Antonia Jacinta Barreda

A Alonso Pérez de Montalbán, en la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán, su hijo

   No cubra el rostro, venerable anciano,
el diluvio de lágrimas que viertes,
que serán con tu lástima dos muertes
que enternezcan el pecho más tirano.

   Ya no te obliga sentimiento humano
si a tanto extremo prodigioso adviertes,
porque llorando el mundo de mil suertes
tu llanto suple el cielo soberano.

   Mas ¡ay! que no es consuelo suficiente
al dolor que te oprime, tan prolijo,
aunque a la piedad mía más le cuadre.

   Porque, aunque llore el mundo amargamente,
no hay quien a un padre llore como un hijo
ni quien a un hijo llore como un padre.

Antonia Jacinta Barreda




Al mismo tema

   Suspende el sentimiento, o Caminante,
que el bronce más rebelde permitiera,
si alma para sentir aquí tuviera,
y el corazón tuviera de diamante.

   Si ves por tierra este sublime Atlante,
que de Apolo tocó la clara Esfera,
que fue su muerte justa considera,
aunque la vida fue tan breve instante.

   Toda la gloria tuvo conseguida
de un mundo sólo que ay, con feliz suerte
lo poco de su vida esclarecida.

   No había otra Fama que ganara (advierte)
luego faltara premio a la más vida,
pues la vida sin premio, que más muerte.

Antonia Jacinta Barreda




Al sepulcro de don Juan Pérez de Montalbán

   Aquí vive, aquí muere, aquí renace,
aquí desmaya, y triunfa, aquí animado
hasta los mismos Cielos levantado
este que humilde por la tierra yace.

   Aquí a la fiera muerte satisface
de nueva vida, y gloria coronado,
este cadáver vivo sepultado,
que Sol fulgente de su sombra nace.

   No llore pues el alma enternecida,
que no s justo llorar tan feliz muerte
en su gloriosa fama divertida.

   Cántese la victoria al Joven fuerte,
que aquí la muerte, no venció a la vida,
sino la vida aquí venció a la muerte.

Antonia Jacinta Barreda

















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