Entremés olímpico
   La raza de Saturno, derribada		
por el ligero soplo de una idea,		
baja a morar sobre la triste Gea,		
en una lamentable desbandada.		
   Con su atributo y distintivo, cada
dios osa abrir nueva pelea;		
y mueve la dolosa contra idea,		
penetrante y sutil como una espada.		
   A devolver sonrojo por sonrojo		
al nuevo cielo, voluntad y brío
previene airado su rencor tremendo;		
   y se apresta a la acción; pero creyendo		
que el Olimpo a la postre es un enojo,		
y al inmortalidad, un grave hastío.		
Gastón Fernández Deligne
Las más gratas primicias
   Las más gratas primicias y más bellas,		
le son donadas con querer jocundo;		
y le consagran, contra amor fecundo,		
su pubertad mancebos y doncellas.		
   En cuanto se conoce, están sus huellas
como un sello de lo Alto y lo Profundo;		
y aun se lanza a ganar un nuevo mundo,		
en cuyo dombo austral bórdanla estrellas.		
   Y luego ve, al conjurado influjo,		
como a la intermitencia del reflujo
duerme silente en la ribera el mar;		
   en torno del neo-bíblico madero		
el entusiasmo, enantes vocinglero,		
ha callado, se calla, o va a callar...
Gastón Fernández Deligne
Memento
   Los Magnos de la Patria, en lazo estrecho		
tornaron indomable su impericia		
ante el altar donde la unión oficia.		
Abríguese la unión en nuestro pecho.		
   Para alentar el poderoso hecho
que la victoria diademó propicia,		
amaron el derecho y la justicia.		
Amemos la justicia y el derecho.		
   Ese el alto tribute, y no los dones		
de evanescente incienso y vano ruido,
a su santa memoria y sus blasones.		
   Cuando la bien amada ha fenecido,		
recordar sólo el nombre -¡oh corazones!-		
es una ambigua forma del olvido.
Gastón Fernández Deligne
Quisqueyana
   Mientras combate hermano contra hermano,		
la savia tropical fecunda amores,		
y cuaja frutos y burila flores,		
sin aprensión de invierno ni verano.		
   Mientras riega la sangre loma y llano,
espíranse de valles y de alcores		
voluptuosos arrullos gemidores		
que no interrumpe el grito del milano.		
   Y cuando para el trueno belicoso,		
quédense los occisos alazanes,
¡oh, combustión solar! a lo que arbitres;		
   que en esta tierra donde no hay volcanes,		
donde no hay ofidiano ponzoñoso		
ni felino feroz, tampoco hay buitres.
Gastón Fernández Deligne
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