Federico Kauffmann Doig

"Era el 23 de junio de 1984 cuando de pronto se presentó ante nuestros ojos un cuadro espectacular, jamás imaginado, y que daba la sensación de ser irreal. Estábamos frente a la gruta que cobija a los sarcófagos más conspicuos de todos cuantos fueron construidos por los antiguos chachapoyas […] Ya que solo era posible acceder a la gruta que cobija los sarcófagos escalando con cuerdas, nos limitamos en aquella oportunidad a explorar los sarcófagos a distancia, provistos de largavistas y apostados en el lugar más cercano a la gruta al que nos permitía acceder el barranco, distante unos cincuenta metros en línea recta […]

Una apreciación del conjunto de los sarcófagos de Karajía permite advertir que su apariencia humana se debe, sobre todo, a la cabeza-máscara que portan, por ser este el único elemento anatómico realmente plástico que los acompaña. En segundo lugar, también por la forma alargada y cilíndrica y la insinuación de lo que serían los hombros; finalmente también el hecho de estar colocados verticalmente, dando la sensación de tratarse de fantasmagóricos personajes que permanecen de pie. Caímos en la cuenta que los sarcófagos evocan paralela y veladamente los contornos de un falo, correspondiendo la cabeza-máscara a lo que sería el glande.

La gruta, cavada ex profeso en la peña, protege los sarcófagos de la lluvia. Como ya señaláramos, el hecho de que esta se ubique en un sitio de muy difícil acceso no debe interpretarse necesariamente como un recurso destinado a protegerlos de intrusos.

El Grupo 1 lo integraban originalmente ocho sarcófagos, arrimados unos a otros por los costados. Cuando abordamos la gruta, vimos que, tiempo atrás, una de estas cápsulas se había desplomado y había sido virtualmente tragada por el abismo. Aquello debió de suceder en 1928, durante el terremoto que asoló la región y que todavía es recordado por su violencia."

Federico Kauffmann Doig
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 151



"Lo que distingue de modo inequívoco a Pajatén es el carácter portentoso de su arquitectura y la abundancia y gran variedad de los motivos simbólico-decorativos expuestos en las paredes de algunos de sus recintos. Con todo, la arquitectura de Pajatén no difiere en gran manera de la que desarrolló la cultura chachapoyas, tanto la pública como la de culto y funeraria.

Entre los torreones se abren paso plazoletas embaldosadas. Dos de estas están provistas de sendas huancas, o piedras de carácter mágico-religioso, alargadas e hincadas en el suelo. De acuerdo a estudios del autor, en el área inca estos monolitos simbolizaban falos, que al ser hundidos en el suelo aludían a la fertilidad simbólicamente."

Federico Kauffmann Doig
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 163



"No llamaría a Caral una civilización."

Federico Kauffmann Doig



"Sin duda Kuelap debió paralelamente ejercer como sede de rituales, para los que debieron destinarse espacios especiales en el conjunto monumental. Consideramos, asimismo, que la apariencia misma de Kuelap debió de encerrar un valor emblemático, si nos atenemos especialmente a la posibilidad de que la puerta de entrada y el pasaje en rampa que conducía a los depósitos podrían haber evocado una vagina y la ciudad entera simbolizar las entrañas de la Pachamama, la oferente de los comestibles.

Los rituales que debieron de tener lugar en Kuelap estaban probablemente dirigidos ante todo a exorcizar las catástrofes atmosféricas originadas por el fenómeno de El Niño, por cuanto estas afectaban a la producción de los alimentos y hacían asomar el fantasma del hambre. Quien debía escuchar las súplicas y en reciprocidad mostrarse benevolente, evitando que sobrevinieran los azotes climáticos, debió de ser imaginado como el numen que gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos. Una especie de Dios del Agua que es materializado en los Apus: cimas imponentes o relieves montañosos de una particular topografía. Este ser sobrenatural debió de personificar también al Sol o Inti. Por su parte, la tierra fértil la encarnaba la Diosa Tierra o Pachamama, que del mismo modo recibía veneración, puesto que se la tenía como la donante directa de los alimentos, siempre y cuando su «consorte», el Dios del Agua, la fecundara con sus lluvias en la medida y en el tiempo apropiados."

Federico Kauffmann Doig
Los chachapoyas
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 151












No hay comentarios: