José Martínez Monroy

Con un duro

   Sentí, al pisar de nuestro amado el suelo,
de perder a mis padres la amargura;
no supe que era amor ni qué hermosura,
ni hallé un amigo a quien decir mi anhelo.

   En la tumba final del desconsuelo
gime mi corazón: si, por ventura,
ansioso busco a Dios tras esa altura,
y al cielo miro, se oscurece el cielo.

   Nada soy, nada tengo, nada valgo;
he dado a la ilusión mi adiós postrero:
¿puedo ya en adelante creer en algo?

   Ni honores alcancé, ni fama espero;
entré muerto en la vida, y muerto salgo.
Me queda un duro: ¿para qué lo quiero?

José Martínez Monroy




El beso

   El beso, como tierna mariposa,
que va de flor a flor volando breve,
de boca a boca desprendido, mueve
sus tenues alas de color de rosa;

   es a veces sonrisa cariñosa,
que el dulce gozo sobre el labio llueve,
o lágrima tal vez ardiente y leve,
que del llagado corazón rebosa;

   o bien suspiro triste y anhelante,
que da la angustia a la perdida calma;
mas para mí, que gimo delirante,

   de amor ornado por la hermosa palma,
es la esencia del alma de mi amante,
que baña las esencias de mi alma.

José Martínez Monroy




El sol en oriente

   Ya rutilante en raudo remolino
hierve ¡oh Sol! en Oriente el polvo de oro
que tus ruedas levantan; ya el tesoro
de tus rayos relumbra diamantino.

   Desplegase ondeante y purpurino,
al revolar el céfiro sonoro,
tu regio manto, y en alegre coro
siguen las rubias Horas tu camino.

   Naturaleza ríe y se levanta
del sueño en que nació suspensa y muda,
y con su pompa y su beldad encanta;

   y el hombre que vacila ante la duda,
al contemplar magnificencia tanta,
vuelve a la fe y al Hacedor saluda.

José Martínez Monroy












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