Manuel Reyes Mate

"El deber de memoria se enfrenta a muchas lógicas, pero fundamentalmente a la lógica del progreso. El progreso está alimentado con una ideología que postula que siempre hay tiempo disponible, que el tiempo es inagotable. Y como es inagotable, el tiempo lo puede todo, y sus ideólogos nos recuerdan continuamente que es imparable, porque es como natural y salvífico. El tiempo, aunque cree problemas, acabará superándolos. Esta es la gran diferencia entre el tiempo apocalíptico y el tiempo gnóstico. Para el tiempo apocalíptico el tiempo está fijado, emplazado, es finito. No es verdad que siempre hay tiempo disponible para el ser humano, pero tampoco para el mundo. Este es el gran error.

El tiempo del mundo es por tanto finito, y esto implica que no podemos vivir prolongando el presente sino anticipando el futuro. Para que haya futuro, el presente tiene que pensar en las generaciones futuras. Si solo piensa en sí mismo acaba destruyéndose. La historia de la Isla de Pascua es como una metáfora. Fue una isla paradisíaca hace 700 años. Llegaron allí los humanos y pensaron que todo aquello estaba a su disposición y empezaron a talar árboles, a desertizar el lugar, con ello escasearon los alimentos y se dice que al final consumieron todo lo que había, hasta el punto en que ya no había nada que comer, no había ni un árbol con el que hacer una canoa para poder salir de la isla. Esa metáfora es lo que nos está ocurriendo. Lo grave es pensar que solo estamos nosotros."

Reyes Mate




“El margen sabe lo que el centro olvida, seguramente porque la memoria es el poder del vencido. El triunfador sabe que, como decía Nietzsche, "para ser feliz hay que olvidar", pero ese olvido, aunque le haga feliz, no le hace verdadero.”

Reyes Mate
La herencia del olvido




"La idea de realidad que solemos confundir con facticidad pero que no puede ser así. La realidad, en efecto, son los hechos, por supuesto, pero también los no-hechos. Lo que pudo ser y no consiguió llegar a ser, eso también forma parte de la realidad. Esto tiene su importancia para el conocimiento porque si éste pretende conocer la realidad tendrá que hacerse cargo también de los vencidos de la historia, de lo que fracasó, de los sueños dormidos en los escombros de la historia. No es lo mismo conocer los hechos que los no-hechos10. De los hechos se encarga el conocimiento científico que analiza e interpreta lo que hay; los no-hechos se nos revelan, salen al encuentro, nos asaltan. El arte sabe mucho de esta forma de conocimiento. Pensemos en Chillida. Los vacíos o huecos de sus grandes esculturas son como las ausencias de los no-hechos que se hacen presentes en la obra, formando parte del volumen artístico. Esos vacíos materialmente son nada, pero en la obra se convierten en un potente revulsivo capaz de traer mundos extraños a la obra y de alterar con su nadería la contundencia de los materiales usados (hierro forjado u hormigón). Observamos, en efecto, cómo los hierros acusan esa presencia retorciéndose o quebrándose, determinando así el presente y lo presente.
También altera, en tercer lugar, el planteamiento moral. Auschwitz debe ser recordado moralmente y no sólo históricamente. La modernidad ha construido una filosofía moral basada en la autonomía del sujeto, de ahí la importancia de la buena conciencia o de la dignidad. Para Kant lo grande de la humanidad consiste en ser siempre un fin y nunca un medio. Eso le da una dignidad incomparable porque el reconocimiento de mi dignidad me lleva a reconocerla en los demás, en reconocerlos sujetos de un reino de fines. Tenemos que revisar ese planteamiento porque en Auschwitz no hubo dignidad, ni lugar para la buena conciencia. Levi nos recuerdan que se salvaron los peores. ¿Fueron unos inmorales? Como no podemos permitirnos esos juicios, tenemos que hacer un doble movimiento: suspender, en primer lugar, el juicio moral sobre lo que ocurrió dentro del campo y ser muy prudentes sobre "la zona gris", es decir, sobre la participación material de los propios deportados en la consumación del crimen."

Manuel Reyes Mate
Sobre la reconciliación o de la memoria al perdón




"Lo que está claro es que nada se gana olvidando, ¿no? Y España es un buen ejemplo: recurrió al olvido para lo que llamamos la transición política de la dictadura a la democracia. Pero nadie en ese momento olvidaba nada: los republicanos sabían perfectamente lo que había ocurrido y los franquistas también, pero se pusieron de acuerdo para no darle importancia al pasado. Bueno, pues hoy hablamos del pasado más que nunca y todos los problemas que no se quisieron resolver siguen sobre la mesa. En el debate en Colombia entre el Gobierno y las FARC se dice “o paz o justicia”, mala suerte: si el precio de la paz es la justicia, es una paz inestable. Porque si basta dejar de matar para que todo se olvide –como proponen las FARC-, ¿qué impide volver a las armas mañana? Así se ha hecho la historia. Lo que llamamos la paz de la historia son treguas entre guerras. Y es porque nunca se ha tomado en serio la memoria de las víctimas, la justicia, a las víctimas. Por eso creo que estamos condenados a enfrentarnos al pasado y a hacer justicia. Justicia significa reparar lo reparable y hacer memoria de lo irreparable. Pero no olvido, nunca olvido."

Reyes Mate




"No podemos vivir prolongando el presente sino anticipando el futuro."

Reyes Mate




"Yo creo que nosotros, las generaciones que estamos viviendo después del holocausto, o de Auschwitz, no podemos pensar de cualquier manera. No podemos leer a Aristóteles o a Kant de la misma manera. Ha ocurrido algo y eso obliga a pensar de una manera diferente. Lo que ha ocurrido ha sido la experiencia de la barbarie. La humanidad desarrollando las posibilidades de la modernidad ha acabado en Auschwitz, en un crimen contra la humanidad, en el asesinato de alguna manera del hombre que hemos querido ser. Esa carga que tiene nuestra generación respecto de otras, de tener que pensar de una manera diferente, es lo que yo llamo el deber de memoria.

El deber de memoria no consiste en acordarse de los judíos, de lo mal que lo pasaron, sino que es otra cosa. Nace a la salida de los campos de exterminio. Cuando los supervivientes son liberados ocurre que, sin ponerse previamente de acuerdo, coinciden todos prácticamente en una reflexión: la humanidad no puede permitirse la repetición de esa barbarie, no la sobreviviría. Y llega a la conclusión de que el antídoto, es la memoria. Es una reflexión curiosa porque esgrimir la memoria contra la barbarie parece una batalla de David contra Goliat. ¿Por qué lo plantearon así? Los supervivientes hicieron una experiencia: ocurrió lo que la humanidad no había sido capaz de imaginar siquiera y ¿qué pasa cuando ocurre lo que no somos capaces de pensar pero que sí somos capaces de hacer? Ocurre que debemos desconfiar de nuestras capacidades cognitivas y analíticas que no fueron capaces de ver lo que iba a ocurrir y ocurre que hay que dar más importancia a lo que hemos hecho que a lo que hemos pensado. Lo ocurrido se convierte en lo que da que pensar. Es el punto de partida del conocimiento. El acontecimiento como a priori del conocimiento, podríamos decir filosóficamente. Y eso es una novedad enorme porque la humanidad hasta ese momento se había movido, sobre todo la filosofía occidental, bajo el signo de “mente concipio”. Con la mente nos apropiábamos de la realidad y la transformábamos. Auschwitz es una cura de humildad para el conocimiento y obliga a pensar las cosas de otra manera.

Adorno articuló el deber de memoria diciendo que había que repensar todo, todo lo que construye la historia, es decir, la política, la ética, la religión, el derecho, la educación, etc. Había que pensarlo de nuevo partiendo de esa experiencia de la barbarie. El deber de memoria se concreta en un aforismo: “Dejar hablar al sufrimiento es la condición de toda verdad”. Ese es el contenido del deber de memoria. Esa idea se elabora en los años 45-46 y queda en desuso, olvidada, contra todo pronóstico. Europa después de la guerra olvida que está la guerra fría que invita a los alemanes a mirar hacia adelante y no hacia atrás. Está la vergüenza por parte de los protagonistas, tanto de los nazis como de los judíos. Esto explica que después de la II Guerra Mundial apenas ocurriera nada, a diferencia de la I Guerra mundial, pues entre guerras se produjo una revolución del pensamiento, del arte, de la cultura, de la literatura, había consciencia de que algo se había roto, y lo que se había roto era el proyecto ilustrado. Pero después de la II Guerra no ocurre nada, apenas hay libros que reflejen eso: quizás el libro sobre el judaísmo de Sartre, pero muy pocas cosas. Después de la II Guerra Mundial se repiten las mismas escuelas filosóficas, los mismos patrones, no hay capacidad de duelo."

Reyes Mate



"Yo no estoy para nada de acuerdo con esa idea de que el conocimiento riguroso del pasado es la historia y la memoria sería como una especie de vivencia subjetiva, personal, apolítica. Yo creo que eso es lo que nos quieren hacer creer los historiadores. Para mí está mucho más en la verdad Gabriel García Márquez cuando en Cien años de soledad explica lo que es la memoria: recuerda el origen de lo que es el nuevo mundo, Macondo, cuyos habitantes nacen con una enfermedad, la peste del olvido. Eso es lo que significa cuando llega el conquistador y les dice: “Estáis en la prehistoria y si queréis entrar en la Historia tenéis que abandonar vuestras raíces, olvidar quién sois e incorporaros a la Historia en la que nosotros estamos”. Eso para García Márquez es la peste del olvido, el principio de todos los males, de la generación de los “Buendía”. La historia es una construcción de la realidad creada por el dominador y, por eso, en Los funerales de la mamá grande dice: “Vamos a agarrar unos taburetes, sentarnos a la puerta de la casa y contar realmente lo que ocurrió antes de que llegaran los historiadores”. Aquí aparece muy claro que la memoria puede decir más verdad que la historia; porque la historia construye un relato en función del vencedor, mientras que la memoria puede ser la expresión de la realidad de los oprimidos."

Reyes Mate












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