"Dos de la madrugada. Se acerca a la ventana del torreón y aparta la cortina, con precaución. Allí abajo, en la calle, el único ser vivo que ve es un paraguas. Seguramente esperando a que llegue su taxi. Y de repente el paraguas se ilumina por dentro, en plan calabaza de Halloween. Desde las alturas, tarda un poco en entender que no se trata de un ser mágico, sino de un fumador encendiéndose un cigarrillo bajo la lluvia.
Lárgate...
Llega el taxi. Y el paraguas y su propietario se largan. Pero sus ojos permanecen observando la ciudad mojada. Le relaja ver llover, en eso al menos no es un ser especial. El arco está cargado: la flecha debe partir. Baja la escalera y entra en la habitación. Sobre el colchón, la anciana parece dormir, excepto por lo incómodo de su posición: cuerpo en aspa, manos y tobillos amarrados con cinta americana a cada una de las esquinas del armazón de la cama.
No quitarse los guantes, bajo ningún concepto.
Se acerca a la vieja y observa su rostro. Enciende la linterna para analizar cada una de las arrugas. Surcos que le recuerdan las líneas fósiles de sedimentación de un acantilado: en ellos cree poder leer su prehistoria. Su biografía."
Joaquín Camps
La silueta del olvido
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