Ortigas
De niño me salían
montoncitos en la piel
de buscar mariquitas
entre ortigas de jardín,
dedos rosas y gordos,
rojos de coger moras
y las rodillas raspadas
de aterrizar cabriolas.
Ahora es síntoma de suerte
cortarme con un folio blanco
o pincharme con un lápiz
de los que afila mi oficina.
Todo el mundo sabe
cuál es el órgano
que provoca ese dolor
y cómo se recluye solo.
Incluso esta mañana,
que caminaba junto a las vías
y pasaba mi mano seca
por las malas hierbas,
esperando que doliera
y ser un chico,
aquel niño
otra vez.
Xabier Martín
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