Dijiste
dijiste
arroja tus paisajes
pero yo no era más que un árbol
en el umbral de tu invierno
dijiste
arroja mi piel blanca
y lo invisible
de pronto saltó a los ojos
las hojas mueren
recordarán los árboles
Bernard Noël
Dos en el calor
Este deseo, y luego la privación, un dolor. Así, siempre, la distancia: allá es demasiado lejos; el lugar se aparta. No se llena. Tantas cosas, tanto afuera. Los brazos muy cortos. Podemos contar, inventario, clasificación; podemos descripción, topografía, eco. Podemos, silencio. Y ver.
Ver a través, entre, en el agujero. Ver el vacío que bordea todo y que es la vista. Que es de la vista a punto de olvidarse en nuestros ojos. Lo visible es mi vista. O lo inverso. Pero según un orden. ¿Y si rompiéramos? ¿Si ciñéramos, apretáramos, para que más del todo orificio, espacio, aire sino el remolino presente en la piel de nuestros ojos? Directamente. Sin distancia.
Y eso, este todo masivo sobrecogedor, lo desarmaremos, lo cortaremos, lo trituraremos: serán bloques de vista.
O bien, sacaremos los ojos de su cabeza para que el espacio de la vista se haga carne ligera, carne aérea. Y sobre el cordón extendido de los nervios amarremos todo lo que pende al borde del mundo. Como un cuadro interior…
O bien, ponemos sus ojos en frente de él, y vemos en ellos lo que, por ellos, era nuestro punto de vista. Y la cabeza de pronto se vacía, y he ahí una imagen.
¿Pero qué? ¿Qué es una imagen? Nada más que una rebanada de vista en el contenido tan tenso que ya no se mueve, que se mantiene inmediatamente en el presente. La pintura es el arte del corte y de la fijación.
Mira… Basta agitar los párpados para obtener bellas rebanadas regulares; único problema: ¿cómo conservarlas? Pero qué importa, siempre podemos hacerlas pensamientos.
Evidentemente, todo lo ilusorio es mental; en cuanto a lo que no lo es, hay que diferenciar lo invisible, que está generalmente en lienzo o en madera, de lo aparente, que es la pintura (inútil detallar los elementos). Podemos vacilar sobre el estatuto de la firma.
Estos preliminares, claro está, son un retraso para evitar entrar enteramente en la vista. Pues una vez allí…
Una historia comienza en cada instante: obstruye la Historia, Dios, la autoridad… Prohíbe el presente perpetuo de una pintura. O más bien, deshace el sobrecogimiento, aunque él solo motive nuestra paralización, allí delante.
El instante es una idea fugitiva.
¡Mi reino por tus ojos!
Bernard Noël
El sol se acuesta detrás
el sol se acuesta detrás
de los dientes
el cuerpo es una palabra
que tocas tiene la forma
del amor
mi brazo de aire
atraviesa tus ojos tú
lo rellenas de presente
mira dices
mira
la niebla hermosa
la sombra
que se aleja de nosotros
la verdad es una imagen
blanca
todo el negro queda
en la apertura de tus bocas
Bernard Noël
El tiempo nada sabe
el tiempo nada sabe
de nosotros es solamente
ese agujero que pasa por
los ojos
una puerta para
salir hacia el inicio
del futuro
siempre
te espero detrás
de tu rostro
quién sabe
dónde se acaba el tú
está ese desgarro
y luego
el comienzo
ha comenzado ya
un pronombre sin fin
Bernard Noël
Es el olvido lo que asegura la unidad
Boca abierta: la garganta empuja el negro hacia la lengua, y la lengua le extrae el olvido.
La muerte viene en la espalda, pero ese en-allí comienza en todas partes bajo la piel, delante de mí. Soy ese que me oculta a mí mismo un inverso donde el olvido es una condición de vida.
Lo vivido es mi cultura natural. En ello solo nada se separa, y sobre todo no mi pasado de todos los pasados antes de mí. Es el olvido lo que asegura la unidad.
Esta unidad es obscura. Lo obscuro permite que coexistan los contrarios o bien que se disuelvan mutuamente. Lo obscuro es a la luz lo que el olvido es al recuerdo.
Bernard Noël
Tu palidez ganó las cosas
tu palidez ganó las cosas
y es un maquillaje de transparencia
donde el olvido flota
está la luz al fondo
difusa
como un secreto que se evapora
ya
vives al revés
y corro
hacia ti corro
entre el olvido y el porvenir
Bernard Noël
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