Homenaje lírico a Rubén Darío
   Yo saludo al poeta de las «Prosas profanas»,		
al Apolo moderno de los versos de oro,		
en cuyo escudo se halla un caracol sonoro,		
la máscara de Grecia, la flor de lis de Francia.		
   Dime, mago risueño de las urnas paganas,
¿qué espíritu visita tu corazón -tesoro,		
que hace que tu mano escriba versos de oro		
en cuya urdimbre juega la risa de la Francia?		
   Emperador del ritmo, ante tus pies me postro;		
vuelve tu altivo rostro hacia mi triste rostro;
concédeme la gracia de una dulce sonrisa.		
   Hermanos yo no tengo, ni escudo ni nobleza;		
yo soy un sacerdote de la diosa Belleza		
que ha soñado tus versos y tu melancolía.
René López
Las tribulaciones
   ¡Oh! tardes otoñales color de la violeta,		
bellas imitadoras de la tristeza mía,		
dejad que mis ensueños morbosos de poeta		
se pierdan en la sombra donde se esconde el día.		
   ¡Oh! tardes barnizadas de gris melancolía,
llevadme en vuestras llamas cual bíblico profeta		
hacia el palacio negro, la clásica armería		
donde el dolor se oculta como un anacoreta.		
   Allí, en las tinieblas feroz le arrancaría		
en titanesca lucha, la espada y la careta,
el filtro donde guarda la santa poesía,		
   (la peregrina novia de ese infernal atleta).		
¡Oh! tardes otoñales color de la violeta,		
bellas imitadoras de la tristeza mía.		
René López
Retrato
   Nariz gascona de afilada punta,		
rubia, sedosa, medieval melena;		
redonda cara que la carne llena,		
rudo entrecejo que las cejas junta.		
   Mirada torva, fiera y cejijunta;	 5	
boca delgada que al hablar ordena,		
y en cuyos labios de elegancia helena		
ligero bozo juvenil despunta.		
   Anchas espaldas y robustos brazos;		
jubón que adornan brilladores lazos;
oscuras botas, toledano acero.		
   Y hasta la línea que su vista alcanza,		
en ademán de retador nos lanza		
todo el desdén de su mirar austero.
René López
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