LA VELA CARMESÍ
Un hombre que yacía en su lecho de muerte llamó a su lado a su esposa, y le dijo: —Estoy por dejarte para siempre; dame, entonces, una última prueba de tu afecto y fidelidad. Encontrarás en mi escritorio una vela carmesí, que fue bendecida por el Gran Sacerdote y tiene un peculiar significado místico. Júrame que mientras esa vela exista, tú no te volverás a casar. La Mujer juró y el Hombre murió. En el funeral, la Mujer se mantuvo de pie a la cabeza del féretro, sosteniendo una vela carmesí ardiente, hasta que esta se consumió por completo.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 2
EL PATRIOTA INGENIOSO HABIENDO
Obtenido una audiencia del Rey, un Patriota Ingenioso extrajo un papel del bolsillo, diciendo: —Espero que esta fórmula que tengo aquí para construir un blindaje que ningún cañón puede perforar sea del agrado de Su Majestad. Si este blindaje es adoptado en la Armada Real, nuestros barcos de guerra serán invulnerables, y por consiguiente invencibles. Aquí, también, están los informes de los Ministros de Su Majestad, certificando el valor de la invención. Me desprenderé de mis derechos sobre ella por un millón de tumtums. Tras examinar los papeles, el Rey los apartó, y le prometió una orden del Tesorero Mayor del Departamento de Exacción por el valor de un millón de tumtums. —Y aquí —dijo el Patriota Ingenioso, extrayendo otro papel de otro bolsillo —están los planos de un cañón de mi invención, que perforarán ese blindaje. El Real hermano de Su Majestad, el Emperador de Bang, está ansioso por comprarlo, pero mi lealtad al trono y a la persona de Su Majestad me obliga a ofrecerlo primero a Su Majestad. Su precio es de un millón de tumtums. Habiendo recibido la promesa de otro cheque, hundió su mano en otro bolsillo, diciendo: —El precio del cañón irresistible hubiese sido mucho mayor, Su Majestad, si no fuese por el hecho de que sus proyectiles pueden ser efectivamente desviados por mi peculiar método de tratar las corazas blindadas con un nuevo... El Rey hizo al Gran Factótum una seña para que se aproximara. —Revisa a este hombre —le dijo—, e infórmame cuántos bolsillos tiene. —Cuarenta y tres —dijo el Gran Factótum, tras completar el escrutinio. —Puede complacer a Su Majestad —exclamó el Patriota Ingenioso, presa del terror—, saber que uno de ellos contiene tabaco. —Cuélguenlo de los tobillos y sacúdanlo bien —dijo el Rey—. Después entréguenle un cheque por cuarenta y dos millones de tumtums y mátenlo. En este acto decreto que la ingenuidad es un crimen capital.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 3
EL SINO DEL POETA
Un Objeto que estaba caminando por el Camino Real, envuelto en honda meditación y en poca cosa más, súbitamente se encontró ante las puertas de una ciudad extraña. Cuando solicitó ser admitido, fue detenido como indigente y llevado ante el Rey. — ¿Quién eres —interrogó el Rey—, y cómo te ganas la vida? —Soy Snouter el descuidista —replicó el Objeto, inventando rápidamente—, carterista. El Rey estaba por ordenar su liberación, cuando el Primer Ministro sugirió que examinaran los dedos del prisionero. Se descubrió que estaban muy achatados y encallecidos en los extremos. — ¡Ja! —Exclamó el Rey— ¡Se lo dije! Es adicto a contar sílabas. Un poeta. Llévenlo con el Gran Señor Disuasor del Hábito de la Cabeza. —Mi señor —dijo el Inventor Ordinario de Penas Ingeniosas—, me atrevo a sugerir un castigo más sagaz. —Dígalo —contestó el Rey. — ¡Permitirle que conserve esa cabeza! Eso fue lo que se ordenó.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 8
EL LEÓN Y LA SERPIENTE DE CASCABEL
Un Hombre encontró en su camino a un León, y se puso a tratar de someterlo mediante la hipnosis; cerca había una Serpiente de Cascabel dedicada a fascinar a un pequeño pájaro. — ¿Cómo va lo tuyo, hermano? —el Hombre se dirigió al otro reptil, sin apartar sus ojos de los del León. —Admirablemente —replicó la serpiente—. El éxito está asegurado; mi víctima se acerca y se acerca, a pesar de sus esfuerzos. —Y la mía —dijo el Hombre— se acerca y se acerca a pesar de los míos. ¿Estás seguro de que todo marcha bien? —Si dudas —replicó el reptil lo mejor que pudo, con la boca llena de pájaro—, sería mejor que abandones. Un cuarto de hora después, el León, escarbándose pensativamente los dientes con las garras, le decía a la Serpiente de Cascabel que nunca, en sus muy variadas experiencias al ser hipnotizado, se había encontrado con un hipnotizador tan ansioso por abandonar su tarea. —Pero —añadió con una amplia, inteligente sonrisa— yo le sostuve la mirada.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 9
LA CIUDAD DE LA DISTINCIÓN POLÍTICA
Jamrach el Rico, ansioso de llegar a la Ciudad de la Distinción Política antes de la noche, encontró una bifurcación de caminos, y estaba indeciso acerca de cuál tomar; así que consultó a una Persona de Aspecto Sabio, sentada a un lado del camino. —Tome ese camino —dijo la Persona de Aspecto Sabio—: se lo conoce como la Carretera Política. —Gracias —dijo Jamrach, y se dispuso a seguir viaje. — ¿Con cuánto me agradece? —Fue la respuesta—. ¿Supone que estoy aquí haciendo una cura de salud? Como Jamrach no se había vuelto rico por su estupidez, le dio algo a su guía, y apresurándose, pronto llegó a una barrera de peaje custodiada por un Caballero Benévolo, quien lo dejó pasar tras recibir algo. Un poco más allá, halló un puente que sorteaba un arroyo imaginario, donde un Ingeniero Civil (que había construido el puente) le exigió algo para permitirle pasar. Ya se estaba haciendo tarde, cuando Jamrach arribó a la orilla de lo que parecía un lago de tinta negra, donde terminaba el camino. Viendo a un Barquero en su bote, Jamrach pagó algo por la travesía y estaba a punto de embarcarse. —No —dijo el Barquero—. Ponga el cuello en este lazo, y yo lo remolcaré. Es la única manera de pasar —añadió, al ver que el pasajero estaba por quejarse de las comodidades. A su debido tiempo, Jamrach fue arrastrado a través del lago, y llegó medio estrangulado y atrozmente empapado por las aguas fétidas. —Bueno —dijo el Barquero, remolcándolo sobre la ribera y soltándolo—, ahora usted está en la Ciudad de la Distinción Política. Tiene cincuenta millones de habitantes, y como el color del Pozo Asqueroso no sale con el lavado, todos parecen exactamente iguales. — ¡Ay de mí! —Exclamó Jamrach, llorando y lamentando la pérdida de todas sus posesiones, gastadas en propinas y peajes—. Volveré con usted. —No creo que lo haga —dijo el Barquero, desatracando—. Esta ciudad está ubicada en la Isla de los Que No Vuelven.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 11
LA ZARIGÜEYA DEL FUTURO
Un día, una Zarigüeya que se había dormido colgada de la cola, en la rama más alta de un árbol, despertó y vio una enorme Víbora enroscada cerca de la rama, entre ella y el tronco del árbol. —Si me quedo —se dijo—, me engullirá; si me dejo caer me romperé el cuello. Pero súbitamente se le ocurrió una estratagema. —Mi perfecto amigo —dijo—, mi instinto paternal reconoce en usted una noble evidencia e ilustración de la teoría del desarrollo. Usted es la Zarigüeya del Futuro, el Sobreviviente Mejor Adaptado, último de nuestra especie, el fruto maduro de la prensilidad progresiva: ¡pura cola! Pero la Víbora, orgullosa de su antigua superioridad en la historia de las Escrituras, fue estrictamente ortodoxa y no aceptó el punto de vista científico.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 14
LOS DOS POLÍTICOS
Dos políticos cambiaban ideas acerca de las recompensas por el servicio público. —La recompensa que yo más deseo—dijo el Primer Político— es la gratitud de mis conciudadanos. —Eso sería muy gratificante, sin duda —dijo el Segundo Político—, pero es una lástima que con el fin de obtenerla tenga uno que retirarse de la política. Por un instante se miraron uno al otro, con inexpresable ternura; luego, el Primer Político murmuró: — ¡Que se haga la voluntad del Señor! Ya que no podemos esperar una recompensa, démonos por satisfechos con lo que tenemos. Y sacando las manos por un momento del tesoro público, juraron darse por satisfechos.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 17
UN ASUNTO DE MÉTODO
Un Filósofo, al ver a un Tonto golpeando a su Burro, le dijo: —No lo hagas, hijo mío, no lo hagas, te lo imploro. Quienes recurren a la violencia sufrirán violencia. —Precisamente eso —dijo el Tonto, redoblando sus golpes sobre el animal— es lo que estoy tratando de enseñar a esta bestia, que me ha pateado. —Sin duda —se dijo el Filósofo, mientras se alejaba—, la sabiduría de los tontos no es más profunda ni más auténtica que la nuestra, pero ellos tienen realmente un modo más impresionante de impartirla.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 20
LOS POLÍTICOS Y EL BOTÍN
Varias Entidades Políticas estaban dividiendo los despojos. —Yo tomaré el manejo de las prisiones —dijo un Decente Respeto por la Opinión Pública—, y haré un cambio radical. —Y yo —dijo la Reputación Manchada—, conservaré mis actuales conexiones con los negocios, mientras mi amiga aquí presente, la Toga Corrupta, permanecerá en la judicatura. La Olla Política dijo que no herviría nada más, si no la volvían a llenar con líquido del Pozo Asqueroso. El Poder Cohesivo del Botín Público observó tranquilamente que las dos candidaturas principales constituirían, suponía, su parte. —No — dijo la Más Vil Degradación—, ya cayeron en mis manos.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 24
LA MANO TOMADA
Un Exitoso Hombre de Negocios que tuvo oportunidad de escribirle a un Ladrón, le expresó su deseo de verlo y estrechar su mano. —No —respondió el Ladrón—, hay algunas cosas que yo no tomo... entre ellas su mano. —Usted debe usar un poco de estrategia —dijo un Filósofo a quien el Exitoso Hombre de Negocios contó la desdeñosa respuesta del Ladrón—. Deje su mano afuera alguna noche, y él la tomará. De modo que una noche, el Exitoso Hombre de Negocios dejó su mano fuera del bolsillo de un vecino y el Ladrón la tomó con avidez.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 27
EL SALTEADOR DE CAMINOS Y EL VIAJERO
Un Salteador de Caminos enfrentó a un Viajero, y apuntándole con un arma de fuego, le gritó: — ¡El dinero o la vida! —Mi querido amigo —dijo el Viajero—, de acuerdo con los términos de su exigencia mi dinero salvará mi vida, mi vida mi dinero; usted indica que se apoderará de una o de lo otro, pero no de ambos. Si esto es lo que usted quiere decir le ruego que sea bueno y tome mi vida. —No es eso lo que quiero decir —replicó el Salteador—; usted no puede salvar su dinero renunciando a su vida. —Entonces, tómela de todos modos —dijo el Viajero—. Si no sirve para salvar mi dinero, no sirve para nada. Tanto agradaron al Salteador la filosofía y el ingenio del Viajero, que lo tomó como socio y esta espléndida combinación de talentos fundó un periódico.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 41
EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Habiéndose enterado por obra de un ángel, que Noreddin Becar era el hombre más feliz del mundo, el Sultán ordenó que lo trajeran a palacio, y le dijo: —Impárteme, te lo ordeno, el secreto de tu felicidad. —Oh, padre del sol y de la luna —respondió Noreddin Becar—, yo no sabía que era feliz. —Ese —dijo el Sultán— es el secreto que yo buscaba. Noreddin Becar se retiró profundamente afligido, temiendo que su recién descubierta felicidad lo abandonara.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 51
DESENGAÑO
Un Perro que había estado persiguiendo su propia cola abandonó la caza y se echó a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance de sus dientes. La mordió con avidez, pero la soltó de inmediato, respingando por el dolor. —Después de todo —dijo—, hay más alegría en la persecución que en la posesión.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 53
EL LEÓN Y EL RATÓN
A un juez lo despertó el ruido de un abogado que procesaba a un Ladrón. Rojo de ira, ya estaba por sentenciar al Ladrón a prisión perpetua, cuando este dijo: —Le suplico que me libere, y algún día retribuiré su bondad. Complacido y lisonjeado al ser coimeado, aunque no fuera por nada más que una promesa hueca, el juez lo dejó irse. Poco después, comprobó que había sido más que una promesa hueca, porque habiéndose convertido él mismo en Ladrón fue liberado por el otro, que se había convertido en Juez.
Ambrose Bierce
Fábulas Fantásticas, página 64
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