Jacinto Polo de Medina

A una rosa antes de abrir

   Si en verde oriente, ya luz encarnada
es de tu sol -oh flor- seña olorosa,
no crezcas hasta el día de ser rosa,
que son las horas muerte disfrazada.

   No más beldad aspires engañada,
que estás si creces, en llegando a hermosa,
del achaque de un día peligrosa,
de enfermedad de un sol amenazada.

   Arrepentida en balde, flor vecina,
pues a tu error no sirve su experiencia,
aproveche a tu riesgo documento.

   Baste ya de otras rosas la ruina,
no te prosigas, que en mortal dolencia,
ninguno de sí mismo es escarmiento.

Jacinto Polo de Medina



Del mal que lo amenaza al venturoso
librarme quiero yo por desdichado,
porque no duele tanto examinado
como cuesta el temor de un mal dudoso.

   Desde el dolor padece el no dichoso.
El feliz desde el miedo del cuidado,
su edad tiene un dolor y en lo esperado
es hacer de más años lo penoso.

   Jamás alguno poseyó la suerte;
nada se goza un bien con un recelo,
que del mal la sospecha es importuna.

   Y pues a un bien no hay mal que no despierte,
en mi desdicha tengo mi consuelo,
si victoria no soy de otra fortuna.

Jacinto Polo de Medina



El álamo

   Aquesta ya de Alcides osadía;
que profana del sol sagrado asiento,
contra sus rayos verde atrevimiento,
pasando a descortés su demasía;

   esta, que no al Olimpo desafía,
pues besa de su alteza el fundamento,
vanidad de esmeralda que en el viento
bate tornasolada argentería;

   esta del prado Babilonia hojosa
terrero do festejan las estrellas
en confusión armónica las aves,

   cadáver estará su pompa hermosa
y amarillas leerán sus hojas bellas
muda lección a nuestras vidas graves.

Jacinto Polo de Medina




  Esta que guarda cándida ceniza,
tanto valor, Fajardo, en urna breve,
despojos mudos de la muerte aleve
que la fama retórica eterniza,

   hoy su pompa su máquina eterniza,
tierna piedad que a un pecho heroico mueve,
y pagando a su sangre lo que debe
su fin dichoso encanto solemniza.

   Renueva el sentimiento la memoria
de tanto puesto sol, que en luz fecundo
viven -aunque murió- sus resplandores.

   Que es bien que corresponda a eterna gloria
otro nuevo dolor, para que el mundo
una pérdida cueste dos dolores.

Jacinto Polo de Medina



Galán cenit a la deidad undosa,
tímidas esmeraldas lisonjea,
Erefictón valiente, que rodea
horóscopo de luz, fábrica hermosa.

   En biombos de flor cuanto olorosa
en su labios le ofrece a Galatea,
émulo a su cristal, que galantea
a la espira del Sol más luminosa.

   Crepúsculo el clavel, espacio breve
sustituyó en fragmentos la gayomba,
y queja fue de amor lo que fue nieve.

   Llore la fuente, pues gima la bomba
apócrifos del monte en llanto leve,
si aforisma Canción, o si rimbomba.

Jacinto Polo de Medina




No imites a tu amigo Lauro cuya rebeldía mereció este soneto

   ¿No escuchas Con tu ingenio aquella fría
fuente, Lauro, que hermosa se dilata?
¿Ves cómo vuela pájaro de plata?
Sagrada es, a mi ver, filosofía.

   Líquida erudición tanta armonía
tu estudio sea, pues tu ser retrata;
una onda a otra onda lo desata,
así impele él un día al otro día.

   Mas si de avisos no te persuades
y te ofende escuchada y no temida
la culpa de tus locas vanidades,

   bien de avisarte temerá mi vida,
que es siempre lo que informa las verdades
una salud muy mal agradecida.

Jacinto Polo de Medina




Repara cuerdo, si curiosos admiras
máquina sola, contra el tiempo fuerte
huésped errante, y lo primero advierte
que tú eres tan mármol, sino suspiras.

   Este milagro cuya alteza miras,
que iguala el hombro a Atlante de esta suerte,
es Alcázar funesto de la muerte,
verdad universal de mil mentiras.

   Yace aquí Margarita, el celo santo,
la joya de Filipo en más temida
que el Orbe, que pacífico gobierna.

   En lágrimas rompiste, enfrena el llanto,
sucedió a muerte breve larga vida,
y a breve Majestad Corona eterna.

Jacinto Polo de Medina




Soneto

   Tan hecho tengo el gusto a lo que siento
que como el alma merecer desea
a la pena que en mí más furia emplea
le agradece la furia al sufrimiento.

   Cuando la fuerza de un mortal tormento
por vencer mi constancia más pelea,
lo templa otro mayor que me recrea,
si con nuevo dolor, con nuevo aliento.

   Todos tienen rigor, pero son tales
que a aquel mitiga el que se sigue luego,
tan fuerte y eficaz como importuno.

   Mas aunque son sin número mis males,
suspendiéndose el uno al otro, llego
a no sentir en mí tormento alguno.

Jacinto Polo de Medina



Soneto a una dama que se embozaba siempre que veía a su amante

   Levanta el manto de la noche fría
la mano blanca de la roja aurora
y el planeta, que nunca para, dora
las cumbres que primero ven el día.

   La oscuridad confusa se desvía,
la forma de las cosas se mejora
y el alba ríe, que aunque perlas llora
lágrimas hay que nacen de alegría.

   Sólo el alma, a quien niegan su luz pura
los ojos que cubrís en caos profundo,
habita triste y claridad desea.

   Deshaga, pues, su luz la noche oscura
y amaneced siquiera, porque el mundo
el mediodía en el oriente vea.

Jacinto Polo de Medina



Veloz, si triste, rompe el aire vago,
progre ya Tarcia, por España trueca
cruzada el pecho de sangrienta beca,
llorando canta el miserable estrago.

   Almas que escuchan el sonoro halago,
riegan ya fuentes el arena seca.
O cielo dijo a quien tan fiero peca,
mal se dilata su debido pago.

   El gran Tonante oyó tu oración breve,
y un rayo arroja su furor divino,
con que Aterco y su palacio abrasa.

   Pecador olvidado, no te mueve
el duro caso? Pues de tu vecino
un calegón ardiendo está la casa.

Jacinto Polo de Medina









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