A la muerte de Lope de Vega
   Por rotos bronces, mármoles quebrados,		
pase la edad en la común memoria,		
que los que erige tu inmortal historia,		
aun la envidia los deja reservados.		
   No Dorica labor, no celebrados
jaspes te constituyen alta gloria,		
más duración intima la victoria		
contra el tiempo y las huestes de los hados.		
   Tanto volumen, lámina que informa		
al espacio del orbe, te eterniza,
aunque te estreche lo mortal, pues viendo		
   que a nada vuelve esta caduca forma,		
docta pira erigiste a tu ceniza,		
de donde naces otra vez, muriendo.
Juan Francisco de Prado
A San Isidro
   Los campos de Madrid, Isidro santo,		
agricultor labró, siendo ayudado		
de Angélico favor, bien que enviado		
del que al sabio Cherub le causa espanto.		
   En éxtasis suspenso admira el canto,
casi en nueva región, del coro alado,		
surcos imprimen con el corvo arado		
oficiosos los Ángeles en tanto.		
   ¿Quién mereció tener tal compañía,		
que hiciese el campo soberano cielo,
ni la gloria le diese tal tributo?		
   Isidro, que en la excelsa Monarquía		
goza de sus trabajos y su celo,		
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.
Juan Francisco de Prado
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