—Mi experiencia me dice, efectivamente, que la gente no sabe las causas verdaderas de lo que le pasa por dentro; si alguien me pregunta ¿por qué haces esto o aquello?, yo respondo sin dudar que me lo dice la intuición. Todo el mundo hace lo mismo; no nos damos cuenta de que decimos cualquier cosa. Y, por supuesto, nos creemos lo que estamos contando sobre por qué hice lo que hice.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 31


—¿Cómo es posible que vosotros, sesudos pensadores y científicos, no os hubierais dado cuenta de que el resto de los mortales decidíamos sólo intuitivamente? —le recordó Alicia a Luis—. Nos teníais prohibido declarar que la intuición era una fuente del conocimiento tan válida como la razón... Es más, es la única.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 32


Cuando Descartes afirmaba “pienso, luego existo” para recalcar la supuesta dualidad en los humanos entre mente y cerebro, entre alma y cuerpo, se equivocaba. Los experimentos más recientes sugieren que esta dualidad es muy dudosa. Es más, si llego a pensar algo es porque el cuerpo existe, un cuerpo que distingue entre necesidades físicas y concretas como el hambre y necesidades abstractas como la empatía y el altruismo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 43



—No es cierto que el alma sea algo distinto del cuerpo. O el pensamiento del cerebro. O el dolor ajeno de la sed. Se diría que nuestro organismo supo anticipar mucho antes que la moderna neurología que no estamos divididos en dos elementos separados. El cerebro reacciona ante una injusticia social o el dolor ajeno como si se tratara de una inflamación producida por una herida o de un desfallecimiento por falta de comida.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 44




Cuando todo cambia, la manera más fácil de hacerse infeliz es no cambiar nunca de forma de ser o pensar.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 46




…lo extraño es el crédito exagerado que el común de los mortales sigue concediendo a la memoria. ¿Quién no ha oído repetida mil veces la afirmación «Sé muy bien la decisión que debo tomar y cuándo debo tomarla», pasando por alto la fragilidad de las decisiones tomadas en función de un recuerdo aleatorio? Ahora bien, que nadie se lleve a engaño: la memoria está bien pertrechada para dar una idea general de lo que ocurrió y hasta de lo que puede volver a ocurrir, pero es tremendamente imprecisa. La memoria no sirve para los detalles, que pueden ser imprescindibles para sobrevivir en determinados momentos.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 50



¡La memoria acumula los grandes trazos del pasado, mientras que las convicciones o las pasiones fabulan el resto de la realidad a la conveniencia del personaje protagonista!».

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 51


La curiosidad, el movimiento y la exploración nos premia, ya de adultos, con nuevas neuronas que nos individualizan, nos hacen distintos y mejores.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 59


Según el neurocientífico suizo Pierre Magistratti, “estamos programados, es cierto, pero para ser únicos”. La importancia del movimiento, la experimentación y la exploración es mayor de lo que jamás se había sopesado. Lo genético ha dejado de ser considerado inmutable y su fuerza puede ser activada o desactivada en función de las experiencias que vivimos.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 59




«Doctor, ¿me puede dar un remedio para la soledad?» Ésa es una pregunta rara vez formulada y, sin embargo, sentida por multitud de jóvenes desamparados, mayores sin casa, moradores de hospicios y lugares de asilo. Saciar la demanda de relaciones sociales es imprescindible para mantener una buena salud mental y física.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 63




Ya caben pocas dudas de que el aislamiento social y la soledad incrementan el riesgo de padecer enfermedades inflamatorias y alteraciones del sistema inmunitario.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 65


Los investigadores han podido constatar que las personas que se sienten solas producen más proteínas relacionadas con la inflamación. Y los estados de inflamación crónica están asociados con numerosas patologías, como la diabetes de tipo 2, determinadas enfermedades coronarias, la artritis y el alzhéimer. ¿Podía alguien haber imaginado hace sólo una década un poder de prescripción tan específico como éste para un estado de ánimo tan indefinido entonces como la soledad?

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 66




Con el tiempo, he aprendido que la tristeza no es la expresión de que nadie nos quiera, sino el impacto negativo de no quererse uno mismo; en la adolescencia y en la mayoría de edad, la tristeza es el resultado de odiarse a sí mismo sin saberlo, y no la falta de cariño de los demás. Estamos tristes y sin ganas de hablar porque los demás no comprenden lo que nos pasa por dentro, no entienden nada de lo que queremos decir; cuando les contamos algo es para acosarles, intimidarles, asustarles y reprocharles. En definitiva, que no nos entienden, no nos quieren y, en el fondo, nos odian o desprecian. Lo que hemos descubierto es, sencillamente, que el origen de nuestra tristeza no es el odio de los demás, sino el desprecio de uno mismo. No nos queremos nada, nos despreciamos, eso es lo que nos pasa. La gran suerte es que ahora sabemos lo que nos sucede por dentro.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 71



Hoy se sabe que la mala gestión de las emociones durante la infancia es el germen abonado para la droga y el comportamiento desvariado durante la juventud.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 72


El origen de los celos obedece a una frustración de expectativas. Hay que remontarse a la primera infancia para escudriñar lo que ocurre cuando un ser frágil es excluido de la manada; incluso antes de haber adquirido conciencia de la realidad, de forma sólo intuitiva, uno únicamente se siente bien cuando percibe a su alrededor a los cuidadores que lo aman. Es el rechazo innato de la exclusión de pequeño, el miedo a ser abandonado por el ser amado, lo que conlleva los celos de mayor.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 77





Hay un secreto que debería transmitirse a los científicos, desde luego, y al público en general: que la felicidad no está necesariamente donde uno espera que esté.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 85






¿Se han dado cuenta de la cantidad de gente que todos los días anda por la escuela, la empresa o, sencillamente, por la calle sin una sonrisa? ¿Se han percatado de la muchedumbre convencida de que es posible innovar sin entretener o distraer a la gente? Son personas que no han aceptado todavía que el gran cambio de este siglo y el que viene consiste en saber conciliar entretenimiento y conocimiento. Los que no sepan conciliar en el futuro entretenimiento y conocimiento, en la universidad o en el trabajo, no conseguirán nunca que despegue la innovación productiva alrededor suyo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 85


—Más de un 20 por ciento de las personas sufren una tristeza inexplicable cuando están solas: se levantan con la cara compungida por un mal sueño; no saben qué hacer consigo mismas; se pueden pasar horas mirando la tele; no les quedan ganas de atisbar en otros lugares la posibilidad de una huida sin retorno, de un nuevo comienzo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 109






—Lo que se ha descubierto es, sencillamente, que el origen de nuestra tristeza no es el odio de los demás, sino el desprecio hacia uno mismo. No nos queremos nada, eso es lo que nos pasa muy a menudo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 110




A pesar de mi esfuerzo por compartir lo que me pasaba por dentro, existía un rincón desconocido e incomprendido que me separaba del resto. La soledad seguía, penetrante, corriendo por mis venas. Una tarde muy fría, mi maestro me hablo contundente a modo de decreto: si crees que alguien te va a entender al cien por cien, estás equivocada. “Si crees que alguien puede sentir un asomo de lo que tú sientes, estás equivocada. Jamás nadie te entenderá, porque eres única”. Y de pronto, todo mi cuerpo se estremeció. Una parte profunda de mí misma quería despertar. Y supe que la soledad duraría eternamente. Ése. Ése era el único lugar que me conducía a mí misma. Y lo único que deseé fue dejar de huir. Tanto tiempo escapando, y ya no recordaba de qué.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 110


El sentimiento de exclusión social es ancestral y que el engranaje cerebral de la pena originada por la exclusión social es idéntico al inexplicable dolor físico de una pierna escayolada con el pie en alto durante ocho semanas.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 113



—La soledad sigue siendo la gran desconocida para la ciencia —suspiró Alicia—. Sabemos algo del corazón, de los pulmones, del riñón y del aparato digestivo que nos mantiene vivos, pero da la casualidad de que es en el cerebro donde se refugia la soledad y se esconde la vida. Me contaba Luis que de los múltiples escáneres efectuados a personas tristes se deduce que su tristeza siempre fue inducida por algo, aunque rara vez provocada directamente, como por ejemplo por la muerte de un familiar. —Lo que más me extraña es esta omnipresencia de la soledad: la puede desencadenar cualquier cosa y está en todas partes —soltó Maggie. —Es cierto. Y los investigadores que han estudiado la soledad se preguntan si esa omnipresencia tendrá alguna justificación. Lo cierto es que los espacios cerebrales afectados por la soledad procesan conflictos, dolor, aislamiento social, memoria, recompensa mental, atención, toma de decisiones, sensaciones corporales que contribuyen todas ellas a generar soledad y tristeza. Ocurre igual con los factores que disparan la tristeza: son muy variados, y van desde el recuerdo de una pérdida personal a una disputa en el trabajo o las sensaciones después de haber visto una película espantosa.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 118


Para el psicópata nada existe fuera de uno mismo. El Yo ocupa todo el universo, y lo que siempre les ha caracterizado es la erosión total del sentimiento de empatía referido a los demás. «Yo hice tal cosa...», «Yo evité la catástrofe...», «Yo soy imprescindible». Yo, yo y yo. Mí, me, yo, conmigo. No sirve de nada, o de muy poco, interrumpir su conversación preguntándole: «Oiga, por favor, eso que dice, ¿ha podido comprobarlo?».

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 129




Los ciudadanos de a pie, como Maggie, tienen más indicadores ahora que en el pasado de aquellos defectos o virtudes característicos de los psicópatas. Y si se enfrentan a algún indicio de una conducta que pudiera dar curso a sospechas, deberían adoptar medidas que permitan protegerse. Pero salvo el gran especialista en psicópatas Robert Hare, nadie quedará a salvo de la serpiente trajeada, o del ladrón que en un barrio popular de un país del Tercer Mundo sorprendió a una mujer, arrancándole un grito de dolor tras cortarle un dedo para robarle el anillo. Y esa conducta, en el fondo, es la misma que tienen muchos políticos que aceptan, consienten o promueven el brutal recorte del estado del bienestar que estamos viviendo, a sabiendas de que ellos han prevaricado, traficado con influencias o directamente robado, y con pleno conocimiento de que su soberbia y desfachatez arruina vidas y destroza hogares. Sin remordimientos. Psicopatía en estado puro.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 130


La verdad es que hay señales que no se sabe de dónde vienen. La ciencia está sugiriendo por primera vez que hay algo donde no hay nada; la observación continuada del resto del universo siempre había tendido a probar lo contrario: se descubría una fuerza cuando había algo que provocaba movimiento. Científicos como Irving Kirsch, de la Universidad de Hull, estaban a punto de demostrar el color, el magnetismo, el gen del conocimiento nuevo que surgía de la nada. El «poder de nada», había llamado un articulista del New Yorker al efecto placebo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 136


Habían confluido dos tendencias hasta entonces inexplicables para constatar el poder de la nada: los impactos exiguos, cuando no inexistentes, de los antidepresivos, y el poder creciente hasta entonces desconocido del efecto placebo. Alicia no olvidaba la conversación de la que había sido testigo cuando Luis y el profesor Kirsch creyeron estar solos al buscar el origen de la nada. —He dedicado más de veinte años a desentrañar el efecto placebo; debo de estar apuntando a los setenta en la actualidad, pero me parecería poco tiempo habiendo logrado constatar que detrás de todo esto hay otra fuente de conocimiento. Constatar, a la vez, la debilidad clínica de las píldoras, cápsulas e inyecciones antidepresivas, al tiempo que nos percatábamos de que la gente experimenta en parte aquello que cree. Las dos cosas están en la base del efecto placebo. —Es cierto que habéis recorrido un largo camino que va desde la nada hasta un gen supuesto que lo explicaría —corroboró Luis—. Ahora bien, ¿estarías dispuesto a admitir que la mayoría de la gente no se beneficia de los antidepresivos? —No es eso; no es eso —contestó enseguida Irving Kirsch—. El problema radica en que obtenemos una ventaja mínima con los antidepresivos. Para la mayoría de los pacientes se trata de un beneficio casi esotérico. Por otro lado, se corren muchos riesgos ingiriendo antidepresivos, como por ejemplo más riesgos de fallos cardíacos, malformaciones del feto en mujeres embarazadas que tomaron antidepresivos ordinarios como los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (SSRI), vinculados a disfunciones sexuales... En fin. — ¿Me estás sugiriendo que es mejor remedio no hacer nada y esperar que se vaya la depresión por sí sola? —No es exactamente eso —fue la respuesta del investigador—. La depresión no se cura sola; los pacientes necesitan ayuda y tratamiento. —Veamos entonces qué clase de tratamiento... —Las píldoras placebo funcionan. La psicoterapia funciona algo mejor que la terapia cognitiva de tipo conductual. No caben muchas dudas de que el ejercicio físico, sobre todo si se prolonga durante varias semanas, funciona muy bien; se ha comprobado que sirven incluso algunos libros de autoayuda. Hay muchas alternativas que funcionan sin correr los riesgos de los antidepresivos, que algunos estudios demuestran que pueden aumentar la tasa de suicidios. Nada menos que un 20 por ciento de los pacientes muestran síntomas graves de abstinencia —concluyó Kirsch.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 137




—Cuando se hace referencia a las emociones básicas y universales —inició éste su predicamento, apenas audible por el murmullo de la plaza—, se está aludiendo a cuatro emociones negativas (el miedo, la rabia, el asco y la tristeza), y a dos positivas (la sorpresa y la alegría). Al analizar su impacto, se ha descubierto algo que se desconocía totalmente y que ha transformado los mecanismos de comunicación y aprendizaje de cara al futuro. »El predominio de tantas emociones negativas, la gran mayoría, obedecerá a alguna razón; si han sobrevivido tantos años será porque cumplen algún objetivo evolutivo. Tal vez es inútil intentar suprimir erradicándolos el miedo, la ira, el asco o desprecio y la tristeza. Tal vez lo que cuenta, lo que ha permitido garantizar la supervivencia de los humanos, ha sido el aprendizaje de la gestión del miedo o la tristeza. Cuando se está triste se pone más atención en lo que está sucediendo fuera; los psicólogos se refieren a esta actitud como más acomodaticia. El descubrimiento más revolucionario del que muy pocos hablan ha sido, justamente, que tener algo de miedo y estar un tanto triste, cuando se saben gestionar ambas emociones, puede ayudar a salir de la crisis, a no sucumbir, a sobrevivir

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 141


La tercera pista apuntada para sobrevivir partía del siguiente principio: «La clave para evitar el desprecio de los mayores es tener un amigo». Alicia tuvo que esperar a cumplir dieciséis años para descubrir que una buena amiga, o un buen amigo, es mejor que un fármaco. Se trata de un remedio más eficaz que el uso de antidepresivos; sin embargo, son éstos los que están de moda y pocos cuestionan su eficacia a pesar de la nebulosa que los envuelve. ¿Por qué, sorprendentemente, tan pocos reflexionan sobre el impacto dudoso de los antidepresivos? Razones para dudar sobran. La primera es muy discutida pero bien fundada: los antidepresivos liberan la suficiente energía como para encaminar la voluntad del paciente hacia el suicidio. Alicia recordaría siempre al pie de la letra el discurso de Luis: —A una persona deprimida puede que no le queden fuerzas ni siquiera para suicidarse; una persona tratada con antidepresivos sigue con su enfermedad intacta, pero con la fuerza recuperada para actuar fuera de control. Los psiquiatras están reconociendo que la energía recuperada por el paciente para llevar a la práctica sus ideas destructivas le expone a la vulnerabilidad del suicidio. —Pero por lo menos el efecto favorable de los antidepresivos es inmediato —había sugerido Alicia. —En absoluto —replicó enseguida Luis—, los antidepresivos tienen un efecto retardado sobre el organismo, lo que prolonga la ausencia de remedios en momentos en los que la crisis puede ser intensa. Paradójicamente, no se ha podido comprobar que el resto de animales sufran depresiones similares a las soportadas por los humanos; de ahí que, al contrario de lo que ocurre con otras enfermedades, tampoco pueda recurrirse a la experimentación animal para probar procesos o resultados. »La aplicación de esas terapias es descarnada; es una cuestión de todo o nada. Se ensayan en humanos sus efectos, sin que puedan siempre contrastarse en organismos distintos sus plazos de activación; en términos más generales, se desconoce la dinámica farmacológica de los antidepresivos.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 143




«Cuando un pueblo con una identidad muy fuerte se cierra sobre sí mismo, se niega a recibir las interacciones de otras culturas y de otros países, se va asfixiando cada vez más, fabrica menos neuronas y acaba muriéndose en las manos de otro». Igual ocurre con las personas, las parejas y las instituciones.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 144



—El motor de cualquier movimiento es la dosis adecuada de emociones susceptibles de provocar el nivel de equilibrio de estrés. Ahora resulta que la contención calibrada del estrés es el gran remedio; existe una correlación significativa entre niveles anormales de estrés, y por lo tanto de cortisol, y su presencia en el fluido espinal de los pacientes con depresión. Los que han sobrevivido supieron gestionar el miedo, la ira, el desprecio, la tristeza, la felicidad y la sorpresa; no sobrevivieron, en cambio, los que no supieron manejar debidamente esas emociones. »Es evidente que el remedio de los remedios consiste en mantenerse en movimiento, en no quedarse nunca quieto. Por el contrario, las últimas investigaciones estaban sugiriendo que puede ser la actividad mental lo que perfile los niveles de felicidad.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 145





La salud depende directamente de los niveles de felicidad. De ser así, habría que plantearse con cierta urgencia la necesidad de comparar el coste de elevar los niveles de felicidad con los costes de mejorar la salud. Cuando se haga el cálculo, se verá que el coste de lo primero es muy inferior al de lo segundo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 145


Al contrario de lo que había sido el pan nuestro de cada día a lo largo de toda la historia de la evolución, resulta que lo que pensaba la gente, y no lo que hacía, explicaba sus niveles de felicidad. Obviamente se había subestimado hasta límites impensables el papel de la mente. Ganar o perder las guerras no era, necesariamente, lo que más feliz hacía a la gente; aprender a gestionar sus emociones era considerablemente más importante para garantizar los niveles de felicidad. ¿Cuánto se había gastado en armamento, sin embargo, comparado con lo que se había invertido en felicidad?

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 146




«Doctor, ¿me puede dar un remedio para la soledad?» La gente no lo dice. No lo piensa. Pero lo siente. Ahora la ciencia acaba de descubrir, años después de que Alicia lo hiciera por su cuenta, que este sentimiento de soledad no es un subproducto de la depresión, sino que constituye un entramado patológico por sí solo. Y si de la depresión se sabe poco y mal, a pesar de los esfuerzos prolongados por profundizar en su naturaleza, de la soledad todavía se sabe menos. Los psicólogos y neurólogos están empezando a duras penas a desentrañar sus ramificaciones internas y efectos psicológicos. La necesidad de pertenecer a la manada comprende un deseo avasallador de formar y mantener, por lo menos, una cantidad significativa de relaciones interpersonales. Lo absolutamente nuevo en el futuro que está aflorando es la inserción de la soledad en el ámbito más amplio de las redes sociales, así como la aceptación de la necesidad universal que experimentan los humanos de pertenecer a un colectivo, sobre todo los jóvenes. Lo único trascendental es la manada. Toda la pasión, pensamiento y acción de muchísima gente son el resultado del impulso para evadir el aislamiento causado por el debilitamiento o la disolución del clan familiar, la pérdida de los amigos del trabajo, el amor del resto del mundo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 153


Se acabaron los tiempos en los que un buen cuerpo sólo podía conducir al deporte o la moda, mientras que el futuro académico había que buscarlo en un físico maltratado por sentidos cuanto más deficientes mejor. El estudio de los sistemas inmunitarios está poniendo de manifiesto que la tristeza, el mal carácter, las deformaciones provocadas por la malaria o la soledad, lejos de estimular la creatividad, anuncian todo lo contrario. Con una gran salvedad: se está demostrando la existencia de ciertos vínculos entre un alto nivel de creatividad y la esquizofrenia.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 163




Las anomalías en el comportamiento de los padres impactan en los hijos, llegando incluso a modificar la expresión de sus genes. »De manera que, una vez más, la ciencia nos enseña por qué el cariño es fundamental para fortalecer emocionalmente a nuestros hijos, y por lo tanto a nuestra sociedad. Además, por primera vez, quedaba probado el poder de la experiencia individual para alterar la estructura cerebral y genética del grupo. Puede parecer sorprendente, pero los humanos han necesitado más de un millón de años para comprobar que su aprendizaje individual podía con todo, incluso con estructuras cerebrales o genéticas. —Lo que me estás diciendo es muy importante. —El tono de la voz de Alicia era casi un susurro—. Lo decisivo, lo que cuenta, es la experiencia individual; no el origen. —Sí, es una situación totalmente distinta de lo que ha sido hasta ahora —confirmó Luis—. Para decirlo en pocas palabras, dado que la interacción con lo que nos rodea es tan decisiva, deberíamos prestarle mucha más atención a las cicatrices que puede dejar el abuso infantil en el ADN; esa expresión anormalmente alterada dificultaría enormemente la capacidad para hacer frente a la adversidad. La incapacidad de lidiar con la adversidad deja a la persona mucho más indefensa o vulnerable al suicidio. Es así de sencillo, aunque a la gente le cueste creerlo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 176


Si algo hemos aprendido en los últimos diez años es que la salud mental exige un enfoque multidisciplinar, donde biólogos, sociólogos y psicólogos trabajen juntos para explicar los efectos del estrés en el comportamiento de las personas; este comportamiento depende de la comunicación neuronal entre la razón y los estímulos emocionales.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 201


—Lo que es evidente es la importancia del apoyo afectivo de familiares y amigos. —Las interacciones sociales y la cantidad de sustancias químicas que intervienen son complejas —añadió él—. Seguimos sin saber por qué suministran apoyo; una simple caricia de alguien querido puede que desate flujos de opioides naturales en el cerebro, como las endorfinas. James Coan, un psicólogo de la Universidad de Virginia, me comentó en una ocasión que nuestro cerebro está plagado de receptores opioides que responderán en cuanto se los acaricia. Pero no sólo un contacto amigo favorece la secreción de hormonas placenteras: James Coan ha demostrado que agarrar la mano de un ser querido, durante una situación desagradable, contribuye a disminuir la actividad del hipotálamo y por lo tanto la liberación de hormonas del estrés. Es paradójico el poder de los viejos recuerdos: un pasado plagado de abandono y abusos da lugar a un cúmulo de problemas psicológicos y acrecienta el riesgo de crisis de estrés.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 203



Nadie podía entender ni explicarse cómo los humanos han llegado a tales límites de desorientación: no se entendían a sí mismos y sólo ligeramente mejor al resto de los animales. Bastaba con leer la prensa de la mañana para constatar que la gente andaba en un mundo quimérico que no tenía nada que ver con lo que les pasaba realmente.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 203


Una de las primeras conquistas que ha revolucionado los pilares básicos del conocimiento ha sido el cuestionamiento del impropiamente denominado coeficiente intelectual (IQ en sus siglas inglesas). A finales del siglo pasado se pretendió calcular la inteligencia individual mediante pruebas que miden dimensiones específicas de inteligencia y se mantuvo al IQ como un fuerte predictor para el desempeño del trabajo. Eso funcionaba si se circunscribía la medida a la adecuación de una determinada persona a un número muy limitado de actividades, desarrolladas la mayoría de ellas hace dos siglos. Hoy los psicólogos están de acuerdo en que el IQ es insuficiente para medir la inteligencia humana. En nuestra sociedad del conocimiento, reñida con la jerarquización de las competencias y que menosprecia dinámicas basadas en el estímulo de la creatividad como la innovación, el IQ por sí solo es prácticamente irrelevante.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 205






Las personas que sufren una depresión aminoran su marcha y movimientos, gritan más de lo normal y utilizan menos variedades tonales.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 209



Miraba las cosas fija y continuamente, como queriendo explorar todo el rato no lo que se veía por fuera sino lo que les pasaba por dentro.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 210


En términos de la teoría de la mente, la soledad es la variedad más sofisticada de todas las dolencias cognitivas; ocurre cuando se dan por rotos los puentes de comunicación con la manada, que para el paciente deja de existir por culpa de averías en las redes cerebrales del conocimiento social. La emoción negativa más denostada, el desprecio, es la sala de espera de la soledad. De forma irremediable se ha producido la expulsión de la víctima desde la cueva a la intemperie, en los pueblos ancestrales. Lo peor que le puede ocurrir a un humano es que lo expulsen del lugar que le cobijaba y daba sustento; la emoción negativa más temida, el desprecio en lugar del amor de los demás, aviva la peor dolencia cognitiva: la soledad, que se nutre de sí misma y que por lo tanto llega a extinguirse y desemboca casi siempre en el suicidio.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 216



El alcohol, la cafeína y el estrés crónico también influyen negativamente sobre nuestros niveles de serotonina, mientras que su producción se estimula por la luz solar. Por ello, cuando estamos, como se dice popularmente, de bajón debemos pasar más tiempo al aire libre.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 216





El deprimido siempre es pesimista al enjuiciar las posibilidades que la vida le ofrece.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 218


Los tristes, en cambio, están en el limbo; en ninguna parte, o si se quiere, «en el mismo sitio pero menos». Una mujer o un hombre triste están, como dice el lenguaje popular con fino acierto, meditado durante siglos, «a media asta». A media asta se ponen también las banderas cuando no sólo se siente la tristeza, sino cuando se quiere exteriorizar. Se está hablando de un sentimiento que únicamente es comprensible en los dos niveles.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 218





La carencia de afecto durante la niñez podría influir en la baja capacidad para adaptarse a los cambios.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 219




Entre los muchos sistemas que se desarrollan desde el nacimiento están los que utilizamos para gestionar nuestra vida emocional, como por ejemplo la respuesta al estrés. El cerebro inmaduro de los bebés no sabe gestionar un estrés excesivo y no puede deshacerse de su propio cortisol. El exceso de cortisol activa el órgano encargado del control de las emociones, la amígdala, emitiendo una señal de alarma de que algo no va bien. Si un niño crece con una cantidad de cortisol elevada, porque se estresa con facilidad, la amígdala se acaba por acostumbrar y deja de emitir la señal de alarma. Al no haber alarma el cerebro no ofrece una respuesta de gestión a ese estrés, y el individuo acaba por no saber manejar esas situaciones que le generan ansiedad. Estas personas están tan acostumbradas a ello que a menudo tienden a buscar situaciones estresantes para sentirse bien.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 219


Las personas a media asta están tristes, como su hermano mayor Pedro, se recordaba a sí misma Alicia. Los estresados, por el contrario, quieren saber demasiado y siempre les faltan respuestas a pesar de su gran imaginación. Son optimistas sin límites, que tienen como Magdalena o Gustavo una solución para todo, entre otras cosas porque les puede su curiosidad irresistible.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 219


No sólo está claro ahora que la salud física constituye un requisito indispensable para hacer aflorar la salud mental, sino que se están investigando las mil y una maneras de acrecentarla, recurriendo a las últimas tecnologías. Falta muy poco, es cuestión de algunos años, para poder contemplar a deportistas que en lugar de ejercitar únicamente sus músculos estarán mejorando también su salud mental, o componentes de la misma como la memoria, su capacidad de iniciativa o la flexibilidad necesaria para cambiar de opinión y contexto. Dentro de muy poco tiempo, se considerarán alumnos extraviados los preparados para triunfar cueste lo que cueste, aquellos cuyo comportamiento está regulado por el puro racionalismo y la consecución del propio interés. Porque las nuevas competencias estarán demostrando a las claras que no se puede ganar siempre sin dar nada a cambio.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 220


«Una de cada cuatro personas está enferma de soledad, tristeza, depresión, estrés o discapacidad mental, y, salvo darles estupefacientes y proporcionarles tratamiento con antidepresivos, se hace muy poco más por ellos. ¡Es tan fácil imaginar un horizonte muy cercano en el que será posible gestionar lo más recóndito del corazón, del cerebro y de los músculos!»,

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 221


La soledad se solía diagnosticar y tratar como una variante de la depresión. Hoy se le ha reconocido lo que se atribuye a las nuevas disciplinas o competencias: sustantividad propia. El universo de cada individuo está atiborrado de luces que pueden cada una de ellas activar, neutralizar o retardar el sentimiento de rechazo o aceptación de los demás, acogido afectuosamente o aborrecido, estimado o bien odiado por el resto. Parecería imposible detectar de qué luz en concreto procede la activación de un sentimiento, siendo innombrables el número de estrellas. Y sin embargo ya lo es. La soledad sorprende a la víctima indefensa y totalmente desacostumbrada. Nadie está solo al nacer ni a medida que va creciendo. La naturaleza se encarga de que tanto en el ejercicio del sexo, como saciar el hambre, prodigar cuidados o ser sociable se garantice la reproducción y supervivencia. Si lo único que contara fuera la aversión a la amistad y la inclinación a la violencia, los soldados en la guerra se sumirían en ella con pasión. Todos los experimentos efectuados demuestran absolutamente lo contrario: el rechazo inicial al uso de la violencia es innato. Los soldados deben aprender a matar si no quieren sucumbir al miedo. Tal y como sugiere el biólogo y primatólogo holandés Frans B. M. de Waal, no podemos negar que hemos heredado nuestro comportamiento agresivo de nuestros antepasados homínidos. Sin embargo, éstos eran por lo general gente pacífica que sólo se sentía segura cuando formaba parte de la manada. Únicamente la muerte, la pérdida de la encrucijada de regreso o la expulsión de la manada podían incubar la soledad viciosa y desesperada.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 227


Es cierto que la influencia de la manada no parece siempre haber estado presente. Hasta hace muy poco se insistía en el hecho de que la soledad, el aislamiento, había sido el medio elegido por grandes innovadores. —Me estás dando la razón... La soledad es creativa, positiva —refunfuñó Maggie. —No. Estás utilizando visiones trasnochadas y precientíficas. Todo esto se acabó después del psicoanálisis y de Freud; hoy todo el mundo acepta las tesis sobre el apego y la pérdida, tan maravillosamente expuestas por John Bowlby. Fue gracias a sus investigaciones como algunos pudieron adentrarse en el hasta ahora impenetrable silencio de lo que nos pasa por dentro. —¡Alicia! —le soltó Maggie—. Estás hablando de él como si hubiera descubierto la pólvora... —Es que John Bowlby descubrió la pólvora: él afirmaba que el apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un desarrollo positivo de la personalidad. La sensación de seguridad, ansiedad o miedo de un pequeño vendrá marcada en gran medida por la respuesta de su principal referente afectivo, que le transmite, o no, seguridad, estabilidad y protección. Cuando la figura de referencia tiene una respuesta negativa a las peticiones de afecto, el desarrollo emocional del niño se resiente.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 229


Los modelos de felicidad más armoniosos son con toda probabilidad aquellos en los que no imperan únicamente las relaciones interpersonales ni se idealizan los intereses impersonales como única vía para el sosiego. El deseo y la persecución de la felicidad son fruto del apego; ése es el marco esencial con el que no se contaba hasta ahora y que sustenta las terapias contra la soledad. Una vez garantizada esa búsqueda, el resto dependerá de la manera como cada individuo armonice las relaciones sociales y la idealización de los objetos.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 230




La investigación ha mostrado, sin género de dudas, que los adultos de más edad tienden a ser más resistentes al estrés que adultos más jóvenes. Parece que entre los factores potenciales que contribuyen a ello se encuentran experiencias previas de trauma o de «inoculación» de estrés, mayor aceptación y tolerancia frente a efectos negativos y un mejor control de las emociones.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 232


—Es cierto —intervino le docteur Richardt— que hasta hacía muy pocos años se apuntaba como causa de la depresión la ausencia de relaciones sociales y ahora, en cambio, se sugiere lo contrario: el impacto sobrecogedor del cúmulo de responsabilidades contraídas con el resto de la sociedad en la vida moderna. Es aterrador descubrir que a la gente no le queda tiempo para nada.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 237



—Como decía antes, nadie sabe o quiere saber que la epigenética desempeña un papel mucho más importante de lo que inicialmente se pensaba. Esto está comenzando a cambiar el viejo dogma de que nuestro destino está totalmente fijado en nuestros genes. Como he apuntado a lo largo de este viaje, el ambiente que nos rodea, las emociones, el estrés o la dieta pueden influir en el cómo y cuándo se expresan los genes, y por ello los genes no marcan de forma inamovible cómo vamos a vivir y a morir.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 238




Ahora empezamos a entender que, en realidad, el inconsciente fue lo que evolutivamente surgió primero, hace muchos millones de años, y que la conciencia se desarrolló bastante más tarde en la historia de la evolución.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 242


Una de las conclusiones más importantes que John Bargh extrajo de sus investigaciones es que, incluso en la persecución consciente de objetivos, las decisiones se basan en la información del sistema inconsciente, que procesa diariamente millones de estímulos e imágenes sin que apenas nos demos cuenta. Así que el inconsciente entra en juego y nos influye, y a menudo nos aporta la respuesta a estas preguntas. Incluso cuando creemos que estamos haciendo algo conscientemente, con atención y conciencia, en realidad hemos llegado a la respuesta de un modo rápido mucho antes de habernos dado cuenta. Ahora se sabe que el inconsciente se ocupa de la situación actual mientras que la conciencia tiene la capacidad para recordar el pasado y desplazarse al futuro, es decir, para viajar en el tiempo con la mente... ¡y hacer cosas que sólo los humanos pueden hacer!

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 243


Las distorsiones emocionales que reciben nuestros hijos desde su nacimiento pueden influir en el tipo de adulto en el que se van a convertir. Casi nadie cuestiona ya la importancia que tienen nuestros cuidados en el desarrollo emocional de los hijos, y la ciencia nos dice que, como otros animales, nacemos programados para buscar el cariño de nuestras madres. La etología y la psicología postulan que la función primordial de esta conducta es establecer un vínculo emocional y afectivo que asegure la supervivencia y el equilibrio emocional del recién nacido.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 244




El autocontrol es fundamental para tener éxito en la vida, y que la franja de edad en la que el aprendizaje del control emocional puede marcar la diferencia en el desarrollo futuro está entre los cuatro y los seis años.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 248


—En ciencia no se debe olvidar nunca —le replicó Celina— que lo que es verdad de un colectivo determinado puede no serlo de un individuo. Es una muestra más de la humildad que preside el avance del método científico; la respuesta dogmática consistiría en decir: lo que es verdad para el grupo lo es para todo el mundo. No es así. La respuesta científica avanzaría: lo que es verdad para un colectivo en general, puede no serlo para individuos determinados. Un grupo de átomos van casi todos ellos en la misma dirección; pero algunos van en dirección contraria.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 248




La experiencia esculpe la mente, y un ambiente enriquecido fortalece y fomenta el desarrollo de la individualidad. Cuanto más nos movamos y más inquietos seamos, más mejoraremos como especie. Nunca es tarde para aprender.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 249





Estamos programados para ser únicos, ya que podemos cambiar la estructura de nuestra propia mente, y está en nuestra mano ponernos a ello.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 249


Los doce preceptos nuevos para poder cumplir los diez mandamientos viejos:
• El dueño de tu destino no es el sol, sino tu reloj interno.
• Prevenir para remediar el colapso de las prestaciones sociales.
• La apertura al exterior: nadie tiene domicilio fijo.
• Conciliar entretenimiento y conocimiento.
• Identificar y controlar el propio elemento.
• Asumir que cualquier tiempo pasado fue peor.
• Es mejor una amistad que un fármaco.
• Sólo se consideró la prohibición de las drogas, no los beneficios.
• Las competencias necesarias para lograr la plasticidad cerebral.
• Un buen sonido es mejor que mil imágenes y una imagen vale más que mil palabras.
• Es posible arrugar el espacio-tiempo con suficiente energía.
• La intuición es un conocimiento tan válido como la razón.


Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 250



Los que no sepan conciliar en el futuro entretenimiento y conocimiento, en la universidad o en el trabajo, en la política o en la pareja, no conseguirán nunca que despegue la innovación productiva alrededor de ellos.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 258



Hay algo de lo que se puede estar seguro: tarde o temprano no habrá más remedio que cruzar el río e iniciar la revolución más importante de las que ha habido. Conocerse por dentro, gestionarse a uno mismo y poder entonces abordar la tarea de controlar lo que está fuera.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 260


¿Y por qué yo pillo la gripe y mi mujer no? Ahora sabemos con certeza que en la enfermedad influyen otros muchos factores ajenos a los microbios: nuestro estilo de vida, la herencia genética, el estatus socioeconómico, nutricional o el inmunitario. Por supuesto, la lógica dicta que prevenir es mejor que tratar a las personas después de que se pongan enfermas. Muchas enfermedades comparten factores de riesgo que pueden ser disminuidos mediante simples cambios en el estilo de vida, como por ejemplo dejar de fumar, seguir una dieta equilibrada y aumentar la actividad física. En muchas ocasiones, un chequeo a tiempo puede marcar la diferencia a la hora de combatir una enfermedad. Pero si la prevención parece tan sencilla, ¿por qué resulta tan difícil de llevar a la práctica? Aunque los psicólogos investigan por qué perseguimos hábitos insanos, en la mayoría de las ocasiones se trata de una mera cuestión de educación y conocimiento. La buena nueva consiste en comprobar el contagio paulatino de la práctica del ejercicio físico, así como el mayor hábito de una dieta saludable. Son dos puntales de las políticas de prevención en las que hasta ahora no gastábamos nada o casi nada. Debemos elegir si nos situamos al lado de Ignaz Semmelweis o al lado de sus ignorantes colegas. Por último, si es mejor prevenir que curar, es primordial mantener una buena salud mental y un buen estado de ánimo. Somos seres sociales por naturaleza y necesitamos de la compañía, el afecto y la comprensión de los demás para sentirnos bien con nosotros mismos. En ocasiones, un amigo puede ser más beneficioso que un fármaco, porque mantener relaciones interpersonales satisfactorias mejora la autoestima y nos hace sentirnos más felices.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 266




Max Planck tenga razón: «La ciencia no puede resolver el último misterio de la naturaleza. Y esto es porque, en el último análisis, nosotros mismos somos parte de la naturaleza, es decir, parte del misterio que intentamos resolver». Pero ¿y si pudiese?

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 278


Una mente sana debe mantener un diálogo permanente entre el razonamiento y la intuición.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 280


En no pocas ocasiones estamos sometidos a situaciones de estrés y no nos damos cuenta de que la solución a nuestros problemas está al alcance de nuestra mano. Para ello, debemos desconectar del mundo que nos rodea y prestar la debida atención a nuestro subconsciente.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 281



Hemos aprendido que no es necesariamente el dinero lo que confiere dicha felicidad. Cuando se vive por debajo del nivel de subsistencia, el dinero es la felicidad; pero una vez alcanzado este nivel, la dimensión más correlacionada con la felicidad es el control de la propia vida. Tener la impresión de que lo que uno hace sirve para algo.

Eduardo Punset
El sueño de Alicia, pág. 284



No hay comentarios: