La gota de rocío
   La cándida y risueña Filomena		
una mañana plácida de estío,		
contemplaba una gota de rocío		
posada en el botón de una azucena.		
   Y como en ella, al reflejar serena
la luz del sol, le daba nuevo brío,		
quiere cogerla y con su dedo frío		
destruye la ilusión que le enajena.		
   Baja la niña la gentil cabeza,		
diciendo con amargo desconsuelo:
-¿Por qué al tocarla huyó tanta belleza?		
   ¿Qué habrá cual ella en el mundano suelo?-		
-La delicada flor de tu pureza-		
contesta suspirando un arroyuelo.
Juan Tomás Salvany
No hay comentarios:
Publicar un comentario