sino que es una facultad, es una orientación, es algo que está en mí, no en el objeto. Y si estoy preso de la ficción y de la irrealidad en cuanto a las demás personas en general –yo mismo, mi mujer, mis hijos, mis conocidos y todo el mundo-, igual de preso en la ficción estaré respecto al paciente.
Lo cual quiere decir también otra cosa, a mi parecer, y muchos no estarán de acuerdo conmigo: que si verdaderamente queremos comprender lo inconsciente, es decir, eso que existe, pero que el filtro social, como lo he llamado, no permite que llegue a la conciencia, tenemos que sobrepasar el marco de referencia de nuestra sociedad. Lo diré de esta manera: sólo podemos comprender plenamente lo inconsciente siendo críticos y conociendo las limitaciones de nuestra cultura y las pautas de nuestra sociedad. Si nos dejamos engañar por ellas como los demás, no podremos comprender realmente sino las ligeras diferencias en que, digamos, una persona disocia por encima de lo que exige el deber, el deber social. Entonces, comprenderemos una pizca extra de miedo, una pizca extra de angustia o una pizca extra de enajenación, pero esta pizca extra que es individual no basta para comprender plenamente a una persona. De modo que la comprensión crítica y la conciencia de la ficción propia de la pauta social que seguimos es condición muy esencial para el pleno conocimiento de lo disociado en otro. Por lo demás, es muy necesario comprender otras sociedades y otras culturas, desde las primitivas hasta las civilizadas, para comprender y ver sencillamente otras posibilidades de estructuras y experiencias que para ellas fueron conscientes, pero para nosotros son inconscientes.
Pág. 138-139
Creo que nacemos ya con una personalidad muy definida, que la experiencia puede torcer, deformar, modificar, pero si un manzano crece bien, dará buenas manzanas, no peras; y un naranjo dará buenas naranjas, no manzanas.
Pág. 141
Una de las tendencias más fuertes de la naturaleza humana es la tendencia a buscar una figura que ofrezca seguridad, pero a la que uno pueda someterse agradándola enormemente, proyectando en ella todo lo que hay en uno y adorándola como un ídolo que nos protege.
Pág. 176
El autoanálisis es un medio y un método de propia liberación, que se debería practicar durante toda la vida, hasta llegar a ser un hombre justo, o iluminado (aun siendo meta que apenas ninguno de nosotros podremos alcanzar). El autoanálisis no es fácil, pues es difícil todo lo que nos saca del statu quo y lo que tiene que ver con resistencias, las cuales se presentan siempre que se trata de una reforma y de algo nuevo.
Pág. 186
Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 1996
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