A don Agustín de Salazar y Torres
La Lira, que sonoros movimientos
a sus cuerdas ató de las Esferas,
la que en el Abisinio a las severas
penas indultos dio, cesó tormentos.
La que hizo armoniosos a los vientos,
a los ríos correr nuevas riberas,
dóciles troncos, apacibles fieras,
y alma nueva infundió a los Elementos.
Muda, triste quedó, desbaratada,
al fin fatal del Numantino Orfeo,
porque el Numen le falta que la instruye.
Mas ya vive en la prensa restaurada,
porque don juan con animoso empleo
a la voz inmortal la restituye.
Alonso Antonio Altamirano de Rivadeneira
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