¿Tanto nos cuesta aceptar que estamos mejor preparados para enjuiciar a los demás, analizar el mundo de afuera y, particularmente, a la manada de la que formamos parte, que al significado del estallido de nuestras propias neuronas al que siempre llegamos tarde, a toro pasado?

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 2




Cuanto más lo pienso más me reafirmo en la convicción de que la pregunta más obvia, la que nos deberíamos haber hecho hace decenas de miles de años para sobrevivir, es la de saber qué les pasa a los demás por dentro.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 3




¿Cuáles son esos caminos? Primero, que estamos programados, es cierto, genética y cerebralmente, pero programados para ser únicos, porque nos habíamos olvidado del impacto neuronal de la experiencia individual. Podemos transformar nuestro cerebro. Segundo, que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad y que no debiéramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella. Tercero, que si la felicidad es también la ausencia del miedo, tan verdad es que la belleza es la ausencia del dolor; lo que delata un rostro o un acontecimiento bello es que el metabolismo de aquel organismo o estructura funciona adecuadamente, de acuerdo con las leyes físicas de la simetría. La gente de la calle queda sorprendida y agradablemente reconocida cuando juntos intuimos algo que no debiéramos haber olvidado nunca: hay vida antes de la muerte, y parecería lógico que este pensamiento fuera el que presidiera sus acciones, en lugar de seguir escrutando sólo si hay vida, únicamente, después de la muerte. Quinto, que el cerebro, lejos de buscar la verdad, lo que quiere es sobrevivir; de ahí que cualquier disonancia con lo establecido genere su repulsa inicial. Enfrentado a una opinión distinta no sólo la repudia sino que se inhibe para ni siquiera considerarla. Lo contrario le obligaría a reconsiderar todo su planteamiento defensivo. Sexto, que no es correcto intentar definir la inteligencia como se ha venido haciendo hasta ahora: los homínidos eran inteligentes y el resto de los animales no. Ahora resulta que pueden existir organismos inteligentes en el resto de los animales, y humanos que no lo son. Todo depende si se dan en ellos, simultáneamente, tres condiciones: flexibilidad de criterio que les permita cambiar de opinión, capacidad para diseñar representaciones mentales que les permiten predecir lo que va a ocurrir y, finalmente, si son o no innovadores. Séptimo, que lo importante para innovar no es tanto la disponibilidad de recursos como el conocimiento necesario para progresar. Hemos estado acostumbrados en los años del milagro económico a que bastaba con aportar más recursos para superar dificultades, olvidando que el futuro no dependerá tanto de la cantidad de recursos como de la tecnología y del conocimiento. Octavo, que el sistema educativo que dio trabajo a las generaciones anteriores ahora es incapaz de facilitarlo a los jóvenes si no están dotados de las nuevas competencias para abrirse camino: la capacidad de concentración, la vocación de solventar problemas, la voluntad de trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia social y aprender, por fin, a gestionar sus emociones. Noveno, que el cerebro tiene sexo y que los varones —al contrario de las hembras— irrumpen en la pubertad más tarde y se comportan toda la vida como si tuvieran doce años; en ellas, el comportamiento infantil desaparece con la edad mientras que en ellos perdura toda la vida. Lo de menos es la diferencia de su sistema límbico. Décimo, que ahora sabemos tras numerosas megaencuestas y experimentos científicos las dimensiones de la felicidad sin las cuales es muy difícil que, en promedio, se dé en los humanos: relaciones personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disfrutar del flujo de la vida. Las otras dimensiones sólo muestran cierta correlación con la felicidad en determinadas condiciones, como los niveles de renta, la educación o la capacidad de resolver problemas. Undécimo, que nadie puede pretender sustentar la armonía en la pareja, reformar el sistema educativo y gestionar el mundo de las empresas sin conciliar entretenimiento y conocimiento. Sin fusionar en el mundo moderno los dos conceptos tradicionalmente antagónicos no funcionará ni la pareja, ni la educación, ni la vida corporativa. Por último, que el colapso de las prestaciones sanitarias, educativas y de seguridad ciudadana, a raíz de la necesaria universalización de dichas prestaciones, en un mundo cada vez más globalizado, sólo podrá abordarse con éxito desde supuestos radicalmente nuevos de las políticas de prevención. En lugar de aportar más recursos para hacer frente a las crecientes demandas de prestaciones, la solución pasa por la puesta en pie de políticas preventivas que mermen las demandas ulteriores.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 4


La célula viva no es materia mágica, sino un superordenador, un sistema de procesamiento y reproducción de información tan avanzado que nuestros ordenadores resultan patéticos en comparación. La naturaleza ha producido una máquina de procesamiento de información inigualable: la célula viva. El secreto de la vida no estriba en el hardware, sino en el software. Nuestros genes son conjuntos de instrucciones que nos ayudan a hacer cosas y a llevar a cabo proyectos. La complejidad basada en instrucciones es la clave de la vida.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 7

Hasta hace muy poco tiempo sólo teníamos la intuición expresada por algunos grandes científicos de que para acabar con los prejuicios que impedían los avances del conocimiento, era indispensable que desaparecieran, que se extinguieran las vidas de los portadores de aquellos prejuicios y conocimientos. Ahora sabemos por qué. La transferencia del conocimiento nuevo requiere materia cerebral, actividad mental, alma, pasado, memoria, pero, sobre todo, nuevas maneras de mirar las cosas y los temas antiguos. Cuando las nuevas generaciones fallan en ese cometido, resulta estéril la desaparición de las generaciones que las precedieron.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 29

Cada vez más investigaciones apuntan a los primeros años de vida como los más fundamentales.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 31


Antes de atisbar la vida eterna o los valores de la democracia —todo llegará—, la infancia necesita calibrar el impacto insospechado del desprecio, controlar la ira o comprender los mecanismos para ponerse en el lugar del otro.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 36


En contra de lo que cree la mayoría de la gente, la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa en concreto no es un predicamento lógico y razonable, sino otra emoción muy fuerte, pero de carácter positivo. Las emociones están al comienzo y al final de todos los proyectos y de todos los mecanismos de decisión. Eso lo hemos ignorado durante miles de años, hasta que la neurociencia lo ha demostrado.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 39


Siempre estamos dispuestos a admitir que deberíamos aprender de nuestros propios errores, pero difícilmente estamos dispuestos a admitir que nos hemos equivocado.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 41


Gran parte de las decisiones que tomamos todos los días son el resultado de haber querido justificarnos a nosotros mismos como sea; lo que no quiere decir que mintamos o que tratemos de excusarnos. Se nos repite desde pequeños que tendríamos que aprender de nuestros errores, pero ¿cómo vamos a aprender de nuestras equivocaciones si no admitimos nunca, o rara vez, que nos hemos equivocado?

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 43

Los seres humanos están predispuestos a prestar atención a la información que confirma sus creencias y a ignorar y minimizar la información que refuta lo que creen: nuestras mentes están diseñadas para la consonancia.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 45


El psicólogo social Leon Festinger explicó hace más de cincuenta años que la disonancia es lo que sentimos cuando dos actitudes, o una creencia y una conducta, entran en conflicto. Por ejemplo, cuando uno fuma aunque sabe que puede matarle; o cuando uno hace una predicción fatalista y luego se da cuenta de que no ha pasado nada. Esta teoría de la disonancia anticipa muy bien que cuanto más confiados y famosos son los expertos —en el caso del accidente de Barajas los había que pertenecían a empresas sobradamente conocidas y al propio Estado—, menos probabilidades existen de que admitan errores en su conducta.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 44


… cuanto más famosos y confiados son los expertos a título personal o institucional, menos posibilidades existen que admitan errores en su conducta.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 45


… la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos, mientras que las hembras se olvidan fácilmente de la infancia.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 46


… una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos ha comprobado que, efectivamente, cuando al primer hijo lo premian los padres con un hermano antes de que haya transcurrido un tiempo razonable desde su nacimiento, el primero se comporta peor que el promedio cuando llega a la pubertad. Los recursos son limitados y el acceso de alguien más al afecto y al consumo puede ser considerado como una competencia desleal o injustificada. El recién llegado cuestiona la supervivencia del que ya estaba, en lugar de facilitar su sociabilidad. Los indios de las tribus de los navajos y los lakotas lo sabían antes de que se lo demostraran los científicos.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 47


Una propuesta casual se transforma en algo perdurable en la mente del votante si existe un apoyo audiovisual.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 48


No es sabio el que medita aislado del mundo, sino el que interacciona con él. Para ello puede ser necesario recuperar la capacidad para concentrar la atención meditando, pero con la finalidad de abordar luego objetivos colectivos como la gestión emocional, la solución de conflictos y la integración social. Uno solo no va a ninguna parte.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 50


La felicidad está en la sala de espera de la felicidad.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 53



El viejo debate sobre si las emociones básicas son universales —idénticas para todo el mundo— o un subproducto de distintas culturas está zanjado. Nacemos con las mismas emociones básicas, al margen de la cultura en la que nos desarrollemos. Pero la expresión social de esas emociones puede cambiar en función de una cultura determinada. Los estudiantes americanos y japoneses experimentan idéntico disgusto ante escenas dolorosas, pero los últimos tenderán a enmascarar su expresión si se saben observados, porque así lo sugiere su cultura. Lo dice muy bien Parkinson cuando explica que algunas partes de las emociones son universales, y algunas partes son culturales, pero el problema es que ambas están ligadas. La cultura no es un fenómeno completamente alejado de lo biológico, es algo que ha surgido a consecuencia de una predisposición biológica y a la tendencia de relacionarse con los demás de una manera concreta. Y la biología, que funciona a través de la selección natural y la evolución, recurre a aquello que ya existe en el entorno social. No se pueden separar.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 57


La ciencia moderna está poniendo de manifiesto, al contrario de la creencia generalizada, que la infelicidad tiene sus raíces en la manía del cerebro de no cuestionar ni renunciar a sus creencias. De aferrarse a convicciones falsas. De no desaprender. De no profundizar, precisamente, en el conocimiento de las cosas y de las personas como son, y no como creemos que son. Martin Seligman, profesor de psicología en la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, es mundialmente famoso por ser el mayor impulsor de la denominada psicología positiva. Este profesor trabaja para aliviar el sufrimiento en el mundo. Para él la clave de todo está en darse cuenta de que la noción de felicidad es científicamente imposible de concretar, significa demasiadas cosas para la gente, aunque él ha intentado descomponerla en tres elementos para poder medirlos científicamente y dar a las personas claves para intervenir. El primer elemento es la vida de placer y de emociones positivas, como por ejemplo las risas, las sonrisas o el hecho de estar de buen humor; el segundo es la vida comprometida, es decir, comprometerse en el amor, en el trabajo, con los hijos, con el ocio, con las amistades. Y el tercero es la vida significativa, y es el que tiene el mejor componente de inteligencia. Se trata de saber cuáles son los puntos fuertes de cada uno y utilizarlos para algo que creemos que es mayor que nosotros. Así tenemos la vida agradable, la vida comprometida y la vida con significado, las tres nociones que forman el concepto de felicidad y que se pueden contrastar de forma científica.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 59


A la gran mayoría, o se la deja que se las arregle solita para salir de apuros, o se la somete a exacciones constantes que le producen desasosiegos infinitos: límites de velocidad cambiantes, niveles de impuestos injustificados, colas para conseguir la guardería para los niños o la escuela más adecuada… Lo peor que le puede pasar al ciudadano corriente, a las mujeres y los hombres de la calle, es formar parte de la inmensa mayoría a la que no le pasa nada. Para que se ocupen de ti, querido lector, te tiene que pasar algo. Debes formar parte de una minoría, no de la mayoría.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 74


Hemos descubierto que imaginar el futuro y recordar el pasado son entramados muy parecidos. La memoria no sólo sería vital para recordar lo que aconteció —eso lo sabíamos de sobra—, sino también para anticipar el futuro. Ver e imaginar son cosas muy parecidas. Nuestra memoria no es sólo un fiel registro de las experiencias vividas. El cerebro crea, completa e inventa para dar coherencia al pasado. Pero lo que ahora se está demostrando es que si la memoria nos falla y nos juega malas pasadas, es para unificar mejor nuestro yo presente con el del pasado y el del futuro.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 80


Es impresionante constatar, una y otra vez, que la separación supuesta entre futuro y pasado, entre vida y no vida, entre lo que está inerte y lo que está vivo es cada día más borrosa. Son alucinantes las conclusiones que señalan la activación simultánea de áreas cerebrales idénticas para recordar e imaginar. Entre otras cosas, habría que reconsiderar quién es más sabio: ¿el que se olvida de su pasado e intenta inventar su futuro o el que, manipulando como nadie sus retazos de pasado, consigue reconstruir su futuro?

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 81


Científicamente se ha demostrado que son necesarios cinco cumplidos seguidos para borrar las huellas perversas de un insulto.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 100


Ahora resulta que, después de años investigando las causas de la ruptura de una pareja, el porcentaje de las que desaparecen es mucho mayor cuando uno de los miembros es extremadamente tacaño en los cumplidos, costándole horrores admitir: «¡Qué razón tienes, amor mío!».

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 101


Lipton y Barash creen que ni la biología, ni la primatología, ni la antropología sugieren que la monogamia sea un modo de vida natural, como lo son hablar o andar. Como me dijo una vez Lipton en una entrevista: «Lo natural es un modelo sexual en el que la gente encuentre una pareja, haga promesas que luego rompa, se produzca un abandono, a alguien se le rompa el corazón, luego se hagan más promesas, haya más corazones rotos…, lo natural es una retahíla de corazones rotos». Barash resume muy bien esta situación diciendo que «es importante recalcar que muchas personas confunden que algo sea natural con que sea bueno. Muchas cosas que son muy naturales […] ¿qué hay más natural que una bacteria o un virus? —se pregunta este biólogo—. Pero no son buenos. Y, en la misma medida, simplemente porque algo no sea natural, como la monogamia, ¡no significa que sea necesariamente malo! Creo que cada uno es libre de tomar sus propias decisiones, pero si alguien opta por la monogamia, por los motivos que sea (religiosos, éticos u otros), si la elige, debería ser consciente de que tendrá que luchar contra parte de su biología. ¡Pero no es imposible! ¡Las personas luchan con su biología todo el rato!».

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 111


Jonathan H. Pincus, profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Georgetown, en Washington D. C. Ha examinado a docenas de asesinos en serie. ¿Cuáles son, según él, los factores que desatan los instintos violentos? Tal vez la mejor manera de resumir su pensamiento sea: los niños maltratados no serán necesariamente psicópatas de adultos, ni tampoco las personas con enfermedades mentales o las víctimas de una lesión que haya afectado al funcionamiento de su cerebro. Pero si se dan las tres circunstancias, es muy probable que uno acabe comportándose como un psicópata.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 120





Un estudio reciente revela que quienes escuchan ópera tienen más probabilidades de no condenar el suicidio. Una vez más constatamos la importancia de la configuración de la mente individual. Las personas con ciertas ideas se sienten atraídas hacia determinados tipos de música.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 122

Hay muchos factores ciertos que determinan la conducta agresiva de los jóvenes. Uno de los más importantes es el papel que desempeñan los padres en la crianza de los hijos. Un niño del que se ha abusado, que ha sido privado de amor o azotado tendrá más probabilidades de ser agresivo. Terapeutas de prestigio reconocen, por ello, que la mejor manera de luchar contra las enfermedades mentales y la violencia es ocuparse de la educación emocional de los bebés y de los niños. Otro factor cierto es la compañía de los amigos con los que el niño se relaciona: si tiene amigos agresivos, aumentará la probabilidad de que él también lo sea, ya que estará expuesto a un entorno que no condena la violencia. Los niños que reciben golpes a manos de sus hermanos también pueden acostumbrarse a usar la agresión para resolver sus problemas.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 122


Hoy por hoy, la mejor manera de luchar contra la violencia consiste en evitar el maltrato infantil.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 123

Lo que nos separa del chimpancé es nuestra capacidad de imaginar. Ellos también se reconocen en el espejo, y de ahí muchos científicos deducen que también tienen conciencia de sí mismos. Pero no pueden imaginar mundos distintos al suyo, como el más allá. Ahora que los mundos creados toman forma de simulación digital, no deberíamos poner el grito en el cielo. Siempre han existido representaciones, y la virtual es una más.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 126

Con toda seguridad, si el futuro tiene salvación, llegará de nuevo después de profundizar en el conocimiento y las posibilidades del mundo molecular.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 135



Muchas veces simplificamos al pensar que los árboles simplemente crecen y dan sombra. Creemos que eso es todo lo que hacen. Sin embargo, albergan más de un secreto. Poseen inteligencia, memoria, y funcionan como el verdadero vínculo entre el cielo y la tierra. Los árboles son los seres vivos más altos y más viejos que conocemos. Cada árbol es un pequeño ecosistema con miles de organismos en interacción. Transforman dióxido de carbono en oxígeno y alimentan la vida. Pero, a veces, sólo vemos en ellos recursos económicos y nos perdemos el milagro de la vida, porque la fotosíntesis es una maravilla. Tierra, agua y fuego quedan conectados gracias a los árboles por un proceso que ellos sí saben hacer y nosotros, no. Sus hojas atrapan los fotones del sol y utilizan su energía para descomponer moléculas de agua en oxígeno e hidrógeno. El primero permite el proceso de nuestra respiración; del segundo se obtiene toda la materia de la que están hechos los seres vivos, simplemente combinándolo con dióxido de carbono de la atmósfera y añadiendo un poco de nitrógeno de la tierra. Nosotros sólo somos sus parásitos: tenemos que comerlos, o comer los animales que se alimentan de ellos, para aprovecharnos de este proceso básico. Sin la fotosíntesis se habría interrumpido la evolución porque lo que de verdad nos alimenta se cuece en el interior de las hojas de los vegetales. ¿No se ha preguntado nunca de dónde proviene la energía que tiene después de comerse, por ejemplo, un muslo de pollo? Pues del grano que ese pollo comió en su día. O sea, de las plantas. Al principio de cualquier cadena de alimentación hallaremos siempre los vegetales que fabrican en silencio la materia que transmitirá la energía a todos los seres vivos.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 135


El gran cambio que deberíamos hacer es darnos cuenta precisamente de que hay vida antes de la muerte.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 150



Poder contribuir mediante cambios de conducta a la generación de nuevas neuronas y de sus conexiones equivale a decir que —en contra de lo que se pensaba hasta ahora— se puede incidir sobre el crecimiento cerebral. No es cierto que a partir de una edad o de enfermedades determinadas ya no puedan prodigarse nuevas neuronas o reflejos. El movimiento continuo es uno de los puntales de la nueva terapia. No es tanto el ejercicio físico —que también— como el movimiento. Andar, mover los brazos, jugar al dominó o a las cartas, tocar un instrumento, sumergirse en la lectura o en una relación personal. No parar. Eso lo hemos aprendido también del mundo del inconsciente.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 156


A base de pasearse por la vida riendo, se acaba disfrutando de la risa y se siente uno más feliz.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 159


El cerebro ha dejado de ser, repentinamente, el objeto más sofisticado del universo para convertirse en un subproducto bastante imperfecto de la evolución.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 163

Es muy importante saber lo que le pasa a la gente por dentro, pero es aún más importante y vital descubrir lo que más le preocupa de todo eso que le pasa. ¿Qué angustia a la gente?

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 167



Tras treinta años de investigación científica, Lupien ha descubierto que hay cuatro características de una situación que provocan estrés. La primera es la novedad, la segunda es la impredecibilidad, la tercera es la sensación de que no controlamos en absoluto la situación y la cuarta es que debe representar una amenaza para nuestra personalidad. Cuantas más características se cumplan, mayor será el estrés que experimentemos, aunque no todas las personas lo sufren del mismo modo. Los niños y las personas mayores, por ejemplo, son mucho más vulnerables al estrés porque su cerebro es más sensible a las amenazas.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 168






Los expertos consideran que lo correcto es vivir con un poco de estrés, pero estrés absoluto: el que nos mueve para alcanzar un objetivo, con el nivel justo, ya que es bueno para la supervivencia, y porque además, aumenta la memoria. Lo que no es bueno y hay que saber detectar a tiempo para luchar contra él es el estrés crónico, el que se prolonga excesivamente y acaba afectando de forma negativa a la memoria y el aprendizaje. Para ello, según Lupien, es útil saber que el estrés crónico se desarrolla en tres fases diferenciadas, fáciles de reconocer: La primera fase es cuando el estrés empieza a cronificarse. Uno de los primeros síntomas es que la digestión cambia y nuestro estómago empieza a no funcionar de forma regular. Algo va mal. Pero los problemas pueden seguir. Además de trastornos digestivos, el cuerpo da otras pistas que deberían ayudar a reconocer que algo va mal. En algún momento, el cerebro pedirá algo bueno. Es como si dijera: «He trabajado muchísimo estos días, necesito algo bueno». En este punto, algunos pueden beber más alcohol. Otros, fumar más. Otros, en cambio, empezar a tomar más helados…, cualquier cosa que guste se empezará a tomarla más, porque el cerebro necesita algo para calmarse. Ésta sería la segunda fase, según Lupien. En la tercera fase, en cambio, es cuando se enferma y cuando uno se ve obligado a medicarse para tratar los efectos y secuelas de la repetida activación del sistema de respuesta al estrés. Se pueden sufrir problemas de memoria, cambios en la personalidad, con enfados repentinos, y aquí es cuando puede aparecer la sensación de estar quemado y la depresión. Conocer en qué consiste el estrés realmente y saber detectar las distintas fases del estrés crónico es la única forma de empezar a hacerle frente con éxito.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 168


Cuando no hay tiempo para razonar, siempre ha funcionado mejor el corazón que la razón. Es más, la razón sólo interviene cuando hay tiempo para ponderar. Si oigo de repente el ruido extraño de un autobús que me puede atropellar porque no me he dado cuenta de que el semáforo estaba rojo, salvo mi vida saltando a la acera gracias a la amígdala —la gestora de mis intuiciones— y no a la razón.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 175


La gente que vive acosada por las tribulaciones sin fin cuenta hoy con algunas señales a las que agarrarse en medio del vendaval. Ya lo he dicho muchas veces y no me voy a cansar: es imprescindible aprender a gestionar las propias emociones. Hacer lo imposible para ejercer cierto control sobre nuestras propias vidas. Ser consciente de la importancia comparativa de las relaciones personales en el entramado vital. Hace falta un determinado nivel de resistencia y perseverancia en el cumplimiento de los objetivos que uno se ha fijado. Y lo que los psicólogos califican de vocación para sumergirse en el flujo, ya sea del amor, del trabajo o del entretenimiento. Hemos aprendido, además, que no se puede comprar el bienestar. A medida que aumenta el nivel de riqueza —y ya puede ponerse la gente como quiera—, aumenta también el desasosiego inducido por el abanico de una mayor elección,

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 179


A la mayoría de la gente le importa tener la sensación de que ellos mismos controlan algo de su vida; de que pueden dejar, confiados, a sus hijos mientras las madres se incorporan al trabajo; de que se vela por disminuir los índices de violencia generalizando el aprendizaje social y emocional. Mientras que al estamento político parece importarle controlar las infracciones de una minoría, aunque sea a costa de dificultar los movimientos de la mayoría. ¿No sería más conveniente pertrechar a las generaciones futuras con las competencias necesarias para focalizar su atención, solventar conflictos, gestionar la diversidad de un mundo globalizado, sugerirles cómo afinar sus mecanismos de decisión, educar el corazón de los ciudadanos y no sólo su mente?


Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 188


La pobreza, pues, es algo mucho más complejo que la simple falta de dinero. La pobreza es el estado psicológico de la impotencia. ¿Cómo es posible que la pobreza traspase la piel? Vida social y salud individual son dos esferas que considerábamos independientes. La ciencia, no obstante, afirma de manera cada vez más rotunda que ambas están íntimamente relacionadas. El lugar que ocupamos en nuestro entorno social o jerárquico es el mejor pronóstico de nuestra salud, junto con la dieta, el ejercicio o los genes. Marmot destaca que son los factores sociales los que determinan una buena o mala salud. Y, en este sentido, ha recabado pruebas de que hay dos procesos fundamentales en juego. El primero es algo que ya hemos visto y analizado: cuánto control ejerce la gente sobre su vida. Es decir, si pueden vivir el tipo de vida que consideran adecuado o si controlan su propia vida. El segundo son las oportunidades de plena participación social. Y con esto se refiere a formar parte de la sociedad, pero también a recibir la respuesta positiva, la estima, la autoestima que comporta formar parte de la sociedad y que probablemente los funcionarios que se encuentran en el escalafón más bajo de la Administración no tienen.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 196

Los políticos deberían analizar mucho más cómo funciona nuestra sociedad, nuestro lugar en ella, si de verdad quieren ocuparse de la salud pública e incluso de la felicidad individual.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 198


Hace falta tener la sensación de que controlas algo en tu vida para ser feliz. Si no, no puedes ser feliz.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 201



Ahora sabemos otras cosas, igualmente importantes, que ignorábamos. Que cuentan más las relaciones de pareja que el dinero, siempre que se supera el nivel mínimo de subsistencia. Sabemos también que la felicidad está en el camino hacia el objetivo que se supone nos hará felices. ¿Cómo pudimos vivir sin saber nada de todo esto que nos importaba tanto?

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 201



Disponemos hoy, con una idea más que perfilada, de las habilidades que componen estas competencias emocionales y que deberemos aprender a transmitir a las nuevas generaciones por el tamiz de la enseñanza infantil, primaria, secundaria, corporativa y de la tercera edad. Para que no les sirva de excusa a los rectores sociales, se las voy a enumerar, dejando para los próximos veinte años el detalle de sus contenidos: aprender a focalizar la atención en las emociones propias; apreciar la interacción entre emoción, comportamiento y procesos cognitivos; infundir autoestima, resiliencia y curiosidad; trabajar en equipo de modo cooperativo y no competitivo, lo que supone aprender a escuchar y comunicar y saber solucionar conflictos ejerciendo un liderazgo emocional. El aprendizaje de estas nuevas competencias es la clave para que los jóvenes encuentren trabajo en lugar de sumirse en el paro.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 205


En la historia de la evolución, las personas que tuvieron éxito pudieron elegir pareja en mayor medida que los demás, sus hijos vivían más tiempo y sus genes acababan siendo mayoritarios en la reserva genética. Y, sin embargo, son muchos los que no tienen éxito. ¿Por qué?


Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 208




La primera pista para tener éxito es quererlo.
Distinguir entre la concepción geológica y divisionaria del tiempo es la segunda pista.
La tercera pista consiste en compartir ideas.
Convertir el gusto o la vocación por algo en enamoramiento es la cuarta clave.
Persistir en el empeño, he ahí otra pista con la que la gente se enreda a veces.
La sexta pista para el éxito consiste en probar y hacer cosas nuevas.
La última pista para tener éxito no es realmente una pista. Se le suele dar, sin embargo, una gran importancia en todas las culturas. Me refiero a la suerte (…) 
La vida no es una serie de acontecimientos azarosos que ocurren de forma intempestiva, sino más bien un proceso continuado, que puede interrumpirse por causas exteriores que poco tienen que ver con la supuesta buena o mala suerte de una persona en particular. Una extinción masiva, como las ocurridas a lo largo de la historia de la evolución, puede interrumpir el proceso de vida de un nido de trilobites, aunque tuvieran la suerte de haber nacido perfectos. Parecería que la mayoría de las veces nos referimos a la suerte cuando no sabemos o no queremos indagar por qué ha ocurrido lo que ha ocurrido.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 208-211


Somos criaturas supersticiosas por naturaleza y esto nunca desaparecerá. La superstición se debe a que somos animales que buscan pautas; buscamos las pautas aleatorias de la naturaleza y unimos los puntos comunes para sacar conclusiones. A renglón seguido, las almacenamos en el cerebro en forma de memoria. Y, por último, basándonos en las dos cosas, hacemos predicciones. Ésa es la función básica del cerebro. Pero cuando cometemos un error en la fase de recogida de pautas, o durante los procesos de memorización —algo que ocurre a menudo—, en vez de hacer predicciones, recurrimos a la superstición.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 211



Diez mandamientos para no ser infeliz

Primero. No intente ser feliz todo el rato. La felicidad es una emoción positiva universal y, como todas las emociones básicas, efímera. Ahora bien, cuando sienta ese gusanillo en su interior que le dice que se siente bien, dígaselo en voz alta a sí mismo: « ¡Estoy bien!».

Segundo. Intente disfrutar la preparación y la búsqueda de sus metas y objetivos. Haga como mi perra, que es más feliz cuando está esperando la comida que cuando pone el hocico en el plato de cereales.

Tercero. La felicidad es, primordialmente, la ausencia del miedo. Aparte de su imaginación, todo lo que le puede generar miedo e intranquilidad. Cabe una cierta ansiedad provocada por los preparativos, pero elimine los grandes miedos de su vida, por lo menos durante una temporada. Para perder el miedo a las cosas pequeñas hay que habérselo perdido a las cosas grandes, como la perspectiva de la muerte o la falta de trabajo.

Cuarto. Cuide los detalles y las cosas pequeñas en lugar de seguir obsesionándose por los grandes proyectos. Lo mejor que le puede ocurrir es que le echen en cara que el árbol no le deja ver el bosque. Pues muy bien, olvídese del bosque y disfrute del árbol..

Quinto. Las investigaciones más recientes demuestran que el nivel de felicidad aumenta con la edad. Sabíamos que nunca se es más feliz que durante los nueve meses de vida fetal. Lo que acabamos de descubrir es que el segundo periodo más feliz viene con la edad. Los recuerdos son más numerosos y la consiguiente ampliación de la capacidad metafórica y de la creatividad compensa largamente los procesos de pérdida neuronal.

Sexto. Concentre todos sus esfuerzos en disfrutar de aquello que más le guste: leer, jugar al tenis o al golf, hasta trabajar si le apetece. Todo, salvo aburrirse delante de la tele o en conversaciones sin sentido. Es importante sentir que le absorbe lo que está haciendo.

Séptimo. No desprecie a nadie. La antítesis del amor no es el odio, sino el desprecio hacia los demás. El sentimiento de desprecio implicaba la muerte en los tiempos primitivos y tendemos a subvalorar su impacto nefasto sobre nuestra vida emocional. 

Octavo. Cuide sus relaciones personales. De todos los factores externos de la felicidad —como el dinero, la salud, la educación, la pertenencia a un grupo—, el que mayor impacto tiene sobre la felicidad son las relaciones personales. Procure no malograrlas.

Noveno. Aproveche la capacidad que tenemos de imaginar —lo único que realmente nos diferencia de los chimpancés— para pensar en cosas bellas, en lugar de en desgracias. No tiene sentido la capacidad de la mayoría de la gente para hacerse infeliz imaginando.

Décimo. Durante el invierno no paramos de invertir en nuestro futuro o en el de los seres queridos. No nos queda tiempo para gastar en nuestro propio mantenimiento. Hay un exceso de inversión y un déficit de mantenimiento. Aproveche las vacaciones y el tiempo libre para invertir menos y colmar el déficit de mantenimiento de uno mismo.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 214


Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, a quien también me he referido antes, señaló que la felicidad consta de tres componentes. Por un lado estaría la búsqueda del placer, esencial pero efímero, predominante en la sociedad actual, y por otro, el desarrollo de nuestra capacidad interior para sobrellevar los momentos difíciles y adaptarnos a ellos, así como la de ponernos al servicio de algo que nos trascienda, algo que sea más importante que nosotros mismos. Todo ello nos puede otorgar la sensación de bienestar, plenitud y satisfacción en nuestra vida. Porque la felicidad no es la suma de las experiencias individuales, va más allá de éstas y tiene mucho que ver con la percepción y memoria interna de nuestra vida en su conjunto. Por esta razón la gratitud es clave. Gratitud por lo bueno y lo menos bueno de la vida. El ver la vida como una aventura en la que, por supuesto, no todo es fácil, pero en la que el centro se encuentra en el proceso mismo, no en el objetivo final. Vivir con el sentimiento de que cada día es nuevo. Disfrutar del camino y sacudirse el polvo después de cada caída, porque, como Edward Diener demostró, pasado cierto tiempo de cualquier tragedia, se suelen recuperar los niveles normales de felicidad de cada persona, siendo lo que más nos cuesta superar la pérdida de un ser querido y la del puesto de trabajo. Experimentar dolor en la vida da hondura al ser. Quedarse apegado al dolor es un sinsentido. En definitiva, cada uno es responsable de ver la botella medio vacía o medio llena de la belleza de la vida.

Eduardo Punset
Excusas para no pensar, pág. 217



No hay comentarios: