Federico Urbach De Carlos Pío y Federico

De tránsito

   Yo vengo de un país que el sol inflama
con su lluvia de ardiente pedrería,
que en regueros lumínicos envía
de su ígneo disco la caldeada llama.

   Donde susurra lánguida la rama
del árbol de los sueños su elegía,
y sus notas de rítmica armonía
en los delirios pálidos derrama.

   Allí a través de mágico espejismo,
descúbrese del sacro misticismo
el séquito de goces ideales;

   y vírgenes de cándida hermosura
engendrando en el alma la locura
profetizan las dichas celestiales.

Federico Uhrbach De Carlos Pío y Federico




El sueño

   Media noche. Los astros languidecen
en el sutil encaje de la bruma,
y del remanso oculto, entre la espuma
las flores, embriagadas, se adormecen.

   Los árboles, rendidos, desfallecen,
entre las sombras su perfil se esfuma,
y en su alcoba de pétalos y pluma
las gotas del rocío se estremecen.

   Vago rumor suspira voluptuoso
remedando las quejas de un salterio,
su veste azul la atmósfera reviste,

   y al cuchichear del bosque perezoso,
arropado en las ondas del misterio
el sueño surge silencioso y triste.

Federico Urbach De Carlos Pío y Federico



Melancolía

   Crepúsculo. En el lívido paisaje
la mortecina luz filtra las grietas
de las errantes nubes. El celaje
sangra, al clavar sus últimas saetas.

   El sol agonizante. En el encaje
de piedra, que recortan las siluetas
de las lejanas torres, un mensaje
cuelgan los melancólicos poetas.

   ¡Oh, la mortal tristeza, blanca novia
de las almas, que tímidas, agobia!
¡Oh, las castas promesas fugitivas!

   Los ensueños se alejan errabundos
y surgen los recuerdos moribundos
de las pálidas tardes pensativas.

Federico Urbach De Carlos Pío y Federico



Para unas rosas

   Rosas que el rosa tenue de senos virginales
mostráis, y la clausura del tiesto cristalino
ornamentáis con tono de lampo vespertino
o fugitivas luces de cielos otoñales.

   Espirituales rosas que a las espirituales
contiendas amorosas unís vuestro destino,
poniendo en las mejillas rubores, y en el vino
de amor de rojas bocas los hálitos sensuales.

   En el fecundo huerto del corazón nacidas
las rosas del ensueño, dobléganse rendidas
al alma de las rosas que en el salón divaga,

   y dulces rendimientos el corazón presume
en la embriaguez suprema que emerge del perfume
y el resplandor de rosas que la pupila embriaga.

Federico Urbach De Carlos Pío y Federico












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